28/08/2009

Los que proclaman la Libertad de Expresión... su Libertad de Expresión.






No deja de ser significativa -y conmovedora- la defensa que algunos seres paisanos hacen del derecho inalienable (INALIENABLE) a la Libertad de Expresión.
Tan ardua y "comprometida" es esa defensa que a mi casi consiguen estremecerme -y engañarme- si no fuera porque tras su denodado empeño luego van y, como la puta del chiste, "abrir la boca, ¿pa' qué? ¿Pa' cagahla?"
En el uso y amparo de ese derecho, ellos pueden soltar cualquier cosa -llamar asesino a un Presidente, hijo de la chingada a otro, fascista, cerdo o en fin a un opositor a su causa, lo que sea- sin que nadie les haga frente porque entonces será "que están siendo víctimas de una persecución por parte de quienes no quieren la libertad de expresión", chivos expiatorios de una "operación de acoso y derribo" con la que quieren -ocultas y maléficas fuerzas del Averno- desjarretarlos y joderles la subvención.
Y, claro, los que están acomplejados o no le tienen miedo a la libertad de expresión, pues, pasan de ellos y les dejan decir.


La cosa cambia cuando son los propios ellos los receptores de las lindezas. Entonces hay que acudir a la "justicia" para que ésta ponga en su sitio a los fascistas que campan por sus fueros y porque ya está bien de que en este país hablen siempre los mismos e insulten sin que nadie les ponga freno.
O, dicho de otra manera: yo digo lo que me dé la real gana y tú te callas. Porque lo progre, lo de izquierdas de toda la vida, es promulgar el derecho pero negárselo a los otros.
Yo, que soy un complejo animal político, descreído, liberal (de los de libertad, igualdad y, a veces, fraternidad), que creo que las ideologías hace mucho tiempo que han muerto o son inútiles, que pondría en su escudo algo así como "nemo super nemo, nihil super nos", soy un fervoroso abogado de la libertad y todas sus vertientes y no me creo eso de haced lo que predico y no lo que hago.
Tanto me gusta la libertad (ya sé que es una dulce utopía) y tanto la de expresión, que espero ansioso la portada del Jueves en que pueda ver al señor patriarca de los Borbones siendo sodomizado por un anónimo uranita enmascarado y que la "casa real" tenga que envainársela y dejarlo pasar.

Me gusta la Libertad de Expresión para mi y para los demás; sin límites ni acotaciones morales o legales (todo eso de la difamación, la caloña, la injuria y demás zarandajas que sólo sirven para que un idiota famosillo colapse los juzgados en busca de "pastizarra gansa") y sin excepciones ni privilegios: de Dios abajo, todos; reyes, políticos, jueces y famosos incluidos. Y lo defiendo aunque no esté en absoluto de acuerdo con ejercer un derecho para lacerar sin pruebas la imagen o el honor o la honra del vecino; lo defiendo aunque no me gusten las acusaciones falsas ni la falsedad en ninguna de sus singulares formas. Y lo defiendo para una caricatura del Papa o de Mahoma.
De ahí que me choque que uno que se autodenomina "progresista" se escude en la justicia para aventar su integridad y se queje de que "los del otro bando - o los otros bandos-" hagan lo mismo en su afán depurativo y rehabilitador.
Como decía mi casi amigo F. Guinea: "O semoh, o no semoh: trath id de cuertio".