07/04/2010

Paños calientes


El debate, polémico como no puede ser de otra forma, está servido, caldeado y con tropezones atosigados.
Cada opinión viene consignada por sus circunstancias: prudencia, implicación, vivencia... Sin embargo, lo más sorprendente es ver cómo algunos se arriman en tan ardua cuestión a "lo políticamente correcto".
Ahora la culpa quiere achacarse a "la red", a su influjo en los "tontitos" menores que a su empavada edad no saben distinguir entre el bien y el mal, que se dejan fascinar por elementos morbosos, crueles, diabólicos.
Nunca habrá acuerdo y si alguna vez éste llega, ni será unánime ni zanjará la controversia.
Si la influencia de la red fuera tal cual nos la pintan, es lógico pensar que TODOS los chavales que acceden a ciertos contenidos reaccionarían de igual forma. No es así, luego es falso que el problema sea la red aunque algún vínculo haya.
Yo, tratando de analizar un poco el asunto, me inclino más por las partes que quieren solaparse: la educación y el entorno familiar que pueden provocar en cualquiera, por desidia, hostilidad, por lo que sea, problemas emocionales y mentales.
Doy por sentado que la mayoría de los chavales son normales de donde extraigo que los otros son "anormales". Es esa anormalidad la que nutre el problema.
En quienes matan de esa manera atroz tiene que haber una inclinación latente al acto luctuoso. No es algo espontáneo sino algo enquistado que, en un momento dado, estimulado por lo más inverosímil estalla y hace surgir la fiera que, quizás, todos llevemos dentro pero que la mayoría controla.
No lo sé; sentirse héroe, mortificarse en un sentimiento lacerante de culpabilidad, sentirse mártir y culpar a los otros, la sociedad, de nuestras miserias y derrotas y toda una extensa panoplia de percepciones erróneas que distorsionan la realidad son un síntoma de algo.
No obstante, no me apetece extenderme en las cuestiones que impulsan a una niña a matar vilmente, premeditadamente, alevosamente, a otra.
¿Es responsable de sus actos una niña de trece años?
¡Pues claro que sí!
Hace pocos días oí a alguien, un progre de medio pelo, afirmar (después de confundir "penalizar" con "encarcelar") que la función de la cárcel era reinsertar (reintegrar o reincorporar quedaría, posiblemente, mejor) al condenado. ¡NO! La cárcel no es una medida correctora; la cárcel es el cumplimiento de la sanción, el pago legalmente establecido por la comisión de un delito. Para corregir hay otras acciones.
Que una sociedad violenta y pocha influye y arrastra, genera violencia y podredumbre, es evidente. Que hay personas que por las causas que sean están más predispuestas a ser absorbidas por el aspecto violento y putrefacto, también.
Yo, en mi modesta opinión, lo primero que haría para comprender el problema es indagar en el ámbito familiar; depués en las amistades y luego en el círculo educativo.
Puede que sea inútil, sí; pero, también puede resultar revelador.
Mientras tanto, podríamos ir pensando que los menores no deben acceder a una cárcel de mayores; sí a una cárcel de menores... hasta que sean mayores y terminen de cumplir la condena impuesta que, desde luego, siempre será menor que el tiempo que la familia de la víctima va a soportar el recuerdo de quien ya no está a su lado.