07/04/2011

Salir de la crisis

oy a pecar de arrogante... Y de prudente. Sí, voy a pasar por encima de la costra sapiencial de los egregios economistas y de los patéticos políticos y voy a afirmar con aplomo (quien dirá que con el atrevimiento de la ignorancia) que salir de la crisis es posible. Lo afirmo con seguridad, con la contundencia que me permite un análisis sin grietas y al amparo de esa cualidad que es el razonamiento.
Salir de la crisis es posible y restaurar el dinamismo del mercado laboral, también.
Sé que se puede hacer, qué se debe hacer y cómo se ha de hacer. Sólo hay un obstáculo frente a la solución: para poder ponerla en práctica hay que suprimir, de entrada, todos los elementos interesados en que siga habiendo crisis -interesados por distintos motivos-: los políticos que actualmente asientan sus innobles e insolventes cachas en las ineficientes "sedes parlamentarias". No me refiero a suspender el sistema democrático (aclaro por si hay por ahí algún torpe susceptible malinterpretador de palabras), sino a que la inmensa mayoría de "nuestros" representantes políticos actuales ha de ser removida de manera inmediata y taxativa. Algo que, lógicamente, serán reacios a aceptar pero que depende no de ellos, su criterio y su voluntad, sino de la potestad soberana de la ciudadanía (¡uy!, perdón, "de los ciudadanos y las ciudadanas").
Tengo las claves y es factible. Sin embargo, no voy a aventarlas. Ahora es cuando el perspicaz arguye: "claro, así también lo resuelvo yo, sin exponer la solución..."
El silencio tiene su sentido y su porqué, aunque no será ahora cuando me concentre en explicarlos.
En estos últimos tiempos he aprendido mucho de las castas política y periodística. He aprendido, sobre todo, que ambos rebaños (o jaurías) están compuestos por entes parásitos que se nutren, muy cómodamente, de "las sangres" de sus huéspedes extrayendo un vil provecho que los engorda mientras aquellos que los soportan -a veces sin darse cuenta- enflaquecen.
En el ruedo ibérico siempre ha sido así; no en vano inventamos la picaresca y el esperpento. Sólo aquí es dable sin condición ni compasión la ralea de Lázaro, Guzmán, Pablos o Latino. Lo que pasa es que ahora, con el correr de los tiempos, han devenido en políticos y periodistas y funcionarios y banqueros y...
La corrupción y la mentira, pues, no son novedades en nuestro país; ni la idiocia de un pueblo acomplejado e instalado en la más solemne y ritual majadería. Tampoco es una novedad el latrocinio en cada uno de los niveles y estamentos sociales y del alma; pero, por lo que a mi respecta, ese grifo se cierra. No seré yo quien dé pábulo a esa piara de goliardos succionadores, hincados de hinojos ante méntulas gloriosas, complacientes, premiadoras, y succionadores impropios, a la vez y por el otro extremo, de lo que en puridad pertenece a otros.
"Y con esta envidia que digo
y lo que paso en silencio,
a mis soledades voy,
de mis soledades vengo".