16/05/2011

Nos comeremos las papeletas

Inmoral. Eso es lo más suave que se me antoja.
Abro el buzón postal y está pletórico de sobres rellenos, como hinchados pavos navideños, de papeletas electorales. Como estímulo para quien sólo recibe avisos del banco y otras fuentes estafadoras estaría bien (por eso del cambio y la novedad) si no fuera porque con la que tenemos encima la platita que se han gastado, y cuya factura nos repica luego a nosotros propios, bien la podían haber invertido en algo más productivo y solidario.



El envío a domicilio de las papeletas me parece un acto abominable y absurdo. Un gasto superfluo que mal está en la bonanza y que está mucho peor cuando hay familias sin ingresos, sin más opciones que el hambre y la búsqueda derramada en los cubos de la basura. Que estén imponiendo mermas y anulando ayudas mientras dilapidan (porque lo dicen ellos y sin contar con nadie) un dinero de todos es repugnante y perverso. Que pidan austeridad mientras (ellos comen con cinco tenedores y duermen bajo cinco estrellas con nuestros fondos) derrochan a espuertas un dinero que podría alimentar familias, pagar hipotecas o evitar cortes de suministros, es abyecto: eso si es abyecto, señor Pérez; eso sí es el colmo de la vileza.
No sé cómo quedará una ensalada de papeletas electorales en el bol. La supongo amarga. Sin embargo, a quien no tenga otra cosa más a boca, se la recomiendo siquiera para engañar las hambres.
Nuestros políticos han sobrepasado con mucho la línea que protegía nuestra dignidad. Han sobrepasado muy de largo la franja de la honradez porque se saben invulnerables, intocables en el olimpo del que nos negamos a expulsarlos empujándolos al vacío eterno. Su descaro, su impertinencia, su desvergüenza, han disuelto cualquier atisbo de honestidad en ellos y nuestra estupidez y cobardía, hacen el resto. Dejémonos engañar una y otra vez, excúsemonos y excusémosles y en estas elecciones nos comeremos las papeletas; en las próximas, ya veremos... La hierba de los parques. Y entre tanto, que gasten, que gasten.

Eppur si muove

No me sorprende que los dos grandes partidos, tan pagados de sí mismos, hayan dejado pasar la oportunidad de ganar para sus causas a toda la muchedumbre indignada y disconforme que ayer tomó las calles españolas. No me sorprende porque ni han calibrado bien el impacto del movimiento social ni han asumido, en su perversa arrogancia autoritaria, que fuera de sus universos decadentes pudiera haber vida política. Pues, la hay.
Muchos fuimos los que, a través de la red, plantamos semillas que han empezado a germinar. Como yo, creo que la mayoría lo hicimos convencidos de que servíamos en bandeja una utopía y nos reconciliamos con la idea de que, al menos, nuestra reacción indignada quedaría como un lícito desahogo venial más que como un reclamo a la masiva impugnación y reprobación de "nuestros" políticos. Nos equivocamos. La idea germinó y cobró vigor en lo que parecía un erial, un campo yermo avezado al estatismo.
Ayer la ciudadanía salió a las calles. Gentes de todos los caletres y condiciones unidas por un lema trascendente a sus ideologías, aliadas en una causa común.



Alguien debería haber tomado nota de lo que se les viene encima. Porque no son sólo las personas que ayer exigieron la restitución de las parcelas democráticas expropiadas por nuestros políticos, banqueros, sindicalistas, etc... No sólo son las personas que ayer, dando un paso heroico al frente, dejaron el eco de un clamor ensordecedor pidiendo la restauración de derechos, de la ética más elemental, el derribo de una estructura corrompida, desleal y abusiva. Son, también, los millares de conciudadanos que no estuvieron presentes pero que, llegado el momento, actuarán en consonancia y consecuencia con éste -relativamente- pequeño "Solidaridad".
El caudal indignado ha roto los primeros diques de contención, las primeras defensas y reticencias. Poco a poco, pero consolidado, avanzará hasta esos muros que los políticos y los "poderosos" creen inexpugnables y también los delendará.
Tengo esa esperanza; la de que haya empezado algo imparable capaz de enfrentarse a los poderes establecidos y capaz de modificar las estructuras. Capaz de conquistar para los ciudadanos mecanismos de defensa contra las aberraciones y vejaciones de que somos diana. Y tengo la esperanza de que, en su desconcierto, los dirigentes políticos, los usureros, los jueces y fiscales, los intermediarios, los constructores y hasta los curas simoníacos si hace falta, se den cuenta de que el mal no está sino que el mal son ellos, el "ellos" de carne y hueso que ha sido desenmascarado definitivamente, que lo sabemos y que vamos a empujarlos sin piedad, que vamos a galopar hasta enterrarlos, para siempre, en el mar.