20/05/2011

Desobediencia civil

Intento imaginar a todos estos "protestones del otro lado" apelando a la ilegalidad de los levantamientos ciudadanos en la Francia de 1.789.
<<¡Mon Dieu: esto es un ultraje! ¡Esto es intorelable! ¡Es ilegal!>>.
Me hubiese gustado verlos en sus tertulias y foros insultando a la chusma (la misma que ahora se concentra en plazas de toda España) hambrienta, sucia, desesperada, y tildándola poco menos que de convención de holgazanes y cónclave de salvajes.
En el fondo, todos seguimos siendo los mismos, con los mismos espíritus intactos a lo largo de los siglos. Unos, soportando, sufriendo, uncidos a la voluntad de los otros. Y esos otros, siempre, medrando a costa de los unos.
Como decíamos ayer, cada uno cuenta la feria a su manera. Hoy son esos otros, los de las pantallas y verbo fácil protegido los que se quejan amargamente y con indignación del trato recibido por algunos medios de comunicación por parte de algunos imbéciles. Sólo, en una batería permanente de imágenes repetidas y bien montadas, en un bucle eterno, se centran (no sé yo si interesadamente) en aquellos que les "atacan".
Lo cierto es que en todas partes cuecen habas y además es inevitable y forma parte de las reglas del juego. Lo más sorprendente es que esos medios que no permiten intrusiones discrepantes en su entorno se quejen y apelen a la libertad de expresión. ¿Por qué se quejan de algo que ellos llevan haciendo mucho tiempo?
Ayer, un energúmeno increpó a la reportera de Intereconomía y le remitió a las "portavocías" invitándola a no entrevistar a los ciudadanos. Bien: ése gilipollas no me representa ni creo que represente a ninguno de los paisanos que simpatizamos con la protesta civil. Y, ojo, ni los voceros tampoco. Hay un acuerdo básico entre ciudadanos; pero, cada uno mantiene su independencia social e ideológica y, por supuesto, su derecho a no estar de acuerdo con todo lo que salga de la infinidad de reuniones que se hagan.




No obstante, decía, no entiendo muy bien de qué se queja Intereconomía cuando han estado (y generalizo en la marca empresarial, como siempre, ante la imposibilidad de concretar y especificar) descarada y alevosamente manipulando la información a modo. Donde las dan, a veces las toman. Pero, quede claro, que nadie, NADIE, tiene derecho a conculcar la libertad de expresión y el derecho a informar, ni siquiera a Intereconomía, El País o Veo7.