27/07/2011

POLITOMAQUIA

erdonen, señores políticos (y otros discípulos de Caco y Gestas crucifijo), si -como Rodríguez Zapatero al paso de la bandera yanqui- no me levanto respetuosamente ante vuesas mercedes y si lo hago, más bien y al contrario, es como ciudadano empachado de su verbo taimado y zalamero; pues, no me queda ni cuerpo ni otra.
Sí, me limita la opción (o la acción) bien el ver más de lo que ven los demás -de la "mayoría" hablo- o bien, así igual de desgraciadamente, el no alcanzar más allá con esta mi entendedera obstusa.
El caso y cuestión es que con la que cae, y lo que queda en la recámara, sigo sin comprender el empeño feroz, atroz, de enclavarse en el sillón y dedicar a esa innoble misión todo su empeño, afán y voluntad. No doy con la clave de una fe más preocupada de allegarse el poder, el privilegio y la impunidad (intenciones más propias de tiranos) que de procurar amparo y remedio al pedrisco crítico que nos abruma; todo como los honestos servidores de la cosa pública (elido deliberadamente el latinajo "res" para evitarles la segura confusión) que se supone -aunque ya sabemos que no es cierto- son.
Cada día, leyendo a los tirios y a los troyanos, observo que me queda mucho por aprender. Y uno de los enigmas que extenúan mis precarias meninges es un terrible por dramático "¿cómo es posible (en todos los aspectos) que ustedes, en contra de las leyes de la física conocida, puedan moverse tanto sin desplazarse un micrómetro del mismo punto?"
Mientras nos entretienen con su fingida pelea nuestra atención se dispersa, se aliena y huye de la realidad que palpita bajo la mascarada. Es natural: estamos acostumbrados a derrochar nuestra concentración en los cultivos más refinados que nos proponen a diario los nuevos ecos de s(u)ociedad.
Ya ha quedado claro que no quieren apearse del poder, que no tienen intención alguna de remover obstáculos, de dotar al ciudadano de resortes cuestores con que fiscalizar sus actos y censurarlos con la consiguiente acción legal. Y el pueblo, necio, cobarde, acomodado, traga; tragamos. Han conseguido convertir un sistema con vocación demócrata en un régimen feudal cuyo gobierno interpares ostentan, sustentan y detentan, ustedes. Un régimen feudal en el que no permiten injerencias y mucho menos del pueblo al que han conseguido allanar unas veces por la mentira, por la fuerza otras y por el desuso o el decaimiento de su prerrogativa soberana las más.
Esa inclemencia política que se traen entre unos y otros es postiza. Algunos lo sabemos. Sus peleas, señores, son estrategias conscientes y perfectamente estudiadas. La manipulación de las masas no es novedad y sus aprendices de Goebbels lo saben y lo aplican bien. Y esa es su mejor argucia. Sí, porque su mejor baza, señores políticos, es el enfrentamiento (provocado) de la población; azuzar a unos contra otros dejándoles creer, a la vez, que todo es fruto de su libre y facunda volición, de su opinión formada en el criterio y la madurez. Enfrentarnos como si todo el despliegue de ladridos para dirimir a qué huelen las nubes fuera fruto de nuestro más íntimo convencimiento. Y en lo que nos desfogamos, ustedes se arrellanan en sus sillones y esperan la generosa nómina que entre todos les aprontamos, que les permite llevar a sus hijos a colegios selectos, comer bien y todos los días, tener coches y casas lujosos y confortables, mientras dos esquinas más allá alguien, venciendo su vergüenza, rescata la gallofa miserable con que alimentará a sus hijos porque en su hogar no entra un céntimo. Y no entra gracias a ustedes, holgazanes, que poco les importa cómo sobrevive la gente: si no se mueren de hambre en la calle es que comen, parece ser su razonamiento.
Ni siquiera eso puede ser lo peor. Lo peor es la realidad irreal pero impuesta que viven, señorías; la Jauja depurada, la Arcadia fausta que les permite robar y salir indemnes porque las partes nobles del cuerpo comulgan de la misma corrupción y se protegen entre ellas.
Hace tiempo alguien inventó el concepto "responsabilidad política" y encontró la panacea. La desfachatez del término les permite eludir toda acción, toda ejecución externa y judicial apelando a un ámbito exclusivamente moral o ético en sus actos: ancha es Castilla. Ustedes vosotros, políticos, la panacea; nosotros, la vaselina y el placebo. He ahí uno de los principios erróneos y de las causas de la corrupción estructural que ha gangrenado el sistema; un sistema que de democrático ya sólo tiene el alias y cuya putrefacción ha contagiado, generosa e inevitablemente, a todos los estamentos; sobre todo a las administraciones públicas y a la "justicia". Un sistema cuya deriva poliárquica ha permitido y favorecido -gracias a su sumisión de ustedes y a sus deudas de tahúr, señores políticos- que sean los centros de poder económico, los bancos y las empresas, quienes determinen las normas del juego y dominen, así, al legislativo, al ejecutivo, al judicial y al "cuarto".
Os tuteo. Nos habéis hurtado el poder y la decisión, el gobierno. Al socaire de "la historia nos juzgará" quedáis exonerados de vuestros delitos... ¡Qué envidia, Islandia!
El problema, ya os lo hemos repetido hasta la saciedad, sois vosotros. No como clase, no como opción. Vosotros como "representantes", todos y cada uno de vosotros con vuestras pilas y apellidos, concretos, identificables. Vosotros, suplantadores; los mismos que de la forma más artera, ruin y grosera, tratáis de desplazar nuestros vapuleados criterios protagonizando una bufonada, envolviéndonos con patrañas provocadoras de una duda razonable y absolutoria en los cerebros enmohecidos.
Tengo la impresión de que sólo se os puede despegar, desafortunadamente, con la fuerza porque fuerza es la que usáis para manteneros. La fuerza del dinero y la fuerza confusa, mercenaria, de quienes yerran al prestaros a vosotros el auxilio de un atributo y una investidura que les ha conferido la sociedad, y no vosotros; de una fuerza que aplican en vuestra defensa arbitrariamente pensando que dependen de vosotros y no que se sustentan y se deben al pueblo soberano porque forman parte de él.
Por mi parte, habéis ganado. Viendo cómo se desarrolla la escena y cómo el público se desencaja y descarna las palmas aplaudiendo la entrada del bobo en el entremés, poca esperanza me queda de ver cómo las aguas se encauzan a su natural por definición: democracia.
Una democracia desvirtuada por vosotros, violada por vosotros, prostituída por vosotros caciques de mal agüero. Una democracia parcial y sesgada que sólo invocáis en aquella parte que os beneficia mientras escamoteáis aquella cara que os resulta inconveniente.
Habéis ganado; todos. Habéis ganado porque la ignorancia de un pueblo es la mejor arma de chalanes y tiranos. Pero, sí quiero dejar claro que a mi (y a otros pocos) no conseguís engañarnos... Aunque no sirva de nada; al menos de momento.