02/09/2009

Yo crisis, tú crisis, él de puta madre.


Pues miren ustés, señores Rajuá y Erre Zetapeta: ni ninguna ideología es una verdad absoluta y suprema; ni ninguna doctrina económica contiene conceptos invariables; ni la crisis que padecemos es del mundo mundial.
Primero, empezaré por lo último, porque ni la crisis es como nos la han vendido ni afecta a todos: pocos se han lanzado al vacío arruinados desde sus lujosos despachos en el piso cinco mil de un colosal edificio.
Los afectados han sido los de siempre. Sí es cierto que grandes empresas han quebrado. Sí; pero tampoco han llegado a ese estado tal y como lo cuentan. ¿O miramos el patrimonio de sus directivos a ver cuantos se han quedado con una delante y la otra detrás? Es verdad que muchas fábricas y factorías han cerrado; pero, ¿por qué? Unas, quizás, porque han buscado mayores beneficios en lugares donde la mano de obra es más barata: desmantelamos la de Equis y la montamos en Hache donde cien obreros cobran lo que uno en la primera; otras, quizás, porque buscando más rentabilidad o en su desmedido afán de ampliar su porcentaje de ingresos calcularon mal la inversión, hicieron mucho más producto en su avaricia desmedida y luego no pudieron responder. Es verdad que muchas constructoras se han hundido; pero, ¿por qué ha sido eso posible? ¿Cuántos constructores están pidiendo limosna? ¿Y los beneficios desmedidos que obtuvieron durante los años de bonanza? Y, luego, los bancos: esos "choros" legales. Porque, como con casi todo, es la pescadilla que se muerde la cola: fabrico coches en Equis y vendo coches en Equis porque sus ciudadanos tienen poder adquisitivo. Cierro la fábrica de Equis y me la llevo a Hache. Ahí no puedo vender los coches que fabrico porque sus ciudadanos, a los que pago una miseria, no tienen capacidad económica para adquirirlos. Quiero seguir vendiéndolos en Equis; pero, como he mandado al paro a sus ciudadanos, éstos han perdido nivel de renta; conclusión: allí tampoco vendo la tupa de coches que he fabricado.
Pero, a lo que estoy. Yo sólo veo una crisis parcial; una crisis de algunos. Aguda, compleja; pero, de algunos. De unos cuantos que van a comprar al supermercado, buscan las ofertas y compran sin pensar que en esa oferta, los amos del supermercado no pierden un chavo porque si reducen el beneficio, ya lo compensarán con despidos masivos de empleados.
Dar por sentado que una estructura económica es -no ya infalible, que va a ser que no- inamovible y verdadera porque lo dice uno que dicen que sabe mucho es una solemne majadería. El problema radica en que alguien piensa en un sistema y otro con mucho dinero y poder lo implanta, lo impone. Y si no, pensemos un momento en la absurda evolución de todo el tinglado: del trueque elemental de cosa por cosa a un complejo sistema incomprensible y fiduciario de dinero por cosa por dinero.
No obstante el Capitalismo o el Socialismo son buenos o malos porque lo dice quién. Y, ¿qué pasa?, ¿que lo que dice ese quién va a misa?
Lo que hay que cambiar son los conceptos. He oído a muchos empresarios afirmar (a uno ya le respondí convenientemente y todo aderezado con unas gotitas de mi proverbial cólera) que ellos son el motor de la economía y que ellos son los que dan trabajo. Sí; pero olvidan un pequeño detalle: quien les permite enriquecerse y prosperar es el trabajo. Sin el trabajo no hay producto o venta o lo que sea. Y el trabajo lo hace un trabajador; luego es el trabajador quien le permite progresar; sin el trabajador el empresario sólo tiene dos opciones: o sacar su "producción" él mismo o comerse un huevo y el otro ir chupándolo. En esa simbiosis es de justicia que ambas partes obtengan beneficio en la proporción de sus esfuerzos y aportaciones: hasta la fecha, el beneficiado siempre es el empresario que, por lo común, explota miserablemente al empleado -demostrable-. Uno me comentó: "Sí; pero, el empresario arriesga su inversión". Sí, es verdad... ¡y el trabajador! Porque éste es el más interesado en tener trabajo y por eso, cuando algún empresario le pide un esfuerzo para sacar a flote una empresa, hace lo imposible hasta la extenuación: redoblando su rendimiento mientras hecha el bofe; quedándose muchas más horas... Lo que sea. El trabajador también hace una inversión. Es preciso renovar conceptos y terminar con muchas gilipolleces instauradas en la economía y ser capaces, desde luego, de poner pie en pared y cuando alguien nos diga que eso es así, responderle que porque él lo diga.
Y las ideologías. Ninguna en la actualidad es válida. Las mantienen vivas los intereses creados, la tradición y la ignorancia. Todas tienen cosas buenas y cosas malas que son compatibles. Incluso algunas se dedican a denostar a otras siendo la misma o van más allá y les atribuyen doctrinas que no se corresponden con la original en un alarde defensivo rebosante de estolidez sumaria. Además, éso, es muy español, muy de la tierra. Dos de los ejemplos más palmarios que conozco es el endosamiento, del que se derivaron las lógicas ramificaciones y separaciones en su seno, de carácter "derechista" de F.E. de las J.O.N.S. y la confusión que circunda al Anarquismo y sus muchos espectos y matices. Nada más lejos de la realidad en el primero. Yo no soy falangista; pero, sé que es un partido más inclinado al socialismo que al capitalismo y que hasta dónde yo leí, fue el inventor del centro político: "centro imaginario", creo que lo llamó Primo de Rivera. Y, en el segundo, ni me molestaré en proponer aclaración alguna. Los de derechas se quedan en lo de "la propiedad privada" y los socialistas no saben cuál de todos los modelos promulgados es el que siguen. O sea, bien. Con razón decimos en este país eso tan recurrido y recurrente de "de política yo no entiendo". ¡Y qué verdad es!
Hoy he visto en televisión un pequeño reportaje sobre una buena señora que en Plasencia se ha inventado un "supermercado social" para ayudar a quienes no tienen ni para pan. En este supermercado, que gestiona la buena mujeruca, una familia de cinco miembros sin recursos hace la compra mensual por menos de cien euros. Luego es posible combinar y algo falla en el sistema. El resto de preguntas que sugiere esa iniciativa, hágaselas cada uno.
Yo, por mi parte, sólo añadiré "grosso modo" que en esta crisis hay mucha gente haciendo su agosto.

01/09/2009

Apretarse el cinturón... al cuello

Para este Gobierno, casi todo es una cuestión de interpretación, de mala interpretación.
Hace ya mucho tiempo, tras una farragosa explicación, alguien afirmó: "No. No me entiendes". A lo que hubo el otro de responder: "Sí; pero no es que yo no te entienda, es que tú no te explicas".
Si para desentrañar una frase que contiene un concepto o una idea simple necesitamos un trujamán, mal vamos.

Ahora, con lo de la subida "temporal" de los impuestos -que ahora serán para las rentas más altas- lo que queda claro, un poco más si cabe, es que el gabinete del señor Rodríguez Zetapeta es un cónclave de improvisadores. Y queda también, meridianamente, claro que el pueblo español es un conglomerado de seres incapaces de la autocrítica y conformistas por demás.
Si alguno de esos individuos tuviera a bien comprobar cuánto y cuántas veces ha subido la luz en los dos últimos años, o la gasolina, o el tabaco y así sucesivamente, verificaría que los incrementos son continuos y éso, querámoslo o no, son impuestos.
El apogeo de la estupidez viene, no obstante, no en el irreconocimiento de sus errores o de sus limitaciones. No. El clímax lo alcanzan cuando acusan al resto de mortales paisanos que no comulgaban con su descabellada imposición de "insolidarios".

Yo no sé -tampoco me importa- si el señor Rajuá y el resto de prosélitos y acólitos del Pepé son o no insolidarios.
Insolidario es aquel que, lógicamente, no es solidario, no se consolida con una acción, con una opinión. Así, cualquier discrepancia de su "unimente" es insolidaria.
Es peligroso trazar una pauta de comprensión sin un diccionario español-político, político-español. Aun así, hay que intentarlo.

Veamos. Las rentas más elevadas deben arrimar el hombro en estos momentos cruciales para intentar no perdernos definitivamente en el abismo. Bien; pero, yo estaba convencido de que eso ya estaba establecido en nuestro sistema de tributación y, por lo que veo, o era un sistema deficiente o en su tramoya hay más trampa que cartón... o ambas cosas a la par.
Más. España no es un paraíso fiscal; pero, "como si lo seriese". La cantidad de dinero negro que, si se quiere, se puede hacer aflorar es impresionante y ya, de paso, a todos los que están metidos en ese revuelto, darles un bonito juego de grilletes. Es de dominio público y si alguien no lo sabe, o es tonto o es de otro planeta.
Y más. Estamos en crisis y se ayuda a la banca. Bien, ¿a qué banca y por qué? ¿Por qué yo, como contribuyente, he de responsabilizarme de la mala gestión de los agentes bancarios? ¿De unas entidades que siguen obteniendo beneficios y que siguen reclamando las cantidades que por sus contratos de usura se les deben y que los ciudadanos, la mayoría, mal que bien, continúan abonando religiosamente? Pues a esas entidades y corporaciones es a las que hay que someter, no ya a una vigilancia exhaustiva y a mecanismos depurativos severos, que también, a un régimen de cooperación con la sociedad mucho más generoso. Y, desde luego, del mal causado que se haga cargo su hacedor.
Y mucho más. El movimiento, ya lo dijo el señor Aristotételes, se demuestra andando. El procedimiento ejemplar siempre debe empezar por uno mismo. En este caso, por los políticos y sus muchas y pingües rentas fruto de una situación esperpéntica. Tienen, a ver si son capaces, que ajustar y reducir sus opulentos privilegios y hacer lo que predican. Y una vez hecho esto, coger a la mitad de los funcionarios de este país y ponerlos de patitas en la calle por varias razones: ineficiencia, holgazanería y porque hay demasiados que están viviendo/cobrando de los impuestos de los demás y, encima, manteniendo un puesto de trabajo inconcebiblemente de por vida mientras que sus pagadores están siempre con el alma en vilo. Es una saturación insoportable para cualquier estado. Luego, ya entrados en harina, cambiar el cómodo esquema sindical, ahito de liberados improductivos, y sugerir otro que refleje la realidad: la inmensa mayoría de los trabajadores no están sindicados y el más representativo no copa más que un porcentaje insignificante de obreros. Traducido: su legitimidad negociadora es relativa y sus decisiones y acuerdos, discutibles.
Estas claves elementales de economía doméstica son coherentes y perfectamente aplicables al estado general de nuestra situación nacional: reducir gastos superfluos, recabar el dinero perdido bajo los muebles y el que está escondido en el colchón, usar el transporte público, hacer nosotros mismos las gestiones en vez de ir a la gestoría... En fin, aplicar una política de austeridad y contención, un esfuerzo, que repercuta en la mejoría general y permita mantener a los chicos la paga de los domingos porque ellos no tienen la culpa de nuestros despilfarros ni de nuestra mala cabeza.
Queremos ser un país moderno, en vanguardia: nunca lo conseguiremos. Nuestro carácter egoísta, pícaro y subsidiario lo impide.
Pondré un ejemplo ilustrativo para aquellos capaces de leer entre líneas:
Hace años me llegó un correo admirable.
Un joven argentino se fue a trabajar a Suecia. Una vez instalado en su casa, la víspera de debutar en su nuevo empleo, le visitó un vecino -enterado de la proximidad de un nuevo compañero- para ofrecerle un asiento en su coche: "somos varios y cada semana lleva uno el coche; si quieres, mañana te recogemos a..."
Al pibe le pareció bien. Al día siguiente fueron a la fábrica. Llegaban con tiempo de sobra. El aparcamiento de la factoría estaba casi vacío. Entonces el conductor -como hacía habitualmente- llevó el coche al lugar más apartado de la puerta de entrada a la nave y lo aparcó junto a otro.
El chaval argentino, sorprendido, le preguntó por qué teniendo sitio cerca de la puerta lo dejaba tan lejos y justo al lado de otro habiendo tantas plazas disponibles.
El sueco le respondió: "Nosotros venimos con tiempo suficiente para ir andando hasta el trabajo. Si aparcamos allí permitimos que quienes llegan tarde puedan dejar su coche cerca y evitar retrasos; y dejándolo junto al otro evitamos intercalar espacios que luego la gente tiene que buscar".
Parece una digresión incoherente; pero, quién quiera entender, que entienda.
Eso es to... eso es to... eso es todo, amigos.

31/08/2009

Veo veo...


Mi planteamiento es sencillo:
a) Si el destino no está "escrito", es imposible conocerlo con anticipación: es impredecible.
b) Si el destino está "escrito", se puede predecir; pero, por ende, es invariable: se ejecutará inevitablemente.

La necesidad humana de acudir a un oráculo, a un augur, para conocer su futuro no es nueva. Delfos y Casandra, las vísceras de la aves y las entrañas de los toros, las runas, la corneja a diestra o a siniestra, las nubes o el I Ching (por citar algunas supersticiones de índole adivinatoria o agorera) y, más recientemente, la cartomancia, la quiromancia, los posos del té o la copromancia -ya puestos-, denuncian el temor humano ante lo desconocido que se le viene encima, su inquietud por anticipar un resultado y, sobre todo, su inseguridad en estas agitadas aguas que navegamos hasta desembocar en la mar que es el morir.
Es, la de conocer el porvenir, una curiosidad innata que, en sí misma, ni es buena ni es mala: está ahí. Tanto es así que el hombre está inventando constantemente nuevas supersticiones y sus correspondientes talismanes sin que tengan mayor importancia ni repercusión en su vida... hasta que entran en baza los charlatanes, los avispados sin escrúpulos que aprovechan las ignorancias elementales para sacarles los cuartos a los incautos que no se resignan a soportar el presente que les h
a tocado en suerte. Gentes que no se conforman con su "destino" y que no se plantean, cuando llaman a un número de valor añadido o cuando entran en un "gabinete" adivinatorio, por qué todos esos despabilados viven de sajarles las perras y ninguno de la lotería o de los cupones de la O.N.C.E. Y lo peor es que la mayoría de los usuarios de estos timadores son reincidentes y tampoco se interrogan el porqué de su retorno: es evidente que si vuelven es porque la vez anterior los vaticinadores no acertaron sus pronósticos, así que para qué volver; o si atinaron -lo cual es harto improbable-, es porque lo que va a pasar es inexorable y sólo estarán prevenidos cuando el propio destino (o quien mueva sus filos) así lo decida.
Pero los humanos somos así, de naturaleza tropezona. No paramos hasta que alguien nos embauca con la patraña de que vamos a ser altos, guapos y ricos. Pasan los años; seguimos hundidos en la miseria diaria y, aún así, mantenemos intactas las esperanzas de que a la mañana siguiente, de camino a la obra, a la fábrica, al comercio, al desagradable tajo, nos llueva del cielo inclemente ese golpe de suerte que nos cambie la vida. En fin...



"ésta no adivinó su próximo lugar de residencia"

28/08/2009

Los que proclaman la Libertad de Expresión... su Libertad de Expresión.






No deja de ser significativa -y conmovedora- la defensa que algunos seres paisanos hacen del derecho inalienable (INALIENABLE) a la Libertad de Expresión.
Tan ardua y "comprometida" es esa defensa que a mi casi consiguen estremecerme -y engañarme- si no fuera porque tras su denodado empeño luego van y, como la puta del chiste, "abrir la boca, ¿pa' qué? ¿Pa' cagahla?"
En el uso y amparo de ese derecho, ellos pueden soltar cualquier cosa -llamar asesino a un Presidente, hijo de la chingada a otro, fascista, cerdo o en fin a un opositor a su causa, lo que sea- sin que nadie les haga frente porque entonces será "que están siendo víctimas de una persecución por parte de quienes no quieren la libertad de expresión", chivos expiatorios de una "operación de acoso y derribo" con la que quieren -ocultas y maléficas fuerzas del Averno- desjarretarlos y joderles la subvención.
Y, claro, los que están acomplejados o no le tienen miedo a la libertad de expresión, pues, pasan de ellos y les dejan decir.


La cosa cambia cuando son los propios ellos los receptores de las lindezas. Entonces hay que acudir a la "justicia" para que ésta ponga en su sitio a los fascistas que campan por sus fueros y porque ya está bien de que en este país hablen siempre los mismos e insulten sin que nadie les ponga freno.
O, dicho de otra manera: yo digo lo que me dé la real gana y tú te callas. Porque lo progre, lo de izquierdas de toda la vida, es promulgar el derecho pero negárselo a los otros.
Yo, que soy un complejo animal político, descreído, liberal (de los de libertad, igualdad y, a veces, fraternidad), que creo que las ideologías hace mucho tiempo que han muerto o son inútiles, que pondría en su escudo algo así como "nemo super nemo, nihil super nos", soy un fervoroso abogado de la libertad y todas sus vertientes y no me creo eso de haced lo que predico y no lo que hago.
Tanto me gusta la libertad (ya sé que es una dulce utopía) y tanto la de expresión, que espero ansioso la portada del Jueves en que pueda ver al señor patriarca de los Borbones siendo sodomizado por un anónimo uranita enmascarado y que la "casa real" tenga que envainársela y dejarlo pasar.

Me gusta la Libertad de Expresión para mi y para los demás; sin límites ni acotaciones morales o legales (todo eso de la difamación, la caloña, la injuria y demás zarandajas que sólo sirven para que un idiota famosillo colapse los juzgados en busca de "pastizarra gansa") y sin excepciones ni privilegios: de Dios abajo, todos; reyes, políticos, jueces y famosos incluidos. Y lo defiendo aunque no esté en absoluto de acuerdo con ejercer un derecho para lacerar sin pruebas la imagen o el honor o la honra del vecino; lo defiendo aunque no me gusten las acusaciones falsas ni la falsedad en ninguna de sus singulares formas. Y lo defiendo para una caricatura del Papa o de Mahoma.
De ahí que me choque que uno que se autodenomina "progresista" se escude en la justicia para aventar su integridad y se queje de que "los del otro bando - o los otros bandos-" hagan lo mismo en su afán depurativo y rehabilitador.
Como decía mi casi amigo F. Guinea: "O semoh, o no semoh: trath id de cuertio".







¡Por favor,..

... que alguien llame idiota a Rodríguez Zapatero!
Uno ya no sabe si la tomadura de pelo es fruto de una íntima convicción y de la inutilidad manifiesta de este "gobierno" o del arte gárrulo de un trilero de medio pelo y poca monta que ha conseguido izarse hasta el más alto cargo. Ahora la receta para salir de una crisis que los desborda y nos intimida es, ¡channn!, subir los impuestos. Como si los que ya dispensamos fueran pocos y cobardes. Con las rentas depauperadas, con el paro en aumento y con los bancos haciendo su agosto -siendo los culpables de todo-, el esfuerzo reparador se lo vuelven a pedir, a imponer al ciudadano que tiene que seguir haciendo agujeros en el cinturón mientras ellos, panda de ... (cuélguelos cada quisque lo que más le cuadre), disfrutan de sus cafetitos a ochenta céntimos.

Subir los impuestos significa, más allá de la necesidad, que estos tipos no tienen ni idea de por dónde coger al toro y, claro, como no saben coger al toro por los cuernos pues nos cogen a nosotros por los güevos, que así duele más.
Que no tienen tampoco ni pizca de vergüenza, ni quien se la ponga, lo demuestran las sucesivas chapuzas que afrontan con descarada arrogancia o culpando a otros. En cualquier país civilizado ya estarían pidiendo limosna en la puerta de una iglesia o escardando cebollinos, porque hay que ser inepto para no aprender Economía en dos tardes. Pero estamos en el país de Nopasanada. Con tantos subvencionados y con tantos lameruzos es normal que tengan un amplio, y caro que nos sale a todos, apoyo popular y el voto masivo de ignorantes y allegados en dudosa legalidad.


Y la guinda al pastel va este cenutrio y se la pone afirmando que la subida es "temporal" y la justifica con no se sabe muy bien qué argumentos y establece una -otra más- falsa estadística comparada: España tiene los impuestos más bajos de Europa.
Vamos a ver, peazo algárabo, no te voy a iniciar en el secreto de la Economía porque después tendría que matarte; pero, tampoco pienso dejar que me comas la pol... émica moral con tus memeces para sandios y votantes del P.S.O.E. En Francia, por ejemplo, la barra de pan está (es un suponer) a dos euros y en España a uno. Claro que en España se paga un euro menos que en Francia; sin embargo eso no significa que CUESTE MENOS: imaginemos, es otro suponer, que la renta disponible que le queda a un franchute medio es de mil euros mientras que al mismo franchute nacido en España lo que le queda son menos trescientos euros. Atención, pregunta: ¿a quién cojones le cuesta más la puñetera barra de pan? ¿Entendés, Sapaterito? Porque para saber eso no hace falta ser un sesudo economista y te lo he puesto por lo facilón, de manera que cualquier "salado" o similar sea capaz, por muchos máster en Economía que tenga, de entenderlo a la primera sin necesidad de diccionario de autoridades.
Dicho esto, yo, con la mejor intención del mundo, te diré cuál es la primera medida, la más inmediata y eficaz, para sacar a España de esta crisis: empieza por dimitir y convocar nuevas elecciones porque será la única manera de que quien llegue pueda salvar algo del naufragio.
Un naufragio, por cierto, provocado por un capitán orate empeñado en comprobar si chocando contra los escollos el barco hacía o no hacía aguas. Ya ves, ¡oh, capitán, mi capitán!, que sí, que el barco hace aguas y además... se hunde.

24/08/2009

PUBLICIDAD


Lo peor de la Publicidad no es que sea engañosa. Lo peor, con diferencia, es que sea estúpida (si es que se me permite el atributo). Llevo centurias dándole vueltas al magín e intentando comprender cómo alguien puede pagar, y muy bien, a un imbécil para que le haga un anuncio imbécil de un producto imbécil y que lo compren los imbéciles. Ejemplos para ilustrar, a tupa.
Los sesudos publicistas, arropados en algo parecido a "lo importante es que el producto cale", son capaces de las mayores atrocidades y quedar impunes sin el más leve asomo de vergüenza ni remordimiento.
Tomemos un "spot": el de NICORETTE, esos chicles -o lo que sean- para dejar de fumar. La "puesta en escena", la narración en sí ya es asaz deprimente: que si una cajetilla (me gusta más que "paquete") pegada a la palma de la mano que no cae, que si una ventolera... En fin, patético. Pero, el mensaje, lo que rumiamos en las mientes, si que no tiene por dónde cogerlo: "con Nicorette y tu fuerza de voluntad..."
¡Y mi fuerza de voluntad! Hay que ser gilipollas. Si tuviera "fuerza de voluntad" para dejar de fumar, evidentemente, no necesitaría los putos chicles -o lo que sean-. Y si además, a este lamentable conjunto elaborado por algún "genio" del "marquetín" (del inglés MARKETING, admitido en castellano como MERCADOTECNIA, o mercado a secas) le añadimos que la lectura del prospecto ya da ganas de pegarte un tiro antes que meterte al cuerpo una cosa de esas, pues cerramos el círculo o formulamos su cuadratura.
Anuncios como este, a porrillo. Yo, si tuviera poder para ello o cierta influencia, propondría que penalizaran a estos cretinos, que los desterraran o que les impusieran una razonable condena: aprender publicidad de los argentinos. Claro que puestos a eso, habría que hacer algo similar con periodistas que lo único que saben de español es el abecedario, docentes cuya deficiente preparación es el alimento espiritual de nuestros infantes, políticos...


23/08/2009

Epur, si muove





Seamos serios: algo está cambiando en Vasconia. El tálamo nupcial entre los dos más rancios enemigos políticos ha conseguido gestar un cambio real, lento, pero real, en ese conflictivo y peligroso territorio. Lo vemos cada día en los telediarios y nos sorprende, por ejemplo, cómo la "ertzaintza" arremete sin contemplaciones, sin complejos, contra aquellos que alientan la muerte incluso de los suyos, de los "ertzainas".
Es un cambio plausible. De él deben estar orgullosos todos los que han osado enfrentarse, antes y ahora, a los caciques bélicos que dominaban el paisaje y lo acoquinaban con sus aplomadas razones.
Eso es así; pero, de ahí a que las Vascongadas sean un oasis...

La débil peana que sustenta el acuerdo político que les permite gobernar no da para tamaña afirmación. La concordia puede romperse en cualquier momento por la causa más tonta de las dables y devolver el poder a esos seres esperpénticos que, mal que les pese, son el reflejo paradigmático de la esencia española por excelencia. Tal es su contradicción.
López, supongo, habla más por mor del deseo que quiere expresar que como análisis de la realidad. Y en sí mismo eso es bueno.
Sin embargo, no hay que lanzar las campanas al vuelo. La precaución -que no está reñida con el aplomo-, la prudencia más observada, exigen un recordatorio permanente de cuál es la situación a pesar del avance.

P.S.O.E. y P.P. han solapado voluntariamente (y con buen criterio que debería extenderse) las divergencias que les mantienen en polos opuestos con el fin, buen fin, de conciliar posturas y atacar los verdaderos problemas de aquella sociedad buscando soluciones no partidistas. Pero, la intención, siendo óptima, no carece de zancadillas y de irredentos odios procedentes del otro mundo.
Si cabe, E.T.A. enconará su empeño mortífero y tratará de ampliarlo hasta límites insospechados porque ni ellos, ni los otros nacionalistas, renuncian a recuperar su violenta hegemonía. Que no piense el Presidente del gobierno vasco que ya está todo hecho con una simple firma, con un acuerdo, y que la naturaleza creará los cauces adecuados para desalojar las aguas turbulentas. El empecinamiento de estos idiotas terroristas, fracasados de la vida, no cejará. Tampoco el del nacionalismo "moderado". Si el señor López no lo tiene claro, lo mejor es que se cuelgue en una pared del despacho un recordatorio perenne:

zalantzaren bat argitzeko edo iradokizunaren bat egiteko: Otegi, Arnaldo. Urkullu, Íñigo. ...

22/08/2009

Y, ¿si remedio no alcanza?

Dicen que nadie sabe realmente lo que tiene hasta que lo pierde. Yo creo que nadie sabe lo que tiene hasta que no hace una mudanza. Sólo quienes han hecho una o están de lleno en el lance son conscientes de la cantidad ingente de cachivaches, de todos los caletres, que es capaz de contener una casa, un hogar. Y si se tienen pululando por ahí niños, más. No son sólo esos bártulos apilados en infeliz adocenamiento en un armario, en un trastero o en empolvadas cajas que duermen bajo las camas buscando un espacio imposible y una paz ficticia y molesta. Es el montón impertinente de cacharros que se escondieron imperturbables en rincones inaccesibles o bajo muebles amigos de una poderosa gravedad.
Ni Dios con sus duras pruebas ni el Demonio con sus tentaciones consiguieron socavar la paciencia proverbial de Job. Pero, porque a ninguno de los dos se le ocurrió probarle con una mudanza.
Cuando, providencialmente, se cuenta con la inestimable ayuda de algún amigo que no hace ni el huevo pero que, en su empeño altruísta anima y acompaña en las cervezas, todo es más llevadero. Si la muda hay que hacerla en solitario, la metáfora más aproximada sería la de un ciclista subiendo un colosal puerto de montaña echando el bofe, con la lengua fuera y el alma hecha añicos por el esfuerzo.

Hay gente -porque hay gente para todo- a la que le gustan las mudanzas por lo que tienen de ritual, de ceremonia de cambio, de ilusión, de esperanza. A esa gente no le importa el número de cajas a llenar y lo hacen como si estuvieran en un concurso de la tele en pos de un suculento premio. Esa gente no se para a pensar no ya en que después de encajar hay que desembalar, buscar nuevos asientos y romperse los sesos buscando el milagro de huecos útiles, sino en todo el intermedio afanoso y desesperante que conlleva el change.
Yo lo pienso y ganas me entran de dejar mis bienes vacantes, relictos a la espera de mejor dueño que los aprecie en lo que de verdad valen y cuestan.
Pero, el sentido de la propiedad está muy enraizado en el hombre y resulta difícil desprenderse de cualquiera cosa que nos pertenezca; da lo mismo que sea un calendario del 36, un enjambre de cromos desvaídos y esclavizados por la humedad o aquella postalita cursi que nos dio el primer amor y en la que escribió la cita más celebrada del genio hindú: no llores por no ver el sol...

El caso es que sin darnos cuenta nos convertimos en grotescos caracoles, nos echamos la casa a cuestas y sonreímos estúpidamente a los vecinos mientras respondemos a la evidencia: ¡sí, sí: ya nos vamos!