03/12/2009

...y Dios en la de todos

"¡Este es el templo del saber, y yo su sumo sacerdote!" Con eso me quedo. Porque esa sencilla frase sirve para argumentar lo evidente: Cada Dios en su iglesia y en los centros educativos -por muy católicos que sean- ni una sola imagen que no esté vinculada a la educación, a la docencia y la discencia. Ni una sola imagen o representación ni siquiera del rey que, el hombre, poco pinta en esos menesteres, afortunadamente.
No es cuestión de eliminar los crucifijos, una media luna o la foto de Mortadelo. No es cuestión de ofender susceptibilidades o de defender profesiones de fe. Es tan simple como que un centro educativo está para enseñar y aprender, no para adoctrinar en una u otra religión; para eso, ya están las catequesis, los voceros aupados al minarete, los telepredicadores y los hogares con papases y mamases de contrastado fervor.
Los centros educativos no deben ser ni católicos, ni musulmanes, ni de derechas ni de izquierdas, ni de arriba ni de abajo, ni nada de nada salvo, claro es, reductos de una educación que cada vez más brilla por su ausencia.
Si todas nuestras preocupaciones académicas van por ahí, apañados estamos.

El pollo y las dos sardinas

"Las matemáticas no engañan; quienes las interpretan, sí". Esto lo afirmaba un profesor ducho en la materia mientras aleccionaba sobre algunas cuestiones estadísticas.
Y es verdad que la interpretación o, mejor dicho, la explicación a un fenómeno estadístico puede ser un poco "fraudulenta".
El ejemplo más manido y que más cunde en este tipo de discusiones es el del pollo y las dos sardinas; por su simpleza ilustrativa: Si el prójimo se come un pollo y yo dos escuálidas sardinas, la estadística afirma que tanto él como yo hemos saboreado medio pollo y una sardina cada uno. Él, por supuesto, habrá quedado satisfecho y yo seguiré, elemental, desfallecido por las hambres.
En política estos mediocres "trucos interpretativos" están a la orden del día conscientes -los políticos- de que el pueblo llano en su mayoría o desconoce los entresijos de los datos o no entra en ellos por esa desidia nacional que todos apuramos en nuestras famélicas almas.
Uno de esos trucos lo soltó ayer mismo, en concordato connivente, eso que denominamos -con extraordinaria generosidad- Gobierno. La consigna, eufórica y fausta, no era otra que la de comparar los datos de Noviembre de 2.008 con los del Noviembre próximo pasado, el del 2.009.
Así, a bote pronto, como estadística comparada está muy bien. Pero, hay elementos y factores, variables, que entran en juego y que desmienten cualquiera comparación simple que se quiera aventar ad maiorem Zapateri gloriam.
¿Dónde está el truco, el birlibirloque oculto?
Pues en varios aspectos; pero, centrémonos en una vertiente sola y sencilla.
La trascendencia comparativa de la manipulación estriba, esencialmente, en que, sí, este Noviembre ha habido menos incursiones en las oficinas inoperantes del I.N.E.M. Y en que, no, el volumen de población activa y desempleados no es comparable porque hace un año HABÍA MÁS GENTE TRABAJANDO (se obtiene un porcentaje) que este año (el resultado es otro porcentaje). O, lo que es lo mismo: si hace un año había mil (1.000) personas trabajando y despiden a doscientas (200) el porcentaje de desempleados es del 20%. Quedan, pues, ochocientas (800) personas activas. Si de esas que quedan se despide a un grupo de ciento ochenta (180) personas -veinte menos que en la tanda anterior-, el porcentaje resultante es un 22'5%.
Sin embargo, ese baile interesado de cifras no es lo más importante. La mentira más peligrosa que se descorcha en ese tipo de afirmaciones es la de "el paro va disminuyendo". ¡NO! El desempleo SIGUE AUMENTANDO. ¿A un ritmo más lento? Vale; pero aumentando inquietantemente. Con todo, aumenta más despacio porque con menos trabajadores hay que mantener un cierto nivel productivo: lo contrario sería un colapso total, una debacle absoluta. No se puede despedir a todo el mundo a la vez. El paro se reduce cuando, tras llegar a un tope suelo, del número total y dramático se van restando contingentes. Sencillo, ¿no? Es la cuenta de la vieja: si debo diez y pago tres, sólo me quedan siete de deuda; no es lo mismo que "debo diez; si pido cinco para pagar, no debo cinco: sigo debiendo diez".
Sé que hay muchas más cosas detrás de cada estadística. No obstante, creo, son ganas de marear la perdiz. La realidad es mucho más tajante y concluyente que cualquier fórmula matemática: puede que haya más subsidios; pero si los subsidios no dan ni para comer...

02/12/2009

Pavana para cualquier cosa muerta


Me fastidia reconocerlo; pero, los cantantes y las cantantas tienen razón. Descargar música de la red, o un libro o una información, lo que sea, debe pagarse. Sobre todo porque en este mundo cruel todo se paga. Me fastidia reconocerlo aunque mucha de la música que se descarga es del nivel -altísimo, por supuesto- de "ave, María, ¿cuándo serás mía?" y eso debe, con muy buen criterio, estar penalizado si no con la cárcel, sí con unos cuantos euros y, a ser posible, con el señalamiento público y un conveniente escarnio por hortera, el descargador.
Cada descarga de internet debe ser gravada -no grabada- y el "top manta" erradicado.
Me parece bien, salvo que entreveo un pequeño inconveniente. Atendiendo al número de usuarios de internet no creo que el problema ocasionado con las bajadas de música sea tan grave, porque el número de usuarios no es tan abultado como quieren hacernos creer. Si a esto le añadimos que sin su música en la red se quedan sin ser oídos porque quitarla del medio no implica aumento de ventas: antes al contrario.
De lo que se han dado cuenta es de que la red puede, gracias a las encomiendas e incautos, ser un chollo: con menos ediciones más ingresos.
Solución salomónica: usted me cobra por oír su patético disco en la red, vale; pero, después de pagarlo, usted me envía el cedé original a casita para que yo lo ponga ochenta y siete mil quinientas trece veces.
Porque lo que se "cuelga" en la red, debe entenderse, fundamentalmente, como un préstamo entre amigos, entre coleguitas. Yo puedo leer un libro en línea; pero, no lo imprimo porque me saldría peor el remedio que la enfermedad. Con los vídeos, la música, los juegos, etc... "tres cuarts de lo mém".
Claro que la red es selectiva: si oigo lo último de Rosariyo y no me gusta porque es más de lo mismo con otro ritmo, pues no lo compro: y eso jode.
Por cierto, ¿Rosario no es la hija de ésa que no pagaba a Hacienda?

01/12/2009

Miré los muros de la Patria mía

Para unos su patria es la lengua que malhablan; para otros, su segunda piel. Para estos el terruño inmediato; para aquellos... el 0'7 %, el escaño, la esquina de la facunda Chelito o el Café de doña Rosa y su perspectiva. Cada quisque tiene su patria (apátridas incluídos) y cada patria su aquel. La mía, la que yo tomo o entiendo como patria, es un compendio de todo lo anterior, un revoltijo descabellado en el que campa la sordidez de un viejo fumadero clandestino.
La mía es una patria invariable; una patria que los siglos han sido incapaces de cambiar, de remover hacia la dignidad que debe comportar el concepto "patria". La mía es una patria contradictoria y seca; esperpéntica y atroz.
La mía es una patria que les importa solamente a unos pocos demasiado pocos para poder cambiar el régimen perpetuo asentado en la idiotez, en la complacencia, en el nepotismo y el "¡qué le vamos a hacer!"
La mía es una patria desgastada, cansada, aburrida. Es una patria declinante que vive de recuerdos e ínfulas ajadas. Una patria de hombres enterrados hasta las rodillas blandiendo cachiporras. Es una patria triste de ande yo caliente y ande la Marimorena. ¡Qué pena! ¡Ay, pena!
Nadie se subleva, se levanta: como en los tiempos de la cólera y el miedo. Es la patria de siempre; la de mi pan, mi hembra y la fiesta en paz. Mal vivir, mal llegar; tal vez soñar como lo hacían los pobres de García Berlanga esperando al señor Marshall, la explicación del alcalde-paradigma o como lo hacía, un poco más allá, Segismundo. Soñar. Soñar y dormir mientras se espera: después de cada noche siempre, de nuevo, amanece... que no es poco.

26/11/2009

MONOPOLY ESPAÑA



No sé si asumirlo como la guasa de un genio loco, una ironía lamentable o, sencillamente, como un desenlace natural: los juegos tienden a reflejar la realidad social de su época.
No lo sé.
Aparte del daño que nos hacen a los padres colando demasiado pronto los anuncios de juguetes -porque cada vez es antes cuando hemos de imponer negativas, desgastarnos en dramáticas explicaciones, etc...-, los señores jugueteros, de cuando en cuando, tienen esos accesos de estupidez inexplicable que pasan inadvertidos porque, en general, llegan a un mercado rebosante de estúpidos contumaces que no se plantean más allá de lo que ven y palpan en primer plano.
El "Monopoly España" bien puede ser un ejemplo de ello. Ya estaban los "monopolys" de siempre y cumplían perfectamente su función. Cada uno, en su alarde o en su suerte, compraba la Gran Vía o el Paseo de Gracia. Sorteaba los pagos y eludía como podía la cárcel. Cada uno, como la presente realidad misma, cobraba su pensión, recibía pastizarra por su cumpleaños o se arruinaba pagando una hipoteca o un alquiler indecentes. Todo normal.

Pero alguien ha querido ir más allá. En un derroche de genialidad, el menda lerenda iluminati, ha tenido el mal gusto de idear el tablero patrio -bien por iniciativa propia, bien por política empresarial de la marca, me da igual-.
España es el paraíso de los casos de corrupción, del tráfico generalizado de influencias y el nepotismo, de las recalificaciones sospechosas e incomprensibles, de los trapicheos urbanísticos y todo eso.
En este país nuestro de mierda, apabullado por políticos insolventes y sinvergüenzas, por intermediarios y usureros, por poderosos sin escrúpulos, en este país nuestro sin futuro, lo último que se necesita es un monopoly de mesa cuando la realidad impuesta por el monopoly cotidiano de la vida ataca con una devastadora crueldad.
Pues tiene la gracia, digo, el dichoso monopoly, en las témporas. Sé que para muchos seré poco menos que un exagerado pescador y que argüirán que el juego es un simple juego, sin más peligro ni intención. Sí, es cierto. Se trata sólo de un juego, de un juego inoportuno.
No me creo que antes de sacarlo a la luz, a la venta, no hayan indagado en los subconscientes del personal, en sus sueños, sus temores, sus anhelos y opiniones íntimas (esas que ni nosotros mismos sabemos que acarreamos por la vida). No me creo que el jueguecito sea fruto de la casualidad sin más en un universo donde cada cosa que sucede, sucede por algo.


17/11/2009

Con diez cañones por banda... o doce.


Me ha estremecido la simpática crónica, chorreante de ternura, de la pizpireta bizca Carmela Ríos sobre el pirata Abu Willy en CNN+. “Se ha adaptado muy bien a la vida en nuestro país –dice la periodista-; incluso se le ha visto con una camiseta de la selección nacional”.

Lo primero que me ha sugerido es un “pero... ¡tú eres gilipollas!”. Lo segundo, me lo callo por ese extraño pudor que nos impide a veces, a los humanos con dos dedos de frente, decir lo que pensamos.

¿Se ha adaptado bien a la vida en nuestro país? Pues que buena vida, regalada, lleva el hijo de puta. Porque, por si a alguno se le ha olvidado, es menor, sí, casi un niño; pero, un niño pirata. Un niño que no habrá dudado en apretar el gatillo de su AK o similar contra alguien que no le ha hecho nada.

Hay piratas y piratas, vale. Sin embargo, ninguno de estos hijos de puta es aquel romántico a quien nadie impuso leyes y que deja que ciegos reyes muevan feroz guerra por un palmo más de tierra.

Estos piratas piden plata y reparten plomo. No son robinjudes cuyos botines son ecualizados entre los pobres de su terruño. Con esa pasta se rearman y viven entregados a su oficio de mafia y de trata.

Y si alguno quiere discutirlo, lo discutimos.

16/11/2009

EL CRIMEN DE FAGO

Mientras escribo esto, está retransmitiendo CNN+ el juicio contra Mainar por la muerte del alcalde de Fago. Lo estoy viendo / oyendo y no puedo por más que sentir una terrible vergüenza ajena por cómo funciona la "justicia" en este país. Y no me refiero al hecho luctuoso que se juzga sino a la incompetencia de quienes ejercen la función legal. Se ha iniciado con la lectura de un acta o una declaración. El escrito en cuestión lo ha intentado leer una señora a la que yo recomendaría volviera a las cartillas de Palau: ¡Qué cosa más iletrada! ¿Cómo puede haber terminado una carrera universitaria alguien que no sabe leer? Pero, ahí no acaba la cosa. Oigo las preguntas de la fiscalía y no puedo del espanto ante la carencia absoluta de inteligencia en las inquisiciones; se me hace muy cuesta arriba soportar sus balbuceos, las estupidez inquietante de sus preguntas recurrentes y absurdas, sin sujeción, sin solidez, sin sentido y el baño que Mainar les está dando con sus respuestas firmes y, por momentos, desarboladoras.
Estamos en manos de intocables como estos: ¡vaya puto país de mierda!

05/11/2009

La estolidez sostenible

Una de las preocupaciones e inquietudes descalabradas que más y mejor se percibe en nuestros políticos es la de procurar que sus recursos de idiotez no se extingan por una mala gestión. Eso les lleva no sólo a velar por que el número de idiotas en cada uno de los dos partidos mayoritarios se mantenga en su plácido presente, sino a implementar medidas dirigidas a seleccionar meticulosamente lo que se puede extraer y lo que debe mantenerse. Lo extraíble para ser desechado es toda aquella masa cuya materia gris funciona correctamente. Esta masa es una mala yerba discrepante que produce unas esporas, contaminadas de rebeldía, de insumisión al jefe tonto, muy contagiosas y, por ende, peligrosas para el sostenimiento y la continuidad de los liderazgos.
En la otra vertiente está la masa sumisa. La sumisión incondicional de estas masas parasitarias permiten que la jefatura perdure por lo que hay que mimarlas, dejarlas crecer y replantar con ellas o sus vástagos los espacios dejados por los hierbajos díscolos.
En los estratos inferiores existe un humus que nutre a aquellas masas. Este sustrato alimenta con mayor empeño a la segunda masa afectada cuando es humus ignorante. El humus ignorante es idiota por naturaleza, por derecho y por definición y en territorios como nuestro país prolifera con una abundancia estremecedora.
Estremecedora, sí. Da miedo ver cómo apabulla la ignorancia de la mayoría de los ciudadanos de esta nación y cómo se empeñan en mantener en la privilegiada peana a la grey de tontos que nos están arruinando -si es que aún no lo han hecho- y que se ríen de nosotros con descaro, con el aplomo impertinente de quienes se saben a salvo en sus escaños porque los ignorantes y los prosélitos fanáticos seguirán votándoles.
Rajoy sólo sirve "pa'mandao", lo que le elimina como posible elemento de gobierno razonable y de Rodríguez y su megalomanía morbosa ya poco más se puede decir.
Rece, quien sepa, porque después de esta tempestad sólo los buques de gran calado quedarán a flote. Y si no ya lo veremos: al tiempo...