22/05/2010

La recortada y el atraco


Hasta que el Gobierno no ha tocado al funcionariado -grupo incomprensiblemente privilegiado- la voz sindical no se ha oído. No sólo no se ha oído, sino que por los cinco millones de desempleados (y aumentando) sigue sin hablar. Su mutismo se debe, dicen algunas lenguas, a la ingente cantidad de dinero que desde hace un tiempo reciben injustificadamente de un poder ejecutivo cuyo interés mayor es mantenerlos en la beatitud de su particular égloga.
A diestra y siniestra asoman soluciones y atajos dirigidos, afirman, a solventar esta irreductible crisis en la que nos ha sumido la falta de criterio y la sinrazón de la arrogancia y la permanencia a toda costa en el adujamiento confortable de los sillones gubernamentales.
Llevo semanas, por no aludir a meses, oyendo disparates cuyo calibre resulta estremecedor. Ideas descabelladas, algunas, bajo las que late una clara intención de lucro personal. Pero, eso es otro capítulo. Ahora, el epicentro está enclavado en la necesidad imperiosa de resolver un problema. Así, quien más, quien menos, aporta su aliento impetuoso sin pensar en qué repercusiones tendría su propuesta en caso de ser adoptada. Hablar por hablar.
Una de estas últimas barbaridades es la de "eliminar" las Autonomías. El proceso autonómico es irreversible, al menos a corto plazo. Varias razones me inducen a sostenerlo. La primera es que ningún partido nacional renunciará al gobierno de sus "feudos"; los partidos nacionalistas no digamos. En segundo lugar hay que tener en cuenta que para suprimir el sistema autonómico, antes hay que reformar la estructura administrativa y aquí la bifurcación: si se mantiene el estatus de los funcionarios, ¿dónde y cómo se les reubica? Si se les desvincula -deduzco que muy generosamente con dinero público- de sus puestos, se enrolarán en el I.N.E.M. aumentando el problema.
Durante el "boom" de la construcción el excesivo enriquecimiento ha sido algo sólito. La cantidad de dinero negro que generó es, posiblemente, inimaginable. Intuyo que en las tácitas "recomendaciones" de la U.E. una es la de buscar ese dinero y sacarlo a superficie. Todos sabemos que no es tan difícil encontrarlo... aunque esté envuelto en papel de periódico como un buen bocata de sardinas. Dinero negro cuyo rastro también puede ser seguido en una buena parte de los "autónomos" que han conseguido, milagrosamente, un patrimonio sospechoso. ¿O hay alguien que aún no sepa lo que pasa cuando se avería la lavadora o se rompe una tubería? ¿Quién no conoce a un fontanero con chalet, cochazo, ..? No digo que sean todos: afirmo que hay muchos que durante años han defraudado, mentido a Hacienda, con una contabilidad falsa que les ha reportado beneficios notables. De algunos comerciantes que hicieron su "agosto" en la bonanza, ni qué hablar aunque ahora perjuren que están en la ruina.
Pero, claro, lo cómodo es centrar la vigilancia en aquellos que están "fichados", en pensionistas, parados con prestaciones, etc... Lo otro implica moverse, trabajar, y eso es duro.
La cuestión de las entidades financieras, mejor ni tocarla, no sea que en las próximas elecciones no les concedan los créditos que necesitan para las campañas; créditos que luego se pagan con fondos públicos dependiendo de la representación conseguida. Los bancos y cajas que sigan obteniendo beneficios y practicando la usura que, además, se les "ayudará" con dinero de todos. Y aquellos que han gestionado mal poniendo en un brete a los pobres clientes, que se vayan de rositas mientras siguen ejecutando hipotecas e iniciando procedimientos por dos letras impagadas.
Entre tanto, nosotros, en casita estamos mejor viendo lo bien que baila la gilipollas de la Esteban y ensalzando su ordinariez en la que, parece ser, nos vemos reflejados y de ahí la empatía.

09/05/2010

El velo que va delante es el que alumbra


En España todo se legisla -otra cosa es que luego ese exceso de legislación sirva para algo que no sea malinterpretar la ley, manipularla o colapsar los juzgados con estupideces- y ahora, tras una polémica inútil y cargada de intenciones ocultas, se pretende legislar sobre el uso del velo musulmán.
El uso del velo no encierra peligro en sí mismo. Lo que entraña es un reto, un desafío descarado y el interés por hacer prevalecer un criterio sobre la costumbre o la propia norma.
El velo no se está usando como objeto testimonial de una fe, sino como arma. Imponer el velo no es imponer un derecho a una sociedad que garantiza y respeta los derechos, sino imponer una voluntad incisiva basada -fomentada- en el imperativo expansivo de una religión que desdeña las normas y el poder civiles sobre la religión.
El velo, como manifestación orgullosa y visible, como símbolo enardecido de pertenencia a una doctrina, no tiene más trascendencia que la cruz lucida en el pecho, el tatuaje en el antebrazo o el lunar en la frente. Pero, como aliento teocrático es, sin duda, un ultraje.
Un ultraje por contradictorio: no se puede exigir el derecho a llevar libremente el velo cuando lo que con ese velo se proclama es la supresión del derecho que permite llevar el velo.
El debate, pues, en mi modesta opinión, no es "velo sí o velo no." La cuestión, creo yo, estriba en "religión, ¿hasta dónde?" y, desde luego, nunca por encima de la norma política, de la norma civil.
Del burka y otros peligrosos embozos... hablaremos otro día. ¡Si Esquilache levantara la cabeza!

30/04/2010

¡Y se ríe!

Un trabajador -con suerte, porque tiene empleo- le increpa, y él se ríe. A José Blanco le hace gracia. Es de suponer que no es el único zascandil del Gobierno a quien la amarga y desesperante situación que atravesamos le parece hilarante.
Podría haber hecho un esfuerzo de dignidad y servidumbre y, tras parar a sus guardaespaldas con ese gesto de poderosa clemencia, haber dejado que el hombre se expresase; pero, claro, es un riesgo innecesario no fuera que el buen hombre asperjara algún razonamiento inconveniente. Es mejor reírse. Mejor dejar a la posteridad hermética y olvidadiza esa sonrisa estúpida, histriónica, que permitir a alguien usar su libertad de expresión, esa misma que dicen tiene Garzón, Villarejo, Bardem, Bosé, Toledo, Zarrías y demás flatulenta ralea.
Se ríe. Se ríe como lo hace Rodríguez Zapatero cada vez que -mes tras mes desde hace dos años- anuncia el final de la crisis, la gloriosa y anhelada recuperación o el descenso (en picado, creo yo) del desempleo.
Espero que quienes aún están ciegos abran los dos ojos -de los tres- que les queda por abrir: los de la cara.

25/04/2010

Muchos son los llamados a esta... merienda


...Y pocos los elegidos. Yo, a diferencia de aquellos acomplejados que se pasan las horas excusando su "ideología" frente a los incisivos de una masa obtusa y privilegiada, no justificaré mi credo político con un "yo, que no soy sospechoso", o con un "quienes me conocen saben" o con un "nosotros, los demócratas".
Eso se lo dejo, hoy al menos, a los demagogos y a quienes con esas falsas afirmaciones -y antes de acusar al prójimo de "fascista"- tratan de ocultar el verdadero cariz de su esencia. Comprendo que aquellos que adujados en la ignorancia atroz y compuestos de inamovibles orejeras defiendan a ultranza lo evidente indefendible y osen, incluso, argumentar su postura con sofismas pardos y fácilmente desmontables; que traguen hiel y perjuren que es miel.
Comprendo que su silencio cómplice sea fruto de la información sesgada y carente de autocrítica.
Pero, no paso que quienes les manipulan descaradamente hagan, además, alarde público, ostentación ruin, de su desvergüenza. La autoridad moral la da una condición elemental: el buen ejemplo.


El buen ejemplo no es, desde luego, la riqueza adquirida en poco tiempo por algunos políticos que se definen como socialistas. No es buen ejemplo porque es una clara contradicción y un insulto a la inteligencia sin contar, claro es, el desprecio que supone para todos aquellos trabajadores que día tras día -los que aún pueden- se desloman en los tajos tratando de sacar sus familias adelante.
Quizás no se perciba, entre otras causas, porque vivimos en un país de contradicciones enquistadas y consentidas. Un país donde un republicano "de toda la vida" acude a una visita real y se deshace en vítores dedicados al nefasto monarca y su nutrida y bien asegurada camada.
Ahora son muchos los que se ajustan el traje del oportunismo o se desviven en demostrar un pasado del que se avergüenzan y reniegan; ahora son muchos los que abarrotan el carro y subidos a sus adrales falsifican una historia, la suya propia, buscando el autoindulto, el perdón de sus pecados heredados vindicando lo que nunca fue. Esa memoria escisoria resulta ser fatal y falaz.
Estos socialistas que viven a cuerpo de rey, o mejor, sacuden la necesidad de reponer la dignidad de los caídos republicanos. No les basta un monolito recordatorio o un cipo laureado y dejar que reposen en la paz de la tierra los cuerpos que ya no son. Quieren más y, bueno, cada uno es libre. Pero, no olvidemos que una indagación exhaustiva revelaría sorpresas estremecedoras. De todos los masacrados impunemente por el tirano, no todos fueron honestos combatientes o gente del común que, sin más, se vio de bruces en la ignominia de la fosa. Entre aquellos hombres, se reclama la memoria gloriosa de asesinos implacables y sanguinarios a los que ahora se les quiere hacer pasar por héroes y excelsos antepasados.
Caven y saquen. Por mi que no quede. No obstante, en el derecho de cada uno de enterrar como quiera y donde quiera a los suyos no va adherido el marbete épico que le quieren poner.
Busquen, saquen y vuelvan a enterrar; sin más. Porque, a lo mejor, al remover alguna fosa alguno se encuentra con lo que hubiera estado mejor sepultado in aeternum.
Y, por supuesto, piense el que sepa, pueda y quiera, que mientras se fomenta esta disputa y se centra la atención en ella, otros -los que la promueven- desvían la atención de sus actividades y siguen engordando sus cuentas, su patrimonio, en la seguridad de que nadie les exigirá nunca la natural rendición de cuentas que deben al pueblo soberano.

09/04/2010

Si reescribimos la Historia, ¿por qué no la Cultura?


Dentro de poco a los escritores se les impondrá, para poder publicar, la ley de igualdad: igualdad de protagonistas y protagonistos, de cuentas y de cuentos, de buenas y buenos y de malas y malos...
La idiotez de esta peña no tiene límite. Hay que ser aidiota, perdón por el lapsus, idiota para empecinarse en derogar lo escrito en otra época por sexista, generista o lo que demontres, demontras o demontros sea. Aquí va -que me perdonen los hermanos Grimm- mi modesta aportación.

El lobo y los siete cabritos

Había una vez una cabra que tenía siete cabritos (u cabrates) porque no pudo acceder a la sanidad andaluza con la tarjeta joven y a los que quería tanto como cualquier madre puede querer a sus hijos porque, como todo el mundo sabe, todas las mamás quieren siempre mucho a sus hijitos por cabroncitos que sean. Un día necesitaba ir al bosque a buscar comida porque el cabrón borrachuzo de su marido -parado- estaba viendo el fútbol en el bar con los amigotes , de modo que llamó a sus siete cabritillos y les dijo:
-Queridos hijos, voy a ir al bosquefur; si viene el lobo, le convidáis a una copita y mientras me espera le explicáis lo de la clase de sexualidad.
Los cabritos dijeron:
-Querida mamá, puedes irte tranquila, que nosotros ya somos muy mayorzotes y sabemos qué hemos de hacer.
Entonces la madre se despidió con un par de balidos y, tranquilizada, emprendió el camino hacia el bosquefur.
No había pasado mucho tiempo, cuando alguien llamó a la puerta, diciendo:
-Abrid, jovencitos, que ha llegado vuestro amiguito y ha traído juguetitos para todos vosotros.
Los cabritillos, eufóricos, exclamaron:
-Espera un momento, lobo, que nos estamos acicalando.
Entonces el lobo sacó unos artilugios muy raros y todos jugaron con ellos muy alegres porque ya sabían para qué eran porque se lo habían explicado en clase.
El lobo, cuando terminó, se apoyó en el alféizar de la ventana a fumarse un pitillo y a esperar a la mamá cabra que quedó encantada con las maravillas que le contaron.

El cuento original no sólo es mejor, sino que tiene una moraleja que no explicaré porque no hay ningún miembro ni ninguna miembra del gobierno y satélites doctrinarios capaz de entenderla.


¿Zapato negro o zapato gris?


El hecho contrastado e inapelable es: la norma obliga a que todos debemos ir calzados con zapatos de color negro.
Garzón, un buen día, se calza unos zapatos de color gris (qué hortera): ha transgredido la norma. Entonces, el debate -sobrecargado de intereses espurios- surge entre defensores y acusadores.
Alegaciones de los defensores de Garzón:
- No iba descalzo. (Ya; pero, el calzado debió ser negro, no gris.)
- Toda su vida, hasta entonces, los llevó negros. (Ya; pero, en ese momento no y la norma es clara).
- Otros los llevan beige. (Sí, y están vulnerando la norma por lo que deben ser penalizados).
- Eran gris oscuro y podían pasar por negros. (Podían pasar, sí; pero, eran grises).
- Lo importante es que juzgue a quienes llevan zapatos grises. (Sí; predicando con el ejemplo. Si no, decae en su autoridad moral y legal).

Bien, así están las cosas. Entonces, el asunto ha de ser dirimido por un grupo de hombres. Pueden pasar dos cosas:
a) el cónclave juzgador decide que, por oscuros que fuesen los zapatos, eran de color gris y Garzón infringió la norma por lo que debe ser castigado.
b) los zapatos eran negros en cuyo caso, el tribunal, no sólo se arroga la potestad de cambiar el color de un color en virtud de su criterio sino que, además, es posible que los mismos zapatos en pies de otro ciudadano vuelvan a ser grises.

No tengo ninguna duda sobre el resultado de las imputaciones a Garzón. Viendo la composición del tribunal que ha de decidir y la presión que están ejerciendo "El País", "El Plural", "la Cuatro", "la Sexta", y todos los recursos del P.S.O.E. de Rodríguez Zapatero, Cebrián, etc.., creo que queda claro. Muy claro por mucho que Leguina, Ibarra y otros muchos de la "vieja guardia" socialista proclamen la culpabilidad demostrable de este arrogante ser: Garzón.

07/04/2010

Paños calientes


El debate, polémico como no puede ser de otra forma, está servido, caldeado y con tropezones atosigados.
Cada opinión viene consignada por sus circunstancias: prudencia, implicación, vivencia... Sin embargo, lo más sorprendente es ver cómo algunos se arriman en tan ardua cuestión a "lo políticamente correcto".
Ahora la culpa quiere achacarse a "la red", a su influjo en los "tontitos" menores que a su empavada edad no saben distinguir entre el bien y el mal, que se dejan fascinar por elementos morbosos, crueles, diabólicos.
Nunca habrá acuerdo y si alguna vez éste llega, ni será unánime ni zanjará la controversia.
Si la influencia de la red fuera tal cual nos la pintan, es lógico pensar que TODOS los chavales que acceden a ciertos contenidos reaccionarían de igual forma. No es así, luego es falso que el problema sea la red aunque algún vínculo haya.
Yo, tratando de analizar un poco el asunto, me inclino más por las partes que quieren solaparse: la educación y el entorno familiar que pueden provocar en cualquiera, por desidia, hostilidad, por lo que sea, problemas emocionales y mentales.
Doy por sentado que la mayoría de los chavales son normales de donde extraigo que los otros son "anormales". Es esa anormalidad la que nutre el problema.
En quienes matan de esa manera atroz tiene que haber una inclinación latente al acto luctuoso. No es algo espontáneo sino algo enquistado que, en un momento dado, estimulado por lo más inverosímil estalla y hace surgir la fiera que, quizás, todos llevemos dentro pero que la mayoría controla.
No lo sé; sentirse héroe, mortificarse en un sentimiento lacerante de culpabilidad, sentirse mártir y culpar a los otros, la sociedad, de nuestras miserias y derrotas y toda una extensa panoplia de percepciones erróneas que distorsionan la realidad son un síntoma de algo.
No obstante, no me apetece extenderme en las cuestiones que impulsan a una niña a matar vilmente, premeditadamente, alevosamente, a otra.
¿Es responsable de sus actos una niña de trece años?
¡Pues claro que sí!
Hace pocos días oí a alguien, un progre de medio pelo, afirmar (después de confundir "penalizar" con "encarcelar") que la función de la cárcel era reinsertar (reintegrar o reincorporar quedaría, posiblemente, mejor) al condenado. ¡NO! La cárcel no es una medida correctora; la cárcel es el cumplimiento de la sanción, el pago legalmente establecido por la comisión de un delito. Para corregir hay otras acciones.
Que una sociedad violenta y pocha influye y arrastra, genera violencia y podredumbre, es evidente. Que hay personas que por las causas que sean están más predispuestas a ser absorbidas por el aspecto violento y putrefacto, también.
Yo, en mi modesta opinión, lo primero que haría para comprender el problema es indagar en el ámbito familiar; depués en las amistades y luego en el círculo educativo.
Puede que sea inútil, sí; pero, también puede resultar revelador.
Mientras tanto, podríamos ir pensando que los menores no deben acceder a una cárcel de mayores; sí a una cárcel de menores... hasta que sean mayores y terminen de cumplir la condena impuesta que, desde luego, siempre será menor que el tiempo que la familia de la víctima va a soportar el recuerdo de quien ya no está a su lado.

05/04/2010

Fastos y nefastos


No creo necesario hacer un croquis para explicar, gráficamente, el elevado porcentaje de ciudadanos irritados con una casta política impermeable a la crítica y, lo que es peor, desdeñosa de todo cuanto no les atañe directamente a ellos y a su estatus. Es descorazonador ver cómo ante la palpitante realidad, la miseria en la que estamos sumidos, cierran los ojos, giran la cabeza y murmuran sovoz "¡bah!
Viven, acomodados, sin escrúpulo ni conciencia salvo cuando intuyen una oportunidad recolectora de votos o de portada periodística.
Lujos impropios, saraos, conmemoraciones y otros eventos fatuos y ni un ápice de remordimiento. Congresos innecesarios que engordan a los amiguetes, celebraciones pomposas y superfluas para aumentar carisma u obtenerlo; reuniones en plan ejercicios espirituales en donde la decisión a tomar tras arduo debate místico es si se emite un comunicado de prensa o se opta por un craso silencio. Ni inmutarse; ni un gesto digno, de vergüenza torera.
Las maldiciones bíblicas, las plagas, los chuzos de punta afilada siempre caen sobre los mismos.
Ahora los clarines y las fanfarrias suenan en honor de la Gran Vía.
Es su centésimo aniversario (lo recalco para todos aquellos periodistas ignorantes que parecen estar peleados con los ordinales) y convenía festejar la efeméride como -no- correspondía.
Por exiguo que haya sido el gasto, no deja de ser significativo. Representa un derroche innecesario para un acto cuyo eco mañana se habrá extinguido y que no habrá reportado ningún beneficio a nadie.
Hoy la repercusión informativa y la expectación se han centrado en la Gran Vía. Los medios de comunicación, los políticos y pocos más, se han volcado en difundir la historia de una calle sin más importancia ni trascendencia que la que tiene cualquier otra calle. Hábiles "vendedores de cosas" quieren hacernos creer que tiene algo especial, un aura legendaria y mágica, ultramundana; pero, sólo es éso: una avenida.
Dudo muy mucho que el símbolo de Madrid sea la Gran Vía. Y, aunque lo fuera, quédese el alarde para los "madrilenses" y depongan (ya es tarde, lo sé) el bombardeo pseudoinformativo y absurdo a que nos han sometido al resto de ciudadanos de este país a quienes no nos interesa, ni tiene por qué, la Gran Vía.
Dicho eso, vuelvo a la inmoralidad que supone el más mínimo gasto en algo como el centenario de una callejuela cuando en sus cubos de basura hay personas, HUMANOS, buscando la cena quién sabe si de sus hijos.
El román paladino acerca una terrible y puntiaguda frase a mis labios. Sin embargo, no merece la pena escribirla...