08/07/2011

La crisálida

uere Pérez (el vulgar Pérez) y nace Rubalcaba. Muere el pluriempleado político, sospechosamente polivalente, y nace el candidato menos gusano y más mariposa, más sofisticado. La transformación en el interior del capullo se ha producido y como un resucitado, como quien vuelve de la muerte, conoce los misterios que rodean a los hombres. Ha accedido a la sabiduría absoluta y sabe las respuestas a los problemas que nos acucian. Pero, no las va a decir: ¡os chincháis!. Él que, junto a otros, se quejaba de que su mediocre oposición no supiera ni contestara a las medidas a tomar para salvar la crisis, para fomentar el empleo, para reactivar la mutilada y maltrecha economía del país y sus íncolas, ahora practica lo que denunciaba. Es ley de vida política. Sigue en el gobierno, hasta mañana al menos; sigue en el gobierno tras el alarde de saber cómo se endereza el entuerto pero negándose a aplicarlo incomprensiblemente. Será para que el P.P. no le copie y luego, caso de que accedan al poder, se lleven ellos la puta gloria.

02/07/2011

A partir de mañana...

ada día me resulta más difícil escribir. Quizá porque no tengo nada qué decir o, quizá, porque a mi manera ya lo he dicho todo. Puede, también, que por fin me haya dado cuenta de mi falta de talento a pesar, muy a pesar, de los ánimos condescendientes de un espléndido grupo de amigos cuya inquebrantable paciencia lectora mantiene, si bien en la cuerda floja, mi precaria palabrería.
De la misma manera podría ser que, sumándose a la carencia de facultades, anduviera por ahí enredado un hastío determinante, severo. Un hastío preñado de descontento, de desilusión, uno de esos que agalbanan el espíritu con un poderoso desafecto llenándolo de angustia y amargura.
La realidad es pertinaz. La realidad llueve sobre las esperanzas y las arrastra, embarradas, hasta las desembocaduras de la nada. Luchar contra eso, escribir contra eso es faena de ilusos. No por la realidad en sí misma, dinámica y modificable; sino porque viene impuesta por hombres, por un grupo poderoso que implanta al resto la circunstancia que ha de acarrear suplantando a la que podría ser, a la que debería ser.
Miro, con frecuencia, hacia atrás, al pasado, y veo que apenas ha cambiado nada. En el hombre, digo; a sus conductas, usos y costumbres me refiero.
Visito mucho a los clásicos del de Oro. Fatigo con fruición, sobre todo, a don Francisco y a don Félix y de ellos, en lo que puedo, extraigo cuanto jugo soy capaz de absorber aunque mi cántaro, lleno de agujeros, enseguida se vacíe y vuelva yo a ese estado inicial de "panfilez" absoluta e irremediable. Quedan, eso sí, algunos resabios, zurrapas amargas inconmovibles que alientan la comparación de los tiempos.
Lope me lo repite con incansable afán:
"Dos polos tiene la Tierra,
universal movimiento;
la mejor vida el favor,
la mejor sangre el dinero".
Y atiendo a sus palabras y las rumio y comprendo que todo esto y más me lo dijo (nos lo dijeron) hace siglos y sigue vigente. Habla del nepotismo y del poder del dinero. Comprendo, entonces, la resignación ancestral, la inercia atávica que enseña a convivir con la ira contenida... Y no lo comparto.
¿No lo comparto porque no lo entiendo? Tal vez. Reconozco mi ignorancia. Y mi limitada capacidad de comprensión.
Y entiendo que esa limitación modifica mi visión y mi versión del mundo, la realidad que percibo. Ese error me hace perder la perspectiva, o el enfoque, y me empuja a intentar el noble arte del silencio.
Sí, debo callar por prudencia, por sentido común; porque no procede enjuiciar desde la más absoluta necedad las afirmaciones de la pléyade de sabios que me aleccionan cada día a pesar de mi irredenta "distracción" o ¿será abstracción? ¿O ninguna?
Columnas sapienciales que me dirigen hacia la correcta interpretación de esa realidad de la que abomino y que repudio por parecerme impostora. Me lo explican una y otra vez mientras yo me empecino, bruto inconsecuente, en ver molinos donde hay gigantes. Me lo explican una y otra vez y yo, testarudo, acicato a mi famélico rocín e intento embestir, junquillo en ristre, al poderoso Golías; intento, vano empeño, acometer contra la fortaleza con una pompa de jabón, ingrávida y sutil. Todo por un daltonismo procaz emanado de mi inexplicable discrepancia.
Y, para colmo, soy un desagradecido. Debería hincarme de hinojos ante esas fontanas del conocimiento e implorar su devastador perdón mil veces mil.
Pero, no. Yo no. Yo reincido. Sale uno de esos pilares y me asegura que la ley está para cumpirla y le pregunto que por qué si veo a mi alrededor todos los días cómo esa premisa se la pasa él (y sus iguales o similares) por el arco del triunfo y alego, además, que una ley no puede estar por encima de la justicia, que si se hubiera seguido a rajatabla esa proposición aún estaríamos bajo la ley romana o... O sale uno de esos pilares y me dice que el cauce para reivindicar el cambio de reglas de su juego amañado es desbancándole en la mesa. Omite, por supuesto, que la baraja es mía y que soy yo el que debe decidir quién juega y quién no, cuándo debe juegar y cómo debe hacerlo porque está apostando con mi dinero y, además, soy el dueño del casino: no él. Lo omite y me obliga a abandonar mi propia sala. O sale uno de esos pilares y me descerraja, contundente, que la culpa de la crisis la tienen los ciudadanos porque vivieron por encima de sus posibilidades y no los bancos que subieron, desproporcionadamente, el precio de la vivienda, que practican la usura descarada y ruin; ni los mercaderes que equipararon el todo a cien con el todo a euro porque el equilibrio estaba en "una moneda por otra moneda" (aunque de valores distintos, se les olvidó decir) y también inflaron los precios obligando a solicitar créditos para mantener todos los pagos excesivos de las tarifas, de las comisiones, de todas esas pequeñas cosas y rutinarias que no contamos pero que están ahí, que hay que mantener mientras bombardeaban con el consumismo y así hasta el infinito y más allá pasando por el despilfarro de las administraciones, por el latrocinio impune de los "representantes"...
Pero, estoy equivocado y ellos tienen razón. Es lamentable que gente como yo ponga en duda su honestidad.
No comprendo el mundo. Debo admitirlo y renunciar a mi escandalosa insistencia que en nada ayuda. Debo asumir los argumentos de los sabios sin rechistar. Debo dejar de dudar de sus palabras horras. Debo inclinarme ante ellos y pedirles perdón y quedar satisfecho con sus verdades que son universales y absolutas. Lo que ellos digan va a misa. Si, debo someterme humildemente a su criterio y a sus filigranas y dejar de enredarme en absurdas revoleras. Debo empezar a callar... Sí: mañana empiezo.

21/06/2011

Con la misma bala...

s voy a contar una historia. No: la voy a resumir.
Hace muchos, pero que muchos años, un hombre fue detenido. Se le acusaba de blasfemo y de no cumplir con la legalidad vigente. Pedía un nuevo orden, una nueva estructura, unas nuevas leyes. Fundó un movimiento ilegal que durante mucho tiempo hubo de desenvolverse en la clandestinidad porque tanto la pertenencia a dicho grupo como sus manifestaciones públicas y acampadas estaban prohibidas. Se les persiguió por revolucionarios, por pretender la implantación de una nueva sociedad que creían más justa y fraternal. Chocaron, sin embargo, con las leyes imperantes y con el argumento "sólido" de "la ley está para cumplirse". Desobedecieron convirtiéndose, pues, en delincuentes. Poco a poco ocuparon las calles; salieron a manifestar sus convicciones a sabiendas de que serían sometidos a procesos penales. ¡Pero, eran "ilegales"!
Una secta del judaísmo, subversiva, se convirtió en una religión universal a pesar de la intransigencia y transgrediendo la norma establecida.
Esa secta religiosa es la que ahora, en España, agita la grímpola del maniqueísmo barato y acusa de "ilegales" a quienes buscan la palabra y la justicia. ¿Qué poco conocen su historia? ¿Qué poco recuerdan sus orígenes delictivos? Porque su mismo argumento es el que me sirve para disparar el mío: con su misma bala.
De las catacumbas han pasado a las cadenas de televisión y a las emisoras de radio. Se han convertido -al parecer- en el sanedrín corrupto y severo que les acusó, en los fariseos hipócritas que pedían el cumplimiento inexcusable de la ley. Tendrán que volver, aplicando su criterio, al redil judaico y disolver el cristianismo: es lo lógico; es lo justo.
Al parecer, todos somos ilegales... ¡Qué grata sorpresa!

16/06/2011

Mala memoria

o recuerdo (verbo exagerado en mi a todas luces) bien la Historia. Se me mezclan -cuando consiguen llegar- acontecimientos, fechas, definiciones y actitudes.
Tanto es así que ya no me acuerdo si entre los calificativos asignados sobre todo a los jefes predominantes de los hechos históricos figuran, como escalofríos sacudiendo la esquena desprevenida, palabras tan malsonantes como "subversivo", "sublevado", "levantisco", "levantamiento", "alzamiento", "clandestino", "revolución"... Casi todas (hay muchísimas más) dejan un rastro acibarado: el de un pueblo humillado y sometido.
Lo admirable, con independencia de que triunfaran o no las asonadas y sediciones, es que en la mayor parte de los casos la Historia (los historiadores y el pueblo lector) justifica estos actos y los ensalza como actos nobles, lógicos y necesarios. El argumento lo podríamos resumir en algo así como: "LA LEY ES IMPORTANTE PERO LA JUSTICIA LO ES MÁS".
Así, llegamos a la conclusión (acertada o no pero, en todo caso, defendida por cada sector simpatizante) de que, por ejemplo, la insurreción que origina la independencia de las colonias norteamericanas de la corona británica, o las posteriores réplicas en las posesiones españolas, o la revolcuión del 17 en todas las Rusias y tantos ejemplos más no eran sino desenlaces obligados. Y no sólo los vemos bien, sino que los ponemos como paradigmas de la lucha de los hombres contra cualquier tiranía por mucho que revista su aspecto de demócrata. Hasta tal punto que incluso aquí, en España, hay revisionistas que con buen criterio o no -ahora eso no me interesa- jalean la detonación fratricida del pasado 36 argumentando una democracia imperfecta y corrompida, el hartazgo del pueblo y mil cosas más. Curiosamente, los mismos que defienden aquel pronunciamiento ILEGAL (como lo fueron todos los demás desde Bolívar a Lennin, desde Robespierre hasta Zapata pasando por todos los demás) son quienes ahora censuran a una parte importante de la ciudadanía y apelan al escrupuloso cumplimiento de unas leyes que, entre otras cosas, son las que impiden cambiar las leyes.
El hombre es hipócrita por naturaleza y la sociedad le perfecciona -en la hipocresía, se entiende-. Cuando en Venezuela Chávez "desmonta" una conspiración demócrata para apearle del poder, aquí hay medios de comunicación que no tachan de "ilegales" a quienes pretenden restaurar el antiguo régimen venezolano. Antes al contrario les dan cancha y pábulo. ¿Por qué no les tildan con el ampuloso adjetivo "ilegal" y les exhortan a deponer su actitud y a seguir los cauces establecidos por la dudosa "legalidad" impuesta por el "Mono rojo"?
Ya. Lo justo es siempre lo que uno defiende y lo injusto todo lo demás; sobre todo cuando nos van privilegios en ello.
Veo lógico que tanto políticos como medios defiendan la disolucion del 15M. Se deben a los bancos que son los que pueden, agradadecidos, sostenerles económicamente. Los bancos no pueden permitir que este virus de libertad y justicia se extienda y contagie a más población porque esta en juego su imperio, su poder, sus beneficios astronómicos.
Los políticos, además, no pueden permitirse el lujo de un aumento exponencial de discrepantes (no con el sistema, ojo, sino con ellos -o ¿alguien ha visto armas en la calle?) que pueden removerles de sus poltronas de por vida.
Evidentemente, no es una cuestión de ser o no legales, sino de ser o no justos: de ejercer unos derechos conculcados con palabras hueras de charlatán, de gárrulo. Rodear un parlamento no es secuestrar y quien compare o equipare ambos términos estará mintiendo y, por ende, manipulando. Con todo, sería en defensa propia, la defensa de un pueblo al que esos señores le han secuestrado sus derechos. Pero, para desprestigiar y condenar al 15M todo vale y si una consigna no funciona, que arrecie el temporal: se busca algo más fuerte y contundente (¿a eso cómo se le llama?). Ahora, el contraataque se basa en una superposición que sólo se le puede ocurrir a algún idiota mediocre: ¡son iguales que los nazis de la Alemania de los treinta! ¡Así se empieza! ¿De verdad se lo creen? ¿De verdad esa es toda su capacidad de comprensión y análisis de lo que está pasando y de cómo, por qué, por quiénes, está pasando?

11/06/2011

Del cielo... Los clavos

on víctimas de su propia doctrina, de su "ideología" devastadora.
Se han desgañitado predicando la libertad de mercado sin intervencionismos y criticando la cultura/política de subvenciones y ahora, cuando la guerra intermedios se recrudece por las pérdidas de espectadores y lectores, acuden a la súplica desesperada, a la limosna facilona y a la mendicidad sin ceder una micra de su orgullo y su arrogancia pertinaces: "¡Es por la libertad y la independencia!"
Por la libertad y la independencia, sí, que grandes palabras.
Aplicando los criterios que defienden, lo lógico sería dejar que el mercado regulara y si Intereconomía ha de ser un cadáver más en el camposanto del periodismo, amén. Un  cadáver más abonando el yermo terruño patrio en donde yacen, por mor de la estolidez política y las veleidades empresarial y sindical de los "mayoritarios" y su incontenible afán de lucro, millones de seres que perdieron sus trabajos gracias a esos peculiares criterios de rancia vigencia y de ficticias libertad e independencia; criterios en donde la competencia/itividad impugnan cualquier rasgo humanitario ponderando la riqueza de unos pocos (plutocracia descarada en la que vivimos) frente al bien común y el progreso social. La crisis solamente ha sido una excusa llovida del cielo, oportuna, aprovechada por los domadores de un sistema injusto y desequilibrado que ahora pasa factura a quienes lo fomentaron sin pensar que ellos eran minúsculos engranajes; sin pensar que ellos, también, eran contingente a disposición y capricho de voluntades más potentes.
Como siempre, tomo el todo por la parte. En realidad hago lo mismo que ellos hacen en su irredenta manipulación informativa, lo mismo que ellos hacen viendo violentos (G. Serrano) y delincuentes (Losada, de la Granja, Dávila, Sinde, Díaz Villanueva, etc...) donde una mayoría de ciudadanos ejemplares ejercen su DERECHO de reunión, de petición, de protesta. Sin embargo, reconozco que la línea editorial y la opinión de cuatro energúmenos sólo es eso y que dentro de ese grupo hay instrumentos divergentes que facultan una cierta polifonía.
Quizá una diferencia sea esa: yo quiero que ellos "vivan" mientras que ellos (unos cuantos de ellos) pretenden la muerte y el silencio de quienes discrepan de su opinión rijosa y mojigata. Una opinión intransigente que se ha convertido en la zahorra que les empuja al fondo del abismo.
El mundo no es, ni debe ser, como ellos lo quieren pintar. Han abogado por una estructura que ahora, como Cronos desalmado, los engulle. Han criado cuervos y los cuervos son muy suyos...
Pero, no es bueno que el hombre esté solo como tampoco lo es que reciba, exclusivamente, la información sesgada de un único polo.
Yo, si hace falta, les cedo mi palabra y defenderé la suya ante cualquiera que intente conculcar su libertad de expresión y su derecho a ocupar un espacio en la comunicación; pero, que quede claro que su derecho a llamarme delincuente y salvaje no conlleva, adheridos, ni mi simpatía ni mi compasión.
Tal vez tengan que repasar sus esquemas ideológico-económicos y mandar al paro -entre otras cosas- a los cuatro cretinos que, dedicados a crispar los ánimos y a mentir parapetados tras una pantalla a la que no se puede responder, están hundiendo una nave necesaria para la pluralidad, a unos extremistas que dan la impresión de añorar tiempos remotos y que ocultan algo más de lo que se ve a primera vista. Seguro.

05/06/2011

Nueva generación de posguerra

a mala gestión de la "crisis" (no la crisis) y la permanente codicia de bancos y empresarios han modificado los hábitos de los consumidores. Mercachifles y algunos comerciantes cierran ante la inminente ruina: no se compra. Todo el entramado empresarial se ha resentido.
La gente no tiene para comer, menos para comprar, para darse el caprichito. Los que aún tienen, miran de reojo, sopesan y deciden: hemos aprendido el principio básico de la Economía, la elección. Y, con alguna variante, hemos aprendido el valor del céntimo que antes despreciábamos -esa monedilla inútil, molesta y que muchos se encargaron de eliminar de las fracciones monetarias de curso legal- y con él, la selección (a estimar y desestimar en función de la necesidad, no del antojo). Mucho más cuando hay que bregar en un extraño sistema mercantil en donde los precios siempre suben y rara vez bajan. La ley de la oferta y la demanda en este país es más que dudosa.
Con precios y tarifas concertados (en una infame y permitida colusión) y escandalosamente altos, el consumo se ha reducido (no el dinero, que todos sabemos dónde está) con todo lo que eso implica para el mercado y con todo lo que supone en el aspecto psicológico.
Se ha vuelto (al menos para cinco millones de desempleados y sus familias -súmense-) a la mentalidad de posguerra. Necesidad obliga, como la nobleza. Se impone la supervivencia por rigor, el buscarse la vida, el trapicheo para defenderse de una picaresca institucionalizada en donde la reina de picas es la propia administración mientras aumenta un largo rol de morosos en el que no figuran, incomprensiblemente, quienes más deben. En paralelo al aumento de la pobreza va la desconfianza en el futuro, en la incertidumbre del "nunca se sabe qué pasará mañana". Esa sensación de impotencia e inseguridad convierte a los antiguos consumidores -que aún "tienen posibles"- en seres relativamente mezquinos y reacios a gastar. La mercadotecnía se encargará de recuperar a casi todos; pero, lo más probable es que pasen un par de generaciones antes de que una inmensa minoría de aquellos, y sus núcleos familiares, vuelvan al redil consumista. Estos neoahorradores tienen una peculiaridad que los distingue de los otros: reducen y limitan al máximo sus constantes vitales de consumo. Eso convierte sus ahorros en una alcancía improductiva excepto para quienes ya vienen (con crisis y sin ella) sobrados: los bancos y sus clientes "vip" (¿será el apócope de "viper"?).
Toda alteración anormal de la economía conlleva, también, la creación de una generación de miserables, de desplazados socio-económicos que entran en barrena en la marginación. No encontrarán ubicación y subsistirán fuera de los cauces naturales de su entorno. Son desalojados que caerán en el olvido de políticos e instituciones, personas sin importancia a quienes se les excluirá sin justificación alguna y que ya no volverán a ocupar un puesto que quedará vacante. No tienen un perfil concreto y común; ni siquiera serán los menos capaces o los más indolentes o los "inadaptados". Es gente normal o incluso más preparada que la media-alta. Conozco algún caso. No dependerá de ellos, sino de sus veleidosas suertes y de la necedad de los hipócritas gobernantes más preocupados (como ya se está viendo otra vez) de sus lustres y sus intereses egoístas que de trabajar para sus "administrados". Todos estos que digo quedarán fuera del reparto y con una enorme soga quemándoles la gola.
Es cierto que hay que salvar distancias con los ejemplos y que no es un buen recurso establecer analogías porque, lo queramos o no, pertenecer a un ámbito político-económico más amplio permite obtener ayudas y tener balizas que flanqueen el camino a seguir (tanto el erróneo como el acertado). Sin embargo hay evidencias que sin llegar a ser calcadas, tienen una similitud estremecedora y que hace pensar en resultados parecidos.
Hoy por hoy estamos en lo más parecido a una economía de posguerra. Comparo situaciones y no me parece descabellado. Los miserables, cada vez son más; los ricos, cada vez lo son más y una clase media (la que goza de ciertos ingresos seguros) que siguiendo este comportamiento económico no va camino de la extinción pero sí de un estado de postración y esclavitud notable ante "los jefes". No, no es una visión apocalíptica: es una conjetura razonable si esta situación de ineptitud e inacción, de "insolidaridad", se prolonga un tiempo más sin que "alguienes" tomen las riendas de este jaco desbocado. Aunque deseo equivocarme...

02/06/2011

"Se vogliamo che tutto rimanga...".

econozco que durante un tiempo abracé con esperanzada ilusión la pacífica y abigarrada insurrección del 15 de Mayo. No he cedido un ápice en mi posición; sin embargo, el anhelo de que la rebeldía se consolidara y promoviera un cambio real y radical en todos los estamentos sociales se ha ido diluyendo. No es una sensación de derrota, sino de melancólica decepción.
Los tentáculos del poder son tenaces y, como los de toda organización privilegiada, restallarán furibundos antes que ceder sin liza un milímetro de su territorio.
La indolencia social, el conformismo y la ignorancia han facultado que ahora nos veamos, todos, comprimidos en un callejón sin salida. Soy consciente de que mucha gente respalda el levantamiento aunque no haya participado activamente en él. Pero, mucha más es la gente que se queja de su situación, blasfema contra sus dioses y su destino y se lamenta del mundo zafándose, luego, cuando llega la hora de la verdad. Su única voluntad reside en "evitar líos" y otras excusas del mismo jaez.
El poder (en todas sus vertientes), pues, no tiene enfrente a un enemigo capaz de oponerle una resistencia lo suficientemente fuerte como para, siquiera, hacer tambalearse sus abominables cimientos.
Ni toda la razón ni todos los apoyos externos han servido para movilizar a toda esa ciudadanía apática cuyo estatismo ha hecho que los poderosos salgan reforzados y dando tainas. No hay más que oír cómo el discurso político se acentúa en su estatus intocable y del resto (banqueros, jueces, multinacionales) mejor no hablar... Ninguno de estos grupos se ha dado por aludido. Todos han derivado interpretaciones a conveniencia solapando la clara personalización que se ha hecho contra ellos: el problema no es el sistema, sino la mutación que ellos han provocado en el sistema y a la que se aferran como lapas. Ellos -los cuatro poderes (económico, legislativo, ejecutivo y judicial)- han roto el equilibrio al aliarse impúdicamente y dándose a una escandalosa y complaciente sodomía de favoritismos y conchabeos inmorales. Han conseguido mantener su supremacía y permitirse, además, el lujo de contraatacar con desmesurada saña. Los políticos acometen, eso sí, pequeños cambios, más de pensamiento que de obra y siempre a su favor, para disimular, para despistar mientras se afianzan en sus peanas: que todo cambie para que todo permanezca igual. Los mismos a los que se reprobó son ahora los salvadores de la situación y del sistema, son sus garantes denodados. Le han dado la vuelta a la tortilla con promesas antiguas que nunca se hicieron realidad y que periódicamente vuelven a una desvaída vigencia.
Algo me queda claro: con esta "su legalidad" es imposible cambiar nada porque está manipulada. No hay cambios verdaderos.
Ha habido un castigo, sí. Un castigo mínimo, casi imperceptible e irrelevante para el interés nacional. Un castigo fácilmente revocable salvo que empiece a entrar en las conciencias algo tan elemental como que el gobierno del pueblo ha de ser eso, del pueblo y que éste tiene que dotarse de mecanismos defensivos contra los sinvergüenzas que han hecho fortuna y buena vida con la miseria de los demás. Un castigo fácilmente soslayable salvo que en las próximas elecciones el grito soberano sea potente, estremecedor y disuasorio. Aún queda esa oportunidad. Pasado ese momento, todo habrá sido de balde.
Es lamentable; pero, es así. Seguiremos "llorando como mujeres lo que no supimos defender como hombres". Para los políticos (y demás ralea), indignados; por los propios paisanos, despreciados... Si a cada cerdo le llega de verdad su sanmartín, en este país debería haber una auténtica masacre de marranos.

28/05/2011

La decisión y la estrategia

No descubro nada nuevo afirmando que Rodríguez Zapatero es un megalómano imprevisible; que es voltario y errático. Sin embargo, a pesar de las muchas conjeturas autorizadas y pronósticos sólidos, yo estoy firmemente convencido de que su decisión -que no es suya- de no dimitir es la consecuencia lógica de un razonamiento elemental.
¿Por qué debe R. Zapatero mantenerse hasta el final, hasta agotar su legislatura?
Este presidente esta "quemado" y eso es, precisamente, lo que van a aprovechar desde el P.S.O.E. para evitar una catástrofe que puede ser mayor en tiempo de generales.
La situación que atravesamos no va a cambiar en los meses que quedan para las elecciones. Pero, en todo caso, cambiar ahora la presidencia del gobierno no es "razonable" para el P.S.O.E.
Si el gobierno actual consigue una mejoría (aunque sea leve) permitirá al candidato Pérez presentarse desde una posición algo más cómoda y anotarse algún que otro tanto electoralista.
No obstante los augurios son infaustos.
Si la situación no mejora, o empeora, lo mejor es presentar al candidato como una persona ajena a la debacle y responsabilizar a quien ha ejercido tan mala gobernanza. De este modo se difunde la idea de renovación, de la famosa catarsis.
La dimisión de Rodríguez pondría a su sucesor en una posición inquietante porque el candidato sería, además de heredero, responsable directo (presidente) en un gobierno que -a pesar de su brevedad en el puesto- fue incapaz de desplazar siquiera unos centímetros la crisis que nos apabulla.
Resumiendo: sí Rodríguez dimite ahora, hunde a su sucesor. Si Rodríguez aguanta, se le adjudica a él la responsabilidad y el P.S.O.E. "se lava" para los próximos comicios la cara... Y la calva.
Aunque va a ser inútil. Afortunadamente. De que sea Pérez el elegido -con lo que se le viene encima: un presente y un pasado voraces- hablaremos otro día.