08/09/2016

LAS COSAS DEL QUERER

"España camisa blanca de mi esperanza...", de mi anhelo: no de la Aguirre, cantaba -cucú- la rana. Más que a la del blancor debería haberle cantado a la de fuerza, porque esto no es un país: es un frenopático en toda regla. Canta, chicharra, que canto monta, monta canto. Canta... Mañanas.
Hoy, lo primero que oigo en una tertulia -por llamar generosamente de alguna manera a lo que no es más que una simple catequesis de adoctrinamiento- versa sobre la transparencia. Uno, servidor, no ve mal eso de las transparencias; sobre todo de aquellas que no terminan de velar enamoradoras turgencias y otros riesgos. Aunque la transparencia que digo, no es de esas, de las sugerentes, de las "frívolas", sino de las que son más falsas que un beso de Judas.
Los señores políticos han tenido a bien publicar (por enésima vez, creo) sus patrimonios en un alarde de honestidad. Resulta, que vistos los datos, el que más ha ingresado (no sé si de todos los próceres o sólo de los dirigentes) a la hacienda pública -esa, sí, de la que se escaquean los ricos, los políticos y otros seres- es un tal Pablo Iglesias. A la zaga le va un hombre llamado Rivera y de lejos, a bastante distancia, mister -apócope, válgame, de misterio- Rajoy y ese chico tan majo del PSOE, el Sánchez y Apellido-Compuesto.
Ayer, de la mano de la noticia me vino la certeza de que los supositorios del periodismo pijoflauta en sus comentarios de hoy irían dirigidos, sin género de dudas, a emponzoñar el ruedo ibérico con interpretaciones sesgadas del asunto. "¡Eh, que aquí hay chicha!" Y todos a una con el "¡Anda, mira el Coletas, el que va de pobre!" Y tal y tal. Eso para omitir, por ejemplo, la perspectiva lógica más elemental: Puesto que es quien más ha declarado, puede -y sólo digo "puede"- que sea el más honesto en una hipotética pirámide crematística de Maslow. Porque, ¿quién se cree -de verdad- que Rajoy sólo tiene, con un patrimonio (el no oculto) de más un millón de euracos más lo que le damos por la jeró, 21.000 napos de vellón en cuenta? Con eso no tiene ni para pagar tres mensualidades del colegio de sus hijos: menuda ruina. Vamos, que eso no se lo cree ni Pánfilo redivivo. Canta de lejos, a la legua; cante jondo. Por eso le cuadra más y mejor, a mi precario entender, mister Rajoy.
En este país póstumo de caúmenes escurridos nos conformamos con que otros nos digan qué razonamientos son los aceptables y ahí nos las den todas: la razón de la sinrazón que no sé qué y todo eso...
Conclusión (la mía): de transparencia, ni la aproximación. Otra chanza más, otra mentira plus de nuestros señores diputados; de la mayor parte de ellos.
Y todo porque la cosa anda revueltilla en las Cortes de los Mil(on)agros y necesitan presentarse en los próximos comicios como auténticos dechados de virtud inmaculada, como seres sin mancilla para catapultarse, otra vez, al poder.
Porque ellos, gracias a nosotros, a nuestra estulticia, son quienes pueden poder y pueden y nos pueden. Nosotros, pobres, infames mortales paganos, hemos de conformamos con poder querer de tanto querer poder. Así son las cosas del querer... y no poder.

06/09/2016

CAMINO SORIA

La brillantez de algunos analistas políticos (por no decir de la mayoría) es proverbial. Ir a la tele o a la radio a "tertuliar" y venirse arriba es todo uno; así, sacando mucho buche, como implados de vanidad. Y sin sonrojo, oiga, sin inmutarse que sueltan la retahila en bucle los mozos y que se quedan -ya ve- tan panchos .
Tal vez sea porque, en realidad, no importa ni lo que aportan ni cómo lo hacen: el prestigio en este país no radica en la inteligencia, sino en la cantidad de veces que sales en la foto.
Pero, vamos a ver, almas de cántaro, ¿a qué pamemas estáis confiriendo una magnitud tan -a todas luces (las que os faltan)- desproporcionada?
Lo digo, más que nada, por el enésimo escándalo Soria; porque el camino Soria está jalonado de escándalos -no sólo dos: Panamá y Banco Mundial-, y con este último, conste, ni siquiera se llevan los pepeítas la palma aunque, de nuevo, eso sí, han conseguido desvirtuar la realidad; han conseguido, además, desplazar asuntos más perentorios a un discreto segundo término.
Se están cebando con Soria -que es un jeta y un pobre hombre a la vez: no es incompatible una cosa con la otra- aludiendo a razonamientos tan peregrinos como el de que un mentiroso no debe ser premiado con un puesto de ese calibre. Esto pone de manifiesto dos cosas. La primera es la escasez, la sequía intelectual de nuestros analistas (ya lo dejo escrito arriba); la segunda es la fragilidad de Soria; una debilidad que le convierte en presa fácil. Con su dimisión por los papeles de Panamá, Soria dejó patente que desde el punto de vista político no era más que un simple espantajo, un títere, un filón para sus correligionarios y para sus enemigos.
Que un político mienta con más o menos aplomo nunca ha sido en este país un obstáculo para que medrase. De hecho, mentir a la ciudadanía debe ser algo así como conseguir puntos extra. Y de ahí viene lo que no entiendo. A Soria se le suben a la chepa con lo de su mentira; pero, porque es fácil de atacar y de derribar. ¿Por qué no se hace lo mismo y se pone el mismo empeño con otros políticos de los que también sabemos que han mentido descaradamente y sin despeinarse? Sin ir muy lejos Felipe González, Aznar, R. Zapatero, Pérez Rubalcaba, Pepito Blanco, Montoro, Solchaga, Solbes, de Guindos, Magdalena Álvarez, Griñán, Cospedal (una y otra vez), Rafael Hernando (una y otra vez)... ¡Casi todos han mentido y han hecho de su capa un sayo desde que en España se restauró la democracia! Ahí están las hemerotecas y los archivos. Entonces, ¿de qué estamos hablando?
¿Cuál era el otro argumento? ¡Ah, sí! La designación a dedo, la puerta giratoria. Como si hubiese sido la primera y única. ¿Para cuando iguales escandaleras por los demás enchufes y dedazos? ¿Esos las dejamos pasar? ¿Sí? ¿Los olvidamos? Entonces, panda de capullos, ¿de qué estamos hablando?
Como iba diciendo, Bécquer no idiota ni Machado un ganapán... 

TIEMPOS DE SILENCIO...

...En esos andamos cuando deberíamos estar proclamando tiempos convulsos. Nos hemos instalado confortablemente en el silencio y la complacencia, en una desidia demoledora que permite a los hipócritas lameruzos, a los miserables, a los nepotes de turno, campar a sus anchas y a las de los demás. El bamboleo inestable de la cuerda floja que nos sostiene lo confundimos, intencionadamente, con el movimiento lúdico de un columpio.
Llevamos años soportando abusos que justificamos, atropellos que admitimos de manera incomprensible arguyendo no se sabe muy bien qué razones irracionales que sólo sirven para mantenernos a raya a nosotros mismos.
El panorama político es aterrador. Cada día nos izamos con un nuevo latigazo infligido por nuestros políticos. Trallazos a los que parece somos insensibles.
Vamos de cabeza a unas terceras elecciones que resolverán poco o nada porque el espectro político cambiará poco o nada. Quizá porque no debe cambiar; quizá porque lo que debe cambiar es la actitud de los políticos y su manía de gobernar sin otro control que el suyo propio de cada uno. Aunque sospecho que esa no mutará a menos que la ciudadanía despierte, se agite y obligue e imponga una nueva visión; a menos que abandone la vida contemplativa y empiece a participar de verdad, activamente, asumiendo que debe ser así porque en ello le va su bienestar y su progreso. Improbable por imposible.
Para llegar a lo anterior hay pasos previos donde el más importante es uno que no tiene visos de ser dado: pensar. Pensar -en un país cuya realidad cotidiana está regida por Telecinco, las Campos, la Esteban y similares- es mucho pedigüeñar.
El PP seguirá confinado en su peculiar empeño de "gobernar por ser el partido más votado" (o sea: por compañones) y nadie le afeará esa tesis porque a nadie se le ocurrirá decirle que "mayoría" no es igual a "más votado". El PSOE continuará inmerso en buscar un espacio que no encuentra porque perdió la brújula y en su desorientación ya no sabe ni en qué cardinal está ni a qué hemisferio pertenece. Tanto es así que resulta incomprensible que en sus filas militen "pepeítas" como Felipe González, Cristina Alberdi o Joaquín Leguina, por poner algunos ejemplos. El PSOE hace muchas lunas que ni está ni se le espera. ¿Y Ciudadanos? Ciudadanos, o Cuidádonos, con su "buenismo" malintencionado incurrirá de nuevo en un sinfín de sofismas que los más incautos y menos avisados tragarán a palo seco, y que satisfarán las hambres ficticias de sus acólitos aunque les raspen las gargantas y se las desuellen por dentro. ¿Por el bien de España? ¡Todo por la Patria! ¡Por España, siempre por España! Por el bien de España según quién; ¿quién determina que es lo mejor para España, para sus ciudadanos? ¿Tú, Rivera, Riverona, Riverilla, Riverita? ¿El PP o el PSOE, sus fantoches corruptos, que necesitan aún más tiempo -y en ello están, aprovechando- para tapar la mayor cantidad posible de corruptelas que tienen por ahí, repartidas, no vaya a ser que esto dé un giro insospechado y tengan que verse fuera del poder y procesados? ¡Tururú! Miedo da pensar en la venganza que Rajoy va a tomarse contra la población que, evidentemente, no le ha votado. Además de la política de tierra quemada -ya lo hizo el gabinete Erre Zapatero- y vaciado de discos duros, va a ser tremenda la política de eliminación de ayudas, de subsidios, de becas, de prestaciones... La que ha lucido hasta ahora no era la vela que iba delante. Ahora viene el "¡suh fáih a enterá!" y las velas que van a alumbrar serán negras como la pez, como el azabache, como un pozo sin fondo, como las que ponía la bruja piruja esa que salía por la tele intentando que alguien le hiciera un poco de puto caso. Es lo que pasa cuando se sabe que no se volverá a gobernar más. Podemos e IU, ¿qué hacen? Poco, parece. Podemos aún no ha sabido responder adecuadamente a esa acusación, universalizada ya y monótona, que es la de "¡que viene Venezuela!"; una acusación a la que la derecha le está sacando un jugo impresionante: dan la orden y en menos que canta un gallo portugués, todos los voceros y los voceras -desde Gata a Finisterre, desde Hernando a Inda- sueltan la consigna y el mantra una y otra vez, empalagosos, mientras los acusados sonríen y se encogen de hombros y de hombres. Y, a río revuelto, los nacionalismos... Que también cuentan; como el Gran Capitán; pero, cuentan.
Este es el bochornoso espectáculo, y no el tener que ir a las urnas por tercera vez; ridículo que sólo temen -pero de mentirijillas, sólo para intentar mantenerse en el poder- PP y PSOE y que los demás han hecho suyo. ¿Vergüenza por repetir una vez más las elecciones? La sentirán ellos, porque yo no. A mi me avergüenzan otras cosas: la corrupción enquistada; la ineptitud de nuestros políticos; la pasividad del pueblo al que vapulean y aun así jalea y vitorea en los mítines los nombres de sus verdugos; vestirme unos pantalones amarillos; ver a Botella hacer su guiñol espanglish y otros esperpentos... ¿Vergüenza por votar otra vez hasta que les entre en la cabeza que no es necesario -ni recomendable- gobernar con mayorías absolutas y fáciles? ¿De qué?
Deberíamos estar de nuevo en las calles. No molestando, no perjudicando a otros, no interfiriendo y fastidiando a los propios trabajadores como hacen los codiciosos pelagatos sindicalistas. Porque como les asignes esa misión a los sindicatos, entonces estamos apañados y vamos de cráneo: apaga y vámonos si dejamos en manos de esos succionadores la vindicación social. Deberíamos estar bloqueándolos a ellos, a los políticos y asociados; circundando el Congreso, cerrando el Senado, dificultando el acceso a sus casas. Protestando no: haciendo. No enarbolando pancartas de desobediencia civil ni insumusión, sino no pagando las tasas, precios, comisones y sanciones abusivas y recaudatorias de administraciones y emporios usureros, no pagando más propaganda ni más derroches ni más "a cuerpo de rey", no pagando más sueldos a empleados que nos dicen que hay que bajar nuestros sueldos, que de nuestros impuestos no hay para ayudas sociales pero sí para aumentar su nómina, pasearles en coche oficial, pagarles vivienda y sustento...
¡Ah, pero esto es España! Y España, ya se sabe, es un país de cabestros donde es el vecino el que quiere que sea el alcalde su vecino, su mucho español o su tía la del pueblo... O algo así.

27/08/2015

De cuando estuve poeta...

No fue del silencio;
los versos brotaron del abismo.
No del nombre,
manaron de su filo.
Surgieron caminando
arriesgados por el borde
de la muerte.
Nacieron condenados
al fuego de un infierno
prendido en ojos,
en dedos tiernos
cabalgando
la espalda estremecida;
en labios lejanos,
en labios secos.
Ni del silencio
ni de la voz los versos;
sólo del espejismo
extinguido
y de su vuelo aniquilado.

23/07/2015

La realidad invisible


Lo "políticamente correcto"; resulta, con frecuencia, enemigo de la realidad. La mayor parte de las veces porque los intereses -los creados- exigen silencio, moderación, prudencia: unos lo llaman "miedo"; otros "prudencia", estos "cobardía" y aquéllos "diplomacia". Reducir el análisis y la aceptación de la realidad a una omisión acomplejada en esas cuestiones ásperas que tanta quemazón dejan con su roce en la fingida convivencia se ha convertido en un arte, en una artimaña, en sobrevivir esquivando acusaciones, confrontaciones.
No obstante, la ocultación de  la realidad no la elimina, no la extingue. Y callarla, censurarla no es una novedad: siglos de dedos avisando silencio o amenazando miedo nos contemplan.
Pero, la realidad es testaruda y va ganando su terreno paulatinamente hasta que se nos echa encima y nos asfixia con sus tenazas.
Asumir la realidad es asumir la verdad y la verdad, casi siempre, es molesta.
Tenemos el enemigo a las puertas; pero, por dentro: abriéndoselas al resto de prosélitos dispuestos a rebanarnos la libertad y otros conceptos que no son de su agrado. No son la mayoría; pero, son más poderosos que esa mayoría porque cuentan con su miedo o su afinidad; eso, en ambos casos, es equivalente al apoyo incondicional.
Están dentro y se aprovechan de nuestras debilidades; de nuestra inclinación a no molestar, a ser correctos: eso les permite crecerse, y a nosotros acomplejarnos más.
Las incoherencias de fanatismos pasados han dejado una herencia terrible y tememos decir la verdad, expresar lo que sencillamente se ve. Sobre todo cuando esa verdad coincide con opuestos cuyas razones se basan, exclusivamente, en otro fanatismo del mismo cariz y no en argumentos válidos.
Creemos que vamos hacia adelante; lo creemos con fe, con firmeza, con convicción. Y lo cierto es que nuestro camino es una senda espiral en la que vamos de silencio a silencio, como de oca a oca, hasta la casilla final, la del silencio absoluto cubierto de mármol y sombra alargada de ciprés donde descansaremos con el cuerpo por un lado y la cabeza, con suerte, por otro: casi completos.

11/11/2014


 

06/02/2014

EL NEGOCIO DEL ESTADO

No solo estamos fichados desde que nos nacen, sino que el control se extiende a todas nuestras actividades y posesiones de tal manera que es imposible, prácticamente, hacer nada a espaldas del gran ojo de la administración.
Paulatinamente, nuestros políticos -alentados por la pasividad y la indolencia ciudadanas- han reducido nuestra libertad, nuestros derechos y nuestra capacidad de maniobra privada. Determinan cuando quieren y como quieren qué impuestos y pagos hemos de soportar para satisfacer sus veleidades; imponen qué es legal y qué no lo es, y cuándo y cómo, únicamente en función de sus intereses (el cambio temporal, por ejemplo, de los límites de velocidad); o deciden cuándo podemos hacer o deshacer.
Hasta tal punto hemos pignorado nuestra libertad y nuestros derechos que hemos perdido toda posibilidad de recuperarlos, mientras ellos -los políticos-, en busca de una permanente y pantagruélica recaudación innecesaria, nos han llevado a extremos de una sordidez y un patetismo pintorescos: no puedo vender mi casa a otro sin pagar a la administración; no puedo regalar mi coche sin pagar a la administración; no puedo organizar en el patio de mi casa, que es particular, un mercadillo vecinal para desprenderme de aquellas cosas que ya no quiero... Y así sucesivamente.
La injerencia de los políticos en nuestras vidas ha llegado a un punto que a mi me parece indecente, injustificable e incomprensible. Un punto que no deberíamos haber permitido y mucho menos cuando se supone, así nos lo venden, estamos en un sistema de economía "liberal". Pero, dicen, así es el sistema y es bueno. Y ya lo creo que es bueno. Bueno para ellos, para los acemileros que arrean a la reata ciudadana; ¿o quizá no es recua, sino piara; o mansa manada, simplemente, y no ciudadanía?

15/12/2013

Renta Básica Universal

A pesar del interés de algunos estamentos por solapar esta idea, lo cierto es que las organizaciones que la defienden han conseguido -no sin esfuerzo y dedicación- abrir el debate o, cuando menos, integrarla en las redes sociales y otros foros; han conseguido hacerla visible y difundirla. Es fácil (por evidente) imaginar quienes serán los detractores de la Renta Básica Universal, y fácil (por lógico) determinar quienes serán sus paladines.
Quienes pretenden denostarla, anularla, arguyen casi unánimemente que asignar una renta de este tipo fomentaría una sociedad holgazana que hundiría cualquiera economía. No parece que tengan en su poder muchas más razones. Los defensores, por contra, cuentan con estudios que si bien no son más que eso, estudios y análisis sin mucha más base sólida que la de un ejemplo o dos y la utopía, apelan a un espectro más amplio que no se reduce solo a la filantropía, al aspecto humanitario. Aducen estos últimos que la distribución de la renta genera, resumiendo, riqueza sin empobrecer.
 
Yo estoy más por esto segundo. Parece razonable pensar que si la ciudadanía tiene renta disponible habrá consumo y, con él, generación de riqueza -no es preciso seguir citando nombres insignes de la res económica, eso ya sobra-. Esto es así por mucho que un nutrido grupo de cazurros economistas (esos mismos que no vieron el despropósito y la crisis que se avecinaban cuando lo hicimos todos los demás -sin ser más que meros espectadores con cierta capacidad analítica-) lo niegue basándose, quizá, en los mismos criterios que aplicaron para no pronosticar el infierno que se abría ante nosotros.
Tampoco creo que la gente dejara de trabajar por el hecho de tener una renta asegurada: ¿cuántos premiados de los juegos de azar han dejado sus ocupaciones profesionales? Pocos o ninguno. Y ahí está el quid que parece se nos escapa.
 
La Renta Básica Universal al asegurar lo elemental para una vida digna regularía, equilibraría, la oferta salarial de modo que los empresarios tendrían que ajustar los salarios que pagan a parámetros más acordes con la realidad socioeconómica si quieren obtener mano de obra. Un reajuste necesario.

Esto, evidentemente, no les resulta interesante en absoluto a quienes (ahora más aún) tienen  en su puño a la masa laboral; de ahí su rechazo frontal.