17/09/2016

EL MOTÍN (SOCIAL)

  Acaso sólo sea una extensa metáfora sobre el poder; sobre una lucha justa que pretende, infrustuosamente desde las normas establecidas, cambiar los modales de un poder tiránico cuya lucha es la de mantenerse incólume. Puede que, en definitiva, sea la pugna eterna entre el bien y el mal, siempre quebrados por confusas interpretaciones y desatinadas atribuciones.
  La ley establecida debe ser, a juicio de quienes la defienden, respetada, seguida e incluso venerada. Una ley que no puede ser transgredida a pesar de su excesivo rigor, de su injustificada rudeza, de su inexplicable desequilibrio. Todos deben vivir bajo esa ley y todos deben someterse a ella sin más amparo que el derivado de la obediencia. Una ley conveniente a la jerarquía gobernante con la que mantinen sus rangos, sus prerrogativas y un orden indiscutido e indiscutible. El capitán Bligh lo sabe: gracias a esa norma él es intocable; esa norma le permite ser inflexible sin remordimiento y sin castigo; esa norma le permite excederse en el tratamiento a los inferiores mientras él no puede ser respondido siquiera. Bligh puede, caprichosamente, amparado en la ley, injuriar, torturar o ajusticiar sin temor a ser reprobado o condenado por ello. Pero, Bligh no es más que un trebejo del despotismo regente, un engranaje más de la cadena de mando sobre quien recae, dado el momento, la dudosa responsabilidad de gobernar una pequeña sociedad. Nadie enjuicia ni pone en duda su mando hasta que la firmeza del gobierno pasa a ser la satrapía de un orate, de un hombre absorbido por el delirio del poder.

  Entonces... ¿Entonces qué ocurre? ¿Lo esperado? ¿Lo natural? ¿Lo lógico y razonable? Lo que ocurre es todo lo anterior. La tripulación, harta de verse desposeída, ninguneada, sacrificada y salvajemente sometida y deliberadamente despojada de su libertad y derechos se indigna y rebela. No toda la tripulación, claro: en todo amotinamiento social siempre hay quienes, cobardes o conformes con su situación dentro del entramado y convencidos de que ese es el estado natural de las cosas, se mantienen al margen sin participar, o incluso zancadilleando -en extraña connivencia con sus verdugos- a quienes participan en la algarada; ni siquiera todos los más perjudicados se levantan. Sólo lo hacen aquéllos que ven la injusticia a que se les aboca y se niegan a seguir aceptándola. Sin embargo, el poder dominante, el establecido “legalmente” (así, entrecomillado) se opone, evidentemente: ¡Cómo es esto? ¡Cómo osan enfrentarse a la norma, a la ley? ¡Con qué derecho intentan deponer al poder y a sus representantes? ¡Ni hablar! La paz social del buque impone el respeto a lo establecido. Amotinarse es un delito flagrante que debe ser convenientemente castigado. Es un pecado. ¡Un atentado contra la sociedad de bien! ¿O es que pretenden despojar a la sociedad de sus derechos? ¿Quién les da esa atribución? ¡Ni hablar! ¡No, no y no! ¡Es preciso reducir a los revoltosos que quieren subvertir el orden y arrojar del poder a quienes lo detentan (no sustentan ni, mucho menos, ostentan)! Porque sólo una ley es buena: la que rige. Y querer cambiarla, hacerla más justa, más humana, más equilibrada es algo que ya determinarán en su momento si lo consideran oportuno quienes tienen el poder... Ahora.

  Por cierto: Fletcher (no sé si es el trasunto de la virtud y la equidad, de la justicia) muere ; Bligh (el absolutista, el infame arbitrario que todos aborrecemos), vive. Deshonrado con la boca chica, humillado con un coscorrón; pero vive y mantiene sus privilegios y su hacienda intactos; ¿removido de su puesto? No, por cierto: respuesto en él y aplaudido cuando no envidiado. Es aquí cuando los próceres, los patriotas que jamás traicionarían a su tripulación ni a su patria, ni a su honor, ahogado ya su sofoco, se congratulan y afirman sin pudor que por fin se ha hecho “justicia”, que el Estado de Derecho y el Orden están salvo y que la solidez de las instituciones queda fuera de cualquiera duda. Da qué pensar. No sé si me explico...

15/09/2016

DE TRIUMPHO STULTITIAE

ELOGIO DE LA ESTULTICIA

Capítulo LV

     Pero dejemos ya en buena hora a estos histriones; son tan ingratos disimulando los beneficios que de mí reciben como deshonestos al fingir devoción.

     Hace ya rato que deseaba deciros algunas palabras sobre los reyes y los príncipes que me rinden sincero culto, y voy a exponeros este asunto con la libertad de toda persona libre. Si alguno de éstos tuviera sólo media onza de sentido común, ¿habría existencia más triste y más merecedora de ser rehuida que la suya? En verdad que no creerían que valiese la pena de adquirir el poder por una traición o un parricidio, ya que es una carga inmensa la que se echa sobre los hombros quien quiere proceder como verdadero rey. El que toma las riendas del gobierno no debe ocuparse en sus asuntos propios, sino en los públicos; debe únicamente interesarse por el interés general, no apartarse ni lo ancho de un dedo de las leyes que él ha promulgado y de las que es ejecutor, y responder de la integridad de todos los funcionarios y magistrados. Expuesto a las miradas del pueblo, puede ser como un astro benéfico que procura la máxima dicha de sus súbditos, o como maléfica estrella que acumula los mayores descalabros. Los vicios de los demás ni se advierten ni se divulgan tan vastamente, pero él está en posición tal, que si en algo se aparta de la honestidad, ello se extiende a muchedumbre de personas como funesta peste. Los reyes están, además, tan expuestos por su sino a encontrar al paso mil cosas que les suelen desviar de la rectitud, como son placeres, independencia, adulación y lujo, que han de agravar la vigilancia y redoblar el esfuerzo para mantenerse al margen de ellos y no dejar, engañados, de cumplir con el deber. En suma, para no hablar de asechanzas, odio y otros peligros y temores, sobre sus cabezas hay otro Rey verdadero que les pide estrecha cuenta de sus más pequeñas acciones con tanto mayor severidad cuanto más grande haya sido su poderío.

     Si reflexionase sobre estas cosas, y muchas más del mismo orden, y reflexionaría, si fuese sensato, no tendría sueño ni banquete deleitable. Pero con mi ayuda dejan en manos de los dioses todos esos cuidados, no se ocupan sino en vivir muellemente y sólo dejan llegar a sus oídos a quienes saben hablar de cosas divertidas para que no sea turbado por un momento su ánimo. Se imaginan que cumplen intachablemente el deber real con cazar constantemente, tener hermosos caballos, vender en beneficio propio los cargos y las magistraturas y aplicarse a encontrar medios nuevos de apoderarse del dinero de los vasallos y llevarlo a su tesoro. Así, para cubrir con la máscara de la justicia sus iniquidades, resucitan viejos títulos y de cuando en cuando añaden algún halago al pueblo para tenerlo en su favor.

     Imaginaos un hombre como son a veces los reyes, desconocedor de las leyes, enemigo, o poco menos, del bien público, atento a su provecho, dado a los placeres, hostil al saber, a la libertad y a la verdad; desinteresado por completo del bienestar de su Estado y que lo mide todo a tenor de sus caprichos y liviandades. Si se le coloca collar de oro, emblema de la coherencia de todas las virtudes; enjoyada corona, que represente que debe sobrepasar a todo el mundo por el brillo de sus acciones; el cetro, símbolo de justicia y de rectitud de ánimo, y, en fin, el manto de púrpura, insignia de vivo amor a su pueblo y el monarca confronta lo que representan estas insignias y su verdadera conducta, yo os digo que habrían de abochornarle tales atributos y viviría en el temor de que algún malicioso hiciese burla y risa de todo ese aparato teatral.

Erasmo de Rotterdam



"¡Qué mala suerrrrte!", exclamaba, arrastrando la erre antes de rematar con una carcajada, Alfonso Arús parapetado tras unas antiparras enormes disfrazado -acaso no mucho- del histrión Pepe Gáfez. Ese sencillo gag, tan inocente, tan soso, tan inofensivo, condensa toda la trascendencia que el espíritu español da a su fatalismo: "¡Qué le vamos a hacer!", "Es lo que hay", "Así son las cosas", "Virgencita -condecorada o no-, virgencita: que me quede como estoy" (o sea: tonto; tontolculo; gilipás), "Y si no son estos son los otros"... Y así, amalgamando resignación, hipocresía, cobardía y necedad vamos tirando.
No es sólo el remolino desatado estos días por la cuestión de Rita Barberá, quien hace honor a su nombre (el escaño que se me da, no se me quita), y que nos ha hecho olvidar -al menos parcialmente- que los dos grandes partidos nacionales y algunos partidos nacionalistas siguen siendo nidos de corrupción, de chanchullos y mamandurrías, y que siguen ahí, gobernando (o no; pero, pudiendo mucho aún, en todo caso): ¿Dónde quedan los mamoneos de la Cospe, de la Aguirre, de Susanita Díaz, de Álvarez Cascos, de Pepe Blanco, de..? ¿Se han esfumado? ¿Se han diluído en el profundo y grato río del olvido? Con cada mentira que nos embaulamos voluntariamente sabiendo que es mentira, con cada faena que nos hacen y que soportamos estoica y estúpidamente, hacemos un chiste y ya está todo resuelto.
Permitimos que un Presidente de Gobierno -o cualquier otro- no sólo salga ileso de una rueda de prensa; le permitimos incluso que no responda a las preguntas (ni directa ni plasmáticamente); permitimos eso y más: la lista es infinita. Medio millón de periodistas (alguno casi casi de verdad) y a ninguno de ellos se le ocurre exigir lo elemental: "le exijo, porque es su obligación, porque es una servidumbre del cargo en el que me representa y desde el que en mi nombre gestiona, que responda, señor político: ¡quién cojones se ha creído que es usted, imbécil?" Esa, de entrada; porque el no sacarle los colores a quien corresponda ahí mismo cuando engaña y falsea, también debería tener su sitio. Lo de echarles...
Pero, aquí no. En España, no. 
¿La explicación para esa indolencia atávica? Sólo puede ser una: estamos poseídos por el alma de la ignorancia. Poseídos y "tanagustito" con la posesión. Y los que somos minoría no podemos hacer nada: los idiotas ya no nos dejan ni protestar: es antipatriótico. El triunfo absoluto de la estulticia hay que asumirlo. Llegados a este punto en el que sólo cabe renunciar a casi todo menos al desánimo y a los paisajes en solitud, lo único que algunos esperamos es que al menos los estultos tengan la decencia, la deferencia,  de sacar un listado completo y cumplido de quiénes son para poder identificarlos sin tener la necesidad de esperar a que abran la boca para descubrirlo.

08/09/2016

LAS COSAS DEL QUERER

"España camisa blanca de mi esperanza...", de mi anhelo: no de la Aguirre, cantaba -cucú- la rana. Más que a la del blancor debería haberle cantado a la de fuerza, porque esto no es un país: es un frenopático en toda regla. Canta, chicharra, que canto monta, monta canto. Canta... Mañanas.
Hoy, lo primero que oigo en una tertulia -por llamar generosamente de alguna manera a lo que no es más que una simple catequesis de adoctrinamiento- versa sobre la transparencia. Uno, servidor, no ve mal eso de las transparencias; sobre todo de aquellas que no terminan de velar enamoradoras turgencias y otros riesgos. Aunque la transparencia que digo, no es de esas, de las sugerentes, de las "frívolas", sino de las que son más falsas que un beso de Judas.
Los señores políticos han tenido a bien publicar (por enésima vez, creo) sus patrimonios en un alarde de honestidad. Resulta, que vistos los datos, el que más ha ingresado (no sé si de todos los próceres o sólo de los dirigentes) a la hacienda pública -esa, sí, de la que se escaquean los ricos, los políticos y otros seres- es un tal Pablo Iglesias. A la zaga le va un hombre llamado Rivera y de lejos, a bastante distancia, mister -apócope, válgame, de misterio- Rajoy y ese chico tan majo del PSOE, el Sánchez y Apellido-Compuesto.
Ayer, de la mano de la noticia me vino la certeza de que los supositorios del periodismo pijoflauta en sus comentarios de hoy irían dirigidos, sin género de dudas, a emponzoñar el ruedo ibérico con interpretaciones sesgadas del asunto. "¡Eh, que aquí hay chicha!" Y todos a una con el "¡Anda, mira el Coletas, el que va de pobre!" Y tal y tal. Eso para omitir, por ejemplo, la perspectiva lógica más elemental: Puesto que es quien más ha declarado, puede -y sólo digo "puede"- que sea el más honesto en una hipotética pirámide crematística de Maslow. Porque, ¿quién se cree -de verdad- que Rajoy sólo tiene, con un patrimonio (el no oculto) de más un millón de euracos más lo que le damos por la jeró, 21.000 napos de vellón en cuenta? Con eso no tiene ni para pagar tres mensualidades del colegio de sus hijos: menuda ruina. Vamos, que eso no se lo cree ni Pánfilo redivivo. Canta de lejos, a la legua; cante jondo. Por eso le cuadra más y mejor, a mi precario entender, mister Rajoy.
En este país póstumo de caúmenes escurridos nos conformamos con que otros nos digan qué razonamientos son los aceptables y ahí nos las den todas: la razón de la sinrazón que no sé qué y todo eso...
Conclusión (la mía): de transparencia, ni la aproximación. Otra chanza más, otra mentira plus de nuestros señores diputados; de la mayor parte de ellos.
Y todo porque la cosa anda revueltilla en las Cortes de los Mil(on)agros y necesitan presentarse en los próximos comicios como auténticos dechados de virtud inmaculada, como seres sin mancilla para catapultarse, otra vez, al poder.
Porque ellos, gracias a nosotros, a nuestra estulticia, son quienes pueden poder y pueden y nos pueden. Nosotros, pobres, infames mortales paganos, hemos de conformamos con poder querer de tanto querer poder. Así son las cosas del querer... y no poder.

06/09/2016

CAMINO SORIA

La brillantez de algunos analistas políticos (por no decir de la mayoría) es proverbial. Ir a la tele o a la radio a "tertuliar" y venirse arriba es todo uno; así, sacando mucho buche, como implados de vanidad. Y sin sonrojo, oiga, sin inmutarse que sueltan la retahila en bucle los mozos y que se quedan -ya ve- tan panchos .
Tal vez sea porque, en realidad, no importa ni lo que aportan ni cómo lo hacen: el prestigio en este país no radica en la inteligencia, sino en la cantidad de veces que sales en la foto.
Pero, vamos a ver, almas de cántaro, ¿a qué pamemas estáis confiriendo una magnitud tan -a todas luces (las que os faltan)- desproporcionada?
Lo digo, más que nada, por el enésimo escándalo Soria; porque el camino Soria está jalonado de escándalos -no sólo dos: Panamá y Banco Mundial-, y con este último, conste, ni siquiera se llevan los pepeítas la palma aunque, de nuevo, eso sí, han conseguido desvirtuar la realidad; han conseguido, además, desplazar asuntos más perentorios a un discreto segundo término.
Se están cebando con Soria -que es un jeta y un pobre hombre a la vez: no es incompatible una cosa con la otra- aludiendo a razonamientos tan peregrinos como el de que un mentiroso no debe ser premiado con un puesto de ese calibre. Esto pone de manifiesto dos cosas. La primera es la escasez, la sequía intelectual de nuestros analistas (ya lo dejo escrito arriba); la segunda es la fragilidad de Soria; una debilidad que le convierte en presa fácil. Con su dimisión por los papeles de Panamá, Soria dejó patente que desde el punto de vista político no era más que un simple espantajo, un títere, un filón para sus correligionarios y para sus enemigos.
Que un político mienta con más o menos aplomo nunca ha sido en este país un obstáculo para que medrase. De hecho, mentir a la ciudadanía debe ser algo así como conseguir puntos extra. Y de ahí viene lo que no entiendo. A Soria se le suben a la chepa con lo de su mentira; pero, porque es fácil de atacar y de derribar. ¿Por qué no se hace lo mismo y se pone el mismo empeño con otros políticos de los que también sabemos que han mentido descaradamente y sin despeinarse? Sin ir muy lejos Felipe González, Aznar, R. Zapatero, Pérez Rubalcaba, Pepito Blanco, Montoro, Solchaga, Solbes, de Guindos, Magdalena Álvarez, Griñán, Cospedal (una y otra vez), Rafael Hernando (una y otra vez)... ¡Casi todos han mentido y han hecho de su capa un sayo desde que en España se restauró la democracia! Ahí están las hemerotecas y los archivos. Entonces, ¿de qué estamos hablando?
¿Cuál era el otro argumento? ¡Ah, sí! La designación a dedo, la puerta giratoria. Como si hubiese sido la primera y única. ¿Para cuando iguales escandaleras por los demás enchufes y dedazos? ¿Esos las dejamos pasar? ¿Sí? ¿Los olvidamos? Entonces, panda de capullos, ¿de qué estamos hablando?
Como iba diciendo, Bécquer no idiota ni Machado un ganapán... 

TIEMPOS DE SILENCIO...

...En esos andamos cuando deberíamos estar proclamando tiempos convulsos. Nos hemos instalado confortablemente en el silencio y la complacencia, en una desidia demoledora que permite a los hipócritas lameruzos, a los miserables, a los nepotes de turno, campar a sus anchas y a las de los demás. El bamboleo inestable de la cuerda floja que nos sostiene lo confundimos, intencionadamente, con el movimiento lúdico de un columpio.
Llevamos años soportando abusos que justificamos, atropellos que admitimos de manera incomprensible arguyendo no se sabe muy bien qué razones irracionales que sólo sirven para mantenernos a raya a nosotros mismos.
El panorama político es aterrador. Cada día nos izamos con un nuevo latigazo infligido por nuestros políticos. Trallazos a los que parece somos insensibles.
Vamos de cabeza a unas terceras elecciones que resolverán poco o nada porque el espectro político cambiará poco o nada. Quizá porque no debe cambiar; quizá porque lo que debe cambiar es la actitud de los políticos y su manía de gobernar sin otro control que el suyo propio de cada uno. Aunque sospecho que esa no mutará a menos que la ciudadanía despierte, se agite y obligue e imponga una nueva visión; a menos que abandone la vida contemplativa y empiece a participar de verdad, activamente, asumiendo que debe ser así porque en ello le va su bienestar y su progreso. Improbable por imposible.
Para llegar a lo anterior hay pasos previos donde el más importante es uno que no tiene visos de ser dado: pensar. Pensar -en un país cuya realidad cotidiana está regida por Telecinco, las Campos, la Esteban y similares- es mucho pedigüeñar.
El PP seguirá confinado en su peculiar empeño de "gobernar por ser el partido más votado" (o sea: por compañones) y nadie le afeará esa tesis porque a nadie se le ocurrirá decirle que "mayoría" no es igual a "más votado". El PSOE continuará inmerso en buscar un espacio que no encuentra porque perdió la brújula y en su desorientación ya no sabe ni en qué cardinal está ni a qué hemisferio pertenece. Tanto es así que resulta incomprensible que en sus filas militen "pepeítas" como Felipe González, Cristina Alberdi o Joaquín Leguina, por poner algunos ejemplos. El PSOE hace muchas lunas que ni está ni se le espera. ¿Y Ciudadanos? Ciudadanos, o Cuidádonos, con su "buenismo" malintencionado incurrirá de nuevo en un sinfín de sofismas que los más incautos y menos avisados tragarán a palo seco, y que satisfarán las hambres ficticias de sus acólitos aunque les raspen las gargantas y se las desuellen por dentro. ¿Por el bien de España? ¡Todo por la Patria! ¡Por España, siempre por España! Por el bien de España según quién; ¿quién determina que es lo mejor para España, para sus ciudadanos? ¿Tú, Rivera, Riverona, Riverilla, Riverita? ¿El PP o el PSOE, sus fantoches corruptos, que necesitan aún más tiempo -y en ello están, aprovechando- para tapar la mayor cantidad posible de corruptelas que tienen por ahí, repartidas, no vaya a ser que esto dé un giro insospechado y tengan que verse fuera del poder y procesados? ¡Tururú! Miedo da pensar en la venganza que Rajoy va a tomarse contra la población que, evidentemente, no le ha votado. Además de la política de tierra quemada -ya lo hizo el gabinete Erre Zapatero- y vaciado de discos duros, va a ser tremenda la política de eliminación de ayudas, de subsidios, de becas, de prestaciones... La que ha lucido hasta ahora no era la vela que iba delante. Ahora viene el "¡suh fáih a enterá!" y las velas que van a alumbrar serán negras como la pez, como el azabache, como un pozo sin fondo, como las que ponía la bruja piruja esa que salía por la tele intentando que alguien le hiciera un poco de puto caso. Es lo que pasa cuando se sabe que no se volverá a gobernar más. Podemos e IU, ¿qué hacen? Poco, parece. Podemos aún no ha sabido responder adecuadamente a esa acusación, universalizada ya y monótona, que es la de "¡que viene Venezuela!"; una acusación a la que la derecha le está sacando un jugo impresionante: dan la orden y en menos que canta un gallo portugués, todos los voceros y los voceras -desde Gata a Finisterre, desde Hernando a Inda- sueltan la consigna y el mantra una y otra vez, empalagosos, mientras los acusados sonríen y se encogen de hombros y de hombres. Y, a río revuelto, los nacionalismos... Que también cuentan; como el Gran Capitán; pero, cuentan.
Este es el bochornoso espectáculo, y no el tener que ir a las urnas por tercera vez; ridículo que sólo temen -pero de mentirijillas, sólo para intentar mantenerse en el poder- PP y PSOE y que los demás han hecho suyo. ¿Vergüenza por repetir una vez más las elecciones? La sentirán ellos, porque yo no. A mi me avergüenzan otras cosas: la corrupción enquistada; la ineptitud de nuestros políticos; la pasividad del pueblo al que vapulean y aun así jalea y vitorea en los mítines los nombres de sus verdugos; vestirme unos pantalones amarillos; ver a Botella hacer su guiñol espanglish y otros esperpentos... ¿Vergüenza por votar otra vez hasta que les entre en la cabeza que no es necesario -ni recomendable- gobernar con mayorías absolutas y fáciles? ¿De qué?
Deberíamos estar de nuevo en las calles. No molestando, no perjudicando a otros, no interfiriendo y fastidiando a los propios trabajadores como hacen los codiciosos pelagatos sindicalistas. Porque como les asignes esa misión a los sindicatos, entonces estamos apañados y vamos de cráneo: apaga y vámonos si dejamos en manos de esos succionadores la vindicación social. Deberíamos estar bloqueándolos a ellos, a los políticos y asociados; circundando el Congreso, cerrando el Senado, dificultando el acceso a sus casas. Protestando no: haciendo. No enarbolando pancartas de desobediencia civil ni insumusión, sino no pagando las tasas, precios, comisones y sanciones abusivas y recaudatorias de administraciones y emporios usureros, no pagando más propaganda ni más derroches ni más "a cuerpo de rey", no pagando más sueldos a empleados que nos dicen que hay que bajar nuestros sueldos, que de nuestros impuestos no hay para ayudas sociales pero sí para aumentar su nómina, pasearles en coche oficial, pagarles vivienda y sustento...
¡Ah, pero esto es España! Y España, ya se sabe, es un país de cabestros donde es el vecino el que quiere que sea el alcalde su vecino, su mucho español o su tía la del pueblo... O algo así.

27/08/2015

De cuando estuve poeta...

No fue del silencio;
los versos brotaron del abismo.
No del nombre,
manaron de su filo.
Surgieron caminando
arriesgados por el borde
de la muerte.
Nacieron condenados
al fuego de un infierno
prendido en ojos,
en dedos tiernos
cabalgando
la espalda estremecida;
en labios lejanos,
en labios secos.
Ni del silencio
ni de la voz los versos;
sólo del espejismo
extinguido
y de su vuelo aniquilado.

23/07/2015

La realidad invisible


Lo "políticamente correcto"; resulta, con frecuencia, enemigo de la realidad. La mayor parte de las veces porque los intereses -los creados- exigen silencio, moderación, prudencia: unos lo llaman "miedo"; otros "prudencia", estos "cobardía" y aquéllos "diplomacia". Reducir el análisis y la aceptación de la realidad a una omisión acomplejada en esas cuestiones ásperas que tanta quemazón dejan con su roce en la fingida convivencia se ha convertido en un arte, en una artimaña, en sobrevivir esquivando acusaciones, confrontaciones.
No obstante, la ocultación de  la realidad no la elimina, no la extingue. Y callarla, censurarla no es una novedad: siglos de dedos avisando silencio o amenazando miedo nos contemplan.
Pero, la realidad es testaruda y va ganando su terreno paulatinamente hasta que se nos echa encima y nos asfixia con sus tenazas.
Asumir la realidad es asumir la verdad y la verdad, casi siempre, es molesta.
Tenemos el enemigo a las puertas; pero, por dentro: abriéndoselas al resto de prosélitos dispuestos a rebanarnos la libertad y otros conceptos que no son de su agrado. No son la mayoría; pero, son más poderosos que esa mayoría porque cuentan con su miedo o su afinidad; eso, en ambos casos, es equivalente al apoyo incondicional.
Están dentro y se aprovechan de nuestras debilidades; de nuestra inclinación a no molestar, a ser correctos: eso les permite crecerse, y a nosotros acomplejarnos más.
Las incoherencias de fanatismos pasados han dejado una herencia terrible y tememos decir la verdad, expresar lo que sencillamente se ve. Sobre todo cuando esa verdad coincide con opuestos cuyas razones se basan, exclusivamente, en otro fanatismo del mismo cariz y no en argumentos válidos.
Creemos que vamos hacia adelante; lo creemos con fe, con firmeza, con convicción. Y lo cierto es que nuestro camino es una senda espiral en la que vamos de silencio a silencio, como de oca a oca, hasta la casilla final, la del silencio absoluto cubierto de mármol y sombra alargada de ciprés donde descansaremos con el cuerpo por un lado y la cabeza, con suerte, por otro: casi completos.

11/11/2014