24/03/2012

La bella, la bestia.

Voy a suponer, excesivamente, que todo el mundo conoce el cuento de La bella y la bestia.
Sin duda es una extensa metáfora de "la belleza está en el interior", "el amor -como la fe- salva", "lo importante no es el aspecto físico sino la personalidad, la bondad"... Todo eso está muy bien pero, al final, no deja de ser una absoluta memez sólo dable en el mundo de la fantasía, una baratija moral tan encomiable como carente de valor en el mundo real.


Hay alrededor de este asunto una vastísima colección de cuentos y narraciones de todas las culturas y épocas (desde la mitología hasta nuestros días) dedicados a ponderar, con mayor o menor suerte y acierto, la sensatez de elegir con el corazón y no con los ojos. Vasta, como digo, e inútil.
Las apariencias engañan; pero, las apariencias nos atraen y nos fascinan y seguimos prefiriendo al machito chocolatero del calendario o a la rubia tonta (que ya cada uno sabrá defenderse) que al tontorrón altruísta o a la gafotas y con coletas empollona de la clase.
Nos dejamos deslumbrar por el envoltorio; luego, si hay suerte y nos ha tocado el bombón relleno, mejor que mejor...
¿Cuántos se han enamorado de una persona fea y han sufrido desamor, angustia, amargura por ella? ¿Cuántos se han enamorado de una persona veinte años mayor y no de otros intereses aledaños que vinieran de serie?
Seamos serios, sinceros y realistas: nadie. Porque el amor tampoco es ciego y sí tiene edad; entre otras cosas.
No voy a indagar en quiénes son más ladinos en estos menesteres, si hombres o mujeres, aunque todos tenemos la respuesta en la cabeza.
Lo único alentador, estimulante, en todo este complejo entramado es que el azar es caprichoso y con alguna frecuencia vengativa sucede lo imprevisto: la bestia, cansada de cortejar a la bella y de sus desdenes, harta de ser generosa y romántica y atenta, se aleja en silencio y es entonces cuando la bella, contrariada, se siente irrefrenablemente atraída procurándose un raro final infeliz.
Yo conozco un caso en el que, lo que es la vida, se dan todos los ingredientes que no debe tener el cuento de hadas. Un ejemplo a horcajadas entre Cyrano y el pobre y jorobado campanero y en el que ahora la Roxana/Esmeralda de turno es la que sufre "en viendo" lo que perdió. Patético, sí; ¡y reconfortante! No es malicia gratuita. ¿Verdad Efe?
La inteligencia, el ingenio, la bondad y todo eso pueden seducir, sí... Pero, sólo para tomar café y pasar un buen rato tapando los agujeros del alma. Los otros agujeros se tapan con otro barro según posibles... O no se tapan, que es otra opción.

22/03/2012

El duro camino hacia la miseria

No creo en los axiomas, en la solidez y contundencia de esas verdades que después el tiempo se encarga de poner en otro sitio. Ninguna idea es irremplazable; la veleidad humana puede sin pudor ni remordimiento sustituirla según la voluntad del momento y según la conveniencia del grupo dominante. Sí, porque en el seno de una idea imperante y establecida en la sociedad puede haber severas discrepancias; pero, serán inútiles en tanto en cuanto la convivencia dentro del sistema de cada una de las opciones no está permitida. La fórmula divergente podrá desplazar al criterio asentado convirtiéndose, así, en lo mismo que defenestró, que "depuró". Si a eso le sumamos que todo sistema establecido es, por naturaleza, reacio a ser cambiado ya tenemos el conflicto servido.
Siempre me ha admirado esa capacidad humana de defender con vehemencia una sola posición eliminando los matices que pudiera tener; tanto como la capacidad de esa misma vehemencia para negar la posible parte de verdad contenida en las posiciones opuestas olvidando que ninguna verdad es absoluta. Sin perder de vista, claro, que todas las posiciones pueden estar completamente equivocadas.

Estos últimos meses (quizá algo más) se está ponderando en exceso la "cultura del esfuerzo" como vía para salir de la crisis y conseguir el éxito personal. "Hay que fomentar el esfuerzo", dicen; "hay que impulsar el sacrificio", dicen; "las cosas sólo se consiguen con denuedo, con dedicación, trabajando mucho", dicen, creando un espejismo tan falso como el beso amistoso de Judas o la honradez de un banquero o la honestidad de un político.
Es, evidentemente, un sofisma interesado. Sobre todo por la pestilencia que emana siendo la proposición favorita de, casualmente, los mismos que dominan empresas y finanzas, los mismos que se inventaron la sociedad del confort a plazos y la obsolescencia, el "american way" y el falso credo de "Dios premia a quienes se afanan". El esfuerzo del trabajador por cuenta ajena repercute en el beneficio de su contratador: no es el obrero quien se enriquece, quien recibe el premio de su trabajo, quien recoge el fruto de su sudor. Si así fuera... Eso, se mire como se mire, cae por su propio y elemental peso.
Pero, lo que más me conmueve de toda esa "parafernalia" lenguaraz, de esa charlatanería vacía no es su locuacidad convincente, sino su estremecedora falsedad. Y me estremece porque cada vez que alguien recomienda unas veces, conmina otras, a seguir con fe inquebrantable ese modelo como remedio para salir de la miseria me vienen a la cabeza una miríada de ejemplos válidos para desmontarlo.
Cada día veo cómo personas que nunca han tenido más que trampas y deudas se esfuerzan por salir adelante en vano. Cada día veo seres (niños, muchos) explotados con total impunidad y sin más beneficio que el poder llevar un mendrugo de pan a sus casas. ¿Es que quienes se hacen ricos se han esforzado más? No lo creo. ¿Es que quienes son incapaces de salir a flote y generar una suculenta cuenta corriente son unos holgazanes? No lo creo. Hablarle de esfuerzo a quienes llegan derrengados a casa con una soldada que apenas cubre sus necesidades -no digamos ya la de aquellos que no cubren ni el estómago o de aquellos hartos de buscar empleo en vano- es un insulto; hablarles de superación y compromiso, de solidaridad, de las virtudes de la dedicación al enriquecimiento de otros, es una insolencia y una absoluta falta de respeto. Tanta como la del político, empresario o banquero que insinúa haraganería; tanta como la del político, o empresario o banquero que alecciona jugando con las cartas marcadas y un par de ases ocultos en la manga y que establece comparaciones odiosas por falsas, por manipuladas; tanta como la del político, empresario o banquero cuyo esfuerzo "fraternal" se limita a "tomar medidas" contra los trabajadores mientras él no cede un ápice, un sólo euro, de su renta o uno solo de sus privilegios. Sin embargo, a nadie se le ha ocurrido contradecir el viciado argumento de un sistema corrompido y arbitrario y desequilibrado, el argumento del "esfuerzo" viendo, además, cómo comprobamos a diario que el dinero llama a dinero, que Nepote está más vivo que nunca y que la suerte está echada, sí; pero, siempre cae del lado de los mismos.