15/12/2013

Renta Básica Universal

A pesar del interés de algunos estamentos por solapar esta idea, lo cierto es que las organizaciones que la defienden han conseguido -no sin esfuerzo y dedicación- abrir el debate o, cuando menos, integrarla en las redes sociales y otros foros; han conseguido hacerla visible y difundirla. Es fácil (por evidente) imaginar quienes serán los detractores de la Renta Básica Universal, y fácil (por lógico) determinar quienes serán sus paladines.
Quienes pretenden denostarla, anularla, arguyen casi unánimemente que asignar una renta de este tipo fomentaría una sociedad holgazana que hundiría cualquiera economía. No parece que tengan en su poder muchas más razones. Los defensores, por contra, cuentan con estudios que si bien no son más que eso, estudios y análisis sin mucha más base sólida que la de un ejemplo o dos y la utopía, apelan a un espectro más amplio que no se reduce solo a la filantropía, al aspecto humanitario. Aducen estos últimos que la distribución de la renta genera, resumiendo, riqueza sin empobrecer.
 
Yo estoy más por esto segundo. Parece razonable pensar que si la ciudadanía tiene renta disponible habrá consumo y, con él, generación de riqueza -no es preciso seguir citando nombres insignes de la res económica, eso ya sobra-. Esto es así por mucho que un nutrido grupo de cazurros economistas (esos mismos que no vieron el despropósito y la crisis que se avecinaban cuando lo hicimos todos los demás -sin ser más que meros espectadores con cierta capacidad analítica-) lo niegue basándose, quizá, en los mismos criterios que aplicaron para no pronosticar el infierno que se abría ante nosotros.
Tampoco creo que la gente dejara de trabajar por el hecho de tener una renta asegurada: ¿cuántos premiados de los juegos de azar han dejado sus ocupaciones profesionales? Pocos o ninguno. Y ahí está el quid que parece se nos escapa.
 
La Renta Básica Universal al asegurar lo elemental para una vida digna regularía, equilibraría, la oferta salarial de modo que los empresarios tendrían que ajustar los salarios que pagan a parámetros más acordes con la realidad socioeconómica si quieren obtener mano de obra. Un reajuste necesario.

Esto, evidentemente, no les resulta interesante en absoluto a quienes (ahora más aún) tienen  en su puño a la masa laboral; de ahí su rechazo frontal.

04/11/2013

EL PUNTO SOBRE LA I

Repaso las notas escolares de mis hijos y reavivo en mi su inquietud de ellos, la severa incertidumbre que a todos nos embargó cuando sufrimos en el colegio, en el instituto, en la facultad esa misma sensación mezcla de nervioso desamparo y de esperanza trazada con los dedos cruzados.
Las reviso con toda la serenidad que soy capaz de acopiar y, a pesar de sus incómodos y para mi nimios altibajos, con la conformidad de sus resultados. Son buenas calificaciones y eso hace que me sienta orgulloso. ¡Pues, claro! ¿Cómo no había de estarlo un padre que ve cómo progresan adecuadamente sus vástagos en la dirección correcta, en la sumisión estructural de la sociedad y en su vértigo? A fin de cuentas, eso es lo que queremos todos: buenas notas y un título al final de la larga travesía por un desierto tan árido como arriesgado.
Sin embargo, siempre queda un resquicio por el que se cuela la preocupación. Es ese guarismo más bajo que los demás anotado en aquella asignatura que parece atragantada en la pequeña gola del chaval y que rompe la armonía del conjunto. Es un número ofensivo, infame, discrepante, que enciende la luz de alarma. Sobre todo si algún día llega acompañado de la correspondiente nota de "necesita clases de apoyo". Y ahí es donde me planto. En ese punto es donde reflexiono acuciado por una intuición amorfa pero certera. Llega la "observación" y la palabra sugerida por ésta es "fracaso": el alumno no va bien en esta materia, luego fracasará. Se activarán los resortes paliativos para evitar el naufragio académico. El discente necesita mejorar, aprender esa disciplina, así que contrataremos unas "clases particulares", una educación externa para que suba la nota de la educación interna y no zozobre; para que un profesor extraoficial eleve el nivel que califica su profesor oficial. Pero, ¿quién fracasa? ¿De verdad es equilibrado y justo el sistema de calificaciones?
Bajo esa perspectiva voy dando forma a la intuición acicatadora. La educación es obligatoria: es una imposición inevitable. El currículo educativo viene determinado por unos señores que dictan qué conocimientos y a qué altura deben impartirse y qué nivel mínimo es aceptable para que el interesado obtenga el reconocimiento certificado de haberlos adquirido. Así, pues, insisto, ¿quién fracasa?
Si el alumno precisa de clases extraescolares para llegar a la cota establecida, ¿quién fracasa?
Yo lo digo: el sistema y sus valedores y sus herramientas humanas.
Si el sistema impone un rasero concreto y determinado, el sistema (y cada herramienta humana) está obligado, comprometido, a que todos y cada uno de sus usuarios sometidos alcancen ese ras. Ningún chaval debería verse obligado a acudir a clases de apoyo externas a su vida colegial. Es exigible que ahí donde un alumno fracasa o está a pique de hacerlo, su profesor (que es quien con más frecuencia fracasa aunque no lo reconozcamos) tiene el deber de modificar su "librillo" y enseñarle en vez de sacudirse las manos y justificar que es el chaval al que "no le entra". Si el sistema impone un nivel, el sistema está obligado desde el sistema a hacer que todos  lleguen a ese nivel.
¿Qué sentido tiene exigir a un alumno un nivel que luego deberá conseguir fuera del entorno que se lo exige? No. Si el sistema determina el qué y el dónde, el sistema tiene que velar, asegurarse, de que del dónde se salga con el qué.

24/06/2013

OKUPAS Y TEORÍA IMPERFECTA DE LOS ESPACIOS VACÍOS

Según sople el interés, soplará el argumento. Para unos, ocupar y devolver utilidad a los espacios vacíos, abandonados, arruinados, o simplemente cerrados es una cuestión higiénica y de bien común que trasciende al derecho a la propiedad. Para los propietarios (y otros), la propiedad privada es siempre privada y privativa independientemente del uso y del estado de dicha propiedad. ¿Quién tiene razón? Quizá todos y ninguno porque tanto de un lado como de otro ejercen fuerza matices que, normalmente, no se consideran.
En cualquier caso, analicemos la siguiente cuestión: ¿A quién pertenece la soberanía popular y el poder que de ella dimana?
La primera respuesta será, lógicamente, la elemental: si es "popular", al pueblo.
De ahí, lo demás. La soberanía es, pues, una multipropiedad privada; un espacio privado-común, una mancomunidad con muchos propietarios, dueños, titulares.
¿Quiénes han allanado ese espacio? Pues, lo han allanado (usurpado) unos "okupas" peculiares. Peculiares porque, paradójicamente, son los que defienden la propiedad privada inalterable y su sacrosanto derecho y legitimidad, y son los del otro bando quienes quieren recuperar el espacio invadido por la desidia de parte importante de los copropietarios.
Usando sus mismos argumentos (o excusas) habría que exigir a esos okupas peculiares la devolución de la parcela -con independencia de que se use o no-. No es preciso (aunque ellos digan que sí lo es falseando el propio derecho a esa propiedad) que todos los dueños la usen o la visiten con relativa frecuencia; basta con que algunos de esos dueños exijan la devolución apelando a su derecho individual.
Nuestros políticos han robado la soberanía al pueblo. No sólo la han tomado, sino que, además, han levantado una muralla para impedir que sea reconquistada por sus legítimos.
Y, entonces ahora, ¿qué?
No sé, ¿quién lo sabe? Quizá haya que poner sitio inflexible y esperar; o tal vez sea preciso asaltarla para expulsar a los invasores antes de que por la cosa consuetudinaria pasen a ser los amos y señores. Salvo, claro es, que tras una asamblea de todos los comuneros, la mayoría decida que le importa un bledo esa importante parcela y se la ceda a perpetuidad porque "como la democracia es eso..."
Ahora bien, esa mayoría indolente y pasiva que prefiere no malgastar sus horas en recobrar ese espacio, que luego no se queje si un día cualquiera quiere entrar de nuevo en su soberanía y le niegan el paso: santa Rita, Rita: lo que se da...