Estaba esperando. Desde que me enteré (casi inevitablemente) del "accidente" de Ortega Cano, me preguntaba cuánto tardaría Tele5 en organizar su tinglado sacamierdas y buscaudiencias, en desplegar toda su estructura en pro del beneficio económico a costa de hurgar en la miseria de un hombre y en el dolor de una familia que espero -lo deseo de todo corazón- no se haya sometido al sucio juego de esta cadena y haya tenido el criterio y la dignidad suficientes para no participar en su pestilente pantomima televisiva.
Pues no ha tardado mucho. Hoy mismo he visto cómo anunciaban ya su programa de "investigación". Sin ningún pudor, sin recato ni miramiento.
No me sorprende conocida su escora permanente hacia el ensañamiento y el amarillismo impune. Cualquier cosa por dar carnaza a una audiencia enferma gracias a una programación enferma procurada, presentada, jaleada, coreada y vociferada por toda la soez y enferma verdulería del barrio.
No me conmueve, lo reconozco abiertamente, la desgracia del torero. Tampoco me alegro de ella viendo el rastro que deja. Me conduelo de la familia del diestro caído y de la familia atacada por la muerte injusta que ha visitado su solar. Pero, hasta eso tiene un límite. Si los familiares del amortajado son capaces de participar en la farsa, para mi dejarán de merecer el respeto que se les debe.
La vida es así. Todos caemos, antes o después. En el entretanto, es cada uno quien decide la forma de caer: sin hipocresía y con nobleza o siendo parte de la mierda removida. ¡Allá tú! ¡Allá cada uno con su conciencia!