Voy a suponer, excesivamente, que todo el mundo conoce el cuento de La bella y la bestia.
Sin duda es una extensa metáfora de "la belleza está en el interior", "el amor -como la fe- salva", "lo importante no es el aspecto físico sino la personalidad, la bondad"... Todo eso está muy bien pero, al final, no deja de ser una absoluta memez sólo dable en el mundo de la fantasía, una baratija moral tan encomiable como carente de valor en el mundo real.
Hay alrededor de este asunto una vastísima colección de cuentos y narraciones de todas las culturas y épocas (desde la mitología hasta nuestros días) dedicados a ponderar, con mayor o menor suerte y acierto, la sensatez de elegir con el corazón y no con los ojos. Vasta, como digo, e inútil.
Las apariencias engañan; pero, las apariencias nos atraen y nos fascinan y seguimos prefiriendo al machito chocolatero del calendario o a la rubia tonta (que ya cada uno sabrá defenderse) que al tontorrón altruísta o a la gafotas y con coletas empollona de la clase.
Nos dejamos deslumbrar por el envoltorio; luego, si hay suerte y nos ha tocado el bombón relleno, mejor que mejor...
¿Cuántos se han enamorado de una persona fea y han sufrido desamor, angustia, amargura por ella? ¿Cuántos se han enamorado de una persona veinte años mayor y no de otros intereses aledaños que vinieran de serie?
Seamos serios, sinceros y realistas: nadie. Porque el amor tampoco es ciego y sí tiene edad; entre otras cosas.
Seamos serios, sinceros y realistas: nadie. Porque el amor tampoco es ciego y sí tiene edad; entre otras cosas.
No voy a indagar en quiénes son más ladinos en estos menesteres, si hombres o mujeres, aunque todos tenemos la respuesta en la cabeza.
Lo único alentador, estimulante, en todo este complejo entramado es que el azar es caprichoso y con alguna frecuencia vengativa sucede lo imprevisto: la bestia, cansada de cortejar a la bella y de sus desdenes, harta de ser generosa y romántica y atenta, se aleja en silencio y es entonces cuando la bella, contrariada, se siente irrefrenablemente atraída procurándose un raro final infeliz.
Yo conozco un caso en el que, lo que es la vida, se dan todos los ingredientes que no debe tener el cuento de hadas. Un ejemplo a horcajadas entre Cyrano y el pobre y jorobado campanero y en el que ahora la Roxana/Esmeralda de turno es la que sufre "en viendo" lo que perdió. Patético, sí; ¡y reconfortante! No es malicia gratuita. ¿Verdad Efe?
La inteligencia, el ingenio, la bondad y todo eso pueden seducir, sí... Pero, sólo para tomar café y pasar un buen rato tapando los agujeros del alma. Los otros agujeros se tapan con otro barro según posibles... O no se tapan, que es otra opción.