Llevo tiempo moleando el asunto. No por indeciso o confuso, que también, sino porque no termino de ver aquello que una escora plantea con tanto ímpetu. Todo, al final y a mi modo de ver, radica en racionalizar los usos. No creo que la solución al problema climático sean el cese de la extracción de petróleo y la elaboración de productos derivados de éste. No creo que la solución sea volver a las suelas de cuero (incremento de explotación ganadera para surtir a todo el mercado), a las de esparto (alto impacto ecológico para nutrir calzados) y otras cosas del estilo. Los derivados del petróleo nos han mejorado la vida notablemente en todos los aspectos dándonos una calidad que ni con mucho hubiésemos imaginado: desde las prendas y maquinaria hoy habituales que protegen del frío hasta elementos deportivos (no imagino unos <<pies de gato>> con suela de corcho, por ejemplo). También ha permitido que <<lo tradicional>> evolucione y se perfeccione: un jersey de pura lana ya no pica como hace un siglo o los calcetines de lo mismo no te dejan los pies para el arrastre. Hay que proteger la naturaleza, estamos de acuerdo; incluso volver a ella e integrarla de nuevo en nuestro paisaje habitual; pero, no creo que haya que hacerlo a cualquier precio. La sola presencia del ser humano -desde aquel mono que tras encontrar una quijada le da uso bélico y se topa luego con el enigmático monolito- implica cambios en el entorno: es inevitable; es una cuestión de perpetuación de la especie. Hay que reflexionar sobre esto y no empecinarse en estupideces cuya consecuencia sería eliminar nuestra capacidad de supervivencia. Claro que hay que modificar mucho de lo establecido/impuesto; sin embargo, al final, todo se reduce a usar el sentido común y combinar la esencia humana con la esencia de la naturaleza: el hombre es parte incuestionable de ella.
02/09/2021
Euforismos y sentencias
Cada vez que oigo eso de que vivimos en «la España de las libertades» no puedo evitar una ancha sonrisa sardónica...
Dejó dicho Joaquín Costa que, así las cosas, media España moriría ahogada y la otra media de sed. La falta de infraestructuras y, lo que es peor, la falta endémica de criterios le llevaron a fijar esas palabras aniquiladoras que se han perpetuado siglos después. España es un país de oportunistas y advenedizos que se dedican a la política sin la mínima pizca de vocación de servicio la inmensa mayoría de ellos. Su único interés, medrar. Y así van las cosas centuria tras centuria. No son los únicos responsables de la abúlica mediocridad instalada en el coso político: los ciudadanos llevamos en la estolidez de nuestro pecado la penitencia que merecemos.