oy he recibido una valiosa lección. No porque haya sido "impartida" por primera vez, sino porque hoy las circunstancias han favorecido que yo pudiera acceder a la comprensión de dicha lección.
Alguien, desde su lejana proximidad, me ha recordado que el olvido y el desdén, que fomentar la distancia, que la despreocupación, son muros enemigos que nosotros mismos nos imponemos, que son murallas inexpugnables que levantamos sin ser conscientes de que luego no seremos capaces de saltarlas. Me lo ha dicho sin rencor, sin reproches, sin saber que sus palabras calaban, quizá, de una forma muy distinta a su intención inicial. Y la mano extendida se ha convertido en un puente si no sólido al menos dispuesto a soportar un nuevo -aunque leve- peso.
Es cierto, sí: "Eres lo que haces y no quién dices que eres".
Yo no sé quién o qué soy. Sí puedo decir, en cambio, que tras reflexionar brevemente la única y dura conclusión es que no he hecho nada o, mejor dicho: lo poco que he sido capaz de hacer lo hecho mal o haciendo daño.
Quizá ya no tenga tiempo ni capacidad para hacer firme propósito de enmienda; quizá ya sea tarde, demasiado tarde, para cambiar la inercia de toda una vida. Lo único que puedo ofrecer en mi descargo es que, al menos y aunque no sea un consuelo, reconozco que me he equivocado de rumbo... Y de navío.