
Cada uno ve lo que quiere ver o por lo que le pagan que vea. Antisistema fueron los resistentes al régimen franquista o los opositores a Hitler, Stalin o Papá Doc. Antisistema son los enfrentados a Castro, Chávez u Obiang Nguema. Antisistema son los que, parapetados tras sus vulnerables pechos, salen a las calles ismaelitas reclamando democracia. Y los rebeldes del 15 M (y 16, 17, 18...) también lo son, lo somos, porque pedimos legítimamente la demolición de una configuración viciada y corrompida para consolidar, nada más y nada menos, algo tan descabellado como el cumplimiento -entre otras cosas- de una Constitución vigente y vejada constantemente, cuando no socavada, y la modificación de las normas que impiden la aplicación de aquella. ¿Sorprendidos, señores "anal istas"? Y todo porque los verdaderos antisistema son los políticos, los banqueros, los mercanarios del enriquecimiento ilícito en todas sus versiones; porque los genuinos antisistema son los jueces y fiscales dedicados al cohecho y a la prevaricación; porque los auténticos antisistema son todos aquellos cuya misión y función es velar por los intereses y derechos de la ciudadanía y su progreso y no lo hacen sobornados por los poderosos. Esos sí son los antisistema y a esos hay que combatir. Esos, como los periodistas de crónica consignada y anfibología barata; esos, como los maestros de cátedra dirigida; esos, como los sindicalistas aleccionados y "simoníacos" son los que incumpliendo el sistema van contra él; esos, como las grandes empresas que vulneran la ley o se la inventan impunemente ensanchando sus beneficios a costa de trabajadores y usuarios; esos, como los que viven del parasitismo ministerial, el amiguismo y la dádiva por afinidad. Todos esos, y los que se me olvidan, son los antisistema. Porque el sistema parte de unas cláusulas que ellos no respetan y que son las que el ciudadano, en ejercicio de su soberanía, debe recuperar e imponer.