Abatida la "ley Sinde" -momentáneamente-, el foco de atención sigue centrado en la necesidad de regular las descargas, dar a la red una configuración legal y crear una estructura en donde los autores vean protegidos sus derechos, los internautas los suyos y los amiguetes de la S.G.A.E. puedan continuar poniendo mafiosamente el cazo y recaudar en plan Sheriff de Nottingham dineros hasta debajo de las cantarinas aguas o de las bucólicas piedras del camino (rodar y rodar).
Más allá de la polémica, en la que tanto autores/creadores como interneteros tienen, probablemente, su parcela de razón y sin entrar en algunas incoherencias ideológicas de inciertos personajetes polarizados, me gustaría que nos fijáramos en el cascabel que, cuidadosamente asordinado, no suena: igual que esta ley, los políticos podrían haber impedido la aprobación y aplicación de otras normas de mayor envergadura y trascendencia social.
¿Por qué no lo han hecho cuando queda demostrado que se podían frenar los desmanes de un gobierno errático e inconsistente, impositor y antisocial? ¿Por qué han permitido que la mala gestión campara por sus fueros y engordara plácidamente a la sombra de la corrupción y el autoritarismo palurdo?
La respuesta es clara: intereses y complicidad. Desde Rajoy hasta el diputado más silencioso y domesticado, y exceptuando a aquellos que sin miedo disparaban sus espinas conscientes de que los pétalos con estos tipos no funcionan, todos han sido cómplices y pábulo de nuestra decadencia, de nuestro ocaso.
Pensémoslo. Yo, entre tanto, voy a descargarme un manual de cultivo de rosas... Mientras se pueda.