27/10/2016

ESA RANCIA ARISTOCRACIA

De cuando en cuando, es un leitmotiv harto socorrido, el PSOE saca a relucir la ya pesada letanía de sus no sé cuántos años de historia y luego, como queda la mar de bien, añade tras la copla el bordón de "al servicio de la democracia y de España". Ya se sabe que "lo pintan" es más fiero que el león, que no es oro todo lo que reluce y que el color del cristal con que se mira modifica lo que se ve, aunque lo que más modifica lo observado es el ojo de cada uno y sus defectos.
Cada cierto tiempo nos aventan a voleo -con el pitas pitas-, digo, esa monótona consigna con la que parece quieren justificar un lugar que no les puede ser expropiado, un lugar que -insinúan- les perteneciera por derecho divino. Es, de alguna manera, una especie de derecho feudal sobre el espacio político. Un derecho irreplicable e inalienable adquirido por el simple hecho de existir. Son como esos tipos que en la tarjeta de visita en cuyo ángulo superior izquierdo reluce un escudo de armas, bajo una ristra insoportable de apellidos cargados de nexos y guiones, ponen en letra bien visible el título nobiliario que ostentan, según ellos por encima del resto de los mortales. Apelan a que la legitimidad de su título se nutre de las heroicidades pasadas y en ellas basan su legitimidad presente. Nada más falso, nada más tramposo.
El PSOE, como esa aristocracia, es prescindible. Es prescindible como lo es la burguesía o los cazadores furtivos. Los médicos, los bomberos, los maestros son necesarios; los partidos políticos (y la mayor parte de sus dirigentes), no. No son un "pilar" -como quieren hacernos creer- necesario. Menos cuando hasta la fecha lo único que han demostrado es que son nidos de corrupción que, para colmo, mantenemos con nuestros dineros.
Yo lo siento; pero, a diferencia de aquel alcalde (Rafael Alonso) de Amanece que no es poco, el PSOE -o cualquier otro partido político- es contingente y es innecesario. Que no os engañen, porque toda esa pantomima no es más que para mantenerse unos cuantos en una posición de privilegio de la que han hecho su forma de vida e ingresos y que ahora, más que nunca, ven peligrar.