Cuando Erre Zetapeta -también conocido como Rodríguez Zapatero- reconoció su ignorancia en cuestiones de economía (macro y, posiblemente, micro), no le dimos más importancia que aquella entrañada en la anécdota en que después, muy jocosos y facundos, convertimos lo de las dos tardes.
Nos pareció el candidato a Presidente muy "progre", muy cordial, muy tolerante. No dimos ni una en el clavo. Salvo algunos que no nos dejamos engañar ni entonces ni ahora, el resto debería estar desconcertado y, por qué no, rabioso: no imagino que estarán pensando en este preciso instante aquellos cuatro o cinco amigos a quienes les advertí del impostor que se nos venía encima. Recuerdo, incluso, que cierto periódico digital publicó una escueta carta a la que, lógicamente, no se le dio importancia porque, supongo, sería juzgada como la palabra rencorosa de un tipo fascista e intransigente: justo lo que yo soy, como se puede comprobar en este blog.
Ahora, ni las manos a la cabeza podemos llevarnos para evitar el riesgo vergonzoso de que se nos caigan los pantalones. Y ya es suficiente ser los hazmerreir del mundo como para, encima y colmo, hacer el ridículo en la puta plena calle.
La última gloriosa chorrada de este señor -aunque no merezca tal dignidad ni deferencia- es la de que "en política, a veces, hay que improvisar". Lo improvisa en un improvisado cenáculo de improvisados lameculos.
No, Erre Zetapeta. En política no se improvisa: se prevé y se resuelve; o sea, se gobierna.
Por espontánea que sea una circunstancia, por súbito y poco previsto que sea un problema, la solución no se improvisa. Se estudia, se analiza, se sopesa y se toma una decisión; para bien o para mal. Pero, no se escuda uno en la patética excusa de que si sale mal es porque hubo de improvisarse. Ya está bien de "esques" y afronta de una repajolera vez la terrible realidad que nos abruma. El "es que" es una disculpa, una justificación, de necios y cobardes; es el más estúpido subterfugio de quien carece de argumentos para dar una explicación razonable. Eres, Erre Zetapeta, peor que los niños y, probablemente, mucho más inmaduro.
Tu dramática prolongación de la edad del pavo nos está costando lo que no está en los escritos y, aún así, sigues en tus trece apoyado por un coro seráfico de ladinos y astutos cobistas cuya misión exclusiva en esta vida es la de medrar.
La culpa es nuestra, de los ciudadanos, por elegir un ser como tú y, además, reincidir, abundar en el error una segunda vez.
No sólo eres el compendio paradigmático del mal gobernante. Eres taimado y traicionero, cruel y sin escrúpulos y, coronando tu estólida cúspide, mentiroso.
Eres, Erre Zetapeta, fricativo porque provocas fricciones en la sociedad, roces lamentables fruto de tu falsa omnipotencia. Eres oclusivo porque cercenas cualquier conato de discrepancia o de ayuda: tú sabes siempre más que el resto de los mortales y el resto de mortales siempre, porque lo dices tú, nos equivocamos. Y eres sordo; no admites consejos ni sugerencias ni te atreves a oír el clamor que ambienta las calles.
Yo, Rodríguez Zapatero, es poco lo que puedo hacer. Soy consciente de ello. Pero, en lo que pueda y mis fuerzas y tus fuerzas lo permitan, no consentiré seguir siendo malgobernado por ti. Es una promesa.
Nos pareció el candidato a Presidente muy "progre", muy cordial, muy tolerante. No dimos ni una en el clavo. Salvo algunos que no nos dejamos engañar ni entonces ni ahora, el resto debería estar desconcertado y, por qué no, rabioso: no imagino que estarán pensando en este preciso instante aquellos cuatro o cinco amigos a quienes les advertí del impostor que se nos venía encima. Recuerdo, incluso, que cierto periódico digital publicó una escueta carta a la que, lógicamente, no se le dio importancia porque, supongo, sería juzgada como la palabra rencorosa de un tipo fascista e intransigente: justo lo que yo soy, como se puede comprobar en este blog.
Ahora, ni las manos a la cabeza podemos llevarnos para evitar el riesgo vergonzoso de que se nos caigan los pantalones. Y ya es suficiente ser los hazmerreir del mundo como para, encima y colmo, hacer el ridículo en la puta plena calle.
La última gloriosa chorrada de este señor -aunque no merezca tal dignidad ni deferencia- es la de que "en política, a veces, hay que improvisar". Lo improvisa en un improvisado cenáculo de improvisados lameculos.
No, Erre Zetapeta. En política no se improvisa: se prevé y se resuelve; o sea, se gobierna.
Por espontánea que sea una circunstancia, por súbito y poco previsto que sea un problema, la solución no se improvisa. Se estudia, se analiza, se sopesa y se toma una decisión; para bien o para mal. Pero, no se escuda uno en la patética excusa de que si sale mal es porque hubo de improvisarse. Ya está bien de "esques" y afronta de una repajolera vez la terrible realidad que nos abruma. El "es que" es una disculpa, una justificación, de necios y cobardes; es el más estúpido subterfugio de quien carece de argumentos para dar una explicación razonable. Eres, Erre Zetapeta, peor que los niños y, probablemente, mucho más inmaduro.
Tu dramática prolongación de la edad del pavo nos está costando lo que no está en los escritos y, aún así, sigues en tus trece apoyado por un coro seráfico de ladinos y astutos cobistas cuya misión exclusiva en esta vida es la de medrar.
La culpa es nuestra, de los ciudadanos, por elegir un ser como tú y, además, reincidir, abundar en el error una segunda vez.
No sólo eres el compendio paradigmático del mal gobernante. Eres taimado y traicionero, cruel y sin escrúpulos y, coronando tu estólida cúspide, mentiroso.
Eres, Erre Zetapeta, fricativo porque provocas fricciones en la sociedad, roces lamentables fruto de tu falsa omnipotencia. Eres oclusivo porque cercenas cualquier conato de discrepancia o de ayuda: tú sabes siempre más que el resto de los mortales y el resto de mortales siempre, porque lo dices tú, nos equivocamos. Y eres sordo; no admites consejos ni sugerencias ni te atreves a oír el clamor que ambienta las calles.
Yo, Rodríguez Zapatero, es poco lo que puedo hacer. Soy consciente de ello. Pero, en lo que pueda y mis fuerzas y tus fuerzas lo permitan, no consentiré seguir siendo malgobernado por ti. Es una promesa.