12/08/2020

     Cuatro años. Cuatro largos años de ausencia esperando algún cambio: nada. Todo es una gran decepción. Es cierto que ha habido movimiento; tímidos pasos que, al final, quedarán en nada y el estatismo se confirmará, se perpetuará. Y no es por inocencia ciudadana: es por estupidez ciudadana. No queremos mejorar y nos encontramos a gusto, cómodos en el deplorable sesgo de confirmación. El mundo sigue su curso a empellones de una inercia inalterable y fatal.

09/03/2020


 

23/10/2019


 

23/11/2018


 

18/10/2018

 «El cigarrillo de mi padre dejaba lentas y densas vedijas de humo flotando en la atmósfera del salón: así intuí, observándolas, sin matemáticas, el universo y el infinito...»

04/05/2017


 

27/10/2016

ESA RANCIA ARISTOCRACIA

De cuando en cuando, es un leitmotiv harto socorrido, el PSOE saca a relucir la ya pesada letanía de sus no sé cuántos años de historia y luego, como queda la mar de bien, añade tras la copla el bordón de "al servicio de la democracia y de España". Ya se sabe que "lo pintan" es más fiero que el león, que no es oro todo lo que reluce y que el color del cristal con que se mira modifica lo que se ve, aunque lo que más modifica lo observado es el ojo de cada uno y sus defectos.
Cada cierto tiempo nos aventan a voleo -con el pitas pitas-, digo, esa monótona consigna con la que parece quieren justificar un lugar que no les puede ser expropiado, un lugar que -insinúan- les perteneciera por derecho divino. Es, de alguna manera, una especie de derecho feudal sobre el espacio político. Un derecho irreplicable e inalienable adquirido por el simple hecho de existir. Son como esos tipos que en la tarjeta de visita en cuyo ángulo superior izquierdo reluce un escudo de armas, bajo una ristra insoportable de apellidos cargados de nexos y guiones, ponen en letra bien visible el título nobiliario que ostentan, según ellos por encima del resto de los mortales. Apelan a que la legitimidad de su título se nutre de las heroicidades pasadas y en ellas basan su legitimidad presente. Nada más falso, nada más tramposo.
El PSOE, como esa aristocracia, es prescindible. Es prescindible como lo es la burguesía o los cazadores furtivos. Los médicos, los bomberos, los maestros son necesarios; los partidos políticos (y la mayor parte de sus dirigentes), no. No son un "pilar" -como quieren hacernos creer- necesario. Menos cuando hasta la fecha lo único que han demostrado es que son nidos de corrupción que, para colmo, mantenemos con nuestros dineros.
Yo lo siento; pero, a diferencia de aquel alcalde (Rafael Alonso) de Amanece que no es poco, el PSOE -o cualquier otro partido político- es contingente y es innecesario. Que no os engañen, porque toda esa pantomima no es más que para mantenerse unos cuantos en una posición de privilegio de la que han hecho su forma de vida e ingresos y que ahora, más que nunca, ven peligrar.

05/10/2016

ALGARABÍA

De vuelta a casa extraigo de la madeja de pensamientos uno y me concentro en él: “Octubre. Una temperatura agradable. Si este es el cambio climático, yo firmaba ahora mismo por mantener esta tibieza reconfortante todo el año: esto es calidad de vida. El ser humano (“hombre” que se opone, en su definición, al hombre “ser hijo de puta”) ya es capaz de hacer hielo o lluvia, de desalar agua o potabilizarla, de reproducir plantas o repoblar y muchas cosas más que permiten alterar la Naturaleza para mejorarla -ya sé que la realidad es otra y sé el porqué- y hacer este mundo más confortable. No veo, por eso, la necesidad de pasar fríos ni calores extremos. Lo pienso y sí: firmaba esta temperatura todo el año: un eterno suave clima tropical”.
En esto estoy cuando me saca de mi atolondrada abstracción el tipo que me pisa los talones. El alógeno desmenuza, pegado al teléfono portátil, una (para mi novedosa) aljamía que, como el espanglish, se habrá fraguado casi “sin sentir” y que es una peculiar amalgama de su lengua nativa y de la vernácula mía. Así, intercaladas entre sonidos aspirados y guturales, reconozco palabras y frases de mi verboteca. Le salen mezcladas, espontánemente, con naturalidad no forzada, están integradas; son parte de su discurso y del del receptor. No desvirtúan la lengua dominante del hablante; parecen enriquecerla, nutrirla de nuevos conceptos y tiempos verbales inexistentes antes en ella. No hay confusión, no es algarabía; es más una simbiosis o una adaptación al nuevo medio que se expresa con tiempos, pesos, medidas diferentes, más amplias, que urgen la necesidad de inmiscuirse en la lengua autóctona: es una cuestión de conjugar el desconocido futuro. Acaso sea una consecuencia de la ley pendular de la Historia que nos revive a lo mozárabe y lo mudéjar. De ahí paso al vecino -también foráneo- que se excede con la colonia, que se atusa (tal vez sea cristiano, que también los hay en ese pueblo, o en esos pueblos), a las jóvenes con las que me cruzo con frecuencia, coquetas, cosmetizadas, con sus vaqueros ajustados, con su escote alguna, con su minifalda alguna, con sus tacones y sus adornos alguna.
Pero, inevitablemente, también acuden a mi cabeza las sombras, las zonas oscuras. Me vienen aquellos otros que siempre celarán la doctrina y la fe puras; los que siempre estarán alerta para velar por las buenas costumbres y mantener a salvo la tradición y eso que no se sabe quién llamó “cultura”. Los seres oscuros con sus afilados alfanges pendiendo sobre todas las cabezas: las fieles y las infieles. Los libros religiosos deberían haber consagrado, todos por igual, un párrafo común: “Y Dios eliminó a los seres oscuros del fanatismo y vio que lo hecho era bueno”.
Estamos en Octubre; en un Octubre que ha empezado amable, sereno, apacible. Un otoño que no lo es, que es más bien el verano con el brazo extendido. Yo firmaba esta temperatura todo el año.