05/05/2011

Descansa...

Te comprendo. Por éso no te juzgo. Como tú, yo también tengo demasiados frentes abiertos, demasiadas brechas sin restañar en esta vida extenuada. Sé cuánto dolor incorregible ha atormentado tu alma hasta devastarla. Sé que nadie aguanta eternamente. No sin báculos, sin defensas, sin respaldos donde apoyar la espalda adunca por el peso insolente del sufrimiento.
Te comprendo y por lo mismo entiendo tu postrera decisión definitiva, concluyente. La que te alivia del dolor y te libera de las cargas.
Hoy -por ayer- ya no has podido más y el cielo que temías ha caído sobre ti. Imagino la duda, la indecisión, las lágrimas licuando los ojos reblandecidos y ciegos. Imagino el pulso trémulo pasando el filo infame, rasgando la primera piel, la carne suave acobardada, hiriendo la cánula vital desesperada.
Lo que dejas atrás por lo que no hay por delante. Y el impulso atroz resuelve para siempre la promesa incumplida, cercena el desorden que ya no dañará más.
Te comprendo muy bien. Ahora, libre, al menos gozarás del tiempo inagotable y quizá, allí, hayas alcanzado la paz que aquí nunca hubieras tenido.