Tal vez sea verdad y que en cuestiones literarias lo importante, lo trascendental, no sea <<sobre qué>> se escribe sino <<cómo>> se escribe ése <<sobre qué>>. Claro que, si esto es así, ¿qué importa entonces no aportar nada siempre que todo se ciña y reduzca a construir frases perfectas?
Me apasionan las novelas de intriga. O me apasionaban; no sé ya muy bien. Gozo, es cierto, con una buena narración de los acontecimientos, con un desarrollo con el contraste de lo lento y lo vertiginoso, con un desenlace imprevisto y espectacular en el buen sentido de la palabra. Sin embargo, ya cansan. Últimamente todas y cada una de las novelas que editan son calcadas: el mismo asunto, idéntica trama, similar desenlace, diferente gestión de las palabras para evitar plagios innecesarios. Vale que algún ilustre de las letras patrias haga sus corta y pega de otros libros, los ensamble más o menos coherentemente y luego desfigure los textos elaborando los propios de forma magistral; vale que cambiando un paisaje se cambie el contexto aunque permanezca la esencia de su origen; vale que el primer impacto, el inicial, sea contundente para atrapar la atención del lector. Pero, ya cansan. Ya cansan todos esos que con tanto desparpajo fluyen ahora por ahí dándoselas de detectives y saltan a la palestra por su bagaje periodístico, por su renombre y fama, por su proyección medio mediática. Y cansa, aburre, sobre todo que su falta de imaginación y criterio les haga pecar más de patéticos que de astutos. Cansa, y mucho, a mí, que desde hace un tiempo casi toda la producción de novela de intriga no sea más que un concurso de imitadores que no llegan a la talla de Eco, por ejemplo, por mucho que traten de remedarlo o enmendarlo. Cansa, sobre todo, que uno tras otro todos empiecen de la misma manera: con un cadáver muerto en extrañas circunstancias y, en su derredor, un puñado de miradas obscenas de las que descolla la del ejemplar sabueso (o sabuesa) que tras una accidentada peripecia resolverá el misterio. <<Nihil novi sub sole>>, decían aquéllos, y va a ser cierto porque va a ser verdad que todo está ya escrito y que no hay que buscar la originalidad, una originalidad que puede que no exista y eso reduce y complica las cosas de las musas, sus inspiraciones y sus expiraciones, inyecciones y deyecciones de la invención inclusas. No creáis todo lo que os recomiendan los críticos, las revistas especializadas o vuestro vecino del quinto be. Aunque yo, a qué fingir, seguiré bajo el pernicioso hechizo del misterio aunque en la tercera página ya se vislumbre quién es el asesino: el mayordomo.