06/09/2016

TIEMPOS DE SILENCIO...

...En esos andamos cuando deberíamos estar proclamando tiempos convulsos. Nos hemos instalado confortablemente en el silencio y la complacencia, en una desidia demoledora que permite a los hipócritas lameruzos, a los miserables, a los nepotes de turno, campar a sus anchas y a las de los demás. El bamboleo inestable de la cuerda floja que nos sostiene lo confundimos, intencionadamente, con el movimiento lúdico de un columpio.
Llevamos años soportando abusos que justificamos, atropellos que admitimos de manera incomprensible arguyendo no se sabe muy bien qué razones irracionales que sólo sirven para mantenernos a raya a nosotros mismos.
El panorama político es aterrador. Cada día nos izamos con un nuevo latigazo infligido por nuestros políticos. Trallazos a los que parece somos insensibles.
Vamos de cabeza a unas terceras elecciones que resolverán poco o nada porque el espectro político cambiará poco o nada. Quizá porque no debe cambiar; quizá porque lo que debe cambiar es la actitud de los políticos y su manía de gobernar sin otro control que el suyo propio de cada uno. Aunque sospecho que esa no mutará a menos que la ciudadanía despierte, se agite y obligue e imponga una nueva visión; a menos que abandone la vida contemplativa y empiece a participar de verdad, activamente, asumiendo que debe ser así porque en ello le va su bienestar y su progreso. Improbable por imposible.
Para llegar a lo anterior hay pasos previos donde el más importante es uno que no tiene visos de ser dado: pensar. Pensar -en un país cuya realidad cotidiana está regida por Telecinco, las Campos, la Esteban y similares- es mucho pedigüeñar.
El PP seguirá confinado en su peculiar empeño de "gobernar por ser el partido más votado" (o sea: por compañones) y nadie le afeará esa tesis porque a nadie se le ocurrirá decirle que "mayoría" no es igual a "más votado". El PSOE continuará inmerso en buscar un espacio que no encuentra porque perdió la brújula y en su desorientación ya no sabe ni en qué cardinal está ni a qué hemisferio pertenece. Tanto es así que resulta incomprensible que en sus filas militen "pepeítas" como Felipe González, Cristina Alberdi o Joaquín Leguina, por poner algunos ejemplos. El PSOE hace muchas lunas que ni está ni se le espera. ¿Y Ciudadanos? Ciudadanos, o Cuidádonos, con su "buenismo" malintencionado incurrirá de nuevo en un sinfín de sofismas que los más incautos y menos avisados tragarán a palo seco, y que satisfarán las hambres ficticias de sus acólitos aunque les raspen las gargantas y se las desuellen por dentro. ¿Por el bien de España? ¡Todo por la Patria! ¡Por España, siempre por España! Por el bien de España según quién; ¿quién determina que es lo mejor para España, para sus ciudadanos? ¿Tú, Rivera, Riverona, Riverilla, Riverita? ¿El PP o el PSOE, sus fantoches corruptos, que necesitan aún más tiempo -y en ello están, aprovechando- para tapar la mayor cantidad posible de corruptelas que tienen por ahí, repartidas, no vaya a ser que esto dé un giro insospechado y tengan que verse fuera del poder y procesados? ¡Tururú! Miedo da pensar en la venganza que Rajoy va a tomarse contra la población que, evidentemente, no le ha votado. Además de la política de tierra quemada -ya lo hizo el gabinete Erre Zapatero- y vaciado de discos duros, va a ser tremenda la política de eliminación de ayudas, de subsidios, de becas, de prestaciones... La que ha lucido hasta ahora no era la vela que iba delante. Ahora viene el "¡suh fáih a enterá!" y las velas que van a alumbrar serán negras como la pez, como el azabache, como un pozo sin fondo, como las que ponía la bruja piruja esa que salía por la tele intentando que alguien le hiciera un poco de puto caso. Es lo que pasa cuando se sabe que no se volverá a gobernar más. Podemos e IU, ¿qué hacen? Poco, parece. Podemos aún no ha sabido responder adecuadamente a esa acusación, universalizada ya y monótona, que es la de "¡que viene Venezuela!"; una acusación a la que la derecha le está sacando un jugo impresionante: dan la orden y en menos que canta un gallo portugués, todos los voceros y los voceras -desde Gata a Finisterre, desde Hernando a Inda- sueltan la consigna y el mantra una y otra vez, empalagosos, mientras los acusados sonríen y se encogen de hombros y de hombres. Y, a río revuelto, los nacionalismos... Que también cuentan; como el Gran Capitán; pero, cuentan.
Este es el bochornoso espectáculo, y no el tener que ir a las urnas por tercera vez; ridículo que sólo temen -pero de mentirijillas, sólo para intentar mantenerse en el poder- PP y PSOE y que los demás han hecho suyo. ¿Vergüenza por repetir una vez más las elecciones? La sentirán ellos, porque yo no. A mi me avergüenzan otras cosas: la corrupción enquistada; la ineptitud de nuestros políticos; la pasividad del pueblo al que vapulean y aun así jalea y vitorea en los mítines los nombres de sus verdugos; vestirme unos pantalones amarillos; ver a Botella hacer su guiñol espanglish y otros esperpentos... ¿Vergüenza por votar otra vez hasta que les entre en la cabeza que no es necesario -ni recomendable- gobernar con mayorías absolutas y fáciles? ¿De qué?
Deberíamos estar de nuevo en las calles. No molestando, no perjudicando a otros, no interfiriendo y fastidiando a los propios trabajadores como hacen los codiciosos pelagatos sindicalistas. Porque como les asignes esa misión a los sindicatos, entonces estamos apañados y vamos de cráneo: apaga y vámonos si dejamos en manos de esos succionadores la vindicación social. Deberíamos estar bloqueándolos a ellos, a los políticos y asociados; circundando el Congreso, cerrando el Senado, dificultando el acceso a sus casas. Protestando no: haciendo. No enarbolando pancartas de desobediencia civil ni insumusión, sino no pagando las tasas, precios, comisones y sanciones abusivas y recaudatorias de administraciones y emporios usureros, no pagando más propaganda ni más derroches ni más "a cuerpo de rey", no pagando más sueldos a empleados que nos dicen que hay que bajar nuestros sueldos, que de nuestros impuestos no hay para ayudas sociales pero sí para aumentar su nómina, pasearles en coche oficial, pagarles vivienda y sustento...
¡Ah, pero esto es España! Y España, ya se sabe, es un país de cabestros donde es el vecino el que quiere que sea el alcalde su vecino, su mucho español o su tía la del pueblo... O algo así.

27/08/2015

De cuando estuve poeta...

No fue del silencio;
los versos brotaron del abismo.
No del nombre,
manaron de su filo.
Surgieron caminando
arriesgados por el borde
de la muerte.
Nacieron condenados
al fuego de un infierno
prendido en ojos,
en dedos tiernos
cabalgando
la espalda estremecida;
en labios lejanos,
en labios secos.
Ni del silencio
ni de la voz los versos;
sólo del espejismo
extinguido
y de su vuelo aniquilado.

23/07/2015

La realidad invisible


Lo "políticamente correcto"; resulta, con frecuencia, enemigo de la realidad. La mayor parte de las veces porque los intereses -los creados- exigen silencio, moderación, prudencia: unos lo llaman "miedo"; otros "prudencia", estos "cobardía" y aquéllos "diplomacia". Reducir el análisis y la aceptación de la realidad a una omisión acomplejada en esas cuestiones ásperas que tanta quemazón dejan con su roce en la fingida convivencia se ha convertido en un arte, en una artimaña, en sobrevivir esquivando acusaciones, confrontaciones.
No obstante, la ocultación de  la realidad no la elimina, no la extingue. Y callarla, censurarla no es una novedad: siglos de dedos avisando silencio o amenazando miedo nos contemplan.
Pero, la realidad es testaruda y va ganando su terreno paulatinamente hasta que se nos echa encima y nos asfixia con sus tenazas.
Asumir la realidad es asumir la verdad y la verdad, casi siempre, es molesta.
Tenemos el enemigo a las puertas; pero, por dentro: abriéndoselas al resto de prosélitos dispuestos a rebanarnos la libertad y otros conceptos que no son de su agrado. No son la mayoría; pero, son más poderosos que esa mayoría porque cuentan con su miedo o su afinidad; eso, en ambos casos, es equivalente al apoyo incondicional.
Están dentro y se aprovechan de nuestras debilidades; de nuestra inclinación a no molestar, a ser correctos: eso les permite crecerse, y a nosotros acomplejarnos más.
Las incoherencias de fanatismos pasados han dejado una herencia terrible y tememos decir la verdad, expresar lo que sencillamente se ve. Sobre todo cuando esa verdad coincide con opuestos cuyas razones se basan, exclusivamente, en otro fanatismo del mismo cariz y no en argumentos válidos.
Creemos que vamos hacia adelante; lo creemos con fe, con firmeza, con convicción. Y lo cierto es que nuestro camino es una senda espiral en la que vamos de silencio a silencio, como de oca a oca, hasta la casilla final, la del silencio absoluto cubierto de mármol y sombra alargada de ciprés donde descansaremos con el cuerpo por un lado y la cabeza, con suerte, por otro: casi completos.

11/11/2014


 

06/02/2014

EL NEGOCIO DEL ESTADO

No solo estamos fichados desde que nos nacen, sino que el control se extiende a todas nuestras actividades y posesiones de tal manera que es imposible, prácticamente, hacer nada a espaldas del gran ojo de la administración.
Paulatinamente, nuestros políticos -alentados por la pasividad y la indolencia ciudadanas- han reducido nuestra libertad, nuestros derechos y nuestra capacidad de maniobra privada. Determinan cuando quieren y como quieren qué impuestos y pagos hemos de soportar para satisfacer sus veleidades; imponen qué es legal y qué no lo es, y cuándo y cómo, únicamente en función de sus intereses (el cambio temporal, por ejemplo, de los límites de velocidad); o deciden cuándo podemos hacer o deshacer.
Hasta tal punto hemos pignorado nuestra libertad y nuestros derechos que hemos perdido toda posibilidad de recuperarlos, mientras ellos -los políticos-, en busca de una permanente y pantagruélica recaudación innecesaria, nos han llevado a extremos de una sordidez y un patetismo pintorescos: no puedo vender mi casa a otro sin pagar a la administración; no puedo regalar mi coche sin pagar a la administración; no puedo organizar en el patio de mi casa, que es particular, un mercadillo vecinal para desprenderme de aquellas cosas que ya no quiero... Y así sucesivamente.
La injerencia de los políticos en nuestras vidas ha llegado a un punto que a mi me parece indecente, injustificable e incomprensible. Un punto que no deberíamos haber permitido y mucho menos cuando se supone, así nos lo venden, estamos en un sistema de economía "liberal". Pero, dicen, así es el sistema y es bueno. Y ya lo creo que es bueno. Bueno para ellos, para los acemileros que arrean a la reata ciudadana; ¿o quizá no es recua, sino piara; o mansa manada, simplemente, y no ciudadanía?

15/12/2013

Renta Básica Universal

A pesar del interés de algunos estamentos por solapar esta idea, lo cierto es que las organizaciones que la defienden han conseguido -no sin esfuerzo y dedicación- abrir el debate o, cuando menos, integrarla en las redes sociales y otros foros; han conseguido hacerla visible y difundirla. Es fácil (por evidente) imaginar quienes serán los detractores de la Renta Básica Universal, y fácil (por lógico) determinar quienes serán sus paladines.
Quienes pretenden denostarla, anularla, arguyen casi unánimemente que asignar una renta de este tipo fomentaría una sociedad holgazana que hundiría cualquiera economía. No parece que tengan en su poder muchas más razones. Los defensores, por contra, cuentan con estudios que si bien no son más que eso, estudios y análisis sin mucha más base sólida que la de un ejemplo o dos y la utopía, apelan a un espectro más amplio que no se reduce solo a la filantropía, al aspecto humanitario. Aducen estos últimos que la distribución de la renta genera, resumiendo, riqueza sin empobrecer.
 
Yo estoy más por esto segundo. Parece razonable pensar que si la ciudadanía tiene renta disponible habrá consumo y, con él, generación de riqueza -no es preciso seguir citando nombres insignes de la res económica, eso ya sobra-. Esto es así por mucho que un nutrido grupo de cazurros economistas (esos mismos que no vieron el despropósito y la crisis que se avecinaban cuando lo hicimos todos los demás -sin ser más que meros espectadores con cierta capacidad analítica-) lo niegue basándose, quizá, en los mismos criterios que aplicaron para no pronosticar el infierno que se abría ante nosotros.
Tampoco creo que la gente dejara de trabajar por el hecho de tener una renta asegurada: ¿cuántos premiados de los juegos de azar han dejado sus ocupaciones profesionales? Pocos o ninguno. Y ahí está el quid que parece se nos escapa.
 
La Renta Básica Universal al asegurar lo elemental para una vida digna regularía, equilibraría, la oferta salarial de modo que los empresarios tendrían que ajustar los salarios que pagan a parámetros más acordes con la realidad socioeconómica si quieren obtener mano de obra. Un reajuste necesario.

Esto, evidentemente, no les resulta interesante en absoluto a quienes (ahora más aún) tienen  en su puño a la masa laboral; de ahí su rechazo frontal.

04/11/2013

EL PUNTO SOBRE LA I

Repaso las notas escolares de mis hijos y reavivo en mi su inquietud de ellos, la severa incertidumbre que a todos nos embargó cuando sufrimos en el colegio, en el instituto, en la facultad esa misma sensación mezcla de nervioso desamparo y de esperanza trazada con los dedos cruzados.
Las reviso con toda la serenidad que soy capaz de acopiar y, a pesar de sus incómodos y para mi nimios altibajos, con la conformidad de sus resultados. Son buenas calificaciones y eso hace que me sienta orgulloso. ¡Pues, claro! ¿Cómo no había de estarlo un padre que ve cómo progresan adecuadamente sus vástagos en la dirección correcta, en la sumisión estructural de la sociedad y en su vértigo? A fin de cuentas, eso es lo que queremos todos: buenas notas y un título al final de la larga travesía por un desierto tan árido como arriesgado.
Sin embargo, siempre queda un resquicio por el que se cuela la preocupación. Es ese guarismo más bajo que los demás anotado en aquella asignatura que parece atragantada en la pequeña gola del chaval y que rompe la armonía del conjunto. Es un número ofensivo, infame, discrepante, que enciende la luz de alarma. Sobre todo si algún día llega acompañado de la correspondiente nota de "necesita clases de apoyo". Y ahí es donde me planto. En ese punto es donde reflexiono acuciado por una intuición amorfa pero certera. Llega la "observación" y la palabra sugerida por ésta es "fracaso": el alumno no va bien en esta materia, luego fracasará. Se activarán los resortes paliativos para evitar el naufragio académico. El discente necesita mejorar, aprender esa disciplina, así que contrataremos unas "clases particulares", una educación externa para que suba la nota de la educación interna y no zozobre; para que un profesor extraoficial eleve el nivel que califica su profesor oficial. Pero, ¿quién fracasa? ¿De verdad es equilibrado y justo el sistema de calificaciones?
Bajo esa perspectiva voy dando forma a la intuición acicatadora. La educación es obligatoria: es una imposición inevitable. El currículo educativo viene determinado por unos señores que dictan qué conocimientos y a qué altura deben impartirse y qué nivel mínimo es aceptable para que el interesado obtenga el reconocimiento certificado de haberlos adquirido. Así, pues, insisto, ¿quién fracasa?
Si el alumno precisa de clases extraescolares para llegar a la cota establecida, ¿quién fracasa?
Yo lo digo: el sistema y sus valedores y sus herramientas humanas.
Si el sistema impone un rasero concreto y determinado, el sistema (y cada herramienta humana) está obligado, comprometido, a que todos y cada uno de sus usuarios sometidos alcancen ese ras. Ningún chaval debería verse obligado a acudir a clases de apoyo externas a su vida colegial. Es exigible que ahí donde un alumno fracasa o está a pique de hacerlo, su profesor (que es quien con más frecuencia fracasa aunque no lo reconozcamos) tiene el deber de modificar su "librillo" y enseñarle en vez de sacudirse las manos y justificar que es el chaval al que "no le entra". Si el sistema impone un nivel, el sistema está obligado desde el sistema a hacer que todos  lleguen a ese nivel.
¿Qué sentido tiene exigir a un alumno un nivel que luego deberá conseguir fuera del entorno que se lo exige? No. Si el sistema determina el qué y el dónde, el sistema tiene que velar, asegurarse, de que del dónde se salga con el qué.

24/06/2013

OKUPAS Y TEORÍA IMPERFECTA DE LOS ESPACIOS VACÍOS

Según sople el interés, soplará el argumento. Para unos, ocupar y devolver utilidad a los espacios vacíos, abandonados, arruinados, o simplemente cerrados es una cuestión higiénica y de bien común que trasciende al derecho a la propiedad. Para los propietarios (y otros), la propiedad privada es siempre privada y privativa independientemente del uso y del estado de dicha propiedad. ¿Quién tiene razón? Quizá todos y ninguno porque tanto de un lado como de otro ejercen fuerza matices que, normalmente, no se consideran.
En cualquier caso, analicemos la siguiente cuestión: ¿A quién pertenece la soberanía popular y el poder que de ella dimana?
La primera respuesta será, lógicamente, la elemental: si es "popular", al pueblo.
De ahí, lo demás. La soberanía es, pues, una multipropiedad privada; un espacio privado-común, una mancomunidad con muchos propietarios, dueños, titulares.
¿Quiénes han allanado ese espacio? Pues, lo han allanado (usurpado) unos "okupas" peculiares. Peculiares porque, paradójicamente, son los que defienden la propiedad privada inalterable y su sacrosanto derecho y legitimidad, y son los del otro bando quienes quieren recuperar el espacio invadido por la desidia de parte importante de los copropietarios.
Usando sus mismos argumentos (o excusas) habría que exigir a esos okupas peculiares la devolución de la parcela -con independencia de que se use o no-. No es preciso (aunque ellos digan que sí lo es falseando el propio derecho a esa propiedad) que todos los dueños la usen o la visiten con relativa frecuencia; basta con que algunos de esos dueños exijan la devolución apelando a su derecho individual.
Nuestros políticos han robado la soberanía al pueblo. No sólo la han tomado, sino que, además, han levantado una muralla para impedir que sea reconquistada por sus legítimos.
Y, entonces ahora, ¿qué?
No sé, ¿quién lo sabe? Quizá haya que poner sitio inflexible y esperar; o tal vez sea preciso asaltarla para expulsar a los invasores antes de que por la cosa consuetudinaria pasen a ser los amos y señores. Salvo, claro es, que tras una asamblea de todos los comuneros, la mayoría decida que le importa un bledo esa importante parcela y se la ceda a perpetuidad porque "como la democracia es eso..."
Ahora bien, esa mayoría indolente y pasiva que prefiere no malgastar sus horas en recobrar ese espacio, que luego no se queje si un día cualquiera quiere entrar de nuevo en su soberanía y le niegan el paso: santa Rita, Rita: lo que se da...

27/10/2012

El género de la violencia

Dicen que no hay peor ciego que el que se niega a ver.
Basta con cruzar y analizar algunos datos para darse cuenta de que hay algo que no cuadra. La conclusión es inevitable por elemental: un elevado porcentaje de la violencia ejercida en el ámbito doméstico (probablemente en ambos sentidos) es fruto de la arbitrariedad y la prevaricación impune de nuestros jueces. Ellos, y no otros, son los auténticos responsables. Con sus sentencias sesgadas y demasiado subjetivas fomentan el cansancio, la desesperanza en los implicados y la desconfianza de estos en la justicia y eso, sin duda, lleva a colmar la paciencia de muchos ciudadanos que no viendo otra salida para resolver el conflicto optan por zanjar definitivamente la cuestión.
No sólo es la ley, una ley ofensiva en tanto que es desequilibrada y deja en una indefensión absoluta a una de las partes afectadas. Son también los criterios de hiperprotección que permiten delinquir a una de aquellas partes sin que después se resuelva contra ellas (es el caso de la infinidad de denuncias falsas, por ejemplo). La ceguera deriva de la ignorancia y de la comodidad; deriva de una hipocresía lamentable en la que con frecuencia los hijos -sin ir más lejos- es lo que menos importa a los sentenciadores.
Los grupos de presión feministas son poderosos. Gritan mucho y sacuden hasta la extenuación los extremos convenientes a sus propósitos mercenarios; pero, olvidan adrede hablar de aquellos aspectos desfavorables a sus objetivos, entre ellos el Síndrome de Alienación Parental.
Cada desemparejamiento es un mundo y por eso mismo no vale juzgar con criterios generalistas. En toda ruptura hay dos partes, y permitir la prevalencia de una versión sobre la otra, ya es en sí mismo una injusticia abominable. Hay dos opiniones, dos visiones, y dar por válida una por el hecho de "proceder de" constituye un atropello de las garantías procesales y de los derechos cívicos.
No hace mucho, poco más allá de una semana, asistí a una conversación estremecedora. Sentadas cómodamente al velador de un café dos mujeres charlaban animadamente conscientes del volumen de voz con que debían enfatizar sus palabras para que fueran del suficiente dominio público aunque no nos interesara lo más mínimo al resto de parroquianos. Entre orgullosa y desanimada, una amiga le comentaba a la otra (sin apearse de una cierta sonrisa sardónica) lo difícil y duro que era pero lo satisfecha que estaba de estar criando a su hijo sola, sin ayuda de nadie; lo satisfecha que estaba (insuficientemente pagada de si misma) de estar sacándole adelante a pesar de cómo estaban las cosas. Se alabó sus esfuerzos y su abnegación. Por desgracia yo conozco a esa mujer, a la amiga y a los antiguos maridos de ambas. De ésta que hablo, en concreto, puedo decir que su esfuerzo es loable, muy noble su diligencia y dedicación, muy digno su sacrificio. Tanto que no me atrevo a dar algunos datos verificables y ciertos. No me atrevo a decir que el chalet donde vive fue pagado íntegramente por su "ex" (porque ella no trabajó nunca y carecía de ingresos) y cedido por éste sin oponer la menor resistencia. Tampoco me atrevo a decir que la dama en cuestión es auxiliada en las hazanas domésticas por una buena señora americana que paga religiosamente quien fue su esposo de aquella (puedo dar el nombre de la fámula y ella, además, no me dejará mentir). Todo ello aderezado con el detalle obviado intencionadamente de que ese esfuerzo que dice, todo ese sacrifico en la crianza del vástago, está avalado por una pensión que por la buena posición y disposición de quien fue marido sobrepasa, con creces, la nada desdeñable cantidad de los mil euros. Aun así, por supuesto, es mucho mejor (¿dónde va a parar?), que el niño quede en manos de la madre y el papá de marras sostenga a su exmujer y al señor de marrón que apareció en el pasillo...

02/09/2012

Un buen día

Y, entonces, de repente, un buen día, uno se levanta y se da cuenta de que no tiene nada qué decir; de que el mundo ha progresado pero no cambiado, que sigue habitado por seres miserables y egoístas y que no tiene solución. De repente, uno se da cuenta de que no ha sabido resolver su vida, de que ha malversado su tiempo de una forma inconsciente e irreparable. Entonces, uno se da cuenta de que con casi medio siglo de vida sobre la chepa sólo ha azacaneado inútilmente penas y sufrimientos, que tiene las manos y el alma vacíos y que está en esa edad turbia e imprecisa en la que ni se puede concluir ni se puede empezar de nuevo. El vigor y la cabeza se baten en retirada lentamente; el corazón -o lo que sea- ya no alberga esperanzas ni anhela imposibles; los ojos van errando sus miradas; las manos notan el temblor incipiente de los años; las piernas flaquean y una certidumbre aplastante se hace carne. Lo que no se consiguió antes, ya no se conseguirá. La consciencia de la irrealidad de los milagros se expande frente a la retirada de una fe torpe que nutrió, horra, cientos de días insolventes heridos por una espera absurda.
Se hace balance y el resultado se solapa bajo capas de lamentos mientras su fogonazo persiste devorando el centro de un universo vacuo. Ni se aplacó la sed ni se satisfizo el hambre.
La luz va extinguiéndose sobre un horizonte turbulento y en ese crepúsculo inevitable va dejando alfileres, agudos, severos, que desangran las últimas horas.
Entonces, uno, de repente, un buen día, se da cuenta de que nada tiene ni sentido ni solución y de que hace mucho tiempo, mucho tiempo atrás, que debería haberse bajado en aquella estación recóndita donde la soledad dolorosa se reconfortaba con las simples sombras de la libertad y el silencio.