08/09/2009

Ni a todos, ni todo el tiempo


La vida es un fraude: no cumple nuestras expectativas. Las personas decepcionan. Hemos asumido como algo natural el engaño y la mentira y, por lo común, los excusamos con esa estúpida premisa de "hay que aceptar a cada uno como es". Hemos asolado cualquier asomo de sentido ético o, para quienes lo prefieran, de honor para limitarnos -sin réplica- a convivir con esos impostores.
Es un juego desequilibrado porque quienes se enfrentan a la vida y a los demás desde la honestidad y la sinceridad, están en desigualdad de condiciones. El resultado de esto es que llega un momento en que todo humano, por honrado que sea, se plantea la necesidad imperiosa de entrar en el círculo vicioso para sobrevivir: cuestión de selección natural.
Dependiendo del criterio filosófico-religioso que cada uno lleve puesto, la percepción de cómo actuar varía. Para un católico -uno de verdad- en su bonhomía, lo preferente es perdonar y esperar a que el cielo, o Dios, o el tiempo, juzguen. Para un estoico, qué le vamos a hacer: el simple planteamiento de la duda significa que es inevitable.
Sin embargo, en este remolino feroz, hay quienes sin ser de arriba o de abajo, sin ser de allí o de aquí, tenemos que sopesar muchos elementos y factores, muchas interrelaciones y vínculos, muchas implicaciones antes de tomar una determinación cuyos resultados pueden afectar a segundos y terceros a los que queremos preservar de todo daño "colateral".
Es entonces, en el análisis, en la búsqueda de la solución, cuando aparecen la angustia y la desesperación; es entonces cuando la cabeza se nos pierde por angostos vericuetos copados por una bruma viscosa y obscena. Suele quedarnos la esperanza de la "justicia poética"; la esperanza de un golpe de viento que hunda las naos enemigas y dé aliento a las nuestras cambiando barloventos y sotaventos. Todo, en tanto pensamos una jugada maestra de ataque definitivo que nos procure la posibilidad de salvar los muebles... y la dignidad.
Porque llega un momento en que todo se paraliza. Yo no creo en eso de "siéntate en el umbral de tu puerta y verás el cadáver de tu enemigo pasar". Sí, muy bonito y siempre suponiendo que vivas más que tu enemigo y sí, muy bonito, pero no aporta ningún consuelo.
¿Acción o inacción? Terrible dilema el que nos asalta como un bandolero en mitad de un camino legendario.
Pero, tampoco tengo muy claro que el camino correcto sea el de la anhelada venganza.
La disyuntiva es demoledora. El tiempo apremia y la vida se escapa a marchas forzadas diciendo: ahora o nunca.
No tengo la respuesta: tengo mi respuesta.
El dolor es inevitable. Sabiendo esto, tratemos de hacer un poco mejor el mundo, expulsemos a los mendaces y zascandiles; cerrémosles en un aprisco lejano, en un tinao inaccesible en lo más alto de la más alta montaña imposible y luego, que el tiempo arregle lo que pueda o esperemos consuelo, quizás, en la confianza y seguridad de haber hecho lo justo: seamos más cínicos.
Hagámoslo en todos los ámbitos: en lo político, en lo amistoso, en lo cultural, en lo social, en lo académico, en lo afectivo...

04/09/2009

Red de mentiras y vírgenes suicidas



Dos títulos de películas (en español) que me vienen al pelo.
El primero tal cual y desdoblado porque el empeño es, ahora, que los padres demos un consentimiento expreso a la inscripción -por lo común falsa- de nuestros hijos en las redes sociales de internet. Muchas son las razones alegadas para ello; sobre todo, la inseguridad. La "red" es, para quien quiera saberlo, más segura que las calles y, en vista de lo visto, que los colegios o las discotecas. El problema no radica en su seguridad, sino en el uso que se hace de ella o en ella sin conocimiento alguno o con los pies de la estupidez por delante.
"Es que colgué una foto y ahora circula libremente por ahí". ¡Pues, claro! No hubieses colgado la foto, majilla o, mejor, lee más, despabila tu tonta coquetería adolescente y piensa en lo que haces antes de hacerlo; si no, asume las consecuencias o aprende a bloquear la imagen; pero no pretendas que paguen otros tus platos rotos: rotos por tu cociente intelectual de menos tres. Además, hay procedimientos de bloqueo que un padre preocupado sabe activar o instalar; seguimientos y registros... En fin, que quien no lo hace es porque no quiere y lo demás es limitar por limitar; o sea: reducir derechos. En internet hay una distinción clara entre qué es de acceso público y qué de acceso privado o restringido. Lo que no se puede hacer es gritar en el bar que eres gilipollas y pretender después que los parroquianos presenciales no corran la voz. Otra cosa hubiese sido que se lo hubieses confesado al padre prior de un convento de carmelitas. Además, hasta donde yo sé, se avisa. Que nadie piense que detrás de eso hay hackers malísimos hurgando en los discos duros y extrayendo información que luego vale "minolles" -que diría Manolo-.
La otra cuestión de orden es lo de Erre Zetapeta y su solemne promesa de ordenador portátil para cada mico de este país a partir de no sé que curso. Bueno, pues, nada. En mi tierra, donde usamos el román paladino, a eso se le llama mentir... aunque la intención es lo que cuenta.
Lo último, pensándolo mejor, lo voy a dejar en suspenso a ver si aquellos hijos de puta que mantienen viva la "fatwa" contra Salman Rushdie (y otras personas) y que tanto revuelo levantaron -amenazas incluidas- por la caricatura de Mahoma con turbante en forma de bomba que publicó el periódico danés Jyllands-Posten, piden perdón a los católicos del mundo entero y, en lo que les toca, a los hebreos que algo también tendrán que decir. Sobre todo los afectados por las muertes que esas subnormales produjeron con su hazaña. Ahora, en su arrogancia sin límite, esos hijos de puta que tanto respeto piden para sus símbolos sagrados (los únicos respetables según ellos: recuérdense las estatuas voladas de Buda) desafían y ofenden disfrazando de vírgenes marías a un par de terroristas, conscientes de que el resto del mundo, en su tolerancia ilimitada con ellos y para evitar que se le tache de racista, va -otra vez- a callar para que ellos se crezcan aún más.




03/09/2009

Los falsos librepensadores


Dicen que un tal Jesús entró en un templo infamado por mercaderes y que al ver tamaña blasfemia, asió un látigo -o lo que fuese- y se dió a repartir trallazos hasta que los echó del sacro recinto.
Algo así debería hacerse con todos aquellos, demasiados, que se cuelgan el marbete de "librepensador" y presumen de ello en el utópico templo de la Libertad.
En la crepitante confusión de algunos raciocinios, hay quienes abundan en la desprestigiosa idea de que ser librepensador es, poco menos, ya una virtud innata, ya una cualidad inherente al hecho de pertenecer a un determinado partido o a una opción. Y nada más lejos. El acto de acatar -sin ápice de intención crítica- sumisamente un ideario concreto, una doctrina política determinada, es en sí mismo un rechazo frontal al librepensamiento. Más cuando las directrices marcadas por el grupo hegemónico o por la jefatura, son asumidas ciegamente y seguidas a rajatabla sin disensión alguna.
Soy consciente de que el término "librepensador" queda muy bonito en el currículo, le da enjundia y cierto prestigio social en algunos circuitos; sin embargo, como siempre, una cosa es lo que se dice que se es y otra, diametralmente opuesta, lo que se es.
Esta actitud desemboca, inevitablemente, en la desvirtualización del concepto. Lo desnaturaliza, lo ofende y, por fin, lo hunde en la oscuridad.
No hay solución, lo sé. Es como el tipo adscrito a una asociación de escritores (una estupidez humana más: crear una asociación de escritores) y que no habiendo puesto jamás una letra detrás de otra se arroga la vanidad sin talento ni oficio.
Ayer, huroneando en la red en busca de blogs con algún interés, topé con uno de esos alardes.
Leí un poco. Accedí al perfil del autor. Pensé.
El "presunto" se da a la soberbia y al engreimiento de tal y obtusa manera que estremece. Es, según él, de oficios "creador de opinión" y "periodismo ciudadano" (la concordancia ya dice mucho del caletre de este atabal mesócrata). Y describe sus "intereses" así de campante: "Desde la racionalidad quiero (estremecedora e irritante primera persona) defender (¡menudo paladín!) la libertad de expresión y la pluralidad de ideas (¡no!: la imposición de su idea; porque leo en su blog una obsesión compulsiva permanente contra cierto partido de derechas). Para ello -continúa- trabajo en la alfabetización digital del movimiento asociativo vecinaljoder, qué bonito es eso!, ¿no?-. La "alfabetización digital", ¡nada más y nada menos! Si queremos decidir -remata con indeleble gloria- tenemos que participar".
Huelgan las palabras para definir a este elemento.
Sólo espero que su partido le recompense el esfuerzo y la dedicación. Pero, por favor, que se sacuda la medalla de librepensador porque como no tenga cuidado terminará clavándosela en el pecho y haciéndose pupa con ella. Algunas cosas a algunas personas, les vienen demasiado grandes.

Racistas y contundentes

Hoy saltaba la noticia bien aliñada con suculentas imágenes.
Un montón de "pies planos" malos, muy malos, le daban un chaparrón de hostias a un pobre senegalés (negro, claro) antes de detenerlo.
El pobrecito senegalés iba tranquilamente por la calle sin meterse con nadie. Sólo llevaba un inofensivo destornillador -que terminó clavado en ocho "pies planos"- con el que iba gastando bromas a los coches a los que dejaba, de lado a lado, un rayoncito muy decorativo y sin importancia.
Algún vecino, injustificadamente alarmado y muy maluto también (seguro) y muy racista, da aviso a la poli.

Llegan los efectivos que, enérgicamente, le piden la documentación al africano "de color" (de color negro -que ya está bien de tanta gilipollez políticamente correcta-) quien amablemente, como se ve en las imágenes, y lejos de provocar un altercado, les responde tirando de destornillador y repartiendo mamporros a diestro y siniestro, porque él es muy bueno, es negro, es ilegal y no hace cosas malas.
La gente, que ya se arremolina en derredor de la bronca, sin saber de qué cojones va la vaina, empieza a increpar a los polis y a defender al que "creyeron" (¡creyeron!, nadie le conocía, nadie comprobó, todos se metieron en el ajo sin saber en qué estaban interfiriendo) un pobrecito mantero que se gana la vida vendiendo cedés del Ramoncín y de Miguel de Molina.
Somos así: altruístas, dadivosos, quijotescos...
¡Qué vecindario ejemplar y valiente! ¡Qué arrojo y solidaridad!
Es conmovedor aunque, no sé, hay algo que me intriga con independencia de que el tipo senegalés en cuestión fuera o no un delincuente o estuviera cometiendo un acto vascálico. Me pregunto, si el "mantero" -con confusión o no- hubiese sido un chico blanco, de cualquier arrabal urbano -no quiero citar por no ofender-, ¿lo habrían defendido con tanto ímpetu y ardor guerrero?
Yo creo que no. Yo creo que ese hatajo de subnormales que intervienen donde no les llaman sin saber por qué lo hacen y que se consideran más progres y antirracistas que los demás por un extraño complejo no superado, no habrían movido un sólo dedo... Pero, hay que aparentar lo que no se es y, si se puede, excomulgar al Papa por hereje.

02/09/2009

Yo crisis, tú crisis, él de puta madre.


Pues miren ustés, señores Rajuá y Erre Zetapeta: ni ninguna ideología es una verdad absoluta y suprema; ni ninguna doctrina económica contiene conceptos invariables; ni la crisis que padecemos es del mundo mundial.
Primero, empezaré por lo último, porque ni la crisis es como nos la han vendido ni afecta a todos: pocos se han lanzado al vacío arruinados desde sus lujosos despachos en el piso cinco mil de un colosal edificio.
Los afectados han sido los de siempre. Sí es cierto que grandes empresas han quebrado. Sí; pero tampoco han llegado a ese estado tal y como lo cuentan. ¿O miramos el patrimonio de sus directivos a ver cuantos se han quedado con una delante y la otra detrás? Es verdad que muchas fábricas y factorías han cerrado; pero, ¿por qué? Unas, quizás, porque han buscado mayores beneficios en lugares donde la mano de obra es más barata: desmantelamos la de Equis y la montamos en Hache donde cien obreros cobran lo que uno en la primera; otras, quizás, porque buscando más rentabilidad o en su desmedido afán de ampliar su porcentaje de ingresos calcularon mal la inversión, hicieron mucho más producto en su avaricia desmedida y luego no pudieron responder. Es verdad que muchas constructoras se han hundido; pero, ¿por qué ha sido eso posible? ¿Cuántos constructores están pidiendo limosna? ¿Y los beneficios desmedidos que obtuvieron durante los años de bonanza? Y, luego, los bancos: esos "choros" legales. Porque, como con casi todo, es la pescadilla que se muerde la cola: fabrico coches en Equis y vendo coches en Equis porque sus ciudadanos tienen poder adquisitivo. Cierro la fábrica de Equis y me la llevo a Hache. Ahí no puedo vender los coches que fabrico porque sus ciudadanos, a los que pago una miseria, no tienen capacidad económica para adquirirlos. Quiero seguir vendiéndolos en Equis; pero, como he mandado al paro a sus ciudadanos, éstos han perdido nivel de renta; conclusión: allí tampoco vendo la tupa de coches que he fabricado.
Pero, a lo que estoy. Yo sólo veo una crisis parcial; una crisis de algunos. Aguda, compleja; pero, de algunos. De unos cuantos que van a comprar al supermercado, buscan las ofertas y compran sin pensar que en esa oferta, los amos del supermercado no pierden un chavo porque si reducen el beneficio, ya lo compensarán con despidos masivos de empleados.
Dar por sentado que una estructura económica es -no ya infalible, que va a ser que no- inamovible y verdadera porque lo dice uno que dicen que sabe mucho es una solemne majadería. El problema radica en que alguien piensa en un sistema y otro con mucho dinero y poder lo implanta, lo impone. Y si no, pensemos un momento en la absurda evolución de todo el tinglado: del trueque elemental de cosa por cosa a un complejo sistema incomprensible y fiduciario de dinero por cosa por dinero.
No obstante el Capitalismo o el Socialismo son buenos o malos porque lo dice quién. Y, ¿qué pasa?, ¿que lo que dice ese quién va a misa?
Lo que hay que cambiar son los conceptos. He oído a muchos empresarios afirmar (a uno ya le respondí convenientemente y todo aderezado con unas gotitas de mi proverbial cólera) que ellos son el motor de la economía y que ellos son los que dan trabajo. Sí; pero olvidan un pequeño detalle: quien les permite enriquecerse y prosperar es el trabajo. Sin el trabajo no hay producto o venta o lo que sea. Y el trabajo lo hace un trabajador; luego es el trabajador quien le permite progresar; sin el trabajador el empresario sólo tiene dos opciones: o sacar su "producción" él mismo o comerse un huevo y el otro ir chupándolo. En esa simbiosis es de justicia que ambas partes obtengan beneficio en la proporción de sus esfuerzos y aportaciones: hasta la fecha, el beneficiado siempre es el empresario que, por lo común, explota miserablemente al empleado -demostrable-. Uno me comentó: "Sí; pero, el empresario arriesga su inversión". Sí, es verdad... ¡y el trabajador! Porque éste es el más interesado en tener trabajo y por eso, cuando algún empresario le pide un esfuerzo para sacar a flote una empresa, hace lo imposible hasta la extenuación: redoblando su rendimiento mientras hecha el bofe; quedándose muchas más horas... Lo que sea. El trabajador también hace una inversión. Es preciso renovar conceptos y terminar con muchas gilipolleces instauradas en la economía y ser capaces, desde luego, de poner pie en pared y cuando alguien nos diga que eso es así, responderle que porque él lo diga.
Y las ideologías. Ninguna en la actualidad es válida. Las mantienen vivas los intereses creados, la tradición y la ignorancia. Todas tienen cosas buenas y cosas malas que son compatibles. Incluso algunas se dedican a denostar a otras siendo la misma o van más allá y les atribuyen doctrinas que no se corresponden con la original en un alarde defensivo rebosante de estolidez sumaria. Además, éso, es muy español, muy de la tierra. Dos de los ejemplos más palmarios que conozco es el endosamiento, del que se derivaron las lógicas ramificaciones y separaciones en su seno, de carácter "derechista" de F.E. de las J.O.N.S. y la confusión que circunda al Anarquismo y sus muchos espectos y matices. Nada más lejos de la realidad en el primero. Yo no soy falangista; pero, sé que es un partido más inclinado al socialismo que al capitalismo y que hasta dónde yo leí, fue el inventor del centro político: "centro imaginario", creo que lo llamó Primo de Rivera. Y, en el segundo, ni me molestaré en proponer aclaración alguna. Los de derechas se quedan en lo de "la propiedad privada" y los socialistas no saben cuál de todos los modelos promulgados es el que siguen. O sea, bien. Con razón decimos en este país eso tan recurrido y recurrente de "de política yo no entiendo". ¡Y qué verdad es!
Hoy he visto en televisión un pequeño reportaje sobre una buena señora que en Plasencia se ha inventado un "supermercado social" para ayudar a quienes no tienen ni para pan. En este supermercado, que gestiona la buena mujeruca, una familia de cinco miembros sin recursos hace la compra mensual por menos de cien euros. Luego es posible combinar y algo falla en el sistema. El resto de preguntas que sugiere esa iniciativa, hágaselas cada uno.
Yo, por mi parte, sólo añadiré "grosso modo" que en esta crisis hay mucha gente haciendo su agosto.

01/09/2009

Apretarse el cinturón... al cuello

Para este Gobierno, casi todo es una cuestión de interpretación, de mala interpretación.
Hace ya mucho tiempo, tras una farragosa explicación, alguien afirmó: "No. No me entiendes". A lo que hubo el otro de responder: "Sí; pero no es que yo no te entienda, es que tú no te explicas".
Si para desentrañar una frase que contiene un concepto o una idea simple necesitamos un trujamán, mal vamos.

Ahora, con lo de la subida "temporal" de los impuestos -que ahora serán para las rentas más altas- lo que queda claro, un poco más si cabe, es que el gabinete del señor Rodríguez Zetapeta es un cónclave de improvisadores. Y queda también, meridianamente, claro que el pueblo español es un conglomerado de seres incapaces de la autocrítica y conformistas por demás.
Si alguno de esos individuos tuviera a bien comprobar cuánto y cuántas veces ha subido la luz en los dos últimos años, o la gasolina, o el tabaco y así sucesivamente, verificaría que los incrementos son continuos y éso, querámoslo o no, son impuestos.
El apogeo de la estupidez viene, no obstante, no en el irreconocimiento de sus errores o de sus limitaciones. No. El clímax lo alcanzan cuando acusan al resto de mortales paisanos que no comulgaban con su descabellada imposición de "insolidarios".

Yo no sé -tampoco me importa- si el señor Rajuá y el resto de prosélitos y acólitos del Pepé son o no insolidarios.
Insolidario es aquel que, lógicamente, no es solidario, no se consolida con una acción, con una opinión. Así, cualquier discrepancia de su "unimente" es insolidaria.
Es peligroso trazar una pauta de comprensión sin un diccionario español-político, político-español. Aun así, hay que intentarlo.

Veamos. Las rentas más elevadas deben arrimar el hombro en estos momentos cruciales para intentar no perdernos definitivamente en el abismo. Bien; pero, yo estaba convencido de que eso ya estaba establecido en nuestro sistema de tributación y, por lo que veo, o era un sistema deficiente o en su tramoya hay más trampa que cartón... o ambas cosas a la par.
Más. España no es un paraíso fiscal; pero, "como si lo seriese". La cantidad de dinero negro que, si se quiere, se puede hacer aflorar es impresionante y ya, de paso, a todos los que están metidos en ese revuelto, darles un bonito juego de grilletes. Es de dominio público y si alguien no lo sabe, o es tonto o es de otro planeta.
Y más. Estamos en crisis y se ayuda a la banca. Bien, ¿a qué banca y por qué? ¿Por qué yo, como contribuyente, he de responsabilizarme de la mala gestión de los agentes bancarios? ¿De unas entidades que siguen obteniendo beneficios y que siguen reclamando las cantidades que por sus contratos de usura se les deben y que los ciudadanos, la mayoría, mal que bien, continúan abonando religiosamente? Pues a esas entidades y corporaciones es a las que hay que someter, no ya a una vigilancia exhaustiva y a mecanismos depurativos severos, que también, a un régimen de cooperación con la sociedad mucho más generoso. Y, desde luego, del mal causado que se haga cargo su hacedor.
Y mucho más. El movimiento, ya lo dijo el señor Aristotételes, se demuestra andando. El procedimiento ejemplar siempre debe empezar por uno mismo. En este caso, por los políticos y sus muchas y pingües rentas fruto de una situación esperpéntica. Tienen, a ver si son capaces, que ajustar y reducir sus opulentos privilegios y hacer lo que predican. Y una vez hecho esto, coger a la mitad de los funcionarios de este país y ponerlos de patitas en la calle por varias razones: ineficiencia, holgazanería y porque hay demasiados que están viviendo/cobrando de los impuestos de los demás y, encima, manteniendo un puesto de trabajo inconcebiblemente de por vida mientras que sus pagadores están siempre con el alma en vilo. Es una saturación insoportable para cualquier estado. Luego, ya entrados en harina, cambiar el cómodo esquema sindical, ahito de liberados improductivos, y sugerir otro que refleje la realidad: la inmensa mayoría de los trabajadores no están sindicados y el más representativo no copa más que un porcentaje insignificante de obreros. Traducido: su legitimidad negociadora es relativa y sus decisiones y acuerdos, discutibles.
Estas claves elementales de economía doméstica son coherentes y perfectamente aplicables al estado general de nuestra situación nacional: reducir gastos superfluos, recabar el dinero perdido bajo los muebles y el que está escondido en el colchón, usar el transporte público, hacer nosotros mismos las gestiones en vez de ir a la gestoría... En fin, aplicar una política de austeridad y contención, un esfuerzo, que repercuta en la mejoría general y permita mantener a los chicos la paga de los domingos porque ellos no tienen la culpa de nuestros despilfarros ni de nuestra mala cabeza.
Queremos ser un país moderno, en vanguardia: nunca lo conseguiremos. Nuestro carácter egoísta, pícaro y subsidiario lo impide.
Pondré un ejemplo ilustrativo para aquellos capaces de leer entre líneas:
Hace años me llegó un correo admirable.
Un joven argentino se fue a trabajar a Suecia. Una vez instalado en su casa, la víspera de debutar en su nuevo empleo, le visitó un vecino -enterado de la proximidad de un nuevo compañero- para ofrecerle un asiento en su coche: "somos varios y cada semana lleva uno el coche; si quieres, mañana te recogemos a..."
Al pibe le pareció bien. Al día siguiente fueron a la fábrica. Llegaban con tiempo de sobra. El aparcamiento de la factoría estaba casi vacío. Entonces el conductor -como hacía habitualmente- llevó el coche al lugar más apartado de la puerta de entrada a la nave y lo aparcó junto a otro.
El chaval argentino, sorprendido, le preguntó por qué teniendo sitio cerca de la puerta lo dejaba tan lejos y justo al lado de otro habiendo tantas plazas disponibles.
El sueco le respondió: "Nosotros venimos con tiempo suficiente para ir andando hasta el trabajo. Si aparcamos allí permitimos que quienes llegan tarde puedan dejar su coche cerca y evitar retrasos; y dejándolo junto al otro evitamos intercalar espacios que luego la gente tiene que buscar".
Parece una digresión incoherente; pero, quién quiera entender, que entienda.
Eso es to... eso es to... eso es todo, amigos.

31/08/2009

Veo veo...


Mi planteamiento es sencillo:
a) Si el destino no está "escrito", es imposible conocerlo con anticipación: es impredecible.
b) Si el destino está "escrito", se puede predecir; pero, por ende, es invariable: se ejecutará inevitablemente.

La necesidad humana de acudir a un oráculo, a un augur, para conocer su futuro no es nueva. Delfos y Casandra, las vísceras de la aves y las entrañas de los toros, las runas, la corneja a diestra o a siniestra, las nubes o el I Ching (por citar algunas supersticiones de índole adivinatoria o agorera) y, más recientemente, la cartomancia, la quiromancia, los posos del té o la copromancia -ya puestos-, denuncian el temor humano ante lo desconocido que se le viene encima, su inquietud por anticipar un resultado y, sobre todo, su inseguridad en estas agitadas aguas que navegamos hasta desembocar en la mar que es el morir.
Es, la de conocer el porvenir, una curiosidad innata que, en sí misma, ni es buena ni es mala: está ahí. Tanto es así que el hombre está inventando constantemente nuevas supersticiones y sus correspondientes talismanes sin que tengan mayor importancia ni repercusión en su vida... hasta que entran en baza los charlatanes, los avispados sin escrúpulos que aprovechan las ignorancias elementales para sacarles los cuartos a los incautos que no se resignan a soportar el presente que les h
a tocado en suerte. Gentes que no se conforman con su "destino" y que no se plantean, cuando llaman a un número de valor añadido o cuando entran en un "gabinete" adivinatorio, por qué todos esos despabilados viven de sajarles las perras y ninguno de la lotería o de los cupones de la O.N.C.E. Y lo peor es que la mayoría de los usuarios de estos timadores son reincidentes y tampoco se interrogan el porqué de su retorno: es evidente que si vuelven es porque la vez anterior los vaticinadores no acertaron sus pronósticos, así que para qué volver; o si atinaron -lo cual es harto improbable-, es porque lo que va a pasar es inexorable y sólo estarán prevenidos cuando el propio destino (o quien mueva sus filos) así lo decida.
Pero los humanos somos así, de naturaleza tropezona. No paramos hasta que alguien nos embauca con la patraña de que vamos a ser altos, guapos y ricos. Pasan los años; seguimos hundidos en la miseria diaria y, aún así, mantenemos intactas las esperanzas de que a la mañana siguiente, de camino a la obra, a la fábrica, al comercio, al desagradable tajo, nos llueva del cielo inclemente ese golpe de suerte que nos cambie la vida. En fin...



"ésta no adivinó su próximo lugar de residencia"

28/08/2009

Los que proclaman la Libertad de Expresión... su Libertad de Expresión.






No deja de ser significativa -y conmovedora- la defensa que algunos seres paisanos hacen del derecho inalienable (INALIENABLE) a la Libertad de Expresión.
Tan ardua y "comprometida" es esa defensa que a mi casi consiguen estremecerme -y engañarme- si no fuera porque tras su denodado empeño luego van y, como la puta del chiste, "abrir la boca, ¿pa' qué? ¿Pa' cagahla?"
En el uso y amparo de ese derecho, ellos pueden soltar cualquier cosa -llamar asesino a un Presidente, hijo de la chingada a otro, fascista, cerdo o en fin a un opositor a su causa, lo que sea- sin que nadie les haga frente porque entonces será "que están siendo víctimas de una persecución por parte de quienes no quieren la libertad de expresión", chivos expiatorios de una "operación de acoso y derribo" con la que quieren -ocultas y maléficas fuerzas del Averno- desjarretarlos y joderles la subvención.
Y, claro, los que están acomplejados o no le tienen miedo a la libertad de expresión, pues, pasan de ellos y les dejan decir.


La cosa cambia cuando son los propios ellos los receptores de las lindezas. Entonces hay que acudir a la "justicia" para que ésta ponga en su sitio a los fascistas que campan por sus fueros y porque ya está bien de que en este país hablen siempre los mismos e insulten sin que nadie les ponga freno.
O, dicho de otra manera: yo digo lo que me dé la real gana y tú te callas. Porque lo progre, lo de izquierdas de toda la vida, es promulgar el derecho pero negárselo a los otros.
Yo, que soy un complejo animal político, descreído, liberal (de los de libertad, igualdad y, a veces, fraternidad), que creo que las ideologías hace mucho tiempo que han muerto o son inútiles, que pondría en su escudo algo así como "nemo super nemo, nihil super nos", soy un fervoroso abogado de la libertad y todas sus vertientes y no me creo eso de haced lo que predico y no lo que hago.
Tanto me gusta la libertad (ya sé que es una dulce utopía) y tanto la de expresión, que espero ansioso la portada del Jueves en que pueda ver al señor patriarca de los Borbones siendo sodomizado por un anónimo uranita enmascarado y que la "casa real" tenga que envainársela y dejarlo pasar.

Me gusta la Libertad de Expresión para mi y para los demás; sin límites ni acotaciones morales o legales (todo eso de la difamación, la caloña, la injuria y demás zarandajas que sólo sirven para que un idiota famosillo colapse los juzgados en busca de "pastizarra gansa") y sin excepciones ni privilegios: de Dios abajo, todos; reyes, políticos, jueces y famosos incluidos. Y lo defiendo aunque no esté en absoluto de acuerdo con ejercer un derecho para lacerar sin pruebas la imagen o el honor o la honra del vecino; lo defiendo aunque no me gusten las acusaciones falsas ni la falsedad en ninguna de sus singulares formas. Y lo defiendo para una caricatura del Papa o de Mahoma.
De ahí que me choque que uno que se autodenomina "progresista" se escude en la justicia para aventar su integridad y se queje de que "los del otro bando - o los otros bandos-" hagan lo mismo en su afán depurativo y rehabilitador.
Como decía mi casi amigo F. Guinea: "O semoh, o no semoh: trath id de cuertio".







¡Por favor,..

... que alguien llame idiota a Rodríguez Zapatero!
Uno ya no sabe si la tomadura de pelo es fruto de una íntima convicción y de la inutilidad manifiesta de este "gobierno" o del arte gárrulo de un trilero de medio pelo y poca monta que ha conseguido izarse hasta el más alto cargo. Ahora la receta para salir de una crisis que los desborda y nos intimida es, ¡channn!, subir los impuestos. Como si los que ya dispensamos fueran pocos y cobardes. Con las rentas depauperadas, con el paro en aumento y con los bancos haciendo su agosto -siendo los culpables de todo-, el esfuerzo reparador se lo vuelven a pedir, a imponer al ciudadano que tiene que seguir haciendo agujeros en el cinturón mientras ellos, panda de ... (cuélguelos cada quisque lo que más le cuadre), disfrutan de sus cafetitos a ochenta céntimos.

Subir los impuestos significa, más allá de la necesidad, que estos tipos no tienen ni idea de por dónde coger al toro y, claro, como no saben coger al toro por los cuernos pues nos cogen a nosotros por los güevos, que así duele más.
Que no tienen tampoco ni pizca de vergüenza, ni quien se la ponga, lo demuestran las sucesivas chapuzas que afrontan con descarada arrogancia o culpando a otros. En cualquier país civilizado ya estarían pidiendo limosna en la puerta de una iglesia o escardando cebollinos, porque hay que ser inepto para no aprender Economía en dos tardes. Pero estamos en el país de Nopasanada. Con tantos subvencionados y con tantos lameruzos es normal que tengan un amplio, y caro que nos sale a todos, apoyo popular y el voto masivo de ignorantes y allegados en dudosa legalidad.


Y la guinda al pastel va este cenutrio y se la pone afirmando que la subida es "temporal" y la justifica con no se sabe muy bien qué argumentos y establece una -otra más- falsa estadística comparada: España tiene los impuestos más bajos de Europa.
Vamos a ver, peazo algárabo, no te voy a iniciar en el secreto de la Economía porque después tendría que matarte; pero, tampoco pienso dejar que me comas la pol... émica moral con tus memeces para sandios y votantes del P.S.O.E. En Francia, por ejemplo, la barra de pan está (es un suponer) a dos euros y en España a uno. Claro que en España se paga un euro menos que en Francia; sin embargo eso no significa que CUESTE MENOS: imaginemos, es otro suponer, que la renta disponible que le queda a un franchute medio es de mil euros mientras que al mismo franchute nacido en España lo que le queda son menos trescientos euros. Atención, pregunta: ¿a quién cojones le cuesta más la puñetera barra de pan? ¿Entendés, Sapaterito? Porque para saber eso no hace falta ser un sesudo economista y te lo he puesto por lo facilón, de manera que cualquier "salado" o similar sea capaz, por muchos máster en Economía que tenga, de entenderlo a la primera sin necesidad de diccionario de autoridades.
Dicho esto, yo, con la mejor intención del mundo, te diré cuál es la primera medida, la más inmediata y eficaz, para sacar a España de esta crisis: empieza por dimitir y convocar nuevas elecciones porque será la única manera de que quien llegue pueda salvar algo del naufragio.
Un naufragio, por cierto, provocado por un capitán orate empeñado en comprobar si chocando contra los escollos el barco hacía o no hacía aguas. Ya ves, ¡oh, capitán, mi capitán!, que sí, que el barco hace aguas y además... se hunde.

24/08/2009

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Lo peor de la Publicidad no es que sea engañosa. Lo peor, con diferencia, es que sea estúpida (si es que se me permite el atributo). Llevo centurias dándole vueltas al magín e intentando comprender cómo alguien puede pagar, y muy bien, a un imbécil para que le haga un anuncio imbécil de un producto imbécil y que lo compren los imbéciles. Ejemplos para ilustrar, a tupa.
Los sesudos publicistas, arropados en algo parecido a "lo importante es que el producto cale", son capaces de las mayores atrocidades y quedar impunes sin el más leve asomo de vergüenza ni remordimiento.
Tomemos un "spot": el de NICORETTE, esos chicles -o lo que sean- para dejar de fumar. La "puesta en escena", la narración en sí ya es asaz deprimente: que si una cajetilla (me gusta más que "paquete") pegada a la palma de la mano que no cae, que si una ventolera... En fin, patético. Pero, el mensaje, lo que rumiamos en las mientes, si que no tiene por dónde cogerlo: "con Nicorette y tu fuerza de voluntad..."
¡Y mi fuerza de voluntad! Hay que ser gilipollas. Si tuviera "fuerza de voluntad" para dejar de fumar, evidentemente, no necesitaría los putos chicles -o lo que sean-. Y si además, a este lamentable conjunto elaborado por algún "genio" del "marquetín" (del inglés MARKETING, admitido en castellano como MERCADOTECNIA, o mercado a secas) le añadimos que la lectura del prospecto ya da ganas de pegarte un tiro antes que meterte al cuerpo una cosa de esas, pues cerramos el círculo o formulamos su cuadratura.
Anuncios como este, a porrillo. Yo, si tuviera poder para ello o cierta influencia, propondría que penalizaran a estos cretinos, que los desterraran o que les impusieran una razonable condena: aprender publicidad de los argentinos. Claro que puestos a eso, habría que hacer algo similar con periodistas que lo único que saben de español es el abecedario, docentes cuya deficiente preparación es el alimento espiritual de nuestros infantes, políticos...


23/08/2009

Epur, si muove





Seamos serios: algo está cambiando en Vasconia. El tálamo nupcial entre los dos más rancios enemigos políticos ha conseguido gestar un cambio real, lento, pero real, en ese conflictivo y peligroso territorio. Lo vemos cada día en los telediarios y nos sorprende, por ejemplo, cómo la "ertzaintza" arremete sin contemplaciones, sin complejos, contra aquellos que alientan la muerte incluso de los suyos, de los "ertzainas".
Es un cambio plausible. De él deben estar orgullosos todos los que han osado enfrentarse, antes y ahora, a los caciques bélicos que dominaban el paisaje y lo acoquinaban con sus aplomadas razones.
Eso es así; pero, de ahí a que las Vascongadas sean un oasis...

La débil peana que sustenta el acuerdo político que les permite gobernar no da para tamaña afirmación. La concordia puede romperse en cualquier momento por la causa más tonta de las dables y devolver el poder a esos seres esperpénticos que, mal que les pese, son el reflejo paradigmático de la esencia española por excelencia. Tal es su contradicción.
López, supongo, habla más por mor del deseo que quiere expresar que como análisis de la realidad. Y en sí mismo eso es bueno.
Sin embargo, no hay que lanzar las campanas al vuelo. La precaución -que no está reñida con el aplomo-, la prudencia más observada, exigen un recordatorio permanente de cuál es la situación a pesar del avance.

P.S.O.E. y P.P. han solapado voluntariamente (y con buen criterio que debería extenderse) las divergencias que les mantienen en polos opuestos con el fin, buen fin, de conciliar posturas y atacar los verdaderos problemas de aquella sociedad buscando soluciones no partidistas. Pero, la intención, siendo óptima, no carece de zancadillas y de irredentos odios procedentes del otro mundo.
Si cabe, E.T.A. enconará su empeño mortífero y tratará de ampliarlo hasta límites insospechados porque ni ellos, ni los otros nacionalistas, renuncian a recuperar su violenta hegemonía. Que no piense el Presidente del gobierno vasco que ya está todo hecho con una simple firma, con un acuerdo, y que la naturaleza creará los cauces adecuados para desalojar las aguas turbulentas. El empecinamiento de estos idiotas terroristas, fracasados de la vida, no cejará. Tampoco el del nacionalismo "moderado". Si el señor López no lo tiene claro, lo mejor es que se cuelgue en una pared del despacho un recordatorio perenne:

zalantzaren bat argitzeko edo iradokizunaren bat egiteko: Otegi, Arnaldo. Urkullu, Íñigo. ...

22/08/2009

Y, ¿si remedio no alcanza?

Dicen que nadie sabe realmente lo que tiene hasta que lo pierde. Yo creo que nadie sabe lo que tiene hasta que no hace una mudanza. Sólo quienes han hecho una o están de lleno en el lance son conscientes de la cantidad ingente de cachivaches, de todos los caletres, que es capaz de contener una casa, un hogar. Y si se tienen pululando por ahí niños, más. No son sólo esos bártulos apilados en infeliz adocenamiento en un armario, en un trastero o en empolvadas cajas que duermen bajo las camas buscando un espacio imposible y una paz ficticia y molesta. Es el montón impertinente de cacharros que se escondieron imperturbables en rincones inaccesibles o bajo muebles amigos de una poderosa gravedad.
Ni Dios con sus duras pruebas ni el Demonio con sus tentaciones consiguieron socavar la paciencia proverbial de Job. Pero, porque a ninguno de los dos se le ocurrió probarle con una mudanza.
Cuando, providencialmente, se cuenta con la inestimable ayuda de algún amigo que no hace ni el huevo pero que, en su empeño altruísta anima y acompaña en las cervezas, todo es más llevadero. Si la muda hay que hacerla en solitario, la metáfora más aproximada sería la de un ciclista subiendo un colosal puerto de montaña echando el bofe, con la lengua fuera y el alma hecha añicos por el esfuerzo.

Hay gente -porque hay gente para todo- a la que le gustan las mudanzas por lo que tienen de ritual, de ceremonia de cambio, de ilusión, de esperanza. A esa gente no le importa el número de cajas a llenar y lo hacen como si estuvieran en un concurso de la tele en pos de un suculento premio. Esa gente no se para a pensar no ya en que después de encajar hay que desembalar, buscar nuevos asientos y romperse los sesos buscando el milagro de huecos útiles, sino en todo el intermedio afanoso y desesperante que conlleva el change.
Yo lo pienso y ganas me entran de dejar mis bienes vacantes, relictos a la espera de mejor dueño que los aprecie en lo que de verdad valen y cuestan.
Pero, el sentido de la propiedad está muy enraizado en el hombre y resulta difícil desprenderse de cualquiera cosa que nos pertenezca; da lo mismo que sea un calendario del 36, un enjambre de cromos desvaídos y esclavizados por la humedad o aquella postalita cursi que nos dio el primer amor y en la que escribió la cita más celebrada del genio hindú: no llores por no ver el sol...

El caso es que sin darnos cuenta nos convertimos en grotescos caracoles, nos echamos la casa a cuestas y sonreímos estúpidamente a los vecinos mientras respondemos a la evidencia: ¡sí, sí: ya nos vamos!


21/08/2009

EL DOLOR

Con frecuencia el ser humano compara todo menos el dolor. A pesar de la miseria que nos circunda, de ver a diario seres en situaciones y condiciones más precarias que las nuestras, la magnitud del dolor propio, su intensidad angustiosa y devastadora, siempre es mayor. Es lógico: el dolor de los demás nos conmueve; pero, por amargo que resulte, no lo sufrimos.
Si lo comparásemos, es posible que cayéramos en la horra tentación de paliar nuestro sufrimiento a través del olvido o de la resignación. Si lo comparásemos, es posible que incurriéramos en el absurdo afán de minimizar nuestro padecer sepultándolo con gruesas paladas de conmiseración. Y tal vez resultara; aunque sólo momentáneamente.
Si alguna cualidad específica, si alguna característica o propiedad distintiva tiene el dolor humano es que conlleva dolores adjuntos que nos infligimos por el sólo hecho de tener o padecer un dolor.
Hablo de los dolores físicos -somáticos- y de los anímicos porque tanto montan como montan tanto. Los unos tienen su reflejo y repercusión en los otros y cada uno de ellos tiene afluentes que derivan de él y que en él desembocan siniestros y demoledores.
Para estos tormentos, los de verdad, no hay consuelo, no hay placebo engañador ni píldora sacrosanta y analgésica que los aplaque. No tienen posibilidad de inyectar un antídoto eficaz que los resuelva.
Sin embargo, ni siquiera lo peor del dolor es el dolor en sí mismo. Su mayor crueldad radica en su prolongación temporal, en su permanencia cotidiana que nos obliga a padecerlo día a día, hora a hora, conscientes de que un único segundo de vida puede contener todo el apabullante dolor del mundo.
Es entonces cuando observamos, el alma hecha jirones, cómo envejecemos prematuramente, y cómo vamos muriendo dejando nuestro vigor en los esfuerzos inútiles por sobrevivir, por mantenernos aferrados a una triste tabla que se deshace inexorablemente.
Hay, bien es verdad, quien gracias a un audaz esfuerzo titánico, consigue sobreponerse al martirio y encallecer su corazón, impermeabilizarlo, inmunizarlo frente a otros dolores previsibles y futuros; no es menos verdad que para conseguirlo, por lo común, el tributo pagado es alto y, a veces, irrevocable o irreversible y que la muesca que deja el dolor extirpado se convierte en un agujero negro lleno de insensibilidad.
Sin duda debe ser una compensación natural igual que la vida, dicen, recompensa las buenas acciones y castiga las malas.
Pero, sigue sin ser un alivio el entrar en una espiral de desconfianza, de decepción del género humano; el arrastrar de por vida el ceño fruncido y el gesto severo que impiden disfrutar de las pocas cosas buenas que somos capaces de apreciar o de obtener. El dolor, duele y la coraza pesa. Es harto difícil soportar la dolencia y sonreír como si nada ocurriera; es difícil volver a vivir cuando has muerto en vida. Lo sé. No obstante, si tengo que elegir, opto por la coraza y que los demás choquen contra ella.
El Demiurgo que nos manufacturó no corrigió los defectos de su vulnerable producto: habría que haberle dado un par de consejos prácticos. No se puede ir por la vida con el alma rota.




14/08/2009

En mantillas y... en bragas.


Aquí mi prima, la miembra más descollante del Gobierno, no ha perdido lengua al afirmar -según un titular de ABC- que "la nueva ley estrella está muy incipiente".
Ya estamos acostumbrados a los alardes lingüísticos de nuestros políticos, así que no nos sorprende que vindique el estrellato para dicha ley como no debe hacerlo el que para ella, para la señora Vicepresidente/a, en su espléndido español, "esté muy incipiente" o, lo que es lo mismo, "esté muy que empieza".
El Español da para mucho, bien es verdad; pero, no se puede estirar tanto.
Lo que trasluce tan magnífica composición gramatical es, simple y llanamente, una ignorancia supina, mayúscula. En su recipiente mental, la Vicepresidente/a, habrá considerado que uno de los atributos de su poder omnímodo es el crear una nueva lengua partiendo de la vernácula. Habrá considerado, sin duda, que añadiendo un excipiente adverbial y superlativo, redundaba la idea maravillosa de una cualidad. Pero, se ha pasado dos fronteras, la de Argamasilla y la de Portugal, porque lo que ha expuesto con nitidez abrumadora es su ignorancia pedantesca y la nula preocupación por dar esplendor, como "carga pública", a nuestro idioma. Hubiera sido mucho más sencillo afirmar que la nueva ley, estrellada o no, "estaba, aún, en mantillas". Pero, estos políticos tan cultos son así.

13/08/2009

Dos polos tiene la Tierra.

Renuncia, con todo el dolor de tu alma, a lo que más quieres y te llamarán cobarde. Lucha por ello y te llamarán egoísta.

El doble juego de Estela Comb.

Ahora, de repente, le vinieron a la cabeza -como una bandada de pájaros insolentes envueltos en un griterío ensordecedor-, todas las caras del pasado.
Una a una pasaron delante de ella dejando su punzada mordaz, clavándole la mueca irónica que las desfiguraba en aquel lugar profundo e impreciso de donde procedían las lágrimas.
Había pasado casi toda la mañana llorando. Le dolían los ojos enrojecidos y extenuados y el pecho asmático le jadeaba anhelante de aire.
"La vida -le dijo aquella voz serena desde el otro lado del teléfono- termina siendo justa. No me consuela -le explicó la voz sin énfasis rencoroso-; pero, recoges lo que sembraste: ¿recuerdas la parábola?"
Claro que la recordaba. Durante los días largos que precedieron su decisión esperó, temerosa, aquel desenlace. Durante días temió tomar la decisión errónea y que sucediera lo que no deseaba y que intuía que sucedería.
Y, ahora, la confusión, el remordimiento, el dolor, el vacío contumaz.
Estela Comb buscó una vez más el número en la agenda de su teléfono portátil. Lo seleccionó. Dudaba. El pulgar le temblaba presa de un calambre infinito. "No. No quiero consultar, le diría a la melosa pitonisa: quiero decirte que me aconsejaste mal, que me engañaste y que ahora..."
Estela Comb cortó el pensamiento, la frase incipiente que empezaba a consolidarse.
No tenía derecho al reproche. Era el engañador engañado. Se dejó arrastrar por la superstición ajustando la interpretación de cuanto le decían a su intención. Oyó lo que quería oír, nada más, y se equivocó. Eso era todo.
La mañana se resolvía lenta bajo el cielo raso. Le escocía en los ojos la dura luz de un sol entero, prepotente. Apenas podía sostenerse en pie y en un impulso de desesperación se declaró rota, definitivamente hundida.
Su memoria prodigiosa repasó, con precisión estremecedora, el resto de la conversación.
Se enjugó las lágrimas de nuevo. "No, Estela, ya no. Persististe en tu..." "Lo siento; pero, ya, se acabó: a pesar de todo te ayudé y aun así..." El aplomo de la voz la estremeció.
Estela Comb acababa de comprender. De repente, el deplorable resorte de la certeza se disparaba para revelarla toda la magnitud de su naufragio: ella hundió el barco y ella, sólo ella, Estela Comb, había apuñalado a quien la recogía del proceloso oleaje.
Quizás aún tuviera una última oportunidad, el arrepentimiento postrero que salva del descenso a los infiernos.
Intentó sosegarse, recobrar el maltrecho aliento.
Un pitido largo, dos... Durante treinta segundos los tonos horros se sucedieron. Nada. Repitió. Tal vez estuviera... Volvió a marcar. No importaba. En cuanto viera en la pantalla su nombre descolgaría. Tiiiii... Soy yo. Tiiiii... Ya, ya lo veo; dime. Tiiiii... Bueno, yo... No, escucha: déjame hablar, por favor... Yo... Tiiiii... Tiiiii...
Un escalofrío le sacudió la espalda dejando su trallazo demoledor. Estaría ocupado en algo importante. Seguro que en cuanto pudiera llamaba. Una oleada de angustia crispó aún más sus nervios desatados. No aguantaba más. Aquel dolor intenso en el alma; aquella presión en la garganta atenazada por los jipidos; aquella laxitud extendida a todo el cuerpo. Y la desesperación.
Tiiiii... Tiiiii... Tiiiii... La apuesta había salido mal. ¿Cómo no se dió cuenta antes? ¿Cómo pudo estar tan ciega?
Un calor recio, asfixiante, empezaba a copar el día. A tientas, con los ojos licuados, llegó al salón y se derrumbó sobre el abominable sillón anaranjado. Hundió la barbilla sobre el pecho un instante.
Intentó concentrarse intensamente en la frase final del mensaje de la pitonisa: "Y recuerda, Estela: cuando quieras conseguir algo basta con que lo desees con fuerza".
No iría a trabajar. Esperaría; toda la semana si era preciso. Tiiiii... Tiiiii... Tiiiii... Toda la vida si hacía falta; o lo que le quedara de ella... Tiiiii... Tiiiii... Tiiiii...

11/08/2009

La pájara... pinta

Hoy es uno de esos días en los que uno se iza sin pizca de ganas de nada, mucho menos de escribir. Da unas vueltas al redil con el remordimiento del sueño, bien pegado aún, en los párpados; se apronta un café cargado de buenas intenciones y tres de azúcar y, con el cigarrillo en la comisura para que las vedijas rebeldes no le amarguen los ojos, traza la bisectriz entre lo real y lo onírico.
Parcialmente tonificado, con el cerebro obcecado en su entumecimiento, descargando bostezos, se arriesga a leer lo que los periódicos afirman son noticias.
La primera ojeada es
decepcionante. En realidad no esperaba otra cosa.
Y no esperaba otra cosa no ya por la terrible y defectuosa redacción de una grande parte de los textos; tampoco por el insulso contenido informativo de un agosto, más bien bajo en calorías noticieras, pero agitado por los de siempre. Uno no esperaba otra cosa porque las noticias siguen manteniendo peculiares prismas de interpretación que, después, son los que calan en la población y los que crean opiniones impropias, bien pastoreadas. Casi se podrían hacer cabañuelas sobre los contenidos de la prensa para el próximo año.
Una de esas irrelevantes informaciones, por la pertinacia, es la que uno de los "impresos" se empeña en mantener. Pese a los atentados de E.T.A. ( o su gran atentado fraccionado, por entregas), la familia Real -con mayúsculas para
distinguirla del resto de familias subalternas, tan reales como aquélla- no cede un ápice en variar su "agenda vacacional". Que no se dejan intimidar por los váscalos, vamos. Es admirable, desde luego, tanto derroche de valor y de solidaridad con el pueblo doliente.
¿Qué conclusión saca la gente de ésta lectura? Pues que tenemos (por imperativo legal) una familia "Real" que no nos merecemos:
campechamos, audaces, muy próximos e identificados con la llaneza popular. Muy pocos se plantean los dónde, quiénes y cómo veranean: el qué y el cuándo no importan a nuestro asunto. Muy pocos se interesan por el estupefaciente gorroneo monárquico o por el trasfondo de tanto valor.
No voy a enjuiciar la valentía de Juan Carlos
Borbón, creo que no es un tipo cobarde; pero, sí pongo en la tela la del resto de sus adláteres. Estoy convencido de que tanta "seguridad" procede de la "seguridad". De que si no tuvieran a su disposición a dieciocho mil escoltas y a todos los pies planos y picoletos de la zona y más, la merma de valor sería considerable. Así, cualquier agendita de asueto estival es sobrellevable.
La diferencia se establece en aquellos que sin tener protección siguen haciendo su vida normal; en quienes sin tener que demostrar nada ante nadie apartan de la consciencia el tremendo rumor de la incertidumbre, de la posibilidad de que en cualquier instante en el bar, en el mercado, en el aparcamiento, en el cine, se les puede cruzar una bomba "
made in Euzkadi". Eso sí es tener los bemoles bien afinados.

09/08/2009

La misérrima condición humana.

El hombre nace, crece, se da al fornicio y a la cópula (si los dioses le son favorables), intenta reproducirse cuando puede, sufre y, por lo común, muere.
Entre tanto, su vida discurre por vericuetos de una estremecedora simplicidad: decepciones, amarguras, angustias, esperanzas, esforzadas deyecciones, dolores de muelas, unas cañas con los amigos... En fin, esas cosas -en el mejor de los casos-.
De ahí, probablemente, de esa certeza cruel de que no irá a ninguna parte más allá del cipo impuesto por su lápida, la sólida necesidad de ambicionar. Y, en esa necesidad, artificial, impostada, el atropellar sin conmiseración alguna todo lo que se le ponga por delante y obstaculice su obsesión.
En el ímpetu no hay remordimiento; no importa a quién se deje en la cuneta ni en qué condiciones. El egoísmo vence; la prioridad es individualista, rácana.
El ser que encauza mal su ambición carece de escrúpulos. Fingirá, sufrirá hasta lo indecible, soportará lo más desagradable con tal de obtener su provecho.
Pero, el mar que navega es proceloso y lleno de olas tramposas. Esos nautas, que nunca tienen suficiente, acaban exhaustos sus días sobrecargados de achaques, con sus retratos supurantes y bubosos reflejando sus almas negras y pegajosas. Sus triunfos y consecuciones son efímeros y el tributo que pagan por su conducta veleidosa y frívola suele ser demasiado alto incluso para ellos.
La soledad, el ostracismo más severo, el desprecio absoluto se encarna en ellos para ahogarles lentamente. La locura acecha sus relejes grises deshechos por una sífilis intratable.
No sirven los arrepentimientos postreros; no valen los ruegos desesperados. Caen en su abismo y ninguna soga, salvo la que se ciñe a sus cuellos, alcanza a parar su descenso.
Quien más quien menos podría ilustrar con un ejemplo pintiparado, de primera mano, lo que escribo. Todos conocemos a alguien en ese trance y, las cosas claras, ninguno moveremos un dedo auxiliador que les sustraiga del rudo lance que ellos mismos provocaron con su desmesura.
La vida, en el fondo, suele ser justa y premia y castiga regular y ecuánimemente; lanza avisos de fácil interpretación
a navegantes. Allá cada uno si hace caso omiso de los torbellinos anunciados; cuando estén en medio del huracán, ya no habrá remedio ni solución. Mis condolencias a todos cuantos verán cómo sus mundos se desmoronan con el estruendo y el horror de unas murallas abatidas por los toques terribles de las trompetas seráficas y apocalípticas.
Dicen que a quien tiene cama y duerme en el suelo...

Triste elogio de la mentira


Siempre he sostenido -quizás erróneamente- que para ser un buen mentiroso se precisan dos elementos complementarios e importantes: ser muy inteligente y tener una grande imaginación.
O sea, ser "brillante".
Inteligente para trazar bien la mentira, controlarla, no dejar cabos sueltos. Imaginativo para crear una verdad consistente e irrefutable.
Sin estas dos cosas nadie puede desenvolverse bien en una mentira. Cae en la zafiedad y en la contradicción: cae en la trampa de su propia trama defectuosa. Al mentiroso se le puede o no consentir que lo sea; permitir su mentira en función de la importancia dañina de ésta; pero, lo peor que le puede pasar es ser descubierto y no revelarlo. Entonces seguirá mintiendo con su aplomo habitual sin percatarse de que al otro lado se finge la credulidad en su palabra. Seguirá acopiando mentiras sin caer en la cuenta de que en el polo opuesto se está recabando una información preciosa que en el momento crítico dará al traste con todo su tinglado manipulador y falsario. En esa confianza ciega por su impunidad está su talón de Aquiles, su expugnabilidad, el punto débil que apenas rozado le hará tambalearse y caer definitivamente.
El buen mentiroso necesita inteligencia e imaginación para, usando ambas en una asociación irrebatible, rodear la verdad sin mentir, para eludir decir la verdad sin caer en argumentos falaces. De esta forma, ante sus equivocaciones previsibles, siempre podrá improvisar o excusar por medio de alguna alegación más o menos razonable. Y éso es lo que le diferencia del mentiroso burdo y vulgar. El mentiroso grosero, además de irrespetuoso con la inteligencia y la dignidad de los otros, además del oprobio que practica con la condescendencia de los demás, miente precipitadamente o desvelando su propia ignorancia picando en cebos demasiado evidentes. Es ese tipo al que se le ha visto dando tumbos a las tres de la madrugada y alguien le pregunta "¿Anoche lo pasaste bien?" Y él, pobre, responde: "Sí, durmiendo porque me acosté a las nueve". Esa falta elemental de ingenio es lo que diferencia a ambos tipos de mentiroso. A este último, sin embargo, es al que se le ve crecer la nariz ostensiblemente y, por ende, es contra el que se puede ir preparando una paciente, lenta y segura venganza o lección o...
Así que, cada cual prepare sus cimbeles y que Dios reparta suerte porque inteligencia le quedaba poca en el almacén y, además, la distribuyó bastante mal.
No tengo más qué añadir.

08/08/2009

El ser humano está emponzoñado...

...¿quién le desemponzoñará? El desemponzoñador que...
Todos nuestros órganos vitales están desprotegidos. Eso nos hace vulnerables frente al resto de fieras que pueblan la tierra. El corazón, la cabeza, riñones, todo está al alcance ofensivo. El ser humano carece de defensas eficaces. Pero, la Natura -que dicen es sabia- nos ha compensado, en mayor o menor medida, con dos armas terribles. Una es la inteligencia; la otra es la lengua envenenada, la palabra atosigada que hostiga sin motivo, que alumbra maldades por el mero hecho de prevalecer, de captar atención, de desahogar las propias frustraciones.
La decisión, al toparse con una de estas lenguas filateras y viperinas, no es fácil: hacer caso omiso de ellas o hacerlas frente y callarlas con contundencia y rotundidad.
La mayor parte de las veces lo mejor es optar por la compasión; otras, por el desdén, el desprecio. Y solamente en casos extremos suele ser preciso apuntillar a los lenguaraces y ponerlos en su sitio, en su difícil sitio de soledad e intransigencia rumiada.
La mayor parte de las veces no merece la pena ni el esfuerzo dedicarles un sólo segundo de reproche o de reconvención y menos sabiendo que, antes o después, quienes usan esas armas terminan siendo víctimas de sí mismas: por la boca muere el pez. En realidad no merecen ni el tiempo ni el espacio de esta reflexión, o exposición o lo que esto sea.
Ojalá comadres y murmuradoras, chismosos y cotillas, charlatanes y gárrulos fueran una misma especie en extinción o enmudecieran y nos evitaran el suplicio de sus voces. Sobre todo cuando hablan de lo que no conocen ni por asomo.
Yo me contentaría con que sus estupideces no me salpicaran; pero es más fácil que amanezca por poniente a que aquello llegue a suceder.

De tanto pegar la hebra,
la lengua de la culebra,
termina partida en dos.