02/05/2011

Música de fondo

ntuyo que todo es más prosaico, que el blanco día llega y nos sorprende aunque estemos preparados, aunque una luz cegadora colgada en el dintel nos avise el silencio próximo y el acceso inevitable.
La única diferencia puede estar en la agonía que a cada uno le depare la vida. Para unos será lenta, implacable , convulsiva y dolorosa; para otros, más afortunados, será dulce, un simple tránsito ameno tal vez copado de reconfortantes imágenes y recuerdos que se desvanecen dejando tras de sí el rastro de una existencia satisfecha. Unos se irán con el rumor de lágrimas de rabia, cansadas, heridas por la resignación y entre íntimos lamentos sinceros; otros, con el beneplácito unánime del alivio, con la prisa irrevocable de sus deudos por llegar cuanto antes al olvido.
Quizá la muerte de cada uno no sea la propia muerte física, real, concreta, sino la que provoca en los otros. Buena muerte y dichosa la de aquel que fallece rodeado sinceramente por los suyos y una vez ido permanece grato en sus memorias. Mala muerte, desdichada, la de quien oye la prisa por dar sus carnes a la fosa o al fuego y lee la indiferencia en los ojos de sus próximos.
Pero, nadie es dueño de su muerte. A mi también me gustaría culminar con una lenta caída de párpados, arropando los ojos ya vacíos con la última promesa y una sonrisa complacida y plena en los labios fríos. A mi también me gustaría dejarme llevar por una brisa tibia, por una corriente suave que envolviera mi cuerpo yerto y lo elevara entre caricias mientras los demás, los aún vivos, sonríen con miradas de tristeza y me besan la frente y sus yemas trémulas recorren mis labios, mis mejillas, mi cabeza. A mi también me gustaría partir estremecido, auxiliado por una grandiosa apoteosis final, como en el cine, acompañado por una hermosa melodía emocionada, una canción que dejara en su vuelo rasante una nota de ternura y melancolía antes de posarse sobre las almas permanentes... Sospecho, sin embargo, que eso no es posible.

Cómo son los liberales...

o sé si era "directo", "diferido", "redifusión"... No lo sé, y me da lo mismo. La última persona a quien se lo he oído y escuchado decir ha sido a la señora Aguirre, la de sus cóleras divinas.
Afirmó que ella era "liberal" y yo, de inmediato, pensé: ¡Joder, cómo declinan -por extraña mutación- los conceptos y las palabras!
Apenas lo rumié, caí en la cuenta no sólo de que todo evoluciona sino de que mi ignorancia mayúscula o mi precaria memoria podían haberme jugado una mala pasada siendo "liberal" otra cosa distinta a la/lo que para mí era.
Yo, de hecho, me creía liberal por la parte ancha del término y con las reservas naturales de todo "individualista". Me tenía por liberal y, por ende, por progresista (no se confundan socialistas y otras especies: ellos ni son progresistas ni sus "ideologías" existen). Esto es, por un individuo que aboga por las libertades. Me tenía por un ser que, aunque mediocre y casi siempre afónico, se oponía a cualquiera forma de tiranía (política, social, cultural, económica, etcétera). Era fervoroso creyente, firme, en la (inexistente) separación de poderes propugnada por la Ilustración manque le pese a Alfonso Guerra (nuestro más egregio montesquieucida), en la igualdad de oportunidades (y no en el nepotismo y otras prebendas), en el Estado de Derecho, en una democracia neta consagrada a los valores y los derechos del pueblo. Me sentía liberal por todo eso y por todas aquellas cosas que a la mayoría de nuestros políticos les suena a chino cantonés o se pasan, muy sutilmente, por el arco del triunfo.
Por eso me ha extrañado que Aguirre se imponga a sí misma esa "medalla". Al parecer, yo, como casi siempre, estaba equivocado pues ser liberal se reduce, única y exclusivamente, a postular el capitalismo salvaje. La señora Aguirre podrá ser muy castiza, muy campechana; podrá ser una mujer muy preparada por mucho que algún imbécil le tienda uno de esos "ingeniosos" juegos de palabras a los que el burdo humor español es tan proclive; podrá ser buena gestora. No lo dudo. No obstante, de ahí a que sea liberal, el trecho es morrocotudo. No puede ser liberal quien es elitista, como no lo puede ser nadie que -procedente de un estrato social con muchos posibles y más recursos (contactos, influencias,...)- de origen ya tiene más ventajas para seguir siendo altoburgués que un clasemediabaja. Ese grupo social al que ella pertenece, no nos engañemos, es un grupo dominante que con una economía (¡ahí está la clave de su liberalismo!) sin intervenciones sería todavía más dominante y no hace falta explicar ni el cómo ni el porqué y, desde luego, eso no es liberalismo; la oligarquía no tiene nada que ver con el liberalismo. Corrijo: no con mi liberalismo. Pero, ¿qué se puede esperar en un país donde, afortunadamente, se puede lucir una escarapela socialista, ser católico, republicano y vitorear al rey, todo a la vez y condensado en una sola persona?
Lo peor, no obstante, es la confusión a que inducimos con la palabrita. Resulta de todo esto que se puede ser liberal conservador/reaccionario o liberal progresista. Aguirre es liberal; Cospedal con sus buenos ingresos es liberal; Pajín con sus sueldos también es paradigma de liberal...
El concepto original se ha contaminado y ahora, con tanto liberal se hace obligatorio introducir matices  o extensiones para establecer la diferencia: económico-liberal, socio-liberal, religioso-liberal, político-liberal... Sin embargo está bien: es enriquecedor.
El único problema que veo es que ahora no sé dónde incluirme o de dónde excluirme.


...
Es de noche. Se platica
al fondo de una botica.
—Yo no sé,
Don José,
cómo son los liberales
tan perros, tan inmorales.
—¡Oh, tranquilícese usté!
Pasados los carnavales,
vendrán los conservadores,
buenos administradores
de su casa.
Todo llega y todo pasa.
Nada eterno:
ni gobierno
que perdure,
ni mal que cien años dure.
—Tras estos tiempos, vendrán
otros tiempos y otros y otros,
y lo mismo que nosotros
otros se jorobarán...

30/04/2011

El buen salvaje

Recuerdo -vagamente- aquello del mito del buen salvaje con que Rousseau, a través de Emilio, propone su contundente aforismo: "El hombre es bueno por naturaleza; es la sociedad quien lo corrompe".
Puede que así sea; que una sociedad perturbada, obscena, viciada y corrupta influya de manera determinante y empuje al vicio y la corrupción. Pero, aunque no fuera así y el ser humano destilara perversión y malicia de natural suyo (que se dice), lo cierto es que las circunstancias, siempre, o bien acompañan o bien espolean hacia un comportamiento ruin, a la vesania atroz.
Es inevitable que el hombre, en este peculiar redil que es el mundo, sostenga conflictos con sus congéneres y que en tales enfrentamientos trate, cada individuo, de imponer sus demandas; es lógico que cada uno defienda lo que cree suyo o se defienda de lo que cree le perjudica.
Lo que quizá no sea tan razonable es el ataque, la ofensiva. Cuando ésta se produce, pocas opciones quedan al "agredido". Puede intentar sustraerse a las circunstancias que elementos externos le imponen. No obstante, antes o después, las circunstancias son más poderosas y arrastran no sólo al perjuicio de los actores, sino al daño por proximidad de otros seres ajenos a la disputa.




Yo no sé si el ser humano es esencialmente bueno o malo (el maniqueísmo no es una doctrina que me quite el sueño); lo que sí sé es que todo tiene un punto de inflexión, de no retorno. Todo tiene un momento concreto en el que la razón se nubla y deja paso al instinto de supervivencia, al rencor, al odio, a la maldad. A una maldad que la ley humana castiga y que está, por otro lado, plenamente justificada. Y todo eso viene provocado por agentes externos que proyectan lo que recibieron concatenando una actitud que se remonta al origen de los tiempos, perpetuando una maldad a la que muy pocos eslabones pueden escapar. Sí, las circunstancias procuradas o favorecidas por otros hombres nos ponen frente a lances extremos y, más tarde o más temprano, nos obligan a reaccionar. Sobre todo cuando ya estamos plagados de heridas y cuando ya no tenemos nada que perder. Entonces embestimos con las fuerzas robadas a la flaqueza y arrasamos todo lo que podemos mientras otros, quienes lo provocaron, se llevan sorprendidos las manos a la cabeza.

29/04/2011

Cómplices... Del viento

Asistimos imperturbables a la gran astracanada. El fútbol es capaz de movilizar, enérgicamente, a más seres que la miseria que estamos padeciendo. Con eso, casi se dice todo.
Mentiría si dijera que cualquier palabra pronunciada por un político (o cualquiera de sus afines) me sorprende. Ni siquiera cuando el Ministro de Trabajo (¡qué ironía tétrica!) acentúa la culpabilidad del desempleo en una ley de hace no sé cuántos años y que, curiosamente y nadie sabe el porqué, se ha mantenido durante estos últimos siete. Si era nefasta, ¿por qué no se derogó a su debido tiempo?
No voy, sin embargo, a eso. Mi intención es acusar. Acusar de complicidad clara a todos los políticos que en la actualidad hollan nuestro "Congreso" y nuestro "Senado", que lo atufan con sus miasmas obscenos, corrosivos, corruptos.
Porque lo cierto es que a este gobierno y sus desafueros lo han mantenido artificiosamente el resto de grupos parlamentarios que, conscientes de la debilidad de dicho gobierno, han visto la oportunidad de negocio... Y lo han hecho. Han preferido matar sus dos pájaros de un tiro: debilitar al Estado y sacar provecho particular. El "gobierno", aferrado a sus poltronas, ha concedido graciosamente -como la puta vieja y desdentada que se ofrece a cambio de una simple caricia- para seguir disfrutando y enriqueciéndose a expensas de los ciudadanos, de empujarles al abismo.
Sólo una diputada y E.R.C. (paradojas de la vida) se han mostrado "combativos de verdad" a lo largo de estos años; pero, ni ella ni los secesionistas tienen poder suficiente para convencer al resto comprado o "ausente".
Todos, excepto Díez y (no sé si reir o llorar) E.R.C., son cómplices por acción u omisión de la delirante situación que ahora soportamos.




No nos llamemos a engaño. El Partido de la "unimente" nos ha arruinado, estafado y mentido; pero, el Partido Popular y los demás no le han ido a la zaga al apoyarle bien por cobardía, bien con el silencio, bien por dinero. A esta gentuza hay que sumarle los sindicatos, a sus dirigentes, a sus aprovechados, a sus Judas descarados que han vendido a esos a los que llaman "compañeros" y "camaradas" por millones de monedas de plata sucia.
La sociedad tampoco queda exenta de responsabilidad. Todos, yo incluido. Hemos desayunado indiferencia y con resignación nos hemos empachado hasta quedar postrados en una siesta permanente.
Adviértase, y ya termino, que no para todos está mal la cosa. Que muchos mercachifles y especuladores (de alimentos, sobre todo) se están haciendo insolidariamente ricos con la miseria y la necesidad; que los banqueros celebran con aumento de primas su "precariedad", que los grandes empresarios se permiten el lujo de anunciar reducciones de plantilla para aumentar aún más sus beneficios, ganancias fruto del fraude impune.
Pero, comprendo a la ciudadanía: si la "Justicia", que es la que debería ser independiente e imparcial y actuar de oficio contra todos estos abusos no hace nada (porque su implicación sobrepasa en mucho el corvejón), ¿para qué moverse? Las revoluciones son cosa de otros mundos: el segundo, el tercero...

Por la parda geografía...

Anoche, un miembro de U.S.O. (sindicato del que abjuré) hacía una afirmación cargada de ignorancia -no pongo "malicia"- que dice mucho de la escasa capacidad de análisis de los representantes sindicales, así, en global.
Aseguró el pavo en cuestión que los españoles no estamos por la movilidad geográfica. No le voy a vomitar datos porque probablemente, de puro simples, no los entendería.
Sí, en cambio, quiero decirle a él, y a todos esos politicuchos que difaman a los desempleados (el término "parado" -aunque lo utilizo- me parece despectivo y ofensivo) alegando que en casita se está muy bien, que la cacareada "movilidad geográfica" no sólo es fluída, más quizá de lo deseable por la mayor parte de quienes tienen que salir de su terruño, sino que tiene aspectos con frecuencia insalvables. No hace falta explicar que las diferentes lenguas son un obstáculo como lo es el requisito "imprescindible residir en". Muchas personas con posibilidad de acceder a un puesto de trabajo chocan con la impertinente condición impuesta por empresas y administraciones de ciertas comunidades. Claúsulas disparatadas porque son una forma, velada o no, de impedir un derecho fundamental.
Sin embargo, ni siquiera esa estúpida frontera es el mal mayor. Éste radica en algo sobre lo que, parece, no se quiere incidir o se ha pasado por alto por una evidente falta de criterio y de inteligencia.




Es el sencillo "¿cómo?". ¿Cuántas personas -teniendo en cuenta que casi todos arrastramos atrasos- pueden permitirse un desplazamiento con los costes que supone (no hablo ya de mover a toda la familia) y esperar/sobrevivir todo un mes hasta que llegue -si lo hace puntualmente- una nómina que suele ser exigua, insuficiente?
Eso en cuanto a la parte fácil. ¿Cuántos desempleados -porque los currículos vuelan prodigiosamente- pueden desplazarse y soportar un gasto añadido para acudir a una entrevista de trabajo a cientos de kilómetros? Eso pasa, se solicita trabajo en cualquier parte porque el interés es trabajar; luego, cuando a un asturiano le llaman de Cádiz para cumplir con la incertidumbre de la entrevista, ¿qué?
No sé en qué país vive esta gente. Lo que sí puedo aseverar rotundamente es que nuestras realidades superan, con creces, su ficción.

16/04/2011

Los que ya no esperan nada

A veces la vida sale mal.
He conocido a muchos hombres que han luchado hasta la extenuación; hombres honestos que bracearon sin rendirse en la tormenta, sin resignarse a morir engullidos por las turbias aguas de la tempestad.
He conocido a muchos hombres que sólo han conocido de la vida su cara amarga.
Fueron -algunos aún lo son- hombres cansados. Fueron -algunos todavía lo son- hombres hundidos que en el fondo de una botella esperan el milagro redentor mientras aprietan sus puños y claman en silencio, mientras maldicen sus suertes, mientras blasfeman contra un Dios que los abandonó en las cunetas heridos de muerte.
He conocido hombres en quienes la injusticia se cebó hasta romperles el pecho y el alma.
No recuerdo sus nombres. Quizá nunca tuvieron uno. Tampoco recuerdo sus caras, sus miradas difamadas por el dolor. Nadie los recuerda. Pasarán por la vida en silencio, regados por la pena y el olvido.
Pero, yo los conozco. Sí, yo los reconocería en cualquier parte como se reconocen los espíritus afines, los iguales arrasados por la miseria y la derrota. Los reconocería porque yo, no lo sé, soy uno de ellos.

14/04/2011

La de Dios es Cristo

Dios, para la doctrina católica, es omnisciente, omnipotente y omnipresente. Me quedo con esta última. Está (yo creo que ausente) en todas partes. Esto significa que cualquier lugar, recintos consagrados aparte, es bueno para que cada cual manifieste su fe. Un pupitre, por ejemplo, es buen sitio para implorar el milagro.
Sin embargo, no creo que la universidad ni sus facultades sean las ubicaciones adecuadas para contener una capilla.
Dicho esto, he de confesar que tengo un grave conflicto interior. No soy creyente; creo, empero, en la libertad de expresión sin cortapisas, sin fraudes ni recortes, cruda y dura. No obstante (y aunque la transgresión y la irreverencia sí son santos de mi devoción) me parece que hay un algo de cobardía en los actos organizados contra la religión cristiana.
Últimamente se han profanado capillas, se ha hecho escarnio de símbolos, se han vejado creencias. Pero, se ha hecho al amparo de una seguridad inicial: frente a eso no habría una respuesta violenta ni legal.
No me parece justo. No cuando veo cómo prolifera la intolerancia religiosa, cómo se fomenta la esclavitud que predica-impone la fe musulmana y ninguno de esos "protestantes" mueve un sólo dedo por miedo a las seguras represalias de los fanáticos islamistas. Eso es así de claro y así de simple.
¿Se atreverán estos grupos (con los que estoy de acuerdo, repito, que las universidades no tienen por que tener capillas) a sacar en procesión una imagen del profeta Mahoma desnudo, sodomizado o travestido?
Evidentemente, no. Pensemos en eso porque la pregunta que se me antoja, después de ver qué está pasando y cómo se suceden los acontecimientos, es "¿a qué se debe, a quién sirve y para qué esta guerra declarada al catolicismo? Desde luego no son actos espontáneos. Son "sabotajes" muy meditados y bien coordinados.
Hay muchas cosas en las que no creo. Una es la religión. Otra es que este tipo de algaradas sean fruto de la improvisación. Quien sea inteligente, que busque y encontrará las respuestas a estas y otras muchas más preguntas. Los métodos de agitación social de algunos partidos son inescrutables...

Titulocracia

Oigo, con estupor y por enésima vez, a cierto periodista abogando por que a la política sólo se pueda acceder con una titulación universitaria como si una licenciatura (o una diplomatura) fuera garantía suficiente para avalar conocimiento e inteligencia. Nada más lejos de la realidad. Más en un país donde hay universidades donde se "compran" los títulos y hay otras a las que el alumnado (los discentes) accede en condiciones precarias.
Recuerdo, de no hace tanto, las respuestas de algunos "universitarios" a algunas preguntas sencillas.
"¿En qué año empezó la Guerra Civil?" "Eso fue en el siglo veinte", responde uno. "En mil novecientos catorce", responde otro. Con "¿Quién escribió Platero y yo?" y la otra pregunta hecha, rebosa ya el vaso de la aridez intelectual.
Eso es el reflejo especular de una realidad dramática e inapelable porque en España lo que se exigen son títulos, no conocimientos ni calidad en estos. También recuerdo cuando C.Q.C. preguntó a la puerta del Congreso a nuestros diputados cuántas provincias había en esta bendita nación de cafres y ninguno "acertó". ¡Los que hacen nuestras leyes! ¡Los que consideramos tienen aptitudes sobradas para gobernarnos! Viendo lo que nos viene, el relevo está a la altura.


No hay ningún conocimiento exclusivo de una carrera ni, por tanto, vedado al aprendizaje de cualquier ciudadano. Todos los días vemos periodistas que hablan de todo, por ejemplo de Economía, sin haber pasado por la facultad de Ciencias Económicas. Según su razonamiento, sólo podría opinar de política el politólogo, de literatura el filólogo o pensar el licenciado en Filosofía. Pero voy más allá, ¿qué periodista puede poner en solfa la capacidad de alguien cuando en los medios de comunicación, cada día, nos atiborran de memeces y, lo que es mucho peor, de coces a nuestro diccionario y a nuestra gramática? ¿Quién no ha oído/escuchado aquello de "los convoys", el "atentado deleznable", y otras lindezas que salpican aún más nuestra ya bastante maculada lengua? ¿Con qué derecho opinan y escriben quienes no manejan la herramienta básica de su oficio? ¿Imagina alguien a un mecánico que no supiera, siquiera de oídas, lo que es un motor, una llanta o la tapa del delco?

Digresión: Se quejaba amargamente la chavalilla. Le preguntan si sale del examen de selectividad. "Sí", responde. Una de las preguntas a desarrollar era sobre Aristóteles y la muchacha, sobrada de inteligencia, afirma con una rotundidad pasmosa que no comprende cómo se puede estudiar a tipos como ése que era "un machista asqueroso de la época". Está todo dicho. "Res ipsa loquitur".
Volviendo al asunto que me mueve. No sólo es el periodismo un reducto de ignorantes (no todos los periodistas, por supuesto); todas las disciplinas y gremios se llevan su cuota, elevada y correspondiente, por delante.
Fijémonos, por ejemplo, en el gobierno actual. Rodríguez Zapatero, licenciado en Derecho, "dirige" el destino de un país sin saber una palabra de Economía (que se aprende en dos tardes -Jordi Sevilla-) y tras haber estado años votando presupuestos que no entendía (es lo que fácilmente se deduce del extraño ofrecimiento de Sevilla), por poner un ejemplo.
Vivimos empecinados en la "titulitis". Por eso -una rara especie de vergüenza o complejo- un elevado porcentaje de políticos (muy capaz alguno) miente en su currículo y lo adorna y engorda con datos falsos.
Los títulos, insisto, no aseguran ni conocimiento real ni inteligencia... Mucho menos capacidad. Buscamos el ornato, la distinción, la presunción vana y no el mérito ni el desarrollo de cualidades útiles; y así nos va. Además, la IGUALDAD es la piedra clave de cualquier democracia. Todo lo que no sea proteger y fomentar esa premisa fundamental, significa generar elites de poder -cerradas- que frenarán el desarrollo de la sociedad y de esa aspiración que es una comunidad de hombres libres. Ya se lo discutí a cierto periodista de "prestigio" y he de decir en su descargo que desde entonces no ha vuelto a desmerecer a nadie por su carencia de titulación. Loable. Y, por cierto: no es verdad que las nuevas generaciones estén mejor preparadas...

Con mi afecto y gratitud a don Jacinto Pérez Moreta.

07/04/2011

Salir de la crisis

oy a pecar de arrogante... Y de prudente. Sí, voy a pasar por encima de la costra sapiencial de los egregios economistas y de los patéticos políticos y voy a afirmar con aplomo (quien dirá que con el atrevimiento de la ignorancia) que salir de la crisis es posible. Lo afirmo con seguridad, con la contundencia que me permite un análisis sin grietas y al amparo de esa cualidad que es el razonamiento.
Salir de la crisis es posible y restaurar el dinamismo del mercado laboral, también.
Sé que se puede hacer, qué se debe hacer y cómo se ha de hacer. Sólo hay un obstáculo frente a la solución: para poder ponerla en práctica hay que suprimir, de entrada, todos los elementos interesados en que siga habiendo crisis -interesados por distintos motivos-: los políticos que actualmente asientan sus innobles e insolventes cachas en las ineficientes "sedes parlamentarias". No me refiero a suspender el sistema democrático (aclaro por si hay por ahí algún torpe susceptible malinterpretador de palabras), sino a que la inmensa mayoría de "nuestros" representantes políticos actuales ha de ser removida de manera inmediata y taxativa. Algo que, lógicamente, serán reacios a aceptar pero que depende no de ellos, su criterio y su voluntad, sino de la potestad soberana de la ciudadanía (¡uy!, perdón, "de los ciudadanos y las ciudadanas").
Tengo las claves y es factible. Sin embargo, no voy a aventarlas. Ahora es cuando el perspicaz arguye: "claro, así también lo resuelvo yo, sin exponer la solución..."
El silencio tiene su sentido y su porqué, aunque no será ahora cuando me concentre en explicarlos.
En estos últimos tiempos he aprendido mucho de las castas política y periodística. He aprendido, sobre todo, que ambos rebaños (o jaurías) están compuestos por entes parásitos que se nutren, muy cómodamente, de "las sangres" de sus huéspedes extrayendo un vil provecho que los engorda mientras aquellos que los soportan -a veces sin darse cuenta- enflaquecen.
En el ruedo ibérico siempre ha sido así; no en vano inventamos la picaresca y el esperpento. Sólo aquí es dable sin condición ni compasión la ralea de Lázaro, Guzmán, Pablos o Latino. Lo que pasa es que ahora, con el correr de los tiempos, han devenido en políticos y periodistas y funcionarios y banqueros y...
La corrupción y la mentira, pues, no son novedades en nuestro país; ni la idiocia de un pueblo acomplejado e instalado en la más solemne y ritual majadería. Tampoco es una novedad el latrocinio en cada uno de los niveles y estamentos sociales y del alma; pero, por lo que a mi respecta, ese grifo se cierra. No seré yo quien dé pábulo a esa piara de goliardos succionadores, hincados de hinojos ante méntulas gloriosas, complacientes, premiadoras, y succionadores impropios, a la vez y por el otro extremo, de lo que en puridad pertenece a otros.
"Y con esta envidia que digo
y lo que paso en silencio,
a mis soledades voy,
de mis soledades vengo".

06/04/2011

Tempus fugit...

lguien me dijo, hace algunos días, que se empezaba a envejecer cuando se empezaba a recordar. Estrictamente eso no es así; pero, comprendí enseguida el sentido de sus palabras.
Yo ya había pensado (si no lo mismo) algo parecido antes; sin embargo, quizá no me entendí por ser un pensamiento propio y posiblemente imperfecto.
También puede ser que ahora sea capaz de procesar aquella idea porque ahora es cuando tengo más días vividos, más experiencias, más elementos de juicio, más recuerdos (y más contradicciones) y, por lo mismo, una perspectiva más amplia -o distinta- de mi entorno y de mi mismo, más claves para traducir ciertos mensajes.
Recuerdo que tomé algunos meses atrás una decisión irrevocable que no cumplí. Me propongo, esta vez, llevarla a la práctica hasta sus últimas consecuencias.
Pero, no son esos recuerdos a los que se refieren estas inconsistentes palabras.
Esta mañana iba solo, por la calle, cuando sin saber cómo ni por qué me ha asaltado una sarta de imágenes antiguas, de nombres asociados a mi infancia y que, por afinidad o proximidad, han ido derivándome a una memoria conmovedora por pasada y por irrecuperable.
De los dibujos animados de Simbad el marino y su cinturón mágico -que se apretaba cuando estaba en peligro y tras despedir unos rayos o chispas le confería un vigor colosal- he pasado a Shazam y a aquel otro en que alguien unía dos mitades de un anillo, roto de forma irregular, que encajaban perfectamente y le dotaban de fuerza o le concedían un deseo. Estos retales me han llevado -todo con una rapidez trepidante- a un balón, a algunos amigos, a algunos hechos que por buenos o malos han permanecido.
Esos son los recuerdos que nos advierten de la llegada inminente a ese punto de quiebra. Son los que nos anuncian que se ha pasado una línea divisoria a partir de la cual la vida, toda una vida, queda resuelta y a la espera del desenlace final en cualquier momento. Sí, porque de repente entra la noción clara de que esto se acaba y de que lo hace sin avisar. Entonces he mirado hacia atrás: el pasado es mucho más extenso que el posible porvenir: esa es la terrible confirmación.
Luego viene la sensación de no haber vivido nada con la intensidad que merecía. De haber derrochado el tiempo en infames momentos de los que sólo quedan unas pocas cenizas honorables.
No hay arrepentimiento, ni angustia, ni amargura. Únicamente una pizca de desencanto y el regusto acibarado de no poder desandar el camino, de tener que aceptarlo con resignación. Empezamos a "vivir de lo muerto", del pasado, recreándonos en evocaciones insustituibles para poder soportar la realidad; una realidad carente de sentido, una realidad inútil a la que no se debe ninguna devoción.
A eso se refería cuando lo dijo; a eso me refería cuando lo pensé. Y quizá tengamos razón.

Hombres contra hombres

El hombre es un lobo para el hombre. Para Hobbes (Gracián le secundó) esto era una evidencia inapelable. El hombre es un depredador de hombre; un depredador por consentimiento, por permisividad, por pasividad del depredado. El poder de un hombre radica en la sumisión voluntaria de otro hombre. El poder de unos hombres reside en el conformismo del resto.
La inmensa mayoría de las personas no quiere ser responsable de su libertad. Se autoengaña ideando razonamientos falsos y excusas insostenibles válidas sólo para conservar un ficticio individualismo, una personalidad fantasma e inexistente desde la que se limita a seguir los cauces impuestos por otros (los jefes). La inmensa mayoría de la gente prefiere que otros sujeten sus riendas y poder quejarse de que no se puede hacer nada, de que nada es variable, cambiable.
No hay más que echar un vistazo, ni siquiera en profundidad, para caer en la cuenta de que el hombre, ser gregario, prefiere mantenerse uncido al yugo y pensar que la lucha y la rebeldía son inútiles.
Es decepcionante.
La masa, el grumo social, se nutre de ignorancia y de inmovilidad. ¿Luchar por quienes no pueden? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Qué sentido tiene luchar por aquellos que se mantienen sentados a la espera de que pasen por delante de su puerta todos los cadáveres, los de sus enemigos y los de sus amigos? ¿Qué sentido tiene luchar o defender por y a quienes se lamentan de que no hay nada qué hacer?
Frente a un hombre sólo hay otro hombre. No hay pócimas mágicas ni marmitas de muérdago básico "heroificante". No hay armas invencibles defendiendo los flancos del poder. Frente a un hombre, sólo hay otro hombre.
Es muy cómodo escudarse en la impotencia, en la debilidad, en el miedo. Es muy cómodo ocultar la cobardía y la pasividad tras el lamento quejumbroso de la esclavitud. Sobre todo porque lo que más se anhela es la supervivencia a toda costa aferrándose a cualquier cosa que disculpe la actitud quieta. Cualquier pretexto es bueno para no inmiscuirse.
Incluso esa mayoría acomodaticia se convertirá en jauría contra aquellos a quienes un momento antes jalearon como liberadores y a los que erigieron estatuas.
El hombre es un lobo para el hombre... Y para sí mismo, añadiría yo.
No. No merece la pena dar la cara por nadie; mucho menos la vida. Egoísmo, hipocresía, ignorancia, cobardía: esos son los atributos verdaderos del hombre. Bueno, y la piedad: debe ser reconfortante saber que una vez muerto todos dirán -hasta el enemigo más encarnizado- "era una gran persona"... Aunque el recuerdo no pase de una imagen en un cartel pegado a la pared de la habitación o en una camiseta en el mejor y más popular de los casos.

01/04/2011

¡Vivan las caenas!

Hoy sube todo otra vez un mucho por ciento. Una subida de precios que hay que sumar a las que venimos soportando y que, como las anteriores, ni nos impresiona ni nos conmueve. Y no nos impresiona ni nos afecta porque si lo hiciera estaríamos mordiendo esquinas de pura rabia. No nos importa; es más, nos descojonamos, nos desternillamos de risa mientras jaleamos nuestra falsa indignación con palmas de resignado estoicismo.
Nos pidieron esfuerzo y paciencia y, como siempre, caímos en la trampa sin preguntarnos "¿qué hay de vuestro esfuerzo y de vuestra solidaridad?" Porque somos así. Mientras los banqueros, encantados, siguen ganando dinero a espuertas y se jactan de ello, la gente rebusca en los cubos de basura un mendrugo; mientras los gobernantes practican impunemente -con la aquiescencia de jueces y fiscales- el nepotismo y el latrocinio descarado, la ciudadanía busca desesperadamente un puesto de trabajo miserable y esclavo; mientras la burguesía acomodada se enriquece, más y más, gracias al río revuelto, las familias pierden sus exiguas haciendas... Y eso pasa aunque no salga en la tele;  nuestra noción de la realidad está desvirtuada por el Gran Hermano o por los pasquines con carlanca de la iglesia mal llamada socialista. Nos quedamos así, inmóviles, mientras quienes nos piden (entre mentiras y patrañas) comprensión y sacrificio se embolsan descaradamente el dinero que nos hace falta para comer.
Que vivo (o malvivo) en un país de hipócritas cobardes ya lo sabía. Que, a partir de ahora cada uno haga su guerra y conmigo que no cuenten para nada, también.
Lo que más lamento es que de este hatajo de sinvergüenzas que nos gobierna (y el resto de políticos que con su silencio cómplice los ampara porque el juego se limita y reduce a ellos mismos y todos), ninguno me venga de frente a tocar los güevos.
Dicen que no hay enemigo pequeño. No lo sé; pero, pienso poner en práctica mi singular declaración de guerra aun sabiendo cuál será el resultado. Desde ahora, lo juro por ese Dios en el que no creo, voy a poner todo mi afán, todo mi empeño, en derribar vuestros poderoso molinos. No contéis conmigo para nada. Ni vosotros, políticos de mierda, ni vosotros paisanos lamentables y sumisos.
Hace tiempo que en este país no debería haber quedado piedra sobre piedra. Hace tiempo que en este país deberíamos haber echado al vertedero a toda esta canalla infame.
Sin embargo (ya os conozco muy bien), no queréis cambiar nada. Cualquier excusa es buena para mantenerlos donde están, para no mover un dedo porque el conformismo y la estupidez son más cómodos. Es más fácil esperar sentados a que sean los otros -siempre ha sido así en este puto país- quienes luchen y consigan cambios de los que luego todos nos beneficiamos. El miedo y la ignorancia os tienen atenazados sin pensar que su poder (el de banqueros, políticos, sindicatos, periodistas...) es un poder fiduciario e irreal. 
Y, luego, cuando os toque sufrir -a todos los que todavía sois capaces de manteneros a flote en la procela- la zozobra y el naufragio, ¿a quién acusaréis? ¿Diréis aquello de "no lo sabíamos"?




En un mundo convulso que reclama cambios, con personas que luchan poniendo en jaque su vida, que la pierden, nosotros nos enrocamos y preferimos no pensar, no actuar. Creemos que negando la evidencia esta deja de existir y de morder. No hay problema, la vida sigue. Si la realidad nos punza, aliviémosla con una buena sesión de la Esteban o de la Quintana. Tal vez, si dejamos de pensar en el dolor, deje de dolernos la herida: esa es nuestra "filosofía". Somos patéticos... Pero, que se puede esperar de un pueblo que grita ¡vivan las caenas!

24/03/2011

Listas abiertas, tontos cerrados

Apenas he abierto los párpados (una greguería: la persiana es el párpado de la ventana) me ha venido a la testa la frase de González Pons rechazando con un argumento del calibre 7'63 estúpido las listas abiertas.
Para este fulano, y por ende para su partido, las listas abiertas no son solución de nada. Para los políticos, evidentemente, no son convenientes. Pero, que a ellos no les convengan no significa que no sean posibles y efectivas.

Lo cierto es que tal y como está montado el tinglado político, a casi ningún partido le interesa modificar el sistema e implantar las listas abiertas para la elección de representantes. Huelga explicar el porqué.

 No obstante, uno de los razonamientos esgrimidos por el señor González es que dicho sistema ya está establecido para el Senado y "la verdad es que la gente no las utiliza" (sic).

Este elemento no quiere tener en cuenta -y mucho menos proclamar- que el Senado español es una rémora, una institución carente de contenido e inservible: nuestro Senado es una simple excusa para que un montón de ñores y ñoras vivan del cuento y lo hagan más que bien. Nuestro Senado es inútil y costoso, carece de prestigio y de sentido.

Una de las explicaciones, la más lógica por simple, sería que la gente no "usa", aquí, las listas abiertas porque al estar viciado el Senado en su propia esencia es absurdo ejercer una facultad cuyos resultados son intranscendentes por:
A) Los senadores votan en función del imperativo impuesto por sus respectivos partidos y no por el interés de los territorios menores que representan.
B) No tiene potestad legislativa real con lo que, como mucho, pueden perder meses mareando una perdiz.
Ante esta perspectiva, ¿para qué utilizar las listas abiertas?


Las listas abiertas, señor González, tienen sentido y validez para la elección de "congresistas" (aquí son diputados) porque -y usted lo sabe- no sólo la ciudadanía mantendría en tensión, en vilo, el futuro y permanencia de cada representante electo, sino que en sí mismas se comportarían como un factor depurativo en los propios partidos.

Eso, claro, a ustedes, en el cotarro elitista que tienen montado, les pone un poco nerviosos. Como ustedes no quieren pregonarlo, lo haré yo.

Resulta que en las listas cerradas los candidatos se colocan ordenada y jerárquicamente de forma y manera que se asegure la elección de aquellos que dominan los partidos y sus estructuras. Así, Rajuá y Zetapetero (o quién sea) no se presentarán como cabezas de lista por Argamasilla arriesgándose a quedarse en el banquillo, sino que lo harán por un lugar que les confirme los votos y el escaño. No sé si me explico. Y así sucesivamente.

Con las listas abiertas esta seguridad se elide porque da igual la circunscripción por la que se presenten; el ciudadano puede prescindir de los primeros de la clase y votar masivamente a quienes ocupan los puestos trigésimo segundo, vigésimo cuarto, decimonono o quincuagésimo octavo y dar al traste con el tenderete: los jefes quedarían fuera del juego y en el Congreso el candidato a presidente del gobierno sería Juan Cordero, agricultor de Galbarros, o Martín Entrevero de Cacabelos y no los próceres de cada "formación política". No sé si me explico.

Para evitar esto tendrían a mano una solución arriesgada no por atrevida, sino por desesperada: reducir al número "justo" los incluidos en cada lista (como para el Senado); pero, esto, también acarrearía graves inconvenientes. Uno de ellos, que se quedaran en el lance (sin extremar mucho la cosa) sin representación. No sé si me explico.

Pero, además, las listas abiertas son un peligro -aunque no lo parezca- para otros estamentos que se tambalearían con los cambios estructurales y conceptuales que se operarían con dicho sistema. 
Por eso, señor González Pons, no las quieren, interesadamente, ni ustedes ni ninguno de los políticos que ahora gozan de una seguridad que de otra forma...

18/03/2011

Tornadizos

Negar, con la cantidad de evidencias que jalonan nuestra vida cotidiana, la corrupción política es un ejercicio de cinismo en el sentido más peyorativo del término. Ninguna defensa es posible, ninguna explicación plausible, cuando el grumo de pruebas es tan demoledor y sólo la arbitrariedad sectaria es capaz de ver honradez donde una contundente demostración indica vileza aplicada a granel, al por mayor.
Los dos raseros, las dos varas de medir, forman parte de la esencia humana, de la simpatía y afinidad o de la antipatía que destilemos por algo; pero, también, forma parte de la estupidez.
El juego político, no obstante, tiene estas peculiaridades magnificadas además por cada recurso artero usado en la partida. Ahí jugamos todos: desde el político "profesional" hasta los políticos de salón y barra fija, los mindundis que polemizamos en el bar o en el descansillo de la escalera. Nuestra inclinación, nada ecuánime, al "y tú más" es proverbial. En nuestra idiotez consumada, creemos que ese "y tú más", ese "y tú, ¿qué?", justifica cualquiera canallada practicada por "los nuestros" cuando en realidad lo que confirma es que tanto en el ánodo como en el cátodo la suciedad campa por sus fueros.
La corrupción en política es un hecho habitual; forma parte de su naturaleza. Todos sabemos que está ahí desde siempre pero la hemos pasado por alto porque, en principio, no nos afectaba lo suficiente y porque somos conformistas y cobardes. La hemos admitido (no sólo soportado) como algo consustancial e inevitable, hemos incluso acuñado frases escandalosas y reveladoras de nuestra estolidez intrínseca; frases que, analizadas siquiera someramente, deberían ponernos los pelos como escarpias por lo que revelan de nosotros mismos: "Para que roben éstos, que roben los míos". ¡Que roben los míos! Asumimos con naturalidad, no con resignación, que no queremos desprendernos del yunque que nos hunde en el abismo. Claro que "sarna con gusto...".
De la pléyade de políticos que conozco personalmente, sólo hay uno por el que me rompería el alma defendiendo su honestidad y lo mejor de todo es que ni siquiera es de "mi" partido. Del resto, presumo de antemano que el status los va a corromper si es que no están ya adulterados por la vanidad, la arrogancia paleta y el dinero fácil.
Pero, lo que son las cosas.
Anoche oí a un político asumir una crítica y reconocer que su calaña es uno de los graves problemas que tenemos en España. Afirmó que, en efecto, nuestro país precisa una urgente "regeneración" (yo creo que es "instauración": no se puede regenerar lo que, previamente, no ha sido generado) de los valores políticos, como si estos fueran diferentes a los valores en general resumidos en uno: la Ética.


Pues decía, digo, este tipo que tenían que hacer poco menos que examen de conciencia y propósito de enmienda y recuperar la confianza de la sociedad. Aquí es donde maliciosamente sonreí. Hasta ese punto nos consideran gilipollas. ¿Ellos, los mismos que están ahora sembrando de miseria y vapuleando en buen nombre de la Soberanía, residente en el Pueblo, tienen que hacer algo para cambiar el estado de las cosas? Ellos son el problema, ¡ellos! Las personas con nombre y apellidos que están actualmente gozando de las prerrogativas que nosotros, bobaliconamente, les cedemos. En ningún momento se le ocurrió (o tal vez sí) que la solución pasaba por que todos los están ahora se apeen del carro y dejen paso a otros. ¡No, eso no! Los mismos que están ahora y que han tenido años y años para desmontar su "legendaria" caradura, ¿son los que van a reponer la confianza, a cambiar? Evidentemente no. No se les ocurre renunciar. Saben que el problema, el impedimento, son ellos pero se niegan a dejar de concursar. Así, la única posibilidad de remoción de esta gentuza es la facultad del ciudadano aplicada con todo rigor y contundencia, el uso de la potestad más sagrada en democracia: el voto.
Mantener a esta grey de truhanes no sólo es un error sino que quien los renueve con su voto será cómplice de sus desmanes. Eso es tan claro como el agua de manantial. Y empezamos a combatirlos ahora, o adiós a la democracia.

17/03/2011

Pagar por lo que no se tiene

Si algo bueno ha tenido esta crisis demoledora es que ha generalizado, también, términos y conceptos que antes pasaban de largo y, de alguna manera, ha removido algunas conciencias y ha modificado algunos criterios. Nos ha enseñado que el más tramposo no es el ciudadano que, víctima oportuna y sin derechos, no puede cumplir con sus compromisos de pago, sino quienes emitieron dinero que no era dinero y sin respaldo alguno y reciben, además de ayudas, dinero de verdad en un perfecto timo de la estampita: entidades financieras y gobierno.
Pero, tanto "gobierno" como "entidades financieras" son entes -lamento la redundancia- abstractos carentes de responsabilidad. Por eso la responsabilidad recae, íntegra y contundente, sobre el ciudadano que sin catarlo se ve de repente abocado a satisfacer y enmendar los fraudes de otros.
Acudir a la "justicia" para remediar el asunto es de ilusos. El ciudadano carece de recursos para combatir. Ni siquiera puede acudir con garantias a las asociaciones de consumidores porque todas, TODAS, visble o invisiblemente, dependen de algún partido político, de alguna gran empresa o están influidas por alguna estructura poderosa que las financia y las cobija. Es como acudir al Defensor del Cliente de un banco a sabiendas de que dicho "defensor" está en la nómina de la casa. ¿A qué cliente va a defender?
No estoy en eso, sin embargo.
He titulado la entrada "Pagar por lo que no se tiene". Me refiero a las viviendas, a las hipotecas ejecutadas en donde con peculiar criterio, el hipotecado pierde su casa y aún así debe seguir pagando al banco. Sobre el asunto he oído argumentos de lo más peregrinos para justificar el robo (a mi me parece que media una cierta violencia).
No voy a pormenorizar cada una de las estupideces que se argumentan (y que los jueces admiten como válidas) por los bancos para recuperar "su" dinero porque sería largo y tedioso desenmascarar cada una de las contradicciones. Solamente voy a centrarme en un detalle que a nadie se le ha pasado por alto pero que, no sé por qué, a jueces, medios, etc.., sí. En una incongruencia lamentable a la todavía no encuentro sentido ni justificación. ¿Por qué una vez ejecutada una hipoteca no queda la deuda saldada? Se "entrega" el bien, por lo tanto se "entrega" el valor. Con mucha insistencia se aduce que sí, se entrega el bien pero disminuido de valor, y se olvida que es el banco el que tasó, el que puso el valor y que, por ende, igual que en él repercute una posible revalorización debe, en la misma y justa medida, repercutir la depreciación. No es lógico que el hipotecado se quede sin nada y el banco reciba el bien y el dinero íntegros. Sobre todo porque si el hipotecado consigue ir pagando sus cuotas, entonces se le debería devolver el bien.
En España llevamos siglos sufriendo la usura descarnada y descarada con el beneplácito de políticos y jueces que nada hacen por crear un sistema equilibrado. Ortega y Gasset ya denunciaba el pasado siglo la lamentable práctica bancaria y la complacencia de los estamentos de poder consciente de que Spain is different.

16/03/2011

Malas pécoras

No doy por zanjada la crisis; pero, sí hemos perdido una oportunidad de oro para cambiar todo lo que nos ha metido de buces en ella. No sólo no hemos modificado el sistema y su estructura sino que, además, los hemos reforzado. Deberíamos haber aprovechado la situación (la coyuntura) para remover un esquema nocivo para la sociedad. En lugar de eso, nos hemos limitado a protestar con sordina, a quejarnos sovoz, y a seguir alimentando al Leviatán. Lejos de impulsar cambios, hemos claudicado y nos hemos empeñado en restañar las heridas de aquello que, a nosotros, nos ha procurado la angustia, la amargura, la ruina. La configuración de los entramados políticos, siendo contrarios a los intereses democráticos, siguen intactos; la organización bancaria, su poder, su exagerado poder, sigue incólume; el entramado laboral, la relación obrero-empresario se ha reforzado en favor del "patrón"...
Nos han engañado, nos hemos dejado engañar, manipular una vez más por grandilocuencias infestadas de miasmas falaces. "Hay que arrimar el hombro"; "hay que estrecharse el cinturón"; "es hora de sacrificarse por tu país"...
Frases hueras que no hemos querido analizar ni ajustar en su verdadero valor; frases horras con cuya aplicación sólo se beneficia, una vez más, el poderoso.
Mientras el ciudadano ve cómo la "ley" le quita su casa mientras los banqueros siguen viviendo en sus mansiones exageradas, con sus criados, con sus privilegios. El ciudadano, mientras rebusca en un contenedor algo para comer ve cómo el político -el mismo que le pide el esfuerzo- mantiene sus prerrogativas y, más aún, hace un uso infame de la potestad que se le ha confiado prevaricando, robando impunemente, despreocupándose de quienes le concedieron la custodia de una de las cosas más sagradas de la sociedad: su gobierno.
Todos han defraudado la confianza y ninguno ha pagado por ello. El patrón también es pescador en este río revuelto. Consciente del estado en que están las cosas, sabe que sus condiciones son las que pesan.
Podríamos habernos rebelado, haber dado un puñetazo en la mesa y haber limpiado la casa que se nos hunde. Hemos preferido, empero, agazaparnos lloriqueando en un rincón oscuro y esperar a que todo pase, a que un milagro resuelva una realidad que nos empecinamos en creer falsa, en pensarla como un espejismo que con un poco de tiempo se diluirá en el paisaje.
Me ha decepcionado la sociedad. Yo mismo me he decepcionado. Debería haber cogido mi bandera y haberla ondeado hasta la extenuación sin esperar a que otro posará sus manos en el mástil y me ayudara a agitarla. Somos cobardes. Tenemos miedo a enfrentarnos a quienes se sustentan en posiciones y escaños de poder porque nosotros así lo decidimos; tenemos miedo a encararnos con quienes imparten "justicia" porque nos parecen dioses cuando ni siquiera son ídolos; tenemos miedo a plantarnos frente a quienes nos han exprimido con su usura, nos han expoliado cruelmente, porque la guerra sería demasiado larga y costosa y eso, claro, es demasiado para espíritus tan laxos como los nuestros.
No obstante, lo peor de todo es nuestra reticencia a fraguar una unión, a forjar una alianza de ciudadanos libres que no se sometan al yugo gregario de la ignorancia.


Lo siento; pero, no. Vivo en un país absurdo, patético y sórdido. Vivo en un país de personajes coronados por el esperpento. Me doy asco y me da asco una ciudadanía traicionera y cobarde, conformista e hipócrita. Yo, al menos, tengo algo a mi favor: nadie me podrá negar que aunque lo he perdido todo, he luchado cada milímetro, cada segundo, hasta que ya no pude más. Ahora, vuelvo al rebaño a mirar y a sonreír estúpidamente mientras los lobos hincan sus colmillos en mi cuello. A mi alrededor, otras ovejas balarán histriónicamente gritando "¡el lobo, es el lobo!"; pero, ninguna dará un paso al frente y correrá en mi auxilio ni en ayuda de ninguna otra oveja. Cuando le llegue el turno, es posible que alguna pécora le oiga quejarse de que la han dejado sola.

19/01/2011

El don de lenguas

Recuerdo, vagamente, el esfuerzo del padre Tenaguillo ("no os llamaréis padre en la tierra, que uno sólo es vuestro Padre que está en los cielos") por hacernos comprender el milagro por el cual un grupo de elegidos accede a la facultad políglota. Nos ponía las filminas y en la pantalla aparecía la elite apostólica tocada con unas llamitas, las lenguas ígneas simbólicas de su nueva capacidad.
En la ignorancia de aquel tiempo remoto en el vetusto Colegio Diocesano, nos parecía maravilloso. Ahora, desvelado el truco, el "milagro" adquiere tintes mucho más prosaicos y decepcionantes: esas lenguas no son más que simples pinganillos sublimados por el fervor devoto; tras ellos, los trujamanes mercenarios convirtiendo Babel en la misma Babel pero un poco más entendible.
Hay, sin embargo, matices destacables. Los apóstoles necesitaban difundir su fe entre seres hablantes de otras lenguas que ellos desconocían y de ahí la necesidad de los traductores. Doy por cierto que entre ellos la comunicación se hacía en la lengua vernácula común no ya por ahorro de moscardones zumbando en la oreja, sino por simple, pura y llana COMODIDAD. Eso sin contar con las dudas que me asaltan: ¿Quedarán todas las traducciones iguales, con el mismo sentido? Cuando hable un senador catalán en catalán a los senadores vascongados, ¿se lo traducirán al castellano o al éuscaro?

11/01/2011

El mandato y la mamandurria

Recurrir, como lo ha hecho esta noche ese tipejo que nos "preside", a que tienen un mandato y que ese mandato lo van a cumplir me suena más a "como alcalde vuestro que soy os debo una explicación...", a coña marinera, a volver a llamarnos bobos, que a razonamiento derivado de la responsabilidad.
Ese mandato del que habla éste algárabo se lo ha pasado durante seis o siete años por el forro incumpliendo las promesas hechas a quienes le dieron dicho mandato; lo ha incumplido malgobernando y mintiendo (y arruinando) a quienes le dieron dicho mandato y, sobre todo, lo incumple desoyendo el nuevo mandato clamoroso que ahora mismo, desde los cuatro cardinales, el pueblo soberano le está dando: que convoque ya elecciones y la ciudadanía, la que da pero no puede quitar "mandatos", decida de nuevo su destino.
¡Pero cómo se puede tener tanto cuajo! Sin duda éste está convencido de que somos idiotas.
Saben (él y sus secuaces) que saldrán indemnes de este drama e impunes de esta función, Saben que nadie, ahora, les pedirá cuentas y que luego, después, quienes lleguen tampoco se las pedirán.
Este cenutrio no va a quedarse para cumplir el mandato sino para seguir con su mamandurria, para arramplar con todo lo que pueda, para esquilmar todo lo que pueda, para dañar todo lo que pueda.
Nos llama tontos y no pasa nada; nos miente y no pasa nada; nos roba y no pasa nada. Nos da igual. La rebeldía, la insumisión, la desobediencia civil son recursos de otros tiempos y de otras gentes.
No ha cumplido ningún mandato y quiere cumplir con éste, hay que joderse...

07/01/2011

Hecha la ley, aplicada la trampa

La alegoría de la Justicia se representa, por lo común, portando tres elementos que son tres atributos fundamentales de su condición: la venda, la balanza y la espada.
La espada para partir/impartir y -de alguna manera- velar por el cumplimiento de la resolución que se supone justa.
La balanza para subrayar su equilibrio, su ecuanimidad y/o determinar los pesos de las pruebas.
La venda para oír imparcialmente sin dejarse influir por otras circunstancias.
La alegoría es muy bonita y queda muy bien; la realidad desmiente dichos atributos y confirma, día a día, una verdad inapelable: la "justicia", que no es otra cosa que la aplicación de las leyes tal y como está concebido el sistema judicial español (sin entrar en otros), la imparten hombres y los hombres se equivocan, se corrompen o, simplemente, se desentienden. No todos, claro; pero, hay que generalizar.
La venda se ha convertido en un axioma falso pero útil. La justicia no necesita una venda; al contrario. La justicia debe tener una extraordinaria capacidad de visión para determinar, para seleccionar, para no dejarse engañar por zalamerías. Debe ver para poder buscar, para zambullirse en el empeño de encontrar la verdad y no dejarla pasar invisible delante de unos ojos inútiles por cegados.
¿Cómo es posible que un juez dictamine sin oír a las dos partes en litigio, sin recabar pruebas, sin indagar en las causas que han llevado a los litigantes a ese extremo?
¿Cómo es posible que un juez coopere en la comisión de un delito de esa forma tan descarada?
Los jueces tienen demasiado poder y ninguna responsabilidad y eso no es justo, no es de JUSTICIA.
¿Cómo es posible que un juez permita la comisión de un delito y lo deje impune por sentenciar tras una operación de "hechos consumados" que entienda irreversible y en virtud a esa "irreversabilidad" decida que el delito no es tal?
Ejemplos hay, como en todo, a millares y nuestra indefensión prodigiosa.
El entramado legal es complejo y desolador. Han creado una máquina cuasi perfecta en la que el más débil es, contradictoriamente, quien tiene las de perder. Algunos amigos letrados me reconocen este punto a la vez que admiten que es, para ellos, una fuente de ingresos nada desdeñable: el sistema les permite y los mantiene. Alguno de ellos, incluso, se atreve en privado a ir un poco más allá: "si las cosas fueran como deberían ser, la mitad de los abogados nos moríamos de hambre".
Quizá por eso cuando, de tiempo en tiempo, sale un juez díscolo o un abogado de encomiable tesón justiciero, nos admiramos y pensamos, íntimamente, en el valor de esas personas que no conseguirán cambiar nada. Y si ni ellos consiguen cambiar ese tinglado, nosotros, que tenemos las de perder...

¡Ay mísero de mí, y ay, infelice!

Es muy posible que una buena parte de lo que queremos decir (aportar) ya lo haya dicho (escrito) alguien y mucho mejor de lo que la mayoría de nosotros es capaz de hacerlo. Hay ideas que nos rondan la cabeza pero que no conseguimos dar forma; entonces es bueno -creo yo- acudir a las fuentes de la sabiduría y rescatar esos fragmentos irrepetibles. Son pedazos que nos conmueven, que recordamos toda la vida. Trozos inapelables que se hacen imprescindibles. Yo recuerdo varios y de entre ellos, con demasiada frecuencia, algunos como aquellos estremecedores versos de Don Juan Tenorio: "Llamé al cielo y no me oyó / y pues sus puertas me cierra / de mis pasos en la tierra / responda el cielo, no yo". Llega un momento en que pasan a formar parte imprescindible de nuestro bagaje, de nuestro acervo.
Aquí os dejo otro de los textos más gloriosos de la literatura universal:

¡Ay mísero de mí, y ay, infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así
qué delito cometí
contra vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido.
Bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor;
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.

Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos
(dejando a una parte, cielos,
el delito de nacer),
qué más os pude ofender
para castigarme más.
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
qué yo no gocé jamás?

Nace el ave, y con las galas
que le dan belleza suma,
apenas es flor de pluma
o ramillete con alas,
cuando las etéreas salas
corta con velocidad,
negándose a la piedad
del nido que deja en calma;
¿y teniendo yo más alma,
tengo menos libertad?

Nace el bruto, y con la piel
que dibujan manchas bellas,
apenas signo es de estrellas
(gracias al docto pincel),
cuando, atrevida y crüel
la humana necesidad
le enseña a tener crueldad,
monstruo de su laberinto;
¿y yo, con mejor instinto,
tengo menos libertad?

Nace el pez, que no respira,
aborto de ovas y lamas,
y apenas, bajel de escamas,
sobre las ondas se mira,
cuando a todas partes gira,
midiendo la inmensidad
de tanta capacidad
como le da el centro frío;
¿y yo, con más albedrío,
tengo menos libertad?

Nace el arroyo, culebra
que entre flores se desata,
y apenas, sierpe de plata,
entre las flores se quiebra,
cuando músico celebra
de las flores la piedad
que le dan la majestad
del campo abierto a su huida;
¿y teniendo yo más vida
tengo menos libertad?

En llegando a esta pasión,
un volcán, un Etna hecho,
quisiera sacar del pecho
pedazos del corazón.
¿Qué ley, justicia o razón,
negar a los hombres sabe
privilegio tan süave,
excepción tan principal,
que Dios le ha dado a un cristal,
a un pez, a un bruto y a un ave?

La vida es sueño.
P. Calderón.

05/01/2011

Así las cosas

Tiene razón Santiago López (magnífico escultor, por cierto) cuando afirma, poco menos, que bien podría ser yo, con mi "antioptimismo" -que no pesimismo tal cual- el tercero de los hermanos Malasombra. Tiene razón en que este blog asume cierta saturación de "negativismo" que resulta proverbial y que su lectura viene a ser algo así como un diafragma que refleja, únicamente, malas vibraciones.
Todo tiene su explicación, tanto por su parte (o la del incauto lector) como por la mía.
Comprendo que la gente, harta de soportar una realidad demoledora, necesite espacios y medios de evasión, de distracción que permitan eludir siquiera momentáneamente la miseria cotidiana. Comprendo que recalcar opiniones que no son sino ramas de una misma idea condensada en el recio tronco de la decepción, no sólo no ayuda, además puede empalagar. Comprendo que recordar casi permanentemente el yugo a que estamos uncidos es lo mismo que recordar que grande parte de los males que nos acucian provienen de nuestra pasividad y eso, claro, no le gusta a nadie. A mi tampoco.
En esta otra orilla la explicación, aunque la hay, carece de importancia y aventarla sería aventurar una excusa infame que, por ahora, no necesito. Son mis opiniones y ellas se justifican a sí mismas.
Soy consciente de que mezclando churras con merinas, dando una de cal y otra de arena, este blog resultaría más ameno (si se me permite la inmodesta perspectiva). Aunque, desde luego, si me atengo a los datos facilitados por el globo terráqueo insertado en el faldón de la página y analizo los factores que pueden influir en que la gente visite mi publicacioncilla, las dos opciones más relevantes son: o por lo que escribo o por lo que vinculo (quizá ambas cosas). Y, en todo caso, el resultado es satisfactorio para mi. No argumentaré el evidente porqué.
No obstante, como me he convencido de que Santi tiene razón, voy a hacer propósito de enmienda y tras el preceptivo acto de contrición intentaré acrisolar el contenido futuro, depurarle de las impurezas predominantes y amalgamar asuntos sin sopesarlos en función de su relevancia o de mi interés y sí de mis gustos, aficiones, anécdotas... Lo que se tercie. Y digo "procuraré": otra cosa es que lo consiga.
A lo que no pienso renunciar es al ceño fruncido y torvo. No porque la euforia y el optimismo, sean enfermedades contagiosas y por ende susceptibles de ser maniobradas a la cuarentena. No. Seguiré obcecado en mi forma adusta y demarrada; persistiré en mi no claudicación a la felicidad bobalicona que se consigue a través de la ignorancia de los acontecimientos. Soy desabrido, ¿qué le voy a hacer? Más cuando mi temperamento y mi religión me prohiben ser de otra manera. Pero, como escribo, sí procuraré volver al espíritu inicial de este blog, el espíritu con el que tímidamente debuté.
Tal día como hoy hace la friolera de setenta y cinco años (septuagésimo quinto aniversario, por si hay algún ministro, periodista, copresentadora o alumno de la L.O.G.S.E. enfrascado en la leyenda -también se puede decir "lectura"-) murió don Ramón José Valle Peña.
Como doy por sentado que los citados en el paréntesis-digresión no sabrán de quién hablo, les daré una pista a ver si consiguen descifrar el enigma: se le conoce como Ramón María del Valle-Inclán y Montenegro.
No loaré -me parece innecesario (superfluo, para los parentesianos)- ni glosaré su genio ni su figura; ni una palabra daré al pábulo del paisaje apaisanado. Sólo diré, para quien no lo sepa, que además de dramaturgo, poeta y novelista excepcional, fue el hombre que consiguió poner nombre y concepto al carácter español, a nuestra forma de ser, de pensar, de actuar: esperpento.
Creo, o quiero, recordar que en alguna de mis primeras incursiones en este blog ya interpolé un fragmento de Luces de bohemia.
Ahora, no deshonraré su memoria dejando un rastro en blanco, un recuerdo sin palabras, sin sus palabras. Aquí os dejo, con la recomendación encarecida de que leáis a don Ramón, otro pasaje de su pluma.


El miedo

Ese largo y angustioso escalofrío que parece mensajero de la muerte, el verdadero escalofrío del miedo, sólo lo he sentido una vez. Fue hace muchos años, en aquel hermoso tiempo de los mayorazgos, cuando se hacía información de nobleza para ser militar. Yo acababa de obtener los cordones de Caballero Cadete. Hubiera preferido entrar en la Guardia de la Real Persona; pero mi madre se oponía, y siguiendo la tradición familiar, fui granadero en el Regimiento del Rey. No recuerdo con certeza los años que hace, pero entonces apenas me apuntaba el bozo y hoy ando cerca de ser un viejo caduco. Antes de entrar en el Regimiento mi madre quiso echarme su bendición. La pobre señora vivía retirada en el fondo de una aldea, donde estaba nuestro pazo solariego, y allá fui sumiso y obediente. La misma tarde que llegué mandó en busca del Prior de Brandeso para que viniese a confesarme en la capilla del Pazo. Mis hermanas María Isabel y María Fernanda, que eran unas niñas, bajaron a coger rosas al jardín, y mi madre llenó con ellas los floreros del altar. Después me llamó en voz baja para darme su devocionario y decirme que hiciese examen de conciencia:
-Vete a la tribuna, hijo mío. Allí estarás mejor...
La tribuna señorial estaba al lado del Evangelio y comunicaba con la biblioteca. La capilla era húmeda, tenebrosa, resonante. Sobre el retablo campeaba el escudo concedido por ejecutorias de los Reyes Católicos al señor de Bradomín, Pedro Aguiar de Tor, llamado el Chivo y también el Viejo. Aquel caballero estaba enterrado a la derecha del altar. El sepulcro tenía la estatua orante de un guerrero. La lámpara del presbiterio alumbraba día y noche ante el retablo, labrado como joyel
Mi madre quiso que fuesen sus manos las que dejasen aquella tarde a los pies del Rey Mago los floreros cargados de rosas como ofrenda de su alma devota. Después, acompañada de mis hermanas, se arrodilló ante el altar. Yo, desde la tribuna, solamente oía el murmullo de su voz, que guiaba moribunda las avemarías; pero cuando a las niñas les tocaba responder, oía todas las palabras rituales de la oración. La tarde agonizaba y los rezos resonaban en la silenciosa oscuridad de la capilla, hondos, tristes y augustos, como un eco de la Pasión. Yo me adormecía en la tribuna. Las niñas fueron a sentarse en las gradas del altar. Sus vestidos eran albos como el lino de los paños litúrgicos. Ya sólo distinguía una sombra que rezaba bajo la lámpara del presbiterio. Era mi madre, que sostenía entre sus manos un libro abierto y leía con la cabeza inclinada. De tarde en tarde, el viento mecía la cortina de un alto ventanal. Yo entonces veía en el cielo, ya oscura, la faz de la luna, pálida y sobrenatural como una diosa que tiene su altar en los bosques y en los lagos...
Mi madre cerró el libro dando un suspiro, y de nuevo llamó a las niñas. Vi pasar sus sombras blancas a través del presbiterio y columbré que se arrodillaban a los lados de mi madre. La luz de la lámpara temblaba con un débil resplandor sobre las manos que volvían a sostener abierto el libro. En el silencio la voz leía piadosa y lenta. Las niñas escuchaban. y adiviné sus cabelleras sueltas sobre la albura del ropaje y cayendo a los lados del rostro iguales, tristes, nazarenas. Habíame adormecido, y de pronto me sobresaltaron los gritos de mis hermanas. Miré y las vi en medio del presbiterio abrazadas a mi madre. Gritaban despavoridas. Mi madre las asió de la mano y huyeron las tres. Bajé presuroso. Iba a seguirlas y quedé sobrecogido de terror. En el sepulcro del guerrero se entrechocaban los huesos del esqueleto. Los cabellos se erizaron en mi frente. La capilla había quedado en el mayor silencio, y oíase distintamente el hueco y medroso rodar de la calavera sobre su almohada de piedra. Tuve miedo como no lo he tenido jamás, pero no quise que mi madre y mis hermanas me creyesen cobarde, y permanecí inmóvil en medio del presbiterio, con los ojos fijos en la puerta entreabierta. La luz de la lámpara oscilaba. En lo alto mecíase la cortina de un ventanal, y las nubes pasaban sobre la luna, y las estrellas se encendían y se apagaban como nuestras vidas. De pronto, allá lejos, resonó festivo ladrar de perros y música de cascabeles. Una voz grave y eclesiástica llamaba:
-¡Aquí, Carabel! ¡Aquí, Capitán...!
Era el Prior de Brandeso que llegaba para confesarme. Después oí la voz de mi madre trémula y asustada, y percibí distintamente la carrera retozona de los perros. La voz grave y eclesiástica se elevaba lentamente, como un canto gregoriano:
-Ahora veremos qué ha sido ello... Cosa del otro mundo no lo es, seguramente... ¡Aquí, Carabel! ¡Aquí, Capitán...!
Y el Prior de Brandeso, precedido de sus lebreles, apareció en la puerta de la capilla:
-¿Qué sucede, señor Granadero del Rey?
Yo repuse con voz ahogada:
-¡Señor Prior, he oído temblar el esqueleto dentro del sepulcro...!
El Prior atravesó lentamente la capilla. Era un hombre arrogante y erguido. En sus años juveniles también había sido Granadero del Rey. Llegó hasta mí, sin recoger el vuelo de sus hábitos blancos, y afirmándome una mano en el hombro y mirándome la faz descolorida, pronunció gravemente:
-¡Que nunca pueda decir el Prior de Brandeso que ha visto temblar a un Granadero del Rey...!
No levantó la mano de mi hombro, y permanecimos inmóviles, contemplándonos sin hablar. En aquel silencio oímos rodar la calavera del guerrero. La mano del Prior no tembló. A nuestro lado los perros enderezaban las orejas con el cuello espeluznado. De nuevo oímos rodar la calavera sobre su almohada de piedra. El Prior se sacudió:
-¡Señor Granadero del Rey, hay que saber si son trasgos o brujas!
Y se acercó al sepulcro y asió las dos anillas de bronce empotradas en una de las losas, aquella que tenía el epitafio. Me acerqué temblando. El Prior me miró sin despegar los labios. Yo puse mi mano sobre la suya en una anilla y tiré. Lentamente alzamos la piedra. El hueco, negro y frío, quedó ante nosotros. Yo vi que la árida y amarillenta calavera aún se movía. El Prior alargó un brazo dentro del sepulcro para cogerla. La recibí temblando. Yo estaba en medio del presbiterio y la luz de la lámpara caía sobre mis manos. Al fijar los ojos las sacudí con horror. Tenía entre ellas un nido de culebras que se desanillaron silbando, mientras la calavera rodaba por todas las gradas del presbiterio. El Prior me miró con sus ojos de guerrero que fulguraban bajo la capucha como bajo la visera de un casco:
-Señor Granadero del Rey, no hay absolución ...¡Yo no absuelvo a los cobardes!
Y con rudo empaque salió sin recoger el vuelo de sus blancos hábitos talares. Las palabras del Prior de Brandeso resonaron mucho tiempo en mis oídos. Resuenan aún. ¡Tal vez por ellas he sabido más tarde sonreír a la muerte como a una mujer!
FIN

04/01/2011

davides y GOLIATES

Cuando un medio de comunicación nos informa del triunfo de un tesonero mindundi sobre uno de esos colosos de poder casi omnímodo, nos regocijamos íntimamente pletóricos de esperanza, satisfechos de constatar que -en efecto- el débil puede vencer al fuerte. No solemos caer en la cuenta de que nuestra efímera plenitud es un espejismo y que si el lance ha saltado a luz pública es por su carácter extraordinario, precisamente.
Un david puede vencer a un GOLIAT; pero, lo sólito, lo resignadamente normal, es que el monstruo devore al incauto que osa hacerle frente.
El consumidor, el ciudadano en general, no tiene recursos ni resortes eficaces para lidiar contra uno de esos emporios que dominan conscientes de su implacable poderío. La "justicia" es cara, lenta y tortuosa cuando no servil y aquellos elementos sociales que deberían velar por el interés general, el de todos, son con frecuencia brazos de aquellos poderes casi absolutos cuando no sus mercenarios.
Hablo de empresas que no sólo se permiten el lujo (arrogancia) de vulnerar deliberada e impunemente la legislación -ambigua, por lo común, lo que les favorece con interpretaciones beneficiosas para ellas, las empresas-, sino que se inventan sus propias leyes arbitrarias y las imponen descaradamente ante el silencio, connivencia y pasividad de quienes tienen la potestad de evitarlo.
Hablo de los distribuidores de combustible y sus estaciones de servicio y más que sospechosa tabla de precios que aplican. De sus subidas (nunca bajadas) bien planeadas y todos a la vez.
Hablo de los bancos y sus comisiones; de sus extrañas maneras recaudatorias variando a su antojo fechas, también muy bien estudiadas para que les produzcan beneficios extraordinarios; de la imposición  (de la exigencia) de abonar recibos -porque lo dicen ellos para su comodidad- martes y jueves de nueve a diez. ¿Por qué? ¿Por qué no puedo ingresar el importe del recibo de la luz un miércoles a las dos de la tarde que es cuando puedo acudir a la sucursal?
Hablo de los operadores de telefonía que además de obligarme a domiciliar el recibo con lo que eso conlleva (si se equivocan ellos puedo esperar sentado la reparación; si me equivoco yo...), que me putean con atenciones al cliente que son, intencionadamente, desesperantes aplicando con ese juego deplorable el primer filtro, la primera selección. Y más cosas.
Hablo de las Aseguradoras y sus malas artes y prácticas, sus maniobras envolventes, disuasorias o evasivas.
"Ad infinitum".
Todos tenemos mil ejemplos. Todos menos los que tienen la obligación de conocer esos miles de ejemplos y poner coto a los desmanes.
Habrá quien afirme que las asociaciones de consumidores y usuarios no tienen la obligación de actuar más que por sus afiliados o por aquellos que, previo pago, acudan a ellos.
Mi respuesta es simple: la defensa del ciudadano, con independencia de otras acciones "privadas", debe corresponder al Estado. Luego, si además de que éste procure armas defensivas se ve asistido por entidades particulares, mejor que mejor.

02/01/2011

Año nuevo, ¿para qué?

Es una terapia paliatoria; un recurso destinado a suplir la incomprensión, la ignorancia, el desconcierto y la náusea de un mundo impuesto que ha resultado atroz y hostil. Imagino con frecuencia una hoja en blanco o un muro, largo (muy largo) y alto (bastante alto), recién encalado. Desde uno de sus ángulos inferiores empiezo a puntuarlo todo con minúsculas motas de tinta hasta rellenar toda la superficie. Luego, tras multiplicar infinitamente el resultado, a una de esas pizcas le atribuyo la abominable cópula: ES nuestro planeta. Entonces, siguiendo el proceso imaginativo, pienso a qué terrible máquina pertenece ese pequeño resorte, ese fragmento ínfimo que tiene otras máquinas, leyes, conflictos, edificios, libros, fregonas, políticos, trompetas... Y, claro, pienso en "¿dónde está Dios?". Si yo no presto atención a ninguno de los invisibles elementos que me conmueven y me componen, como lo va a hacer una máquina en la que nosotros no llegamos, siquiera, al rango e importancia de un quark. No tenemos ninguna trascendencia. Estamos confinados en esta cruel esfera con la única misión/función de generar un ápice de energía a través de nuestras pasiones y turbulencias y aportar así a la gran máquina la cuota para la que hemos sido desarrollados: una mariposa bate sus alas en Japón y a cien megapársec de distancia una espora de nueve brazos mece a un hermoso babilacentonio de ojos transparentes y lánguidos tentáculos de pelo de atanormecilio de vientre raso.
No le encuentro sentido a esta tortura innecesaria e irreversible. No veo qué fatal estructura haya de precisar de nuestro dolor para vivir.
Estamos reducidos a este espacio miserable, limitados por los cuatro costados y destinados a consumirnos y desaparecer engullidos por un voraz ámbito y sólo nos preocupa ver los patéticos programas de Telecinco. Algunos, pasamos horas inmersos en la duda, en el debate interior sobre cómo actuar, cómo reaccionar, luchando por que prevalezca la conjetura del bien o del mal cuando el premio o el castigo no son sino inventos que nos debilitan una conciencia maltrecha y manipulada; cuando todo lo que nos rodea no es más que el fruto aciago, amargo, de una terrible impostura.
Nunca seremos dioses. Eso es lo lamentable. Se nos impone un destino y se nos obliga a aceptarlo por la Autoridad más incompetente de la Creación. Tal vez a Dios, a los Dioses les molesta eso, que simples y mortales posos se les encaren y les digan una verdad palmaria: que abusan de su poder, que no tienen el valor de apearse de su "omnipotencia" y dar la cara.
En todo este tinglado, al que nos aferramos con uñas y dientes, nuestra estancia no dura más que un fugacísimo instante. ¿Qué se puede hacer en tan poco tiempo? Cada uno tiene su respuesta en virtud de sus creencias o de sus objetivos, de sus circunstancias. Yo, por mi parte, estoy cada día más convencido de que la vida, o Dios, o los Dioses, ayudan y protegen a los infames y a los sinvergüenzas sin escrúpulos y que para sobrevivir frente a esos seres hay que carecer de conciencia; de lo contrario no habrá paridad de armas y seguirán perdiendo los de siempre.