23/10/2021


 

22/10/2021

Euforismos y sentencias

 A veces pienso que sin cerebro seríamos más inteligentes.

Que nadie se ofenda, eh.

Dios mediante...

 Había un cielo turbio, de niebla en fuga. Los niños, con sus uniformes de una pulcritud exasperante, avanzan junto a su padre arrastrando las mochilas escolares soportadas en una cómoda armadura con ruedas. El padre es joven. No tiene acento vernáculo: <<Y, vamos, chicos, no se retrasen, gracias por la salús que nos das…>>. La frase rezandera se me clava como un rehilete envenenado. Ya sé, sí, eso de <<mientras haya salud…>> y otras resignaciones del estilo. Y pienso que de poco o nada sirve la salud sin otras periferias confortables. Sin salud, dicen, no se disfrutan las cosas y de poco sirven estas sin aquélla. Pero, mis trece son contumaces: de poco sirve la salud si estás sumido en la miseria, si cada día es un rosario de sobresaltos, de esfuerzos inútiles, de castigos jalonados de trazas amargas e inconfesables. Sin salud no se disfrutan las demás cosas, vale; sin embargo, sin las otras cosas, el dinero por ejemplo, no se disfruta la vida. Eso sin contar que con el dinero, por ejemplo, puede comprarse -por lo común- una buena salud…

09/10/2021

Nunca más

 <<La mejor forma de evitar la tentación es caer en ella”.

Owen Wilde.
El sexo y la sexualidad han sido y son, todavía hoy, un tabú en muchas sociedades empachadas de moralinas y de ese engrudo residual de conceptos enfermizos y puritanos. El tratamiento de estos asuntos, su mera exposición desde el punto de vista científico genera pudores enquistados; si lo presentamos con aspecto literario, entonces el drama adquiere ya tintes épicos y escandalosos. Todo eso no es más que un resorte útil a la hipocresía imperante; una hipocresía que se manifiesta, sobre todo, en el terrible contraste de lo que las apariencias guardan y la realidad estadística -en la que el consumo de pornografía genera el mayor volumen de negocio conocido muy por encima y delante del armamentístico, o el farmacéutico o cualesquiera otros de cualquier mercado- desmiente.
Aún así, se generan obras y se establecen concursos y premios en donde las obras de este caletre pasan tímidamente advertidas, miradas con sospecha y de soslayo, reconocidas disimuladamente. Tal vez por eso, el valor de la literatura en este formato cobra más importancia: porque es, de alguna manera, proscrita; porque es, de alguna manera, marginada y atribuida -falseando la verdad- a seres depravados, enfermos, transgresores, malvados, groseros.
Asociamos la literatura erótica a lo burdo, a lo infame. Pensamos que lo erótico carece, por definición, de rigor y de calidad trascendente. Tanto es así que incluso cuando surge un movimiento de escritores ayunos de los complejos morales impuestos y relatan con naturalidad, y crudeza, una cotidianeidad humana presente en todas nuestras actividades, alguien lo clasifica como “realismo sucio”, por poner un ejemplo. Ese <<sucio>> es muy descriptivo del concepto que tenemos de lo <<explícito>>. Así, concedemos por una inexplicable y absurda inercia que lo sexualizado es abominable y que, por ende, no puede tener el nivel de otras obras. Nada más lejos de la realidad. La historia de las letras ha dado grandes novelas cargadas de erotismo.
Romper los moldes sociales cuesta. Romper los mentales propios, casi imposible. No obstante, se va ganando terreno. Siempre habrá <<disidentes>> dispuestos a traspasar esa línea trazada por mentalidades retrógradas, manipuladoras y castrantes. Si quien rebasa esa línea es, además, mujer el mérito crece exponencialmente. <<Nunca más>>, de mi amiga -a qué no decirlo- Emecé Condado, es un libro de relatos ágiles, elaborados a través de una prosa fluida, casi espontánea, y desinhibida que merece el beneficio de la lectura. Textos bien resueltos que capturan la atención, y la imaginación. Atmósferas sugerentes que asperjan imágenes en la materia gris convirtiéndonos en testigos presenciales. Para gustos, colores; por supuesto. Pero, para saber si algo nos parece bueno o no, si nos gusta o no, antes hay que probarlo: no valen ni sirven la opinión o el gusto de otros. La curiosidad en literatura es una gran cualidad.

 No deja de tener su intríngulis la cosa. Afirma el flamencólogo que la famosa canción esa de <<ohoooh feeerdeh, feeerdeh coooomo la albahaaacaaaa...>> ha sufrido distintas y diversas <<correciones>> a lo largo de su existencia. Al hacer la reseña biográfica de la canción revela que, al parecer, trata de dos hombres (el que pide fuego y lo recibe -apoyao nel quisio de la mansebía- y el que lo da -bahé der cabayo y lumbre te di-). Así, pienso qué realidades históricas o sociales se nos han sustraído por las causas que sean. Y lo asocio a aquella detallada explicación en la que Borges, don Jorge Luis, refiere que el tango inicial era un baile de hombres y entre hombres, de seducción entre hombres y que luego derivó en pelea y luego, más tarde, se purificó en un intenso cortejo del hombre y la mujer. Todo esto lo digo porque estamos imbuidos de conceptos manipulados, que tomamos como novedades o caprichos de una actualidad desenfrenada y sin norte lo que en un pasado ni tan lejano ya se daba con cierta naturalidad y sin tanta reserva moral. Me viene, también, aquel Krito personaje de <<La vieja sirena>>, de don José Luis Sampedro, y su extravagante conducta. Síntesis: no ver la realidad no la elimina ni neutraliza; sólo nos convierte en ciegos.

08/10/2021

 Allá por mi edad media leí (exagero el verbo involuntariamente) al azar algunas páginas y aforismos derramados en esa cursilada insufrible y pseudofilosófica opereta encuadernada como «Ilusiones», de un tal Richard Bach. De aquella incursión sólo me quedó una salpicadura residual: «enseñamos mejor lo que más necesitamos aprender». Hoy mi cerebro, estimulado por unos pensamientos que no vienen al caso, ha recuperado de forma espontánea ese pretencioso y estúpido apotegma. Confieso que me ha engañado por un instante y he creído ver en él, por las circunstancias, algo de validez y certeza. Pero, me he serenado de nuevo y, con la perspectiva del silencio como guía, no me he dejado embaucar: no, no enseño mejor lo que más necesito aprender; acaso lo que necesitamos es aprender más, mucho más, para enseñar mejor, mucho mejor.

Cosas que no deben hacerse

 Cosas que no deben hacerse: Responder.

Estoy en la otra punta de mi casa. La puerta de la terraza del salón-comedor está abierta (hace bueno). Desde la calle entran las voces de un tipo:
-¡Ramón! ¡Ramón! ... ¡Ramón! ¡Ramón!
Y, entonces, es cuando me sale del alma y del pecho a pleno pulmón:
-¡Usa el portero automático, gilipollas!
Creo que me ha oído y que se ha dado por aludido. O eso o Ramón, por fin, ha bajado.

07/10/2021


 

06/10/2021

Ahorro de energía

Ante las infames subidas del precio de la electricidad, medidas eficaces de ahorro energético:
Cambie su bombilla habitual, si aún no lo ha hecho, por una de bajo consumo.
Apague el televisor (sobre todo si está viendo Telecinco o a Risto Mejide y adláteres).

Abra un libro y lea. 

Bono cultural (muy alejado del Bono político)

 El Gobierno prepara un <<bono cultural>> e <<ipsofácticamente>> se eleva a las alturas un estruendoso clamor sectorial, un torbellino inclemente de ayes y lamentos. En primer lugar, acaso por alegar algo sensato entre los despropósitos, decir que el acceso a dicho bono será voluntario y su uso específico; a saber: no podrá emplearse en la adquisición indiscriminada de botellones, elementos incendiarios para <<manifas>> ni para comprarse perros y flautas con las que, como diosecillos pánicos, distraer al personal en las esperas de los semáforos; será -aunque a algunos les resulte infame y caprichoso y extraño- para derivas culturales en cualesquiera de sus vertientes (compra de libros, visitar una obra de teatro [eso tan parecido a los folletines televisivos con los que comen las cabezas enruladas de las marujas y tan alejados de ellos a la vez], entradas a conciertos, puede que incluso a los de los clásicos, etc...). Argumentos, como tales -y sólidos- contra el bono de Sánchez (nada qué ver con el Bono castellano-manchego que se puso pelos y pisos y se hizo hacer un enorme cuadro a precio de alhaja de buena ley con dineros de los contribuyentes) todavía no he oído barra leído. Sí me ha llegado algo parecido a un soniquete sólito, en formato mantra o consigna, que ya empacha: <<¡es para comprar votos!>> No voy a abundar en la estupidez de tamaña afirmación cuando es del común el conocimiento, la percepción y la comprobación después de muchos años de experiencia, que cuatrocientos napos de vellón no dan para comprar voluntades. Aunque así fuera, sería en tal caso porque los dieciochoañeros en modo Serrano y aledaños habrían renunciado a la obtención de la dádiva, que también va para ellos, y la estadística, claro, se resolvería favorablemente a la milonga de sus padres. Cada vez que surge algo de esto y hay protestas y golpes en las farolas con palos de golf o cacerolada delegada en la sirvienta, me pregunto <<¿quiénes y por qué protestan exactamente? ¿Qué parte de su esencia, patrimonio, costumbre y demás ven peligrar?>> Y las respuestas no yerran. Ahora que lo pienso, no sé por qué me meto en estos asuntos que no me incumben porque no entro en el sector seleccionado (ya tengo demasiados dieciochos años cumplidos: me paso de dieciochoañero de largo). ¿Qué más me da a mí? ¿En qué puede beneficiarme que algún chaval por ahí se compre un libro en una librería y lo lea o vaya a un teatro o se meta de bruces en un concierto para gaitilla y orquesta y cosas similares? Así las cosas, tampoco me voy a preguntar en qué perjudica a quienes protestan tan airados e irritados; porque doy por cierto y sentado que si se quejan es porque algo les perjudica y duele en alguna parte de su cuerpo o de su geografía. Yo, como san Juan, el del apocalipsis: el que tenga dos dedos de frente, que los use.