Derechos de autor, descargas, redes, que si la abuela fuma... Seamos serios:
A) Cada autor tiene derecho a sus derechos, evidentemente. De sus creaciones vive, o lo intenta, y es razonable que así sea. Pero, hay que ser coherente. La red es -y así creo ha de seguir siendo- un amplio cauce de trasvase de información, un flujo importantísimo de datos al que se accede voluntariamente y en el que voluntariamente se hacen aportaciones de toda índole. Pretender usarla a conveniencia es una aberración interesada y ruin. La red, es -y debe seguir siendo- el único espacio común en el que de verdad se aplica la Libertad de Expresión según la propia definición de la O.N.U. La red es el anonimato, el pasquín fresco y exagerado, la crítica molesta y destructiva; sí. También es la gran enciclopedia, el acceso libre y gratuito a un conocimiento universal que, las más de las veces, está en manos inapropiadas ávidas de óptimos resultados económicos. La red es piratería y fraude, sí. Pero, también es progreso gracias al pequeño o gran grano de arena que cada uno aporta; es la gran tertulia, el aula magna por excelencia y, sobre todo, comunicación. Coercer la red alegando evanescentes delitos teniendo lo que tenemos en el mundo tangible, en la calle, es poco menos que una burla. ¿La red es refugio de delincuentes? Sí. No tanto como los pisos donde se hacinan trabajadores ilegales y explotados, no tanto como los prostíbulos, como los juzgados, los bancos o los ministerios, alcaldías, constructoras, industrias o comercios.
Soy de los que opina que la cultura, la de verdad, no es cara: 30€ por un libro que poseerás de por vida me parece barato frente a pagar lo mismo por una cena con los amigos de la que sólo quedarán unas deposiciones halitosas. Sí es cara, claro, esa cultura de náufrago intelectual que necesita la subvención amiguista para enriquecerse; esa cultura de música precaria con letras del tipo "bulería, bulería..." o esas películas con guiones de todo a cien.
La red funciona bien como está sin omitir un petiso detalle: gracias a la red se ha capturado a pederastas, timadores o asesinos que de no ser por ella, por la red, por la libertad de sus accesos, no hubiera sido posible localizar y poner entre rejas. Pero, claro, es mejor clausurar una página y que el delincuente quede impune y haciendo de las suyas en la ignorancia absoluta de quienes están investidos de autoridad para cazarlos.
La red tiene cosas repugnantes; sí. Y, sin embargo, hasta esas cosas repugnantes se "redimen" en el hecho de que nos permiten conocer su existencia y, por tanto, elaborar una opinión y evitarlas o poner medios para que otros, nuestros hijos por ejemplo, no accedan a ellas... o sí: eso ya depende de cada uno y de cómo ejerza su libertad.
B) La mayor parte de las descargas no son con ánimo de lucro. La mayoría se comparte, sí. Esto, quizás, se vea como algo trascendente. Compartir no tiene nada de malo. Sí lo tiene la exageración de la S.G.A.E. en su locura de imponer tasas a los comercios, a los bares, a los hogares que oyen la radio, por citar algo. Un impuesto revolucionario que, además, está mal argumentado porque las emisoras de radio ya pagan por la música que emiten y que, casualmente, no sé por qué, coincide con la que entra en los oídos de los oyentes. O sea: paga emisor y receptor por el mismo artículo que no pertenece a ninguno de los dos.
Yo, quiero ir un poco más allá. Si estoy en plena calle tarareando lo último de Marujita Díaz, va a venir un energúmeno agilipollado de la "esgae" a "multarme"? ¿Si grito "¡Andrea, cómete el pollo!" tengo que pagar derechos a la autora de la frasecita?
Hay que empezar a mear dentro del tiesto, hombre, dentro y sin salpicar.
C) Pagar implica limitar, por definición, el acceso a los contenidos; por ende, los contenidos sufrirán la disminución vertiginosa de visitas. Luego, aquellos autores que limiten su acceso, mejor que se la machaquen.
Si se les ha iluminado la bombilla, es porque han visto un campo fértil para enriquecerse rápida y cómodamente. El volumen que sustenta internet es impresionante. ¿La cuestión? Que si cobran por una descarga lo más probable es que le pida prestado el cedé a alguien o no interese lo suficiente y pase de la cosa. Pero, cuiusque suum: ¿cómo van a pagar ellos toda la publicidad gratuita que se les hace?
D) A ver, gilipollas presumido e ignorante: la red debe ser universal y de todos. Si no quieres compartir, no "cuelgues". Y si cuelgas, pon algo que merezca la pena y no las chorradas pseudoprogres de tu lánguido grupito de asmáticos mentales abardemados o jartos de pollos fritos.
Ni todos los autores están de acuerdo con estas iniciativas legislativas, ni todas las leyes, por el mero hecho de serlo, son justas. El Ministerio de Cultura -el Gobierno, en general- lo que sí hace es ajustar. Ajustar leyes con que beneficiar a su piara de advenedizos y lameculos. Hacen negocios entre ellos, están perfectamente simbiotizados: yo te doy mucha pasta y tú sales en la tele gritando en contra de no sé qué y poniéndote el índice circunflejo sobre la ceja.
E) ¿Cree alguien que imponiendo tasas se evitan las descargas "ilegales" o, por el contrario, se fomenta la piratería? ¿De verdad creen que pueden controlarlas?
Ilusos. Hay más conocimiento de informática en el meñique de un buen internauta que sentido común y preparación en vuestras hueras y horras testas.
F) ¿Vigilantes de la red? ¿Por qué no poner ya, directamente, cámaras en nuestros hogares? Sí, ¿por qué no vigilar nuestra intimidad y abortar cualquier tentación? ¿Por qué no vender los ordenadores con un programa espía que vuelque directamente en su gran ojo lo que hacemos cada vez que conectamos?
Estos son los mismos que no hace mucho propugnaban libertades y supresiones de toda censura. Ahora, las tornas han cambiado: si el criticado soy yo, la cosa cambia; si el "perjudicado" soy yo, la cosa cambia; si quien se puede hacer rico -mientras sigo predicando solidaridad y otras fanfarrias- soy yo, la cosa cambia.
Todo por la cultura, por la cultura libre, por la cultura buena. Todo por las letras de Ramoncín, por los libros de Maruja Torres o por las subvenciones a esos "cineastas" de medio pelo cuyo mayor mérito es haber conseguido, nadie sabe muy bien por qué, poner su nombre a un auditorio en Rivas-Vaciamadrid o cerca.
Bienvenidos a 1.984, el mundo feliz de Farenheit 451.
A) Cada autor tiene derecho a sus derechos, evidentemente. De sus creaciones vive, o lo intenta, y es razonable que así sea. Pero, hay que ser coherente. La red es -y así creo ha de seguir siendo- un amplio cauce de trasvase de información, un flujo importantísimo de datos al que se accede voluntariamente y en el que voluntariamente se hacen aportaciones de toda índole. Pretender usarla a conveniencia es una aberración interesada y ruin. La red, es -y debe seguir siendo- el único espacio común en el que de verdad se aplica la Libertad de Expresión según la propia definición de la O.N.U. La red es el anonimato, el pasquín fresco y exagerado, la crítica molesta y destructiva; sí. También es la gran enciclopedia, el acceso libre y gratuito a un conocimiento universal que, las más de las veces, está en manos inapropiadas ávidas de óptimos resultados económicos. La red es piratería y fraude, sí. Pero, también es progreso gracias al pequeño o gran grano de arena que cada uno aporta; es la gran tertulia, el aula magna por excelencia y, sobre todo, comunicación. Coercer la red alegando evanescentes delitos teniendo lo que tenemos en el mundo tangible, en la calle, es poco menos que una burla. ¿La red es refugio de delincuentes? Sí. No tanto como los pisos donde se hacinan trabajadores ilegales y explotados, no tanto como los prostíbulos, como los juzgados, los bancos o los ministerios, alcaldías, constructoras, industrias o comercios.
Soy de los que opina que la cultura, la de verdad, no es cara: 30€ por un libro que poseerás de por vida me parece barato frente a pagar lo mismo por una cena con los amigos de la que sólo quedarán unas deposiciones halitosas. Sí es cara, claro, esa cultura de náufrago intelectual que necesita la subvención amiguista para enriquecerse; esa cultura de música precaria con letras del tipo "bulería, bulería..." o esas películas con guiones de todo a cien.
La red funciona bien como está sin omitir un petiso detalle: gracias a la red se ha capturado a pederastas, timadores o asesinos que de no ser por ella, por la red, por la libertad de sus accesos, no hubiera sido posible localizar y poner entre rejas. Pero, claro, es mejor clausurar una página y que el delincuente quede impune y haciendo de las suyas en la ignorancia absoluta de quienes están investidos de autoridad para cazarlos.
La red tiene cosas repugnantes; sí. Y, sin embargo, hasta esas cosas repugnantes se "redimen" en el hecho de que nos permiten conocer su existencia y, por tanto, elaborar una opinión y evitarlas o poner medios para que otros, nuestros hijos por ejemplo, no accedan a ellas... o sí: eso ya depende de cada uno y de cómo ejerza su libertad.
B) La mayor parte de las descargas no son con ánimo de lucro. La mayoría se comparte, sí. Esto, quizás, se vea como algo trascendente. Compartir no tiene nada de malo. Sí lo tiene la exageración de la S.G.A.E. en su locura de imponer tasas a los comercios, a los bares, a los hogares que oyen la radio, por citar algo. Un impuesto revolucionario que, además, está mal argumentado porque las emisoras de radio ya pagan por la música que emiten y que, casualmente, no sé por qué, coincide con la que entra en los oídos de los oyentes. O sea: paga emisor y receptor por el mismo artículo que no pertenece a ninguno de los dos.
Yo, quiero ir un poco más allá. Si estoy en plena calle tarareando lo último de Marujita Díaz, va a venir un energúmeno agilipollado de la "esgae" a "multarme"? ¿Si grito "¡Andrea, cómete el pollo!" tengo que pagar derechos a la autora de la frasecita?
Hay que empezar a mear dentro del tiesto, hombre, dentro y sin salpicar.
C) Pagar implica limitar, por definición, el acceso a los contenidos; por ende, los contenidos sufrirán la disminución vertiginosa de visitas. Luego, aquellos autores que limiten su acceso, mejor que se la machaquen.
Si se les ha iluminado la bombilla, es porque han visto un campo fértil para enriquecerse rápida y cómodamente. El volumen que sustenta internet es impresionante. ¿La cuestión? Que si cobran por una descarga lo más probable es que le pida prestado el cedé a alguien o no interese lo suficiente y pase de la cosa. Pero, cuiusque suum: ¿cómo van a pagar ellos toda la publicidad gratuita que se les hace?
D) A ver, gilipollas presumido e ignorante: la red debe ser universal y de todos. Si no quieres compartir, no "cuelgues". Y si cuelgas, pon algo que merezca la pena y no las chorradas pseudoprogres de tu lánguido grupito de asmáticos mentales abardemados o jartos de pollos fritos.
Ni todos los autores están de acuerdo con estas iniciativas legislativas, ni todas las leyes, por el mero hecho de serlo, son justas. El Ministerio de Cultura -el Gobierno, en general- lo que sí hace es ajustar. Ajustar leyes con que beneficiar a su piara de advenedizos y lameculos. Hacen negocios entre ellos, están perfectamente simbiotizados: yo te doy mucha pasta y tú sales en la tele gritando en contra de no sé qué y poniéndote el índice circunflejo sobre la ceja.
E) ¿Cree alguien que imponiendo tasas se evitan las descargas "ilegales" o, por el contrario, se fomenta la piratería? ¿De verdad creen que pueden controlarlas?
Ilusos. Hay más conocimiento de informática en el meñique de un buen internauta que sentido común y preparación en vuestras hueras y horras testas.
F) ¿Vigilantes de la red? ¿Por qué no poner ya, directamente, cámaras en nuestros hogares? Sí, ¿por qué no vigilar nuestra intimidad y abortar cualquier tentación? ¿Por qué no vender los ordenadores con un programa espía que vuelque directamente en su gran ojo lo que hacemos cada vez que conectamos?
Estos son los mismos que no hace mucho propugnaban libertades y supresiones de toda censura. Ahora, las tornas han cambiado: si el criticado soy yo, la cosa cambia; si el "perjudicado" soy yo, la cosa cambia; si quien se puede hacer rico -mientras sigo predicando solidaridad y otras fanfarrias- soy yo, la cosa cambia.
Todo por la cultura, por la cultura libre, por la cultura buena. Todo por las letras de Ramoncín, por los libros de Maruja Torres o por las subvenciones a esos "cineastas" de medio pelo cuyo mayor mérito es haber conseguido, nadie sabe muy bien por qué, poner su nombre a un auditorio en Rivas-Vaciamadrid o cerca.
Bienvenidos a 1.984, el mundo feliz de Farenheit 451.