na buena porción de medios (y enteros) de comunicación llevan tiempo extendiendo -intencionadamente- la especie del antisistema como ser violento rechazador del orden establecido, carente de valores morales, holgazán y un rosario largo de calificativos denigrantes. Para esa gente lo antisistema es un crisol en el que se amalgaman perroflautas, anarcos, ninis y otros desahuciados del gremio de los socialmente incorrectos. En su concepción de las cosas no entra un antisistema encorbatado, con traje dos mil de sastre que lo distinga de la más popular y humilde marca ACME y despacho en la zona noble de la ciudad. Tanto es así que el único análisis que han sido capaces de extraer de los últimos eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa es una romería de titulares tan inexactos como escorados. Se han centrado en una algarada (quizá la única) salpicada de dudas sobre sus promotores y protagonistas obviando a todos cuantos acudieron a la concentración como lo que eran: desempleados, pensionistas, estudiantes, amas de casa, ciudadanos libres y hartos del fraude, de la manipulación constante, de la tiranía solapada impuesta por un sistema incongruente. En dichas movidas habría punkis probablemente, rameras probablemente, jaques irreverentes probablemente...¿Y qué? También tienen dignidad, derechos y criterio. Pero, también hubo trabajadores aunque no quisieron verlos, también hubo curas estipendistas aunque no quisieron verlos, también hubo médicos, profesores, funcionarios, agricultores, trujamanes de sánscrito o comerciantes aunque no quisieron verlos. Todos alentados por un objetivo común, lícito y justo. Esa mayoría quedó invisible (para ellos) gracias a su obtusa -nula- capacidad interpretativa o a su voluntaria sandez sumisa, apriscada.
Cada uno ve lo que quiere ver o por lo que le pagan que vea. Antisistema fueron los resistentes al régimen franquista o los opositores a Hitler, Stalin o Papá Doc. Antisistema son los enfrentados a Castro, Chávez u Obiang Nguema. Antisistema son los que, parapetados tras sus vulnerables pechos, salen a las calles ismaelitas reclamando democracia. Y los rebeldes del 15 M (y 16, 17, 18...) también lo son, lo somos, porque pedimos legítimamente la demolición de una configuración viciada y corrompida para consolidar, nada más y nada menos, algo tan descabellado como el cumplimiento -entre otras cosas- de una Constitución vigente y vejada constantemente, cuando no socavada, y la modificación de las normas que impiden la aplicación de aquella. ¿Sorprendidos, señores "anal istas"? Y todo porque los verdaderos antisistema son los políticos, los banqueros, los mercanarios del enriquecimiento ilícito en todas sus versiones; porque los genuinos antisistema son los jueces y fiscales dedicados al cohecho y a la prevaricación; porque los auténticos antisistema son todos aquellos cuya misión y función es velar por los intereses y derechos de la ciudadanía y su progreso y no lo hacen sobornados por los poderosos. Esos sí son los antisistema y a esos hay que combatir. Esos, como los periodistas de crónica consignada y anfibología barata; esos, como los maestros de cátedra dirigida; esos, como los sindicalistas aleccionados y "simoníacos" son los que incumpliendo el sistema van contra él; esos, como las grandes empresas que vulneran la ley o se la inventan impunemente ensanchando sus beneficios a costa de trabajadores y usuarios; esos, como los que viven del parasitismo ministerial, el amiguismo y la dádiva por afinidad. Todos esos, y los que se me olvidan, son los antisistema. Porque el sistema parte de unas cláusulas que ellos no respetan y que son las que el ciudadano, en ejercicio de su soberanía, debe recuperar e imponer.