17/05/2011

Antisistema

na buena porción de medios (y enteros) de comunicación llevan tiempo extendiendo -intencionadamente- la especie del antisistema como ser violento rechazador del orden establecido, carente de valores morales, holgazán y un rosario largo de calificativos denigrantes. Para esa gente lo antisistema es un crisol en el que se amalgaman perroflautas, anarcos, ninis y otros desahuciados del gremio de los socialmente incorrectos. En su concepción de las cosas no entra un antisistema encorbatado, con traje dos mil de sastre que lo distinga de la más popular y humilde marca ACME y despacho en la zona noble de la ciudad. Tanto es así que el único análisis que han sido capaces de extraer de los últimos eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa es una romería de titulares tan inexactos como escorados. Se han centrado en una algarada (quizá la única) salpicada de dudas sobre sus promotores y protagonistas obviando a todos cuantos acudieron a la concentración como lo que eran: desempleados, pensionistas, estudiantes, amas de casa, ciudadanos libres y hartos del fraude, de la manipulación constante, de la tiranía solapada impuesta por un sistema incongruente. En dichas movidas habría punkis probablemente, rameras probablemente, jaques irreverentes probablemente...¿Y qué? También tienen dignidad, derechos y criterio. Pero, también hubo trabajadores aunque no quisieron verlos, también hubo curas estipendistas aunque no quisieron verlos, también hubo médicos, profesores, funcionarios, agricultores, trujamanes de sánscrito o comerciantes aunque no quisieron verlos. Todos alentados por un objetivo común, lícito y justo. Esa mayoría quedó invisible (para ellos) gracias a su obtusa -nula- capacidad interpretativa o a su voluntaria sandez sumisa, apriscada.
Cada uno ve lo que quiere ver o por lo que le pagan que vea. Antisistema fueron los resistentes al régimen franquista o los opositores a Hitler, Stalin o Papá Doc. Antisistema son los enfrentados a Castro, Chávez u Obiang Nguema. Antisistema son los que, parapetados tras sus vulnerables pechos, salen a las calles ismaelitas reclamando democracia. Y los rebeldes del 15 M (y 16, 17, 18...) también lo son, lo somos, porque pedimos legítimamente la demolición de una configuración viciada y corrompida para consolidar, nada más y nada menos, algo tan descabellado como el cumplimiento -entre otras cosas- de una Constitución vigente y vejada constantemente, cuando no socavada, y la modificación de las normas que impiden la aplicación de aquella. ¿Sorprendidos, señores "anal istas"? Y todo porque los verdaderos antisistema son los políticos, los banqueros, los mercanarios del enriquecimiento ilícito en todas sus versiones; porque los genuinos antisistema son los jueces y fiscales dedicados al cohecho y a la prevaricación; porque los auténticos antisistema son todos aquellos cuya misión y función es velar por los intereses y derechos de la ciudadanía y su progreso y no lo hacen sobornados por los poderosos. Esos sí son los antisistema y a esos hay que combatir. Esos, como los periodistas de crónica consignada y anfibología barata; esos, como los maestros de cátedra dirigida; esos, como los sindicalistas aleccionados y "simoníacos" son los que incumpliendo el sistema van contra él; esos, como las grandes empresas que vulneran la ley o se la inventan impunemente ensanchando sus beneficios a costa de trabajadores y usuarios; esos, como los que viven del parasitismo ministerial, el amiguismo y la dádiva por afinidad. Todos esos, y los que se me olvidan, son los antisistema. Porque el sistema parte de unas cláusulas que ellos no respetan y que son las que el ciudadano, en ejercicio de su soberanía, debe recuperar e imponer.

16/05/2011

Nos comeremos las papeletas

Inmoral. Eso es lo más suave que se me antoja.
Abro el buzón postal y está pletórico de sobres rellenos, como hinchados pavos navideños, de papeletas electorales. Como estímulo para quien sólo recibe avisos del banco y otras fuentes estafadoras estaría bien (por eso del cambio y la novedad) si no fuera porque con la que tenemos encima la platita que se han gastado, y cuya factura nos repica luego a nosotros propios, bien la podían haber invertido en algo más productivo y solidario.



El envío a domicilio de las papeletas me parece un acto abominable y absurdo. Un gasto superfluo que mal está en la bonanza y que está mucho peor cuando hay familias sin ingresos, sin más opciones que el hambre y la búsqueda derramada en los cubos de la basura. Que estén imponiendo mermas y anulando ayudas mientras dilapidan (porque lo dicen ellos y sin contar con nadie) un dinero de todos es repugnante y perverso. Que pidan austeridad mientras (ellos comen con cinco tenedores y duermen bajo cinco estrellas con nuestros fondos) derrochan a espuertas un dinero que podría alimentar familias, pagar hipotecas o evitar cortes de suministros, es abyecto: eso si es abyecto, señor Pérez; eso sí es el colmo de la vileza.
No sé cómo quedará una ensalada de papeletas electorales en el bol. La supongo amarga. Sin embargo, a quien no tenga otra cosa más a boca, se la recomiendo siquiera para engañar las hambres.
Nuestros políticos han sobrepasado con mucho la línea que protegía nuestra dignidad. Han sobrepasado muy de largo la franja de la honradez porque se saben invulnerables, intocables en el olimpo del que nos negamos a expulsarlos empujándolos al vacío eterno. Su descaro, su impertinencia, su desvergüenza, han disuelto cualquier atisbo de honestidad en ellos y nuestra estupidez y cobardía, hacen el resto. Dejémonos engañar una y otra vez, excúsemonos y excusémosles y en estas elecciones nos comeremos las papeletas; en las próximas, ya veremos... La hierba de los parques. Y entre tanto, que gasten, que gasten.

Eppur si muove

No me sorprende que los dos grandes partidos, tan pagados de sí mismos, hayan dejado pasar la oportunidad de ganar para sus causas a toda la muchedumbre indignada y disconforme que ayer tomó las calles españolas. No me sorprende porque ni han calibrado bien el impacto del movimiento social ni han asumido, en su perversa arrogancia autoritaria, que fuera de sus universos decadentes pudiera haber vida política. Pues, la hay.
Muchos fuimos los que, a través de la red, plantamos semillas que han empezado a germinar. Como yo, creo que la mayoría lo hicimos convencidos de que servíamos en bandeja una utopía y nos reconciliamos con la idea de que, al menos, nuestra reacción indignada quedaría como un lícito desahogo venial más que como un reclamo a la masiva impugnación y reprobación de "nuestros" políticos. Nos equivocamos. La idea germinó y cobró vigor en lo que parecía un erial, un campo yermo avezado al estatismo.
Ayer la ciudadanía salió a las calles. Gentes de todos los caletres y condiciones unidas por un lema trascendente a sus ideologías, aliadas en una causa común.



Alguien debería haber tomado nota de lo que se les viene encima. Porque no son sólo las personas que ayer exigieron la restitución de las parcelas democráticas expropiadas por nuestros políticos, banqueros, sindicalistas, etc... No sólo son las personas que ayer, dando un paso heroico al frente, dejaron el eco de un clamor ensordecedor pidiendo la restauración de derechos, de la ética más elemental, el derribo de una estructura corrompida, desleal y abusiva. Son, también, los millares de conciudadanos que no estuvieron presentes pero que, llegado el momento, actuarán en consonancia y consecuencia con éste -relativamente- pequeño "Solidaridad".
El caudal indignado ha roto los primeros diques de contención, las primeras defensas y reticencias. Poco a poco, pero consolidado, avanzará hasta esos muros que los políticos y los "poderosos" creen inexpugnables y también los delendará.
Tengo esa esperanza; la de que haya empezado algo imparable capaz de enfrentarse a los poderes establecidos y capaz de modificar las estructuras. Capaz de conquistar para los ciudadanos mecanismos de defensa contra las aberraciones y vejaciones de que somos diana. Y tengo la esperanza de que, en su desconcierto, los dirigentes políticos, los usureros, los jueces y fiscales, los intermediarios, los constructores y hasta los curas simoníacos si hace falta, se den cuenta de que el mal no está sino que el mal son ellos, el "ellos" de carne y hueso que ha sido desenmascarado definitivamente, que lo sabemos y que vamos a empujarlos sin piedad, que vamos a galopar hasta enterrarlos, para siempre, en el mar.

15/05/2011

El voto inútil

ay que pensárselo, sí. Como también hay momentos en los que prima tomar una decisión.
Rara vez en un país "democrático" es la mayoría ciudadana real la que toma las urnas. Casi siempre, lo que prevalece es el absentismo electoral, el desentendimiento por indolencia, por desencanto, por inconformismo o por indecisión.
Inhibirse de la decisión es un derecho, no cabe duda. Pero, también es una opción inútil cuyo resultado (lejos de ser estéril o aséptico) puede ser más perjudicial que beneficioso y, desde luego, en ningún caso neutral.
No involucrarse en la elección de quienes han de "representarnos" puede comprenderse como un acto de fe o incluso de rebeldía. Si embargo, y como excusa meritoria, tiene también sus límites. En condiciones "normales" -cuando los políticos son honestos y buenos gestores en general; cuando la nación progresa adecuadamente; etc...- incluso sería comprensible porque no afectaría al curso razonable de las cosas.
La situación que atravesamos en la actualidad es otra, es "anormal" y muy crítica. Una situación que impone un cambio radical en las estructuras política, económica, judicial, laboral, cultural y social que sólo puede conseguirse con la participación activa y masiva de todos. No hacerlo, no implicarse, parapetarse cobardemente tras cualquier razonamiento, es traicionar a todos cuantos alientan e impulsan su desigual lucha contra el sistema establecido, aberrante, corrupto y cruel, que quienes lo dominan (unos farsantes e indecentes) en la actualidad fomentan y quieren perpetuar. Sí, serán cómplices como lo son todos aquellos que sostienen al hato de ladrones que, de una u otra forma, nos gobierna.
Y, ¿cuál es la alternativa?
Pues, cada uno, tiene que encontrar su clave. Lo que a mi me vale es sencillo.
Votar a los dos grandes partidos es prorrogar indefinidamente un estado de incomprensibles privilegios para todos aquellos que nos someten, nos devalúan y nos postergan.
Mi solución, por tanto, es votar a partidos que estén fuera de ése ámbito irrespirable por hediondo. ¿Y por qué? Porque lo importante es apearlos del poder, discriminarlos, y colocar a otros que llegarán con la certeza de que la "bestia" soberana ha despertado y ha recuperado su poder legítimo; llegarán con la certeza de que sus "escaños" son inestables y quedan a merced de los administrados quienes en cualquier momento pueden, ejerciendo sus recuperadas facultades, deponerlos y exigir una responsabilidad que ahora brilla por ausente.
El "todos son iguales" que unos usan para escaquearse y otros para escudarse en la decisión de renovar su "confianza" a los suyos de siempre apoyándose en una falsa ideología inexistente es fácilmente desmontable.
Primero porque no es cierto. Segundo porque, ¿cómo lo saben? ¿Quién se lo ha dicho? Y tercero porque sí no se vota por esa "razón", más motivo para buscar una solución en la que no estén presentes quienes provocan la desconfianza; si se vota a los mismos, entonces se está admitiendo que conscientemente la pretensión es mantener a unas castas concretas. Eso indica que quien lo hace carece del más elemental atributo ético y moral; luego, es un sinvergüenza como aquellos que espera le representen.
Hay que tomar una decisión. La decisión, desde mi perspectiva, acertada es votar y hacerlo a aquellos que ahora tienen escasa o nula representación. Si acceden al poder y hacen bien la tarea que les hemos encomendado por delegación, habrá que premiarlos. Si acceden al poder y no hacen nada por cambiar la situación o se conchaban entre ellos para obtener prerrogativas personales o partidistas y no el beneficio común, entonces, en los siguientes comicios habrá que defenestrarlos; y así una y otra vez hasta que los ciudadanos consigamos no sólo una verdadera democracia, sino recaudar el estatus que nos corresponde: somos los jefes... Y no al revés.
Yo ya he tomado esa decisión. Me decanto por UPyD. No obstante, si alguno de los muchos miserables mamporreros de los dos "grandes" partidos quiere entablar debate... Heme aquí.


Esta vida miserable...

Visitar esta vida, la que a mi me ha tocado en suerte, no ha sido (ni es) agradable. Haciendo un somero balance, lo más destacable es que en su mayor parte -de la parte vivida, evidentemente- es que el tiempo se ha consumido en remordimientos, desencantos y desconciertos, y en una absurda y devoradora desorientación. Los alicientes y la ilusión no han sido sino espejismos volanderos, torpes estímulos de la confusión.
Sí, porque, ¿cuál es el sentido de todo esto? No es lo peor el estar confinados en una pequeña bola de polvo cósmico irrelevante en una inmensidad abrumadora. No. Lo peor, de momento (porque todo puede siempre empeorar) es que hemos aprendido mucho sin avanzar nada. O, quizá, al revés: hemos avanzado mucho sin aprender nada.

14/05/2011

El experimento

l argumento es sencillo. Un científico (o un grupo, da igual) decide hacer un experimento. Coge cuatro monos -no tres ni doce, aunque puede ser una cantidad aleatoria, asignada al azar. Los confina en una amplia habitación de la que no pueden salir aunque pueden disfrutar de una amplia gama de distracciones con las que sentirse "realizados" y moderadamente satisfechos de su existencia trivial. El científico deja a uno a su "libre albedrío", abandonado a su instinto. A los otros los estimula intelectualmente pero no con la misma intensidad ni dedicación hasta que cada uno de ellos consigue "pensar" por sí mismo y procurarse la forma de seguir progresando. Uno de ellos lo hace y avanza mientras los otros entran en una fase de conformismo que les permite llevar una vida tranquila. El mono ignorante busca constantemente comida y duerme. Los "normales" se organizan y realizan las tareas que se han impuesto a sí mismos no sin cuchichear en los rincones y quejarse amargamente de cuánto más felices serían si alguien les abriera las puertas de aquel claustro y de cuán tirano es el científico contra quien no quieren rebelarse pese a que le culpan -con razón- de su confinamiento. El más "evolucionado" recuerda que ya buscó la complicidad de la sociedad simiesca para huir de allí y que todo fue en vano y piensa; sin embargo, cuanto más piensa, más comprende que nunca podrá salir de ahí, que nada va a cambiar, y se va hundiendo en una razonable y lógica angustia para la que inventa un nombre: desencanto. Cada vez más triste, opta -ya muy cansado- por abandonarse, por fijar la mirada turbia de la locura en un punto lejano y fijo del horizonte imposible y espera a ver pasar su propio cadáver...
Cuando me apetezca doy un repaso; no para mejorarlo porque un mediocre no puede mejorar nada. Pero, a lo mejor, puedo corregir algo.

12/05/2011

La casualidad

Aquellos que se dejen llevar por la superstición verán en el acontecimiento un hecho revelador y significativo. Quizá lo sea. Sobre todo si atiendo a cómo se ha desvelado el asunto.
Esta mañana estaba "ajustando" un par de cosas en el ordenador de la Galería Artes cuando, por alguna extraña e inexplicable razón y para verificar algunos cabos que parecían sueltos, he decidido probar una entrada a mi blog. Hasta ahí, evidentemente, no hay nada extraño. Y hubiera seguido siendo normal si no fuera porque al no admitirme los datos de entrada, no me ha quedado más remedio que deducir (erróneamente) que dichos datos no eran los correctos. Así pues, he cambiado la dirección de correo de acceso y he escrito la contraseña.
Mi sorpresa ha sido mayúscula al ver cómo, de repente, entraba en un blog -también mío- que inicié hace más de cuatro años y del que yo me había olvidado por completo.
Tiene cuatro entradas. La última corresponde, nada más y nada menos, que al 24 de Mayo de 2.007.
Son notas lacónicas, sin relevancia ni trascendencia. Sin embargo, de repente, he sentido una mezcla de pudor, remordimiento y ternura hacia ese blog olvidado, algo marchito ya, pero vivo.
Como, en el fondo, soy un sentimental, he decidido mantenerle. Alimentarle de cuando en cuando con alguna palabra... E incluirle, como reliquia, como vestigio respetable, en éste.

11/05/2011

Mi pequeño homenaje

Podría intentar unas palabras, evocar algún recuerdo, contar alguna de las anécdotas que presencié y disfruté. Sin embargo, creo que el mejor homenaje que puedo hacer a la abuela Elisa es dejar aquí, en mi mediocre blog, la letra de uno de sus nietos.


Cien años de la abuela Elisa (I)

No sólo va sumando años a la vida, sino que tiene particular empeño (perdonen la frase manida pero cierta) en sumar vida a los años.

Cuando crees que ya la conoces bien, inevitablemente te acaba sorprendiendo. Lo asombroso no es la fecha de nacimiento que pone en su D.N.I. (17 de abril de 1911) sino otras muchas cosas: su desenvoltura y resolución ante las situaciones, su particular forma de cuidarse, su conexión con el mundo que la rodea, su afán por informarse de lo que pasa en la sociedad, sus ganas de seguir aprendiendo todos los días, su disposición a adaptarse a los cambios, sus conversaciones, su sabiduría sencilla, sus sentidos (incluido el sexto) siempre atentos a cómo le va a la gente que quiere, su capacidad de disfrutar de las cosas que de verdad le importan en la vida…

Tú no le has contado un problema para no preocuparla y, el día menos pensado, te suelta una frase cómplice y lapidaria. No sólo se ha percatado de todo, a la chita callando, sino que además, como el que no quiere la cosa, te deja caer su diagnóstico y su consejo, tantas veces certero.

Cuando sus hijas estaban todavía intentando enterarse, ella (con noventa años entonces) ya había aprendido a administrar su pensión y comprar en euros, o a ir a recargar la tarjeta de su teléfono (“anda, claro que tengo móvil, de los primeros que salieron”, presume aún hoy).

Hasta no hace muchos años, iba a comprar, hacía gestiones en el banco… Con cien años vive sola en un piso, aunque al lado del de una de sus hijas. Sigue cocinando y, si te pasas a verla, como poco te prepara un café pero, si es la hora, te quedas a comer o a cenar, que ella ya improvisa en un momentito. Escucha la radio (“me gusta más que la televisión, que siempre está con las mismas tontunas” dice, refiriéndose a los programas del corazón, aunque las telenovelas sí le gusta seguirlas). Le dijeron alguna vez que era “la mujer más rica del mundo” porque ha gozado toda su vida de buena salud: asegura que no sabe lo que es un dolor de cabeza. Hace unos años tuvo rotura de cadera, pero le colocaron prótesis y hala, a seguir caminando, con zapatos altos si es preciso. No se descuida físicamente. Pasea por la calle a diario, salvo que el suelo esté helado (el frío le da igual, es abulense). Y no se descuida mentalmente. Le gusta mantenerse activa y estar al día, disfruta de la lectura y de la conversación. Pero sin malos rollos, eso sí: no aguanta que le dé el tostón la gente negativa que siempre se está quejando de todo. Es animosa: sabe afrontar las penas que trae la vida y sabe paladear las alegrías.

Que tu abuela cumpla 100 años y seguir disfrutando de ella es un privilegio. Pero tener una abuela como Elisa, con independencia de su edad, es en sí mismo un privilegio.

 Carlos Javier Galán.