15/10/2010

...

"Cuando te rompas -le dijo-, y te romperás, no habrá nadie a tu lado para recoger las esquirlas. Entonces cada segundo del resto de tu vida contendrá todo el dolor del mundo. Sin paliativos, sin expiación posible, quizás comprendas..."
La mirada de odio, en otro tiempo, hubiera podido horadarle. Ahora resbalaba por aquella nueva superficie impermeable al rencor.
Cogió a sus pasajeros y sin más demora, sin mirar siquiera de reojo a la arrogante figura posada como un impasible centinela bajo el soportal, partió.
En su cabeza, en su corazón, quizás en su estómago, revoloteaba una intuición imprecisa, sin forma definida. Nada inquietante. Era como si del rescoldo de aquel augurio algo cobrara entidad para hacer cumplir un designio inexorable. No pudo identificar las imágenes residuales que cruzaron rasantes su cabeza.
Pocas veces, anteriormente, había sido capaz de inmiscuirse en el hermético entramado de las profecías. Era cierto, sin embargo, que en las contadas ocasiones en que lo hizo, sus palabras se cumplieron con estremecedora exactitud. Peor era cuando sólo lo pensaba. Súbitamente aparecía la imagen de una persona y la frase. Luego, al poco tiempo, veía cómo aquel pensamiento se materializaba.
Miró por el espejo retrovisor. Los dos pasajeros disputaban por qué sería lo primero que harían en cuanto llegaran a su destino. Sonrió e impuso la paz ofreciendo una alternativa suculenta.
Aquella misma tarde recibió la primera llamada. Nadie respondía al otro lado del teléfono. Sólo se oía el rumor apagado, asmático, de alguien intentando hablar a través de las lágrimas. Esperó unos segundos, lo que dura ese instante de desconcierto, de incertidumbre, y colgó. Volvió a sus juegos, a degustar las presencias unánimes.
Sólo cuando el silencio de la noche fue rotundo se atrevió a susurrar: "Se ha roto". Dió media vuelta y se quedó dormido.

14/10/2010

Aunque sean de cemento...

Hace años escribí para una revistilla infame, muerta apenas alumbrada, un triste elogio de la mentira. Alababa -si es que tal verbo cuadra- la mentira por lo que en su gestación y asomo hay (o debe haber) de inteligencia.
No le negaba, ni aun hoy, al "buen mentiroso" el talento y el ingenio que hacen posible una falacia bien urdida y con visos de pasar impune a la posteridad. Frente a la trola zafia, mal improvisada y detectada de inmediato, está por oposición esa falacia que falsificando una realidad determinante nos hace dudar.
Encomié, sí, pues, un tipo muy concreto de patraña que por su elaboración tendía a perdurar, a asentarse con vocación de verdad irrebatible y contundente. Lo que no hice, quizás porque la ley de las compensaciones, la justicia poética o la equilibrada casualidad no lo permiten en ese humano "antes o después", es avisar de que una cosa es la inclinación superviviente de la mentira y otra muy distinta que lo consiga por perfecta que aquella sea.
No creo que la mentira en sí misma sea mala. Estoy convencido de que depende del grado en que afecte, del daño que haga. Y aun así puede que también esté ligeramente supeditada a la intención perjudicial que se le aplique.
Sin embargo, celebrar la mentira como recurso intelectual, como ejercicio mental, no significa defender su uso; al menos no su uso dañino. Igual que estoy convencido de todo lo anterior, también lo estoy -y no me parece contradictorio- de que las mentiras emiten su sentencia en el mismo instante en que son proyectadas.
El tiempo es un ejecutor terrible y severo y lo que permite en otros aspectos, no lo permite con la mentira. La mentira, aunque sea de cemento, siempre flota. Siempre flota y, casi siempre, arrastra al mentiroso a un abismo del que no podrá salir. Ese momento llega; se podrá sortear con mayor o menor tino y fortuna el remolino que acecha, pero siempre termina engullendo al falsario y condenándole a una pena muy superior a la que puede soportar. En este sentido, puede que la vida no sea tan injusta como creemos.

06/10/2010

Los leones heridos

¿Qué convierte a un ser humano en fiera?
La violencia no es justificable; pero, en ocasiones, sí es comprensible.
Sé que muchos se escandalizarán ante esta afirmación. Sin embargo, creo que pocas veces he emitido un juicio o una opinión tan cierta y atinada porque el hecho de que sea comprensible no justifica la violencia en ninguno de sus aspectos, como el hecho de ser injustificable no implica que cerremos los ojos y no veamos más allá de lo que los medios de comunicación, o el afecto o la proximidad nos ponen delante.
Instintivamente achacamos la culpabilidad al agresor definitivo, al más contundente. Lo hacemos por conmiseración a la víctima, por empatía con quien nos parece más débil y perjudicado. Y vio Dios que eso era bueno. No obstante, en muchos de los casos, si profundizáramos en todos los acontecimientos y circunstancias que han confluido en el estado anímico de una persona que toma, quizás desesperadamente, la decisión más terrible de su vida, veríamos que en la violencia ejecutada no sólo hay un alto grado de liberación y alivio por los que merece la pena sucumbir, sino un componente de justicia que analizado generaría muchas dudas sobre si el violento no actuó en defensa propia.
Sistemáticamente se demoniza a asesinos, agresores y demás ralea sin preguntarse qué les llevó a cometer el hecho luctuoso.
Repito que la violencia no es justificable. Me limito, o lo intento, a constatar que no siempre los violentos actúan movidos por el salvajsimo, sino por el dolor; que no siempre les alienta la venganza, sino la necesidad de justicia y de apaciguar, de consolar, de sosegar un alma torturada por la persona dañada en última instancia.
La facilidad de aparecer como víctima y aceptarlo sin más requerimientos nos ha llevado a allanar las sospechas y a acusar, directamente, al victimario sin más.
Pues, hemos de ser conscientes -sé lo que acarrea ser abogado del diablo- de que en muchos de los casos de violencia doméstica la culpable del desenlace es la persona segada; que en muchos de los casos de violencia callejera los culpables son el hastío social, la hipocresía e indolencia política o el maniqueísmo cultural; que en muchos casos de cualquier violencia hay que buscar el detonante, resumiendo, y no conformarse con disparar el índice y lavarse las manos acusando al actor.
La impotencia, el hartazgo, el sufrimiento y la desesperación son poderosos motores que pueden espolear a cualquiera, A CUALQUIERA (hace poco fue un profesor de filosofía, un poco más allá un médico...), a buscar una salida, a resolver de manera expeditiva y expedita el asunto que no le deja vivir, a quitarse de en medio a la persona o personas que le están haciendo la vida imposible y le están volcando poco a poco en la locura.
A veces, el violento, lo que hace es defenderse del tirano, de quien le está sometiendo a una situación infame. Pero, eso, claro, no queremos ni plantearlo. Lo más cómodo es juzgar sin conocimiento de causa.
Quien cometa un delito debe pagar. Eso no significa que sea justo porque es posible que lo que le haya determinado a matar, por ejemplo, sea, precisamente, el soportar constantemente una injusticia legal. Y no digo en todos los casos; lo que digo es que cada persona es un mundo y cada mundo tiene muchos matices y circunstancias influyentes.
Creo que fue Guillén de Castro quien planteó la pregunta "¿Es lícito matar al tirano?" Instantáneamente diremos que no porque matar nos equipararía con él, equivaldría a usar su tiranía. Pero, esa respuesta, todos lo sabemos, no es más "buenismo políticamente correcto". Todos sabemos que la respuesta es "quizás no sea lícito; pero sí es justo" e intuimos la razón: ¿es más lícito soportar la tiranía?
Todo ser humano tiene derecho a defenderse, incluso de esa violencia que no se ve, de esa violencia sutil y difícil de demostrar que alguien, quizás un iluminado o un afectado, llamó "violencia psicológica".
Termino con una cita de Cervantes y un verso de Campoamor:

-No es oro todo lo que reluce.

-En este mundo traidor
nada es verdad ni mentira,
todo es según el color
del cristal con que se mira.

Porque sí... y tan pancho

En esta vida algunos estamos porque tiene que haber de todo. Los dioses crueles nos colocaron aquí sin un propósito concreto o para desarrollar insignificantes misiones: sufrir estoicamente el daño de los otros, estorbar a la salida del cine, arreglar países desde la barra de un bar, vocear goles a pleno pulmón...
En ese amplio conjunto de bazar también quedan incluidos aquellos que, sin ton ni son, no pueden evitar infligir sufrimiento al prójimo, zancadillearle, joderle porque sí.
Yo, de este último subconjunto, conozco a varias personas, aunque tal calificación sea excesiva.
Una conmovedora y excitante tentación me inclina a decir sus nombres; pero no lo haré. Al menos no de forma directa.
Podría elaborar un juego, un enigma, una charada simple para, desde ahí, solapar sus gracias y dejar que el ingenio de cada uno trate de desvelar el jeroglífico. Probaré con uno de esos elementos. A ver qué sale.

Empezaría diciendo que su aliento inferior oscila entre la halitosis y el triste aroma de la espuma. Lleva en su sangre escamas de Jezabel y la sombra segura de la profecía. Invierte la palabra, reina en la tiranía de un caos cómodo. Zurrapas alumbran su lienzo interior, siniestros palomos esparcidos sobre el suelo soberano. Al mar y al diablo su encomienda hizo y teñida su piel de infame gala, desbordó su pasión en un solo sentido. Busca la lengua lisonjera y el halago del papel extenso en ceros. Escribe en dos polos su vida paralela y arriesga, por sí, la de los otros. Todo es farsa, escaparte y cosmético, postizos impostores, trucos que al caer dejan en cueros un perfil de piel compleja. Habita en la obsesión de evitar una infame y antigua frustración y la última pista es que de no haber sido puta le hubiese gustado ser mujer.

Yo sé que alguno, quizás más avisado o avezado, dará con la clave. Vaya mi enhorabena por delante.

04/10/2010

Y, hablando de Quevedo...

Al ser más repugnante que he conocido en mi vida.
No podrás, por más que al infierno apeles,
estorbar la memoria de mis hilos.
Ni podrá el corte fiero de tus filos
segar mi nombre de sus pechos fieles.

Disparar podrás tus pálpitos crueles
y cebar con regalos tus engaños;
pero, sábete, ruin, que de esos daños
cuanto más es tu encono, menos dueles.

Es a ti a quien reserva el cielo adusto
su rayo inevitable y justiciero
y mortaja será, sea o no tu gusto,

el mal que sembraste en tu triste andanza.
Si no hay Dios si habrá un ángel poderoso
que cobre, diligente, su venganza.

01/10/2010

Entre la blanca y la roja, su majestad escoja...

Francisco Quevedo
Si algo bueno tienen las épocas de censura y de mordaza es que obligan a desarrollar el ingenio. Fintar el rigor de los tarados que detentan el poder, que lo sustentan gracias a la demagogia o que lo ostentan por mor de siniestros poderes silenciosos, se convierte en un arte necesario.
Esquivar a los intocables de invertida fortuna, o a los de áurea coronilla y cianosis sanguínea, o a los perversos impostores de enjundia puñetera, o a los rebaños de pares y lamentos, puede ser una hazaña de mérito notable y con derecho a quedar registrada si no en sus anales, sí en los de la Historia.
Y lo importante es eso; lo emocionante -por excitante y arriesgado- es perder el miedo (no la precaución)  y  con dulces palabras afiladas, si es posible, hacer que depongan incluso el poder.
Que una vicepresidenta, por ejemplo, más que hablar escupe y más que escupir esputa : leña. Que el presidente no es un Pericles admirable y carismático adonis trigueño sino un machaca  broncíneo del jefe del infierno: leña. Que si, mío, colorado tira, no afloja y miente más que parla vacía: leña. Y así, uno por uno, sucesivamente.
Soy consciente de que para eludir sus tentáculos censorios hay que tener talento. Yo no lo tengo. Mi ingenio, bastante primario, carece de las cualidades precisas. Pero, animo a todos aquellos que tengan la capacidad a que lo hagan porque, por lo menos, así puede ser posible que todos desarrollemos un poco más nuestras precarias inteligencias y visitemos menos a la Esteban y más a Quevedo.

27/09/2010

YO TAMBIÉN CORRÍ DELANTE DE LOS "GRISES"

Ayer vi un reportaje (una redifusión) en la que maricas, maricones, homosexulaes, "gays" (cómo odio esa palabreja), transexuales, travestidos, travestidas, bebidas con gas y carracas de portalillo pedían -como no puede ser de otra forma- la recuperación de su dignidad, el reconocimiento de su entidad y, de paso, la reparación de los duelos y quebrantos sufridos durante la dictadura a base de fresca moneda.
En España, la restauración del honor y la devolución a la vida activa del orgullo y el crédito, el pago a las vejaciones sufridas siempre pasa por la liquidación del finiquito en caja.
Cada colectivo afectado tiene derecho -nobleza obliga- a ver reconstruida esa parte de su natural derribada por la intolerancia. Cada ser víctima de los rigurosos desmanes del franquismo (o de los otros, que también las liaban pardas) tiene derecho a ser satisfecha por todo lo que se le negó o usurpó. Sin embargo, creo que el medio de restituir lo expoliado no ha de pasar necesariamente por recibir pastizarra -que siempre viene bien-.
Aquí, salvo los afectos al régimen, excepto los franquistas de pro (o sea: los papases y mamasas de grande parte de los gobernantes actuales, Zetapé incluido) todo el personal las pasó entre canutas y las de Caín.
Olvidamos con frecuencia que la represión fue para casi todos y que se ejercía de muchas y variadas maneras. Olvidamos, por ejemplo, cómo hijos de republicanos ajenos a toda actividad política y sólo por el hecho de ser eso, familiares, sufrían visitas habitualmente, una vigilancia exhaustiva e intolerables represalias sin motivo alguno. Casi nadie estaba a salvo. Según la lógica (harto demagógica de estos zotes que nos gobiernan porque nosotros el pueblo, más agilipollado que soberano, así lo hemos decidido) de estos mancebos de triste putanar arrabalero, toda esta gente debería recibir idéntica percepción.
La tarea más ímproba y ardua sería, claro, demostrar aquellos abusos. Más cuando en este país, tras la muerte del infausto dictador, al parecer, todos hubieron corrido en los perversos sanfermines grises.
Yo también corrí. ¡Ya lo creo que corrí! Pero tuve la fortuna de hacerlo más que la pareja persecutoria. No obstante, no pediré indemnización. Primero porque escapé y segundo porque no vaya a ser que a cuenta de la única piedra que tiro contra el reverbero de una farola y atino, lo que me dieran me lo quitaran, luego, para pagar los daños causados al mobiliario urbano.
Recuerdo, no sé si con precisión, unos versos del Calderón:
Al rey la bolsa y la vida
se han de dar;
pero, el honor
es patrimonio del alma
y el alma sólo es de Dios.
Y es que quien quiera dinero para reparar su honor mancillado, poco honor tiene. Más cuando, como en el reportaje en cuestión, hay algunos que flamean el derecho a resarcimiento falsamente ya que, por edad, no pudieron haber vivido los horrores del torvo Paco.

26/09/2010

Huelga viene de holgar

Lo dije hace tiempo y me reafirmo: la huelga que se avecina es una afilada azagaya.
Si los sindicalistas ven satisfechos sus objetivos, la interpretación será: los trabajadores nos han apoyado mayoritariamente (incluidos aquellos que hicieron huelga involuntariamente); luego, los trabajadores -y la sociedad- confirman nuestra política.
Si la huelga resulta un fracaso, los sindicatos lo atribuirán al miedo a represalias y el gobierno validará el resultado con un razonamiento descarado: la mayoría social secunda y refuerza las medidas del gabinete.
En cualquiera de ambos casos, se vaya o no, mal. Mal porque pase lo que pase, seguirá sin reconocerse por ninguna de las partes (gobierno y sindicatos) una realidad que los dos maquillarán dejando de lado, por supuesto, que la huelga no va a cambiar las "medidas" gubernamentales (o sea: un día de productividad perdido inútilmente) y que para presionar al ejecutivo no basta con un día de ocio.
Algunas personas han adelantado que la huelga es una pantomima acordada entre las dos facciones de sinvergüenzas que manejan el tingladillo. ¡Pues claro! El cotarro sigue aumentando y nadie de los que tienen entidad y potestad para para evitarlo ha movido un dedo, ni un músculo. En el Congreso se discute; pero no se hace nada. La oposición indolente, en vez de acudir a todos los resortes de la ley para parar este dislate, se limita a lanzar frasecitas lapidarias y a atascar, con una locuacidad admirable, la oquedad cerebral de los miembros y miembras ejecutores y ejecutoras de este farragoso tenderete ministerial. Pero, me he ido del hilo argumental del párrafo. ¿Están conchavados gobierno y sindicatos? Evidentemente. El señor (la deferencia es irónica) Rodríguez Zapatero no va a variar un a pizca su empecinada posición. Los esbirros Méndez y Toxo (el Fernández lo omito por un acceso de vergüenza) lo saben y no lo cuestionan; sin embargo tienen que salvar la cara por la complacencia salvaje que han mostrado hasta ahora y que, descubierta, ya no pueden mantener sin sufrir algún que otro revés.
Ni los sindicatos son representativos de todos los trabajadores (además son una minoría puesto que los más de los "obreros" no están sindicados ni votan a esas opciones) ni los "culturistas" encarna a todos los que están vinculados a la cultura. Han tardado los actuadores y musicantes en saltar a la palestra. Otro paripé. Sus subveciones están garantizadas, se lo aseguro. Porque con este gobierno todo tiene trampa, incluso lo de la subida del tramo del I.R.P.F. Piénsese que en ese tramo quedan afectados grande parte de los "suyos", del P.S.O.E., afines y periferia.
Una huelga, reincido, no es un útil testimonial. Si no consigue un objetivo claro, es inútil y, por lo mismo, sobra.
Aunque la noche (gracias Eva) me ha confundido un poco, no quiero dejar con cabeza a un títere chabacano. Aleix Vidal-Quadras en un acto heróico de defensa a los cientoveintemileuristas, afirmó anteayer que ese segmento socio-laboral era el motor, el corazón y el alma de la economía, que ese conjunto estaba ahí por su denuedo, esfuerzo, abnegación, dedicación y valía (eso no te lo crees ni tú). Y ahora, estos capullos de la empuñada rosa, les van a restar de sus rentas por trabajo la mitad o más.
A ver, tío Alejo, ¿tú eres gilipollas o te lo haces? ¿Crees que un minero baja al pozo a tocarse los güevos? ¿Crees imbécil que es fácil subirse al andamio, soportar a un cretino enjefado por el nepotismo o por la coba, servir cafés durante doce horas o ser puta en la esquina más fría de un polígono? El verdadero soporte de la economía de un país es el "currito" que se deja las uñas y el alma cada día para no llegar nunca a fin de mes. El inversor es necesario, sí; el que alguien corra los riesgos es preciso, sí; pero, el dinero que se arriesga se protege con trabajo, macho, con el trabajo de otro: ése que siempre está sujeto al rigor de una producción cada vez más elevada y extenuante. Y, con esto, basta. No perderé un segundo más contigo.