27/01/2022
A VER SI TODO VA A SER MENTIRA...
13/01/2022
El ministro Garzón o su porquero
Nunca ha sido fácil encontrar la verdad y el equilibrio, la
ecuanimidad. Tampoco le resulta fácil al ser humano comprender correctamente el
sentido de las frases; menos cuando hay mediando intereses que, además, le
acicatan para interpretar mal intencionadamente con el fin de obtener un
beneficio propio, particular. Mientras se dejan de lado otras cuestiones de relevancia
notoria, la polémica se focaliza en las palabras de un ministro, Garzón, sobre
la calidad de la carne española y las granjas donde se produce; no todas las
granjas, pero, sino sólo aquéllas a las que se les ha impuesto el marchamo -no el sambenito- de <<macrogranjas>> y cuya definición vendría ser algo así como
<<explotación intensiva de carácter industrial donde el ganado se hacina
en condiciones insalubres y perjudiciales para el desarrollo adecuado de éste
y, por ende, de los productos a obtener de él para el consumo humano>>. ¿Cuáles han sido las
palabras del ministro de marras que tanto han ofendido a los ganaderos y tanta
crítica han suscitado? Veamos… En primer lugar, acudamos en lo posible a la
fuente original y originaria de todo este tinglado de antigua farsa. La
entrevista la realiza Sam Jones, corresponsal en Madrid del periódico
británico The Guardian, el pasado veintiséis de diciembre. En dicha
entrevista [aquí el enlace: https://www.theguardian.com/world/2021/dec/26/spanish-should-eat-less-meat-to-limit-climate-crisis-says-minister]
no aparece referencia alguna a que la carne española, en su totalidad, esté
bajo sospecha. En un primer acercamiento a lo expuesto por el ministro nos
encontramos que <<Garzón says Spaniards need not stop eating meat
altogether but suggests they eat far less and ensure it’s good quality for the
sake of their health and the environment. He contrasts cheap, mass-produced
products with traditionally reared meat.>>, según el periodista a
quien daremos carta de veracidad. Bien, ¿qué dice este texto? Pues, que no es
preciso dejar de comer carne; o sea: que hay que seguir comiéndola y, además, que
sea de buena calidad. ¿Dónde está lo escandaloso de su sugerencia? Cualquiera
que se haya acercado a la carnicería habrá oído, seguro, más de una vez afirmar
a algún cliente que <<la carne ya no es como la de antes>>. De
hecho, cuando haya comprado sus filetes y esté metido de lleno en la faena de
freírlos habrá observado lo mucho que <<saltan>>. Eso es lo que
dice la frase del ministro: compre calidad (y la calidad, a lo que se ve, nada tiene qué ver con la marca España); son más caros, sí; pero, tendrá (casi)
certeza de que son buenos. Esto enlazaría con una evidencia económica: la mayor
rentabilidad de un producto conlleva, habitualmente, la merma sustancial de la
calidad de éste. ¿Eso es mentira acaso? No: es una verdad casi axiomática. A
continuación, el artículo (o entrevista) plasma: <<”Extensive farming
is an environmentally sustainable means of cattle farming and one that has a
lot of heft in parts of Spain such as Asturias, parts of Castilla y León,
Andalucía and Extremadura,” he said.
“That is sustainable; what isn’t at all sustainable is
these so-called mega-farms … They find a village in a depopulated bit of Spain
and put in 4,000, or 5,000, or 10,000 head of cattle. They pollute the soil,
they pollute the water and then they export this poor quality meat from these
ill-treated animals.”>>... <<”La agricultura
extensiva es una ganadería ambientalmente sostenible y que tiene mucho peso en
partes de España como Asturias, partes de Castilla y León, Andalucía y
Extremadura”.>>
“Eso es sostenible; lo que es en absoluto insostenible son
estas llamadas megagranjas… Encuentran un pueblo en una parte despoblada de
España y ponen 4.000, o 5.000, o 10.000 cabezas de ganado. Contaminan el suelo,
contaminan el agua y luego exportan esta carne de mala calidad de estos
animales maltratados.>>
¿Afirma aquí que haya
de eliminarse la ganadería o las explotaciones ganaderas? ¿Afirma que la carne
española sea de mala calidad? No y no. Lo que dice es que hay que acabar con
los sinvergüenzas que, por afán mercantil exacerbado y codicia nos venden carne
pésima (él dice <<de menor calidad>>. Lo que afirma es que las granjas deben tener unos parámetros
elementales de higiene y calidad. Lo que afirma es que hay que establecer
márgenes razonables a todos los niveles. Lo que hace es poner en evidencia y sacar los colores a aquéllos que con sus malas prácticas sí ponen en riesgo la buena imagen de los productos españoles. Recuerdo haber visto no hace mucho
varios programas de <<Equipo de investigación>> y de
<<¿Te lo vas a comer?>> haciendo hincapié en ese
asunto de la mala calidad de los productos alimenticios y de cómo nos dan gato
por liebre (válgame el refrán). Vamos, que no es una novedad como no lo es que
el consumidor se queje constantemente de la baja calidad de los productos que
adquiere; pero, claro, como lo dice un ministro que <<no es de nuestra
cuerda>>, pues hay que intentar vapulearle y, en la medida de lo posible,
conjurar el riesgo de que cierre algunos centros de fraude alimentario
continuado intentando desprestigiarle y echarle. Sencillo, ¿no? Con todo, y
para no abundar más en la cuestión, la cosa tiene fáciles respuestas: Si tus
explotaciones ganaderas cumplen con los segmentos de calidad correspondientes,
¿de qué te quejas si contra ti no va nada, si a ti no te afecta? Si crees que
el ministro miente, ¿por qué no le desmientes enviando -con un acta notarial anexo
estaría bien- fotos y vídeos de tu explotación? Siempre he sostenido que los
españoles carecemos de educación sobre la política y de educación sobre el
consumo (entre otras) y cuestiones así me lo confirman. Antes de hablar conviene,
a veces, por curiosidad, por higiene mental, por simple honestidad, analizar desde
las fuentes y si hay que dar la razón a quien aborrecemos, a quien no nos
gusta, pues se le da: se llama dignidad. Además, la verdad es la verdad la diga
Garzón o su porquero.
Fotografía: La Vanguardia. |
07/01/2022
Antesvacunas por antivacunas
Alguien debería inventar e impulsar la <<desvacunación>>. Me explico: el argumento más esgrimido por los <<antivacunas>> no es el de la libertad de elección sino el del peligro que se corre al inocularse un microorganismo -atenuado- para que el sistema inmune reaccione. Para ellos, eso constituye un atentado contra su naturaleza; una agresión a su esencia por parte de un agente extraño inyectado de forma artificial, sin seguir la pauta del contagio <<normal>>. No es cuestión de intentar hacerles entender que cuando el elemento de contagio les entra en el cuerpo es más fácil anularlo si ese cuerpo tiene ya memoria, destreza y recursos, para combatirlo que si tiene que hacerlo sin ninguna referencia previa, sin la lección aprendida. Pero, a lo que voy. Los <<antivacunas>> rehúsan la utilización de las vacunas (Perogrullo no lo habría expuesto mejor, lo sé); partiendo de esta premisa y del derecho que tienen a ser respetados yo les conminaría a rechazar también todas aquéllas que les pusieron de niños y gracias a las cuales hoy pueden quejarse de las vacunas. No sé cómo podría hacerse, cómo se les podría <<contaminar>> (de alguna manera en que la vacuna ya puesta les resultase inútil) con el sarampión, las paperas, la varicela, la poliomielitis o cualquiera otra enfermedad -con altos niveles de mortandad- que si no está completamente erradicada (del primer mundo), sí está controlada gracias a las vacunaciones extensivas; eso, simplemente, para que gozaran de la bendición que supone padecerlas. Luego, una vez enfermos, a esperar que madre Natura siguiera su curso y el Instituto Nacional de Estadística hiciera su trabajo.
06/01/2022
Cuento de Navidad
31/12/2021
De cuando estoy poeta...
04/12/2021
Algunos domingos, cuando la mayoría de los parroquianos habían culminado el aperitivo y se marchaban a sus casas, nos quedábamos unos cuantos amigos todos a comer en el Capicúa de Fivasa. En ese rescoldo agradable, con la cerveza aún de cuerpo presente y el cuerpo presente embrujado aún por la cerveza, se desplegaban los platos sobre la mesa grande del fondo y nos sentábamos a disfrutar del momento. Risas, anécdotas, chistes, recuerdos, canciones más o menos comunes salpicaban las largas sobremesas. Hubo un domingo, sin embrago, -ya me había olvidado de él- en el que cundió la prisa. Apenas se terminó de comer, Tere sacó la guitarra y apremió: había que componer ya una canción con la que participar, aquella misma tarde, en el festival de la canción misionera (o algo así) en la Milagrosa. Participaban en el evento desde la época de estudiantes y año tras año, más por costumbre que por devoción a esas alturas, seguían acudiendo. No sé si me convencieron sus argumentos o ver cómo su tradición podía verse, de repente, quebrantada. Alguien me puso una servilleta de papel a mano y un bolígrafo. Yo, a qué negarlo, si no doy en la diana con las palabras estando sobrio mucho menos estando, como entonces, con alguna jarra de más. Pero, escribí. El resultado fue, a mi juicio, un padrenuestro sin dios, la interpretación espontánea del sueño de un fraude. Mi juicio, sin duda, estaba nublado porque se presentaron con esa letra y cuatro acordes al paso y gozaron de premio. Luego, más tarde -es caprichoso el azar- volví a oírlo. Habían venido mis primos de Sevilla y les hice un gira turística por eso de que <<con la de veces que hemos venido y no hemos visto nada>>. Entrábamos a la Santa cuando oí a alguien -por lo visto ensayaba para una boda- cantar ese peculiar padrenuestro improvisado en una servilleta de papel un domingo por la tarde. No sé por qué cuento algo tan intrascendente; tal vez porque he asociado una abstracción a que dios debe amar a los borrachos porque, imagino, como los niños, siempre dicen la verdad o porque no pecan o algo así. Sí, ha sido algo de eso: dios ama a los borrachos. Yo hace ya mucho tiempo que no bebo...
02/12/2021
Antivacunistas
No deja de ser paradójico -o contradictorio- exigir ciertos «derechos» en un país de derechos delimitados y de libertades imaginarias. Es sorprendente que se abra un debate sobre el derecho-obligación a/de vacunarse cuando todo está constreñido por cientos de leyes y nadie cacarea. ¿Por qué no se va a obligar por ley a vacunarse? ¿Qué derecho vulnera esa imposición que no se vulnere en otros derechos? Mi derecho a conducir está supeditado a un carnet, mi derecho a elegir la identidad que desee, mi derecho a cruzar una autopista, mi derecho a salir desnudo a la calle con el cuerpo untado de mantequilla y con lacasitos pegados a ella, mi derecho a poner música a todo volumen a las cuatro de la madrugada, mi derecho a portar armas, a pescar, a hacer fogatas en el bosque, a no enrolar a los hijos en el sistema académico, etc... Todos los derechos están supeditados a eso llamado «bien común». ¿A qué derecho de los cojones se refieren los antivacunas que luego rinden religiosamente cuentas a Hacienda, cumplen con el límite de velocidad u observan con estricta pulcritud y diligencia el horario laboral?
27/11/2021
23/11/2021
03/11/2021
Literatura replicada
Tal vez sea verdad y que en cuestiones literarias lo importante, lo trascendental, no sea <<sobre qué>> se escribe sino <<cómo>> se escribe ése <<sobre qué>>. Claro que, si esto es así, ¿qué importa entonces no aportar nada siempre que todo se ciña y reduzca a construir frases perfectas?