16/05/2011

Eppur si muove

No me sorprende que los dos grandes partidos, tan pagados de sí mismos, hayan dejado pasar la oportunidad de ganar para sus causas a toda la muchedumbre indignada y disconforme que ayer tomó las calles españolas. No me sorprende porque ni han calibrado bien el impacto del movimiento social ni han asumido, en su perversa arrogancia autoritaria, que fuera de sus universos decadentes pudiera haber vida política. Pues, la hay.
Muchos fuimos los que, a través de la red, plantamos semillas que han empezado a germinar. Como yo, creo que la mayoría lo hicimos convencidos de que servíamos en bandeja una utopía y nos reconciliamos con la idea de que, al menos, nuestra reacción indignada quedaría como un lícito desahogo venial más que como un reclamo a la masiva impugnación y reprobación de "nuestros" políticos. Nos equivocamos. La idea germinó y cobró vigor en lo que parecía un erial, un campo yermo avezado al estatismo.
Ayer la ciudadanía salió a las calles. Gentes de todos los caletres y condiciones unidas por un lema trascendente a sus ideologías, aliadas en una causa común.



Alguien debería haber tomado nota de lo que se les viene encima. Porque no son sólo las personas que ayer exigieron la restitución de las parcelas democráticas expropiadas por nuestros políticos, banqueros, sindicalistas, etc... No sólo son las personas que ayer, dando un paso heroico al frente, dejaron el eco de un clamor ensordecedor pidiendo la restauración de derechos, de la ética más elemental, el derribo de una estructura corrompida, desleal y abusiva. Son, también, los millares de conciudadanos que no estuvieron presentes pero que, llegado el momento, actuarán en consonancia y consecuencia con éste -relativamente- pequeño "Solidaridad".
El caudal indignado ha roto los primeros diques de contención, las primeras defensas y reticencias. Poco a poco, pero consolidado, avanzará hasta esos muros que los políticos y los "poderosos" creen inexpugnables y también los delendará.
Tengo esa esperanza; la de que haya empezado algo imparable capaz de enfrentarse a los poderes establecidos y capaz de modificar las estructuras. Capaz de conquistar para los ciudadanos mecanismos de defensa contra las aberraciones y vejaciones de que somos diana. Y tengo la esperanza de que, en su desconcierto, los dirigentes políticos, los usureros, los jueces y fiscales, los intermediarios, los constructores y hasta los curas simoníacos si hace falta, se den cuenta de que el mal no está sino que el mal son ellos, el "ellos" de carne y hueso que ha sido desenmascarado definitivamente, que lo sabemos y que vamos a empujarlos sin piedad, que vamos a galopar hasta enterrarlos, para siempre, en el mar.

15/05/2011

El voto inútil

ay que pensárselo, sí. Como también hay momentos en los que prima tomar una decisión.
Rara vez en un país "democrático" es la mayoría ciudadana real la que toma las urnas. Casi siempre, lo que prevalece es el absentismo electoral, el desentendimiento por indolencia, por desencanto, por inconformismo o por indecisión.
Inhibirse de la decisión es un derecho, no cabe duda. Pero, también es una opción inútil cuyo resultado (lejos de ser estéril o aséptico) puede ser más perjudicial que beneficioso y, desde luego, en ningún caso neutral.
No involucrarse en la elección de quienes han de "representarnos" puede comprenderse como un acto de fe o incluso de rebeldía. Si embargo, y como excusa meritoria, tiene también sus límites. En condiciones "normales" -cuando los políticos son honestos y buenos gestores en general; cuando la nación progresa adecuadamente; etc...- incluso sería comprensible porque no afectaría al curso razonable de las cosas.
La situación que atravesamos en la actualidad es otra, es "anormal" y muy crítica. Una situación que impone un cambio radical en las estructuras política, económica, judicial, laboral, cultural y social que sólo puede conseguirse con la participación activa y masiva de todos. No hacerlo, no implicarse, parapetarse cobardemente tras cualquier razonamiento, es traicionar a todos cuantos alientan e impulsan su desigual lucha contra el sistema establecido, aberrante, corrupto y cruel, que quienes lo dominan (unos farsantes e indecentes) en la actualidad fomentan y quieren perpetuar. Sí, serán cómplices como lo son todos aquellos que sostienen al hato de ladrones que, de una u otra forma, nos gobierna.
Y, ¿cuál es la alternativa?
Pues, cada uno, tiene que encontrar su clave. Lo que a mi me vale es sencillo.
Votar a los dos grandes partidos es prorrogar indefinidamente un estado de incomprensibles privilegios para todos aquellos que nos someten, nos devalúan y nos postergan.
Mi solución, por tanto, es votar a partidos que estén fuera de ése ámbito irrespirable por hediondo. ¿Y por qué? Porque lo importante es apearlos del poder, discriminarlos, y colocar a otros que llegarán con la certeza de que la "bestia" soberana ha despertado y ha recuperado su poder legítimo; llegarán con la certeza de que sus "escaños" son inestables y quedan a merced de los administrados quienes en cualquier momento pueden, ejerciendo sus recuperadas facultades, deponerlos y exigir una responsabilidad que ahora brilla por ausente.
El "todos son iguales" que unos usan para escaquearse y otros para escudarse en la decisión de renovar su "confianza" a los suyos de siempre apoyándose en una falsa ideología inexistente es fácilmente desmontable.
Primero porque no es cierto. Segundo porque, ¿cómo lo saben? ¿Quién se lo ha dicho? Y tercero porque sí no se vota por esa "razón", más motivo para buscar una solución en la que no estén presentes quienes provocan la desconfianza; si se vota a los mismos, entonces se está admitiendo que conscientemente la pretensión es mantener a unas castas concretas. Eso indica que quien lo hace carece del más elemental atributo ético y moral; luego, es un sinvergüenza como aquellos que espera le representen.
Hay que tomar una decisión. La decisión, desde mi perspectiva, acertada es votar y hacerlo a aquellos que ahora tienen escasa o nula representación. Si acceden al poder y hacen bien la tarea que les hemos encomendado por delegación, habrá que premiarlos. Si acceden al poder y no hacen nada por cambiar la situación o se conchaban entre ellos para obtener prerrogativas personales o partidistas y no el beneficio común, entonces, en los siguientes comicios habrá que defenestrarlos; y así una y otra vez hasta que los ciudadanos consigamos no sólo una verdadera democracia, sino recaudar el estatus que nos corresponde: somos los jefes... Y no al revés.
Yo ya he tomado esa decisión. Me decanto por UPyD. No obstante, si alguno de los muchos miserables mamporreros de los dos "grandes" partidos quiere entablar debate... Heme aquí.


Esta vida miserable...

Visitar esta vida, la que a mi me ha tocado en suerte, no ha sido (ni es) agradable. Haciendo un somero balance, lo más destacable es que en su mayor parte -de la parte vivida, evidentemente- es que el tiempo se ha consumido en remordimientos, desencantos y desconciertos, y en una absurda y devoradora desorientación. Los alicientes y la ilusión no han sido sino espejismos volanderos, torpes estímulos de la confusión.
Sí, porque, ¿cuál es el sentido de todo esto? No es lo peor el estar confinados en una pequeña bola de polvo cósmico irrelevante en una inmensidad abrumadora. No. Lo peor, de momento (porque todo puede siempre empeorar) es que hemos aprendido mucho sin avanzar nada. O, quizá, al revés: hemos avanzado mucho sin aprender nada.

14/05/2011

El experimento

l argumento es sencillo. Un científico (o un grupo, da igual) decide hacer un experimento. Coge cuatro monos -no tres ni doce, aunque puede ser una cantidad aleatoria, asignada al azar. Los confina en una amplia habitación de la que no pueden salir aunque pueden disfrutar de una amplia gama de distracciones con las que sentirse "realizados" y moderadamente satisfechos de su existencia trivial. El científico deja a uno a su "libre albedrío", abandonado a su instinto. A los otros los estimula intelectualmente pero no con la misma intensidad ni dedicación hasta que cada uno de ellos consigue "pensar" por sí mismo y procurarse la forma de seguir progresando. Uno de ellos lo hace y avanza mientras los otros entran en una fase de conformismo que les permite llevar una vida tranquila. El mono ignorante busca constantemente comida y duerme. Los "normales" se organizan y realizan las tareas que se han impuesto a sí mismos no sin cuchichear en los rincones y quejarse amargamente de cuánto más felices serían si alguien les abriera las puertas de aquel claustro y de cuán tirano es el científico contra quien no quieren rebelarse pese a que le culpan -con razón- de su confinamiento. El más "evolucionado" recuerda que ya buscó la complicidad de la sociedad simiesca para huir de allí y que todo fue en vano y piensa; sin embargo, cuanto más piensa, más comprende que nunca podrá salir de ahí, que nada va a cambiar, y se va hundiendo en una razonable y lógica angustia para la que inventa un nombre: desencanto. Cada vez más triste, opta -ya muy cansado- por abandonarse, por fijar la mirada turbia de la locura en un punto lejano y fijo del horizonte imposible y espera a ver pasar su propio cadáver...
Cuando me apetezca doy un repaso; no para mejorarlo porque un mediocre no puede mejorar nada. Pero, a lo mejor, puedo corregir algo.

12/05/2011

La casualidad

Aquellos que se dejen llevar por la superstición verán en el acontecimiento un hecho revelador y significativo. Quizá lo sea. Sobre todo si atiendo a cómo se ha desvelado el asunto.
Esta mañana estaba "ajustando" un par de cosas en el ordenador de la Galería Artes cuando, por alguna extraña e inexplicable razón y para verificar algunos cabos que parecían sueltos, he decidido probar una entrada a mi blog. Hasta ahí, evidentemente, no hay nada extraño. Y hubiera seguido siendo normal si no fuera porque al no admitirme los datos de entrada, no me ha quedado más remedio que deducir (erróneamente) que dichos datos no eran los correctos. Así pues, he cambiado la dirección de correo de acceso y he escrito la contraseña.
Mi sorpresa ha sido mayúscula al ver cómo, de repente, entraba en un blog -también mío- que inicié hace más de cuatro años y del que yo me había olvidado por completo.
Tiene cuatro entradas. La última corresponde, nada más y nada menos, que al 24 de Mayo de 2.007.
Son notas lacónicas, sin relevancia ni trascendencia. Sin embargo, de repente, he sentido una mezcla de pudor, remordimiento y ternura hacia ese blog olvidado, algo marchito ya, pero vivo.
Como, en el fondo, soy un sentimental, he decidido mantenerle. Alimentarle de cuando en cuando con alguna palabra... E incluirle, como reliquia, como vestigio respetable, en éste.

11/05/2011

Mi pequeño homenaje

Podría intentar unas palabras, evocar algún recuerdo, contar alguna de las anécdotas que presencié y disfruté. Sin embargo, creo que el mejor homenaje que puedo hacer a la abuela Elisa es dejar aquí, en mi mediocre blog, la letra de uno de sus nietos.


Cien años de la abuela Elisa (I)

No sólo va sumando años a la vida, sino que tiene particular empeño (perdonen la frase manida pero cierta) en sumar vida a los años.

Cuando crees que ya la conoces bien, inevitablemente te acaba sorprendiendo. Lo asombroso no es la fecha de nacimiento que pone en su D.N.I. (17 de abril de 1911) sino otras muchas cosas: su desenvoltura y resolución ante las situaciones, su particular forma de cuidarse, su conexión con el mundo que la rodea, su afán por informarse de lo que pasa en la sociedad, sus ganas de seguir aprendiendo todos los días, su disposición a adaptarse a los cambios, sus conversaciones, su sabiduría sencilla, sus sentidos (incluido el sexto) siempre atentos a cómo le va a la gente que quiere, su capacidad de disfrutar de las cosas que de verdad le importan en la vida…

Tú no le has contado un problema para no preocuparla y, el día menos pensado, te suelta una frase cómplice y lapidaria. No sólo se ha percatado de todo, a la chita callando, sino que además, como el que no quiere la cosa, te deja caer su diagnóstico y su consejo, tantas veces certero.

Cuando sus hijas estaban todavía intentando enterarse, ella (con noventa años entonces) ya había aprendido a administrar su pensión y comprar en euros, o a ir a recargar la tarjeta de su teléfono (“anda, claro que tengo móvil, de los primeros que salieron”, presume aún hoy).

Hasta no hace muchos años, iba a comprar, hacía gestiones en el banco… Con cien años vive sola en un piso, aunque al lado del de una de sus hijas. Sigue cocinando y, si te pasas a verla, como poco te prepara un café pero, si es la hora, te quedas a comer o a cenar, que ella ya improvisa en un momentito. Escucha la radio (“me gusta más que la televisión, que siempre está con las mismas tontunas” dice, refiriéndose a los programas del corazón, aunque las telenovelas sí le gusta seguirlas). Le dijeron alguna vez que era “la mujer más rica del mundo” porque ha gozado toda su vida de buena salud: asegura que no sabe lo que es un dolor de cabeza. Hace unos años tuvo rotura de cadera, pero le colocaron prótesis y hala, a seguir caminando, con zapatos altos si es preciso. No se descuida físicamente. Pasea por la calle a diario, salvo que el suelo esté helado (el frío le da igual, es abulense). Y no se descuida mentalmente. Le gusta mantenerse activa y estar al día, disfruta de la lectura y de la conversación. Pero sin malos rollos, eso sí: no aguanta que le dé el tostón la gente negativa que siempre se está quejando de todo. Es animosa: sabe afrontar las penas que trae la vida y sabe paladear las alegrías.

Que tu abuela cumpla 100 años y seguir disfrutando de ella es un privilegio. Pero tener una abuela como Elisa, con independencia de su edad, es en sí mismo un privilegio.

 Carlos Javier Galán.

Cada dolor

Sostengo que, así como el dolor individual siempre es el mayor dolor posible -por tanto incomparable y respetable-, un solo segundo puede contener todo el dolor del universo, el dolor más intenso e insoportable.
Por lo mismo opino que el sufrimiento es independiente de su causa ya que el mismo origen no tiene por que manifestar idéntico grado de tormento en personas diferentes.
La pérdida de un hijo, de un amor, de un trabajo, de un objeto valioso, por ejemplo, no se sufre ni se soporta de igual modo por cada ser. Unos lo llevarán con estoicismo y resignación; otros, en cambio, se sumergerán en la amargura más devastadora y optarán por una solución radical y definitiva; estos aplicarán todo el cinismo posible, y aquellos lo tomarán como algo sin importancia.
El hecho será el mismo; la reacción, no.
Desde afuera es muy fácil criticar el comportamiento de los demás, reducirlo a nuestra visión parcial y sesgada desde la que determinamos una ausencia de valor, de inteligencia, de resistencia, etcétera, sin ponernos en su piel, en la tortura que los otros están padeciendo.
Como mucho, a veces y estúpidamente, colamos aquello de "pues, no es para tanto: a mi me pasó algo similar y mírame, salí adelante" cayendo, de nuevo, en el error de base: no es un dolor análogo.
Lo absurdo de toda esta extraña urdimbre vital es que la mayor parte de los dolores serían evitables. Sí. Bastaría con que los humanos nos condujéramos con unos mínimos de ética, de sentido común, de generosidad y altruísmo, de comprensión elemental. Pero, nos puede el egoísmo, nuestra búsqueda permanente de una felicidad capciosa que nunca, por mucho que nos empeñemos, será plena si no es compartida. Compartida porque, lo queramos o no, necesitamos que otro ser la confirme, nos corrobore como seres dichosos y difunda esa utopía.
Sé que es discutible. Que hay quienes piensan que la vida no es más que ensayo y error y que sin esos impulsos que facultan conflictos, la vida perdería esencia y sentido cayendo en la monotonía y el absurdo. Esto, en sí mismo, es una contradicción porque sí la felicidad precisa ausencia absoluta de problemas, ¿por qué todos, incluso quienes la denostan, la buscamos tan fervorosamente?
Hoy dos amigos míos, a causa de un dolor infligido de una forma "irregular" (no sé si consciente o inconscientemente), han roto definitivamente su vínculo. No sé cuál de los dos tiene razón, puede que los dos; acaso ninguno. Sólo sé que el perjudicado, tiene dolor y ése dolor es legítimo en la medida en que sufre y más allá de que su visión del problema sea certera o esté distorsionada: eso no importa.
Ya no hay solución y todo viene por esa costumbre humana de no ponernos en la situación del prójimo o por tratar de analizarla trayéndola previamente a nuestro terreno en donde siempre somos los reyes y siempre, claro, tenemos razón.
Es lamentable (es mi conclusión) el afán de los hombres por lastimarse unos a otros. Nos llamamos, en falso, sociedad y alardeamos de los logros, de lo que conseguimos siendo colectividad. Nada más lejos de la realidad: buscamos a los otros para conseguir nuestras metas, para cumplir nuestros anhelos ruines y mezquinos: nos pisoteamos en cuanto surge la más leve oportunidad. Y alguien lo paga, o muchos álguienes. No nos importa. Nuestro egocentrismo pesa más, nuestra ambición es más poderosa, nuestra ficticia felicidad resulta más importante.
Eso por no hablar de que vivimos sumidos en la cultura del dolor: "el dolor es positivo" que dijo Schopenhauer para luego quedarse tan pancho. O esos médicos, muchos aún, demasiados, que en vez de paliar los humanos padecimientos, como a ellos no les duele, te descerrajan ese "esto no duele" o "te quejas de vicio".
Erradicar el dolor, todos los dolores, debería ser un objetivo común y apremiante. Y estaría bien empezar por no provocar algunos tan arbitraria como insensiblemente.
Hoy me he dado cuenta de que lo peor de tener amigos es que puedes perderlos... Pero, la vida (mediocre, miserable, patética) sigue y el que venga detrás, que arree; y al que le pique...

06/05/2011

A sangre fría

as bocas llenas. De indignación, de palabras hueras, de conceptos horros. Con la sentencia de anoche del Tribunal Constitucional -un Tribunal que nadie sabe qué es ni para qué sirve exactamente- permitiendo a Bildu comparecer a las elecciones, vuelven otra vez los ayes y lamentos a una orilla y las sonrisas, el cinismo oprobioso y la restitución de la confianza en las "instituciones democráticas" a la otra.
De súbito, ha triunfado la democracia y de repente también el Estado de Derecho, debilitado ya de por sí, ha sufrido un revés definitivo del que ya nunca podrá recuperarse.
Es la misma cantinela de siempre. Una melopea monótona y crispante que empacha. Es el desacuerdo más feroz procedente no de la discrepancia sino de alentar una estructura que nadie ha querido modificar. Entonces, ¿a qué tanta lamentación?
Las evidencias son pertinaces. Otra cosa es que o bien no interese verlas o bien quieran taparse. Ahí, sin embargo, están. Como la Puerta de Alcalá.
Negar (o solapar) el vínculo incestuoso que mantienen los tres poderes -ejecutivo, legislativo y judicial- es una tarea imposible por mucho que se disfrace con argumentos falaces o sofismas tendentes a argumentar lo contrario indefendible. La certeza verificable es tan arrolladora que sólo un esforzado ejercicio de aislamiento absoluto podría, en el caso extremo, permitir que alguien la ignorara. Los tres poderes son más que amiguitos, comparten corruptelas y disfrutan de un desorden ético absoluto. Bien distinto es que esa condición abominable, adquirida por costumbres repugnantes y no por esencia, nos la quieran colar como pureza institucional y, entre col y col, embaucarnos.
El mismo hecho (y su resultado) que para unos dimana del respeto y del triunfo del sistema; para otros procede poco menos que del Averno. Algo falla; algo no va bien. Lo saben; pero, lo mantienen porque en su sostenimiento quedan protegidos sus privilegios: es la perpetuación de su especie.
Con aquello del "respeto a las decisiones", se remata la faena. Es difícilmente masticable, cuanto más digerible. La resolución de un hombre, aunque sea juez, no implica que sea coherente ni justa. Más aún: la resolución de un juez no es otra cosa que una opinión elevada a rango de indiscutible e intocable, de axioma. La pregunta es, ¿porque lo dice quién? ¿La sociedad? No. A la sociedad siempre le han venido las cosas (las buenas y las malas) impuestas por sus gestores, por sus censores y por sus cuestores... Lo que no la exonera de responsabilidad, empero.
Que una decisión judicial se imponga no significa que, en su resignado acatamiento, no se pueda discutir. ¡Cuántos errores judiciales se registran a diario en España! Véanse las estadísticas y que el estremecimiento consuele. Mucho más si tales resoluciones derivan de promiscua concomitancia "inter pares", como es el caso de la relación conchabada de políticos y jueces, consagrada a sus propios intereses y bendecida por el mutismo social. Pero, se llama al acatamiento. ¿Por que? ¿Por qué se han de acatar imposiciones injustas, escoradas, manipuladas, interesadas, lo que sea, sobre todo cuando lo son manifiestamente? Probablemente porque si se optara por un acto de rebeldía general, no quedaría títere con cabeza. Y nuestros títeres aprecian mucho sus testas y sus poltronas. Aunque pueden estar tranquilos porque en ese aspecto, la sociedad es extraordinariamente dócil. No corren peligro.
Por esta vecindad pulula, además, algo que me llama poderosamente la atención. Nuestros políticos (un buen número de ellos) cada opinión que experesan la justifican o la rematan con un sospechoso "nosotros los demócratas". Lo esputan con una desvergüenza escalofriante. Sólo quien se atribuye constantemente una condición o una cualidad, carece de ellas. Es el "dime de qué presumes..."; es el alarde heroico del cobarde; la ostentación del pobre; la falsa modestia del rico o la campechanía (casi siempre, como todo lo anterior, excesivo y ridículo) del aristócrata... Por eso recelo cuando alguien se refugia en tan débil parapeto. De inmediato intuyo que se auxilia para evitar que otro alguien le remueva un complejo siguiendo la pauta y costumbre de nuestro país. Aquí ya se sabe que "consenso es que los demás se sometan a mi opinión" y que todo ser discrepante es un "fascista". Estar siempre a la greña, de gresca, forma parte de nuestra naturaleza, de nuestro compendio y mezcolanza de orígenes, al parecer, irreconciliables. Si es difícil la convivencia, cuánto más no lo será la concordia.
Ahora, lo que viene, es un enzarzamiento irracional para captar votos. Como falárica el tú y el y tú más, el remover inútilmente una mierda que, inexorablemente, volverá bajo la alfombra de la que salió. Después, como siempre, de nuevo el silencio social, el conformismo.
No se buscarán soluciones. Al contrario, se buceará en asuntos que permitan la confrontación y mantener a la audiencia entretenida y sentada.
El conflicto se alongará cuanto sea posible cuando, en realidad, tal y como yo lo veo, ahora se puede despejar cualquier duda.
El Tribunal Constitucional ha admitido las candidaturas de Bildu. Bien, el Estado de Derecho, la democracia ha movido ficha. Eso era lo que, en teoría, quería la corporación mafiosa E.T.A: ya lo tiene, los suyos están en las instituciones "peleando" por sus "ideales". Por tanto, ya no hay razón -ni excusa posible- para no deponer las armas y entregarlas definitivamente. El Estado y la democracia han cumplido, cumpla E.T.A.
Salvo, claro, que todo no sea más que otra maniobra artera de un gobierno empecinado en mantenerse en el poder cueste lo que cueste...

05/05/2011

La lección

oy he recibido una valiosa lección. No porque haya sido "impartida" por primera vez, sino porque hoy las circunstancias han favorecido que yo pudiera acceder a la comprensión de dicha lección.
Alguien, desde su lejana proximidad, me ha recordado que el olvido y el desdén, que fomentar la distancia, que la despreocupación, son muros enemigos que nosotros mismos nos imponemos, que son murallas inexpugnables que levantamos sin ser conscientes de que luego no seremos capaces de saltarlas. Me lo ha dicho sin rencor, sin reproches, sin saber que sus palabras calaban, quizá, de una forma muy distinta a su intención inicial. Y la mano extendida se ha convertido en un puente si no sólido al menos dispuesto a soportar un nuevo -aunque leve- peso.
Es cierto, sí: "Eres lo que haces y no quién dices que eres".
Yo no sé quién o qué soy. Sí puedo decir, en cambio, que tras reflexionar brevemente la única y dura conclusión es que no he hecho nada o, mejor dicho: lo poco que he sido capaz de hacer lo hecho mal o haciendo daño.




Quizá ya no tenga tiempo ni capacidad para hacer firme propósito de enmienda; quizá ya sea tarde, demasiado tarde, para cambiar la inercia de toda una vida. Lo único que puedo ofrecer en mi descargo es que, al menos y aunque no sea un consuelo, reconozco que me he equivocado de rumbo... Y de navío.

Descansa...

Te comprendo. Por éso no te juzgo. Como tú, yo también tengo demasiados frentes abiertos, demasiadas brechas sin restañar en esta vida extenuada. Sé cuánto dolor incorregible ha atormentado tu alma hasta devastarla. Sé que nadie aguanta eternamente. No sin báculos, sin defensas, sin respaldos donde apoyar la espalda adunca por el peso insolente del sufrimiento.
Te comprendo y por lo mismo entiendo tu postrera decisión definitiva, concluyente. La que te alivia del dolor y te libera de las cargas.
Hoy -por ayer- ya no has podido más y el cielo que temías ha caído sobre ti. Imagino la duda, la indecisión, las lágrimas licuando los ojos reblandecidos y ciegos. Imagino el pulso trémulo pasando el filo infame, rasgando la primera piel, la carne suave acobardada, hiriendo la cánula vital desesperada.
Lo que dejas atrás por lo que no hay por delante. Y el impulso atroz resuelve para siempre la promesa incumplida, cercena el desorden que ya no dañará más.
Te comprendo muy bien. Ahora, libre, al menos gozarás del tiempo inagotable y quizá, allí, hayas alcanzado la paz que aquí nunca hubieras tenido.