28/11/2024

No se puede, dicen, ir contracorriente. Y debe ser cierto. Debe ser parecido a un suicidio eso de tratar de imponerse a una fuerza arrolladora sobre todo si esa fuerza procede del poder de la ignorancia, del fanatismo. Y, sin embargo, siempre hay personas que lo intentan hasta desfallecer, hasta dejarse en el empeño su último aliento. Siempre habrá ilusos, soñadores, idealistas o decepcionados (por qué no) que intenten no domesticar esa corriente invencible, sino cabalgarla o ir desviándola hacia cauces más amplios en donde se diluya la fuerza de su caudal. O tal vez lo intentarán porque lo importante, en realidad, no es nada de eso, no es doblegarla, sino evitar ser arrastrado por el ímpetu contagioso y cómodo, conformista, de la corriente, simplemente resistir.






27/11/2024

Tratar de comprender la geopolítica, las estrategias, las tácticas..., puede resultar una tarea tan compleja como desesperante. Más cuando ni los que se presentan como expertos son capaces de obtener conclusiones inapelables, respuestas inequívocas que expliquen con absoluta claridad qué acontece, por qué y demás adverbios interrogativos y las consecuencias que puede acarrear cada acto.
De todos los conflictos bélicos actuales es indudable que hay dos que sobresalen y que son mirados de frente con inquietud y prudencia. Uno es la guerra provocada por la invasión (ilegal e injustificada) de Rusia por mandato del zar Putin a Ucrania y el otro es la guerra palestino-israelí.
Ninguno de estos conflictos permite la más leve distracción. Apartar los ojos de cualquiera de ellos puede suponer un disgusto y un daño irreparable no sólo para los implicados combatientes, también para todos los demás espectadores. Los dos son zonas calientes, demasiado calientes y los dos son una bomba de relojería. El ruso-ucranio, no obstante, tiene vertientes que no tiene el palestino-israelí. El primero no conllevará, una vez extinguido, consecuencias más allá del cómo quede la geografía de cada uno. El segundo, por mucho que no queramos ampararlo es mucho más delicado. En el palestino-israelí juegan elementos que parece que nos negamos a ver, a reconocer. El más importante de esos elementos es que para un equilibrio que ofrezca cierta estabilidad a la zona es imprescindible que Israel prevalezca sobre sus enemigos (está rodeado por ellos); un Israel cuyas atrocidades actuales, el genocidio sistemático y brutal, nada quirúrgico, nada selectivo, antes o después le pasarán la factura de la venganza. Es una situación compleja de difícil resolución: si prevalece Israel será gracias a sus salvajes ofensivas y reducir su entorno a cenizas; si gana Palestina, gana su entorno y gana (esto es lo peor) el fanatismo, un fanatismo que también, por otra parte, debería ser extirpado de raíz; un fanatismo que acuciará a Israel y tratará de extinguirle, de hacerle desaparecer de la faz de la Tierra y que no parará ahí porque ese mismo fundamentalismo es invasivo y violento y procurará imponer su religión y su forma de vida al resto del mundo. Eso no debemos solaparlo por incómoda que nos resulte la idea.
Así, pues, ¿cuál sería la solución? La mejor, la utópica: la de dos Estados conviviendo en paz. Imposible: es ilusorio pensar en esa posibilidad. Tal y como se están desarrollando los acontecimientos todo hace pensar en que todo terminará, aparentemente, en un tenso alto el fuego que durará más o menos; pero eso también es un espejismo, una ficción. La tensión se mantendrá y antes o después volverá a saltar la chispa que haga arder de nuevo la zona. La más leve fricción resultará devastadora. La única solución racional sería acabar con los aspectos que impiden atajar el problema de raíz y solucionarlo: dar a Israel lo que le pertenece (aunque haya muchas opiniones en contra que aseguran, falsamente, que esa tierra es de los palestinos: no es cierto) y eliminar a los fundamentalistas, defenestrarlos, instaurar regímenes democráticos en esos países sometidos a la teocracia más abyecta y absurda. Todo esto, naturalmente, es pasto abundante para un debate intenso, enconado y largo. No obstante, ateniéndonos a todos los datos de que disponemos (y contemplando que siempre habrá errores de aproximación, es inevitable, y de interpretación: la Historia nunca se ha contado correctamente) no, a día de hoy, otra opción y eso parece que sólo significa una cosa: la guerra eterna.

 Recuperar (otra vez) el blog con una intención indefinida. ¿Para qué recuperar un blog que nadie lee? O que, cuando menos, ya nadie leerá tras tanto tiempo de ausencia. Pues no hay una respuesta óptima ni correcta. Es recuperarlo por algo relacionado con la nostalgia... Tal vez. Veremos en qué termina todo esto... de nuevo.

17/02/2022

Tibiezas

 Ya empieza a caldear el sol y, aunque servidor es más de cielo encapotado, se agradece esa tibieza que va decapando las pieles aletargadas del invierno. A servidor, consciente de que esto no es más que un espejismo porque aún quedan envites de hielos, le gustaría que este amable bostezo primaveral se prolongase hasta los confines del mes y franqueara el paso sin transición a esa temperatura razonable por la que los cuerpos humanos abandonaron sus abrigos naturales de vello.

27/01/2022

A VER SI TODO VA A SER MENTIRA...

Confieso haber visto el programa (a tramos, nunca completo y del tirón: completa y del tirón sólo concibo la siesta) alguna que otra vez y, con franqueza, no le veo la gracia a esos dos seres que dicen ser humoristas. Que no se la veo: será que su sentido del humor va en sentido contrario o que de puro ingenioso y refinado a mí, pobre sombra sobre la haz de la Tierra, se me escapa. Tal vez estén ahí precisamente para eso, para demostrar su mediocridad en estado avanzado y que el jefe del tinglado, de la farsa, del cotarro, el que parte y reparte el bacalao, descolle. El jefe es el omnipresente y todopoderoso Mejide. El jefe es ese tipo al que -no alcanzo a comprender por qué- sus propios compañeros, mutilados de orgullo y dignidad, acomplejados, rinden exagerada pleitesía en formato súbdito. Mejide es un tipo inteligente, de eso no hay duda. Tampoco la hay de que es un cobista según marque alguien con un poco más de poder que él (porque es evidente que poder ha acaparado hasta extremos sorprendentes) y no la hay, tampoco, de que es un oportunista que ha sabido hacerse un hueco sin necesidad de dar muchos codazos en un Olimpo televisivo jalonado de auténticos inútiles quienes, insisto, le ven como a una deidad indiscutible: la diva a la que no se le puede cuestionar nada... y mucho menos criticar: la última palabra no puede ser otra que la suya. Mejide va de guay, de <<porqueyolovalgo>> y de tipo duro sin pelos en la lengua que no se calla ni debajo del agua. Pura pose. Sabe medir los tiempos y sabe vender -ya digo que sin duda es un tipo inteligente y que sabe mucho de lo suyo- su producto que no es otro que él mismo. Pero, el producto es, en realidad humo y el vendedor, en realidad, es un gárrulo, un charlatán de feria ofreciendo mantas jerezanas <<made in China>> que triunfa gracias a la masiva ignorancia que puebla nuestras praderas y en melancólica espera, con abnegada paciencia, le da alimento y abrigo fingiendo indiferencia... Parapapapampapam... Mejide, en fin, no es más que un simple impostor, un timador de la estampita que ha sabido -no se lo niego- asentar su propia marca. El mundo actual que nos hemos dado tiene estas cosas, ¡qué se le va a hacer! Aunque, a fuer de ser justo, he de decir que al menos algo interesante ha aportado al espectáculo de sordidez en que estamos sumidos: un campeón de ajedrez. El ajedrez, informo a los televidentes seguidores de y aficionados a Mejide (porque es evidente que no lo sabrán), es un juego en cuya exposición/descripción no me detendré. En conclusión, que sí, que en efecto, que lo suyo Todo es (una gran) mentira.
P.S: Espero que no lea esto y que si lo lee no le dé importancia. Sólo faltaría que con su inteligente filatería desbocada y sus soportes comunicativos dirigiera contra mí, humilde ignorante desconocido, sus dardos y me dejara en evidencia y hecho un risto.

13/01/2022

El ministro Garzón o su porquero

    Nunca ha sido fácil encontrar la verdad y el equilibrio, la ecuanimidad. Tampoco le resulta fácil al ser humano comprender correctamente el sentido de las frases; menos cuando hay mediando intereses que, además, le acicatan para interpretar mal intencionadamente con el fin de obtener un beneficio propio, particular. Mientras se dejan de lado otras cuestiones de relevancia notoria, la polémica se focaliza en las palabras de un ministro, Garzón, sobre la calidad de la carne española y las granjas donde se produce; no todas las granjas, pero, sino sólo aquéllas a las que se les ha impuesto el marchamo -no el sambenito- de <<macrogranjas>> y cuya definición vendría ser algo así como <<explotación intensiva de carácter industrial donde el ganado se hacina en condiciones insalubres y perjudiciales para el desarrollo adecuado de éste y, por ende, de los productos a obtener de él para el consumo humano>>. ¿Cuáles han sido las palabras del ministro de marras que tanto han ofendido a los ganaderos y tanta crítica han suscitado? Veamos… En primer lugar, acudamos en lo posible a la fuente original y originaria de todo este tinglado de antigua farsa. La entrevista la realiza Sam Jones, corresponsal en Madrid del periódico británico The Guardian, el pasado veintiséis de diciembre. En dicha entrevista [aquí el enlace: https://www.theguardian.com/world/2021/dec/26/spanish-should-eat-less-meat-to-limit-climate-crisis-says-minister] no aparece referencia alguna a que la carne española, en su totalidad, esté bajo sospecha. En un primer acercamiento a lo expuesto por el ministro nos encontramos que <<Garzón says Spaniards need not stop eating meat altogether but suggests they eat far less and ensure it’s good quality for the sake of their health and the environment. He contrasts cheap, mass-produced products with traditionally reared meat.>>, según el periodista a quien daremos carta de veracidad. Bien, ¿qué dice este texto? Pues, que no es preciso dejar de comer carne; o sea: que hay que seguir comiéndola y, además, que sea de buena calidad. ¿Dónde está lo escandaloso de su sugerencia? Cualquiera que se haya acercado a la carnicería habrá oído, seguro, más de una vez afirmar a algún cliente que <<la carne ya no es como la de antes>>. De hecho, cuando haya comprado sus filetes y esté metido de lleno en la faena de freírlos habrá observado lo mucho que <<saltan>>. Eso es lo que dice la frase del ministro: compre calidad (y la calidad, a lo que se ve, nada tiene qué ver con la marca España); son más caros, sí; pero, tendrá (casi) certeza de que son buenos. Esto enlazaría con una evidencia económica: la mayor rentabilidad de un producto conlleva, habitualmente, la merma sustancial de la calidad de éste. ¿Eso es mentira acaso? No: es una verdad casi axiomática. A continuación, el artículo (o entrevista) plasma: <<”Extensive farming is an environmentally sustainable means of cattle farming and one that has a lot of heft in parts of Spain such as Asturias, parts of Castilla y León, Andalucía and Extremadura,” he said.

“That is sustainable; what isn’t at all sustainable is these so-called mega-farms … They find a village in a depopulated bit of Spain and put in 4,000, or 5,000, or 10,000 head of cattle. They pollute the soil, they pollute the water and then they export this poor quality meat from these ill-treated animals.”>>... <<”La agricultura extensiva es una ganadería ambientalmente sostenible y que tiene mucho peso en partes de España como Asturias, partes de Castilla y León, Andalucía y Extremadura”.>>

Eso es sostenible; lo que es en absoluto insostenible son estas llamadas megagranjas… Encuentran un pueblo en una parte despoblada de España y ponen 4.000, o 5.000, o 10.000 cabezas de ganado. Contaminan el suelo, contaminan el agua y luego exportan esta carne de mala calidad de estos animales maltratados.>>

 ¿Afirma aquí que haya de eliminarse la ganadería o las explotaciones ganaderas? ¿Afirma que la carne española sea de mala calidad? No y no. Lo que dice es que hay que acabar con los sinvergüenzas que, por afán mercantil exacerbado y codicia nos venden carne pésima (él dice <<de menor calidad>>. Lo que afirma es que las granjas deben tener unos parámetros elementales de higiene y calidad. Lo que afirma es que hay que establecer márgenes razonables a todos los niveles. Lo que hace es poner en evidencia y sacar los colores a aquéllos que con sus malas prácticas ponen en riesgo la buena imagen de los productos españoles. Recuerdo haber visto no hace mucho varios programas de <<Equipo de investigación>> y de <<¿Te lo vas a comer?>> haciendo hincapié en ese asunto de la mala calidad de los productos alimenticios y de cómo nos dan gato por liebre (válgame el refrán). Vamos, que no es una novedad como no lo es que el consumidor se queje constantemente de la baja calidad de los productos que adquiere; pero, claro, como lo dice un ministro que <<no es de nuestra cuerda>>, pues hay que intentar vapulearle y, en la medida de lo posible, conjurar el riesgo de que cierre algunos centros de fraude alimentario continuado intentando desprestigiarle y echarle. Sencillo, ¿no? Con todo, y para no abundar más en la cuestión, la cosa tiene fáciles respuestas: Si tus explotaciones ganaderas cumplen con los segmentos de calidad correspondientes, ¿de qué te quejas si contra ti no va nada, si a ti no te afecta? Si crees que el ministro miente, ¿por qué no le desmientes enviando -con un acta notarial anexo estaría bien- fotos y vídeos de tu explotación? Siempre he sostenido que los españoles carecemos de educación sobre la política y de educación sobre el consumo (entre otras) y cuestiones así me lo confirman. Antes de hablar conviene, a veces, por curiosidad, por higiene mental, por simple honestidad, analizar desde las fuentes y si hay que dar la razón a quien aborrecemos, a quien no nos gusta, pues se le da: se llama dignidad. Además, la verdad es la verdad la diga Garzón o su porquero.


Fotografía: La Vanguardia.


07/01/2022

Antesvacunas por antivacunas

    Alguien debería inventar e impulsar la <<desvacunación>>. Me explico: el argumento más esgrimido por los <<antivacunas>> no es el de la libertad de elección sino el del peligro que se corre al inocularse un microorganismo -atenuado- para que el sistema inmune reaccione. Para ellos, eso constituye un atentado contra su naturaleza; una agresión a su esencia por parte de un agente extraño inyectado de forma artificial, sin seguir la pauta del contagio <<normal>>. No es cuestión de intentar hacerles entender que cuando el elemento de contagio les entra en el cuerpo es más fácil anularlo si ese cuerpo tiene ya memoria, destreza y recursos, para combatirlo que si tiene que hacerlo sin ninguna referencia previa, sin la lección aprendida. Pero, a lo que voy. Los <<antivacunas>> rehúsan la utilización de las vacunas (Perogrullo no lo habría expuesto mejor, lo sé); partiendo de esta premisa y del derecho que tienen a ser respetados yo les conminaría a rechazar también todas aquéllas que les pusieron de niños y gracias a las cuales hoy pueden quejarse de las vacunas. No sé cómo podría hacerse, cómo se les podría <<contaminar>> (de alguna manera en que la vacuna ya puesta les resultase inútil) con el sarampión, las paperas, la varicela, la poliomielitis o cualquiera otra enfermedad -con altos niveles de mortandad- que si no está completamente erradicada (del primer mundo), sí está controlada gracias a las vacunaciones extensivas; eso, simplemente, para que gozaran de la bendición que supone padecerlas. Luego, una vez enfermos, a esperar que madre Natura siguiera su curso y el Instituto Nacional de Estadística hiciera su trabajo.




06/01/2022

Cuento de Navidad

Yo lo recuerdo… Bandadas de chavales bajo un frío insolente que descarnaba el alma. Apenas un par de horas después de comer se lanzaban al exterior. Cundían por todas partes, agrupados en sus pelotones amistosos, y recorrían las calles intimidando la tarde, colmándola de grumos ruidosos de petardos, de carracas ensordecedoras, de bromas de incipiente procacidad a costa de las zambombas, de risas vacacionales, indisciplinadas y francas. Luego, con la taimada paciencia de un vendedor ambulante, iban puerta por puerta entonando la misma cantinela: <<o cantamos o bailamos o nos dan…>>.  Aún veo, desvaídos por esta nostalgia amarillenta, los rostros desencantados de aquellos mozos tras recibir -casi como una ofensa imperdonable- unas piezas de fruta; su complacencia resignada cuando eran dulces lo que caía en sus panderetas; la alegría mal disimulada cuando las que redoblaban entre las sonajas eran monedas.
Me asomo a la ventana. Un silencio áspero unta estas calles. De aquellos risueños enjambres, tan irritantes a veces como enternecedores y reconfortantes,  no queda ni un leve eco cordial que remonte el viento acerado de la tarde. Sólo en las ventanas de enfrente, como vestigios dispuestos para orearse, algunos carteles tímidos anuncian sin convicción <<Felices Fiestas>> o <<Feliz Navidad>>; guirnaldas y espumillones, residuos ofendidos y viejos de otras Navidades, se enredan sin pasión en la barandilla de un balcón; algún árbol empachado de adornos en un salón finge alegría. Un altavoz desparrama cascados villancicos añejos…
Hay un algo triste y desencajado en esta atmósfera sobrecargada de tiempo, en el cuerpo desvencijado que añora y anhela un timbrazo súbito que rompa la soledad por un instante.
Vuelvo sobre mis pasos dejando en el suelo el charco de un estremecimiento nostálgico. Me acerco a la puerta de entrada apartando con manotazos invisibles la densa, casi viscosa, melancolía; el sabor agridulce de los fantasmas del pasado, el dolor punzante de los espectros del presente.
En el recibidor todo está en orden. En el azafate de alpaca dispuesto sobre la consola, acaricio con mi pulso débil un manso montón de monedas que mañana, cuando despierte, seguramente, seguirá allí…


04/12/2021

 Algunos domingos, cuando la mayoría de los parroquianos habían culminado el aperitivo y se marchaban a sus casas, nos quedábamos unos cuantos amigos todos a comer en el Capicúa de Fivasa. En ese rescoldo agradable, con la cerveza aún de cuerpo presente y el cuerpo presente embrujado aún por la cerveza, se desplegaban los platos sobre la mesa grande del fondo y nos sentábamos a disfrutar del momento. Risas, anécdotas, chistes, recuerdos, canciones más o menos comunes salpicaban las largas sobremesas. Hubo un domingo, sin embrago, -ya me había olvidado de él- en el que cundió la prisa. Apenas se terminó de comer, Tere sacó la guitarra y apremió: había que componer ya una canción con la que participar, aquella misma tarde, en el festival de la canción misionera (o algo así) en la Milagrosa. Participaban en el evento desde la época de estudiantes y año tras año, más por costumbre que por devoción a esas alturas, seguían acudiendo. No sé si me convencieron sus argumentos o ver cómo su tradición podía verse, de repente, quebrantada. Alguien me puso una servilleta de papel a mano y un bolígrafo. Yo, a qué negarlo, si no doy en la diana con las palabras estando sobrio mucho menos estando, como entonces, con alguna jarra de más. Pero, escribí. El resultado fue, a mi juicio, un padrenuestro sin dios, la interpretación espontánea del sueño de un fraude. Mi juicio, sin duda, estaba nublado porque se presentaron con esa letra y cuatro acordes al paso y gozaron de premio. Luego, más tarde -es caprichoso el azar- volví a oírlo. Habían venido mis primos de Sevilla y les hice un gira turística por eso de que <<con la de veces que hemos venido y no hemos visto nada>>. Entrábamos a la Santa cuando oí a alguien -por lo visto ensayaba para una boda- cantar ese peculiar padrenuestro improvisado en una servilleta de papel un domingo por la tarde. No sé por qué cuento algo tan intrascendente; tal vez porque he asociado una abstracción a que dios debe amar a los borrachos porque, imagino, como los niños, siempre dicen la verdad o porque no pecan o algo así. Sí, ha sido algo de eso: dios ama a los borrachos. Yo hace ya mucho tiempo que no bebo...

02/12/2021

Antivacunistas

    No deja de ser paradójico -o contradictorio- exigir ciertos «derechos» en un país de derechos delimitados y de libertades imaginarias. Es sorprendente que se abra un debate sobre el derecho-obligación a/de vacunarse cuando todo está constreñido por cientos de leyes y nadie cacarea. ¿Por qué no se va a obligar por ley a vacunarse? ¿Qué derecho vulnera esa imposición que no se vulnere en otros derechos? Mi derecho a conducir está supeditado a un carnet, mi derecho a elegir la identidad que desee, mi derecho a cruzar una autopista, mi derecho a salir desnudo a la calle con el cuerpo untado de mantequilla y con lacasitos pegados a ella, mi derecho a poner música a todo volumen a las cuatro de la madrugada, mi derecho a portar armas, a pescar, a hacer fogatas en el bosque, a no enrolar a los hijos en el sistema académico, etc... Todos los derechos están supeditados a eso llamado «bien común». ¿A qué derecho de los cojones se refieren los antivacunas que luego rinden religiosamente cuentas a Hacienda, cumplen con el límite de velocidad u observan con estricta pulcritud y diligencia el horario laboral?

27/11/2021


 

23/11/2021


 

03/11/2021

Literatura replicada

 Tal vez sea verdad y que en cuestiones literarias lo importante, lo trascendental, no sea <<sobre qué>> se escribe sino <<cómo>> se escribe ése <<sobre qué>>. Claro que, si esto es así, ¿qué importa entonces no aportar nada siempre que todo se ciña y reduzca a construir frases perfectas?

Me apasionan las novelas de intriga. O me apasionaban; no sé ya muy bien. Gozo, es cierto, con una buena narración de los acontecimientos, con un desarrollo con el contraste de lo lento y lo vertiginoso, con un desenlace imprevisto y espectacular en el buen sentido de la palabra. Sin embargo, ya cansan. Últimamente todas y cada una de las novelas que editan son calcadas: el mismo asunto, idéntica trama, similar desenlace, diferente gestión de las palabras para evitar plagios innecesarios. Vale que algún ilustre de las letras patrias haga sus corta y pega de otros libros, los ensamble más o menos coherentemente y luego desfigure los textos elaborando los propios de forma magistral; vale que cambiando un paisaje se cambie el contexto aunque permanezca la esencia de su origen; vale que el primer impacto, el inicial, sea contundente para atrapar la atención del lector. Pero, ya cansan. Ya cansan todos esos que con tanto desparpajo fluyen ahora por ahí dándoselas de detectives y saltan a la palestra por su bagaje periodístico, por su renombre y fama, por su proyección medio mediática. Y cansa, aburre, sobre todo que su falta de imaginación y criterio les haga pecar más de patéticos que de astutos. Cansa, y mucho, a mí, que desde hace un tiempo casi toda la producción de novela de intriga no sea más que un concurso de imitadores que no llegan a la talla de Eco, por ejemplo, por mucho que traten de remedarlo o enmendarlo. Cansa, sobre todo, que uno tras otro todos empiecen de la misma manera: con un cadáver muerto en extrañas circunstancias y, en su derredor, un puñado de miradas obscenas de las que descolla la del ejemplar sabueso (o sabuesa) que tras una accidentada peripecia resolverá el misterio. <<Nihil novi sub sole>>, decían aquéllos, y va a ser cierto porque va a ser verdad que todo está ya escrito y que no hay que buscar la originalidad, una originalidad que puede que no exista y eso reduce y complica las cosas de las musas, sus inspiraciones y sus expiraciones, inyecciones y deyecciones de la invención inclusas. No creáis todo lo que os recomiendan los críticos, las revistas especializadas o vuestro vecino del quinto be. Aunque yo, a qué fingir, seguiré bajo el pernicioso hechizo del misterio aunque en la tercera página ya se vislumbre quién es el asesino: el mayordomo.

Músicos callejeros

 Todas las calles deberían tener músicos y todos los músicos deberían tener calles. Aplicamos, con demasiada frecuencia, el concepto <<música callejera>> con énfasis peyorativo. A mí me parece que esos <<músicos callejeros>> ennoblecen, dotan de virtud, las calles. Siempre habrá quien al verlos en las calles los tache de holgazanes, de zánganos improductivos que <<más vale que se pusiesen a trabajar>>. Bueno, están en su derecho de decirlo porque todo el mundo, por el hecho de ser mundo, tiene derecho también a ser imbécil. No sé cuántos serían capaces de salir, de exponerse, así para <<ganarse el pan>>. Yo no imagino a un oficinista ofreciéndose a rellenar formularios e impresos de nuestra engorrosa administración. Yo no imagino a un docente pregonando sus clases de Filosofía. Yo no imagino a un sastre tomando medidas, cortando piezas de tela, haciendo patrones, cosiendo prendas, en la calle. El músico callejero hace de la calle un lugar menos hostil, menos impersonal, más ameno y disfrutable. La música amansa a las fieras; eso lo saben algunas fieras y por eso no quieren música en la calle, porque no quieren dejar de ser fieras. Cuando un músico forma parte del paisaje se crea entre quienes se paran a escucharle unos segundos una especie de vínculo, de comunión trascendente, de complicidad. Yo lo veo así. No me parece mal que haya músicos callejeros. No me parece mal que haya música en la calle. De hecho, ya puesto a ser egoísta, me evitaría -si alguien se pusiera a tocar frente a mi casa o bajo ella- el tener que oír el arrastre permanente, constante e interminable, de sillas de los cretinos de arriba, los gemidos lastimeros de su puto perro cuando tiene ganas de orinar y tardan siglos en sacarle o al cazurro y gárrulo que, en vez de llamar a Ramón usando el portero automático, se pone a dar gritos desaforados como si estuviese practicando para ser manifestante o fanático de algo.

27/10/2021

Mediocracia

 Vuelve a la palestra la cuestión de la «meritocracia». Así, a portagayola, se me antojan dos cosas. La primera es que el concepto no es novedad: en Grecia lo denominaron «aristocracia»; la segunda es que la burócrata que escribe con dos dedos y busca la letra eme en el teclado está ahí por «mérito»: aprobó su oposición quedando por delante de la mayoría.

El asunto de la «meritocracia» siempre me ha estremecido un poco. No sé muy bien a qué se refiere, en concreto, esa idea. Ahora se está asociando a la «movilidad social» como si entre ambas hubiese un umbilical perfecto e indiscutible. A mí me parece que no tienen relación entrañada entre ellas: la movilidad social está determinada por la renta; la meritocracia, no.
No es sólo eso. ¿Quién establece y sobre qué criterios los baremos para establecer los méritos? ¿En qué condiciones? Por preguntar y por ejemplos: hay muchas confluyentes preguntas más. En una sociedad «social» (digiérase mi redundancia) la tendencia, precisamente, es a eliminar jerarquías, a igualar en dignidad y a «premiar» con base a la utilidad (un basurero cobraría más que un bancario o un médico más que un ejecutivo -CEO, creo que estúpidamente se le llama ahora-). Alguien enristrará como argumento «el trabajo» y «el esfuerzo» como si con eso decantara con contundencia inapelable el debate y lo zanjase. Pues, bien: ninguno de los dos cumplen con la esencia de la «meritocracia» como no tienen mucha trascendencia en la sociedad actual a tenor de las pruebas. Se puede debatir, claro; no obstante, será un debate infructuoso porque la «meritocracia» nueva no cambia en nada, no modifica en nada, la antigua y enraizada «aristocracia».

25/10/2021

 Cada uno tiende -como es natural- a visibilizar lo suyo o lo de alguien prójimo. A los demás nos queda ver todas esas visibilizaciones en su conjunto o seleccionar aquéllas que nos resultan más afines. Esta madrugada, mientras el insomnio, he dado con un dato que me parece no estar suficientemente presente en nuestra sociedad. La mayor mortalidad en España se produce por el suicidio y va, por desgracia, incrementándose. El año pasado se suicidaron 3145 personas: una cada dos horas, más o menos; de ellas, 2456 eran varones. El INE no especifica (o no me ha cargado la página en cuestión) las causas pormenorizadas; sin embargo, abundando en la información y buscando -ya puesto- otras fuentes me encuentro con algo espeluznante y que parece querer ser soslayado: entre los varones, un elevado porcentaje -el mayor, según varios- se da entre aquéllos que figuran en su estado social como <<separados>> o <<divorciados>>. Dándolo por bueno, aunque con las reservas lógicas, surgen unas cuantas preguntas y con ellas una inclinación al enfrentamiento hacia otras ideas por lo que parece, sin duda, un triste agravio comparativo. No voy a desplegar un meticuloso razonamiento ni ningún argumento combativo. Pero, me parece -acaso por la probabilidad estadística de que le pase a alguien cercano o a nosotros mismos- que sería bueno pensar sobre ese asunto, darle visibilidad y soluciones: prestarle un poco de atención aunque conmueva otros intereses. Decir poco más salvo terminar esta entrada con un punto y coma.

23/10/2021


 

22/10/2021

Euforismos y sentencias

 A veces pienso que sin cerebro seríamos más inteligentes.

Que nadie se ofenda, eh.

Dios mediante...

 Había un cielo turbio, de niebla en fuga. Los niños, con sus uniformes de una pulcritud exasperante, avanzan junto a su padre arrastrando las mochilas escolares soportadas en una cómoda armadura con ruedas. El padre es joven. No tiene acento vernáculo: <<Y, vamos, chicos, no se retrasen, gracias por la salús que nos das…>>. La frase rezandera se me clava como un rehilete envenenado. Ya sé, sí, eso de <<mientras haya salud…>> y otras resignaciones del estilo. Y pienso que de poco o nada sirve la salud sin otras periferias confortables. Sin salud, dicen, no se disfrutan las cosas y de poco sirven estas sin aquélla. Pero, mis trece son contumaces: de poco sirve la salud si estás sumido en la miseria, si cada día es un rosario de sobresaltos, de esfuerzos inútiles, de castigos jalonados de trazas amargas e inconfesables. Sin salud no se disfrutan las demás cosas, vale; sin embargo, sin las otras cosas, el dinero por ejemplo, no se disfruta la vida. Eso sin contar que con el dinero, por ejemplo, puede comprarse -por lo común- una buena salud…

09/10/2021

Nunca más

 <<La mejor forma de evitar la tentación es caer en ella”.

Owen Wilde.
El sexo y la sexualidad han sido y son, todavía hoy, un tabú en muchas sociedades empachadas de moralinas y de ese engrudo residual de conceptos enfermizos y puritanos. El tratamiento de estos asuntos, su mera exposición desde el punto de vista científico genera pudores enquistados; si lo presentamos con aspecto literario, entonces el drama adquiere ya tintes épicos y escandalosos. Todo eso no es más que un resorte útil a la hipocresía imperante; una hipocresía que se manifiesta, sobre todo, en el terrible contraste de lo que las apariencias guardan y la realidad estadística -en la que el consumo de pornografía genera el mayor volumen de negocio conocido muy por encima y delante del armamentístico, o el farmacéutico o cualesquiera otros de cualquier mercado- desmiente.
Aún así, se generan obras y se establecen concursos y premios en donde las obras de este caletre pasan tímidamente advertidas, miradas con sospecha y de soslayo, reconocidas disimuladamente. Tal vez por eso, el valor de la literatura en este formato cobra más importancia: porque es, de alguna manera, proscrita; porque es, de alguna manera, marginada y atribuida -falseando la verdad- a seres depravados, enfermos, transgresores, malvados, groseros.
Asociamos la literatura erótica a lo burdo, a lo infame. Pensamos que lo erótico carece, por definición, de rigor y de calidad trascendente. Tanto es así que incluso cuando surge un movimiento de escritores ayunos de los complejos morales impuestos y relatan con naturalidad, y crudeza, una cotidianeidad humana presente en todas nuestras actividades, alguien lo clasifica como “realismo sucio”, por poner un ejemplo. Ese <<sucio>> es muy descriptivo del concepto que tenemos de lo <<explícito>>. Así, concedemos por una inexplicable y absurda inercia que lo sexualizado es abominable y que, por ende, no puede tener el nivel de otras obras. Nada más lejos de la realidad. La historia de las letras ha dado grandes novelas cargadas de erotismo.
Romper los moldes sociales cuesta. Romper los mentales propios, casi imposible. No obstante, se va ganando terreno. Siempre habrá <<disidentes>> dispuestos a traspasar esa línea trazada por mentalidades retrógradas, manipuladoras y castrantes. Si quien rebasa esa línea es, además, mujer el mérito crece exponencialmente. <<Nunca más>>, de mi amiga -a qué no decirlo- Emecé Condado, es un libro de relatos ágiles, elaborados a través de una prosa fluida, casi espontánea, y desinhibida que merece el beneficio de la lectura. Textos bien resueltos que capturan la atención, y la imaginación. Atmósferas sugerentes que asperjan imágenes en la materia gris convirtiéndonos en testigos presenciales. Para gustos, colores; por supuesto. Pero, para saber si algo nos parece bueno o no, si nos gusta o no, antes hay que probarlo: no valen ni sirven la opinión o el gusto de otros. La curiosidad en literatura es una gran cualidad.