16/05/2011

Nos comeremos las papeletas

Inmoral. Eso es lo más suave que se me antoja.
Abro el buzón postal y está pletórico de sobres rellenos, como hinchados pavos navideños, de papeletas electorales. Como estímulo para quien sólo recibe avisos del banco y otras fuentes estafadoras estaría bien (por eso del cambio y la novedad) si no fuera porque con la que tenemos encima la platita que se han gastado, y cuya factura nos repica luego a nosotros propios, bien la podían haber invertido en algo más productivo y solidario.



El envío a domicilio de las papeletas me parece un acto abominable y absurdo. Un gasto superfluo que mal está en la bonanza y que está mucho peor cuando hay familias sin ingresos, sin más opciones que el hambre y la búsqueda derramada en los cubos de la basura. Que estén imponiendo mermas y anulando ayudas mientras dilapidan (porque lo dicen ellos y sin contar con nadie) un dinero de todos es repugnante y perverso. Que pidan austeridad mientras (ellos comen con cinco tenedores y duermen bajo cinco estrellas con nuestros fondos) derrochan a espuertas un dinero que podría alimentar familias, pagar hipotecas o evitar cortes de suministros, es abyecto: eso si es abyecto, señor Pérez; eso sí es el colmo de la vileza.
No sé cómo quedará una ensalada de papeletas electorales en el bol. La supongo amarga. Sin embargo, a quien no tenga otra cosa más a boca, se la recomiendo siquiera para engañar las hambres.
Nuestros políticos han sobrepasado con mucho la línea que protegía nuestra dignidad. Han sobrepasado muy de largo la franja de la honradez porque se saben invulnerables, intocables en el olimpo del que nos negamos a expulsarlos empujándolos al vacío eterno. Su descaro, su impertinencia, su desvergüenza, han disuelto cualquier atisbo de honestidad en ellos y nuestra estupidez y cobardía, hacen el resto. Dejémonos engañar una y otra vez, excúsemonos y excusémosles y en estas elecciones nos comeremos las papeletas; en las próximas, ya veremos... La hierba de los parques. Y entre tanto, que gasten, que gasten.

Eppur si muove

No me sorprende que los dos grandes partidos, tan pagados de sí mismos, hayan dejado pasar la oportunidad de ganar para sus causas a toda la muchedumbre indignada y disconforme que ayer tomó las calles españolas. No me sorprende porque ni han calibrado bien el impacto del movimiento social ni han asumido, en su perversa arrogancia autoritaria, que fuera de sus universos decadentes pudiera haber vida política. Pues, la hay.
Muchos fuimos los que, a través de la red, plantamos semillas que han empezado a germinar. Como yo, creo que la mayoría lo hicimos convencidos de que servíamos en bandeja una utopía y nos reconciliamos con la idea de que, al menos, nuestra reacción indignada quedaría como un lícito desahogo venial más que como un reclamo a la masiva impugnación y reprobación de "nuestros" políticos. Nos equivocamos. La idea germinó y cobró vigor en lo que parecía un erial, un campo yermo avezado al estatismo.
Ayer la ciudadanía salió a las calles. Gentes de todos los caletres y condiciones unidas por un lema trascendente a sus ideologías, aliadas en una causa común.



Alguien debería haber tomado nota de lo que se les viene encima. Porque no son sólo las personas que ayer exigieron la restitución de las parcelas democráticas expropiadas por nuestros políticos, banqueros, sindicalistas, etc... No sólo son las personas que ayer, dando un paso heroico al frente, dejaron el eco de un clamor ensordecedor pidiendo la restauración de derechos, de la ética más elemental, el derribo de una estructura corrompida, desleal y abusiva. Son, también, los millares de conciudadanos que no estuvieron presentes pero que, llegado el momento, actuarán en consonancia y consecuencia con éste -relativamente- pequeño "Solidaridad".
El caudal indignado ha roto los primeros diques de contención, las primeras defensas y reticencias. Poco a poco, pero consolidado, avanzará hasta esos muros que los políticos y los "poderosos" creen inexpugnables y también los delendará.
Tengo esa esperanza; la de que haya empezado algo imparable capaz de enfrentarse a los poderes establecidos y capaz de modificar las estructuras. Capaz de conquistar para los ciudadanos mecanismos de defensa contra las aberraciones y vejaciones de que somos diana. Y tengo la esperanza de que, en su desconcierto, los dirigentes políticos, los usureros, los jueces y fiscales, los intermediarios, los constructores y hasta los curas simoníacos si hace falta, se den cuenta de que el mal no está sino que el mal son ellos, el "ellos" de carne y hueso que ha sido desenmascarado definitivamente, que lo sabemos y que vamos a empujarlos sin piedad, que vamos a galopar hasta enterrarlos, para siempre, en el mar.

15/05/2011

El voto inútil

ay que pensárselo, sí. Como también hay momentos en los que prima tomar una decisión.
Rara vez en un país "democrático" es la mayoría ciudadana real la que toma las urnas. Casi siempre, lo que prevalece es el absentismo electoral, el desentendimiento por indolencia, por desencanto, por inconformismo o por indecisión.
Inhibirse de la decisión es un derecho, no cabe duda. Pero, también es una opción inútil cuyo resultado (lejos de ser estéril o aséptico) puede ser más perjudicial que beneficioso y, desde luego, en ningún caso neutral.
No involucrarse en la elección de quienes han de "representarnos" puede comprenderse como un acto de fe o incluso de rebeldía. Si embargo, y como excusa meritoria, tiene también sus límites. En condiciones "normales" -cuando los políticos son honestos y buenos gestores en general; cuando la nación progresa adecuadamente; etc...- incluso sería comprensible porque no afectaría al curso razonable de las cosas.
La situación que atravesamos en la actualidad es otra, es "anormal" y muy crítica. Una situación que impone un cambio radical en las estructuras política, económica, judicial, laboral, cultural y social que sólo puede conseguirse con la participación activa y masiva de todos. No hacerlo, no implicarse, parapetarse cobardemente tras cualquier razonamiento, es traicionar a todos cuantos alientan e impulsan su desigual lucha contra el sistema establecido, aberrante, corrupto y cruel, que quienes lo dominan (unos farsantes e indecentes) en la actualidad fomentan y quieren perpetuar. Sí, serán cómplices como lo son todos aquellos que sostienen al hato de ladrones que, de una u otra forma, nos gobierna.
Y, ¿cuál es la alternativa?
Pues, cada uno, tiene que encontrar su clave. Lo que a mi me vale es sencillo.
Votar a los dos grandes partidos es prorrogar indefinidamente un estado de incomprensibles privilegios para todos aquellos que nos someten, nos devalúan y nos postergan.
Mi solución, por tanto, es votar a partidos que estén fuera de ése ámbito irrespirable por hediondo. ¿Y por qué? Porque lo importante es apearlos del poder, discriminarlos, y colocar a otros que llegarán con la certeza de que la "bestia" soberana ha despertado y ha recuperado su poder legítimo; llegarán con la certeza de que sus "escaños" son inestables y quedan a merced de los administrados quienes en cualquier momento pueden, ejerciendo sus recuperadas facultades, deponerlos y exigir una responsabilidad que ahora brilla por ausente.
El "todos son iguales" que unos usan para escaquearse y otros para escudarse en la decisión de renovar su "confianza" a los suyos de siempre apoyándose en una falsa ideología inexistente es fácilmente desmontable.
Primero porque no es cierto. Segundo porque, ¿cómo lo saben? ¿Quién se lo ha dicho? Y tercero porque sí no se vota por esa "razón", más motivo para buscar una solución en la que no estén presentes quienes provocan la desconfianza; si se vota a los mismos, entonces se está admitiendo que conscientemente la pretensión es mantener a unas castas concretas. Eso indica que quien lo hace carece del más elemental atributo ético y moral; luego, es un sinvergüenza como aquellos que espera le representen.
Hay que tomar una decisión. La decisión, desde mi perspectiva, acertada es votar y hacerlo a aquellos que ahora tienen escasa o nula representación. Si acceden al poder y hacen bien la tarea que les hemos encomendado por delegación, habrá que premiarlos. Si acceden al poder y no hacen nada por cambiar la situación o se conchaban entre ellos para obtener prerrogativas personales o partidistas y no el beneficio común, entonces, en los siguientes comicios habrá que defenestrarlos; y así una y otra vez hasta que los ciudadanos consigamos no sólo una verdadera democracia, sino recaudar el estatus que nos corresponde: somos los jefes... Y no al revés.
Yo ya he tomado esa decisión. Me decanto por UPyD. No obstante, si alguno de los muchos miserables mamporreros de los dos "grandes" partidos quiere entablar debate... Heme aquí.


Esta vida miserable...

Visitar esta vida, la que a mi me ha tocado en suerte, no ha sido (ni es) agradable. Haciendo un somero balance, lo más destacable es que en su mayor parte -de la parte vivida, evidentemente- es que el tiempo se ha consumido en remordimientos, desencantos y desconciertos, y en una absurda y devoradora desorientación. Los alicientes y la ilusión no han sido sino espejismos volanderos, torpes estímulos de la confusión.
Sí, porque, ¿cuál es el sentido de todo esto? No es lo peor el estar confinados en una pequeña bola de polvo cósmico irrelevante en una inmensidad abrumadora. No. Lo peor, de momento (porque todo puede siempre empeorar) es que hemos aprendido mucho sin avanzar nada. O, quizá, al revés: hemos avanzado mucho sin aprender nada.

14/05/2011

El experimento

l argumento es sencillo. Un científico (o un grupo, da igual) decide hacer un experimento. Coge cuatro monos -no tres ni doce, aunque puede ser una cantidad aleatoria, asignada al azar. Los confina en una amplia habitación de la que no pueden salir aunque pueden disfrutar de una amplia gama de distracciones con las que sentirse "realizados" y moderadamente satisfechos de su existencia trivial. El científico deja a uno a su "libre albedrío", abandonado a su instinto. A los otros los estimula intelectualmente pero no con la misma intensidad ni dedicación hasta que cada uno de ellos consigue "pensar" por sí mismo y procurarse la forma de seguir progresando. Uno de ellos lo hace y avanza mientras los otros entran en una fase de conformismo que les permite llevar una vida tranquila. El mono ignorante busca constantemente comida y duerme. Los "normales" se organizan y realizan las tareas que se han impuesto a sí mismos no sin cuchichear en los rincones y quejarse amargamente de cuánto más felices serían si alguien les abriera las puertas de aquel claustro y de cuán tirano es el científico contra quien no quieren rebelarse pese a que le culpan -con razón- de su confinamiento. El más "evolucionado" recuerda que ya buscó la complicidad de la sociedad simiesca para huir de allí y que todo fue en vano y piensa; sin embargo, cuanto más piensa, más comprende que nunca podrá salir de ahí, que nada va a cambiar, y se va hundiendo en una razonable y lógica angustia para la que inventa un nombre: desencanto. Cada vez más triste, opta -ya muy cansado- por abandonarse, por fijar la mirada turbia de la locura en un punto lejano y fijo del horizonte imposible y espera a ver pasar su propio cadáver...
Cuando me apetezca doy un repaso; no para mejorarlo porque un mediocre no puede mejorar nada. Pero, a lo mejor, puedo corregir algo.

12/05/2011

La casualidad

Aquellos que se dejen llevar por la superstición verán en el acontecimiento un hecho revelador y significativo. Quizá lo sea. Sobre todo si atiendo a cómo se ha desvelado el asunto.
Esta mañana estaba "ajustando" un par de cosas en el ordenador de la Galería Artes cuando, por alguna extraña e inexplicable razón y para verificar algunos cabos que parecían sueltos, he decidido probar una entrada a mi blog. Hasta ahí, evidentemente, no hay nada extraño. Y hubiera seguido siendo normal si no fuera porque al no admitirme los datos de entrada, no me ha quedado más remedio que deducir (erróneamente) que dichos datos no eran los correctos. Así pues, he cambiado la dirección de correo de acceso y he escrito la contraseña.
Mi sorpresa ha sido mayúscula al ver cómo, de repente, entraba en un blog -también mío- que inicié hace más de cuatro años y del que yo me había olvidado por completo.
Tiene cuatro entradas. La última corresponde, nada más y nada menos, que al 24 de Mayo de 2.007.
Son notas lacónicas, sin relevancia ni trascendencia. Sin embargo, de repente, he sentido una mezcla de pudor, remordimiento y ternura hacia ese blog olvidado, algo marchito ya, pero vivo.
Como, en el fondo, soy un sentimental, he decidido mantenerle. Alimentarle de cuando en cuando con alguna palabra... E incluirle, como reliquia, como vestigio respetable, en éste.

11/05/2011

Mi pequeño homenaje

Podría intentar unas palabras, evocar algún recuerdo, contar alguna de las anécdotas que presencié y disfruté. Sin embargo, creo que el mejor homenaje que puedo hacer a la abuela Elisa es dejar aquí, en mi mediocre blog, la letra de uno de sus nietos.


Cien años de la abuela Elisa (I)

No sólo va sumando años a la vida, sino que tiene particular empeño (perdonen la frase manida pero cierta) en sumar vida a los años.

Cuando crees que ya la conoces bien, inevitablemente te acaba sorprendiendo. Lo asombroso no es la fecha de nacimiento que pone en su D.N.I. (17 de abril de 1911) sino otras muchas cosas: su desenvoltura y resolución ante las situaciones, su particular forma de cuidarse, su conexión con el mundo que la rodea, su afán por informarse de lo que pasa en la sociedad, sus ganas de seguir aprendiendo todos los días, su disposición a adaptarse a los cambios, sus conversaciones, su sabiduría sencilla, sus sentidos (incluido el sexto) siempre atentos a cómo le va a la gente que quiere, su capacidad de disfrutar de las cosas que de verdad le importan en la vida…

Tú no le has contado un problema para no preocuparla y, el día menos pensado, te suelta una frase cómplice y lapidaria. No sólo se ha percatado de todo, a la chita callando, sino que además, como el que no quiere la cosa, te deja caer su diagnóstico y su consejo, tantas veces certero.

Cuando sus hijas estaban todavía intentando enterarse, ella (con noventa años entonces) ya había aprendido a administrar su pensión y comprar en euros, o a ir a recargar la tarjeta de su teléfono (“anda, claro que tengo móvil, de los primeros que salieron”, presume aún hoy).

Hasta no hace muchos años, iba a comprar, hacía gestiones en el banco… Con cien años vive sola en un piso, aunque al lado del de una de sus hijas. Sigue cocinando y, si te pasas a verla, como poco te prepara un café pero, si es la hora, te quedas a comer o a cenar, que ella ya improvisa en un momentito. Escucha la radio (“me gusta más que la televisión, que siempre está con las mismas tontunas” dice, refiriéndose a los programas del corazón, aunque las telenovelas sí le gusta seguirlas). Le dijeron alguna vez que era “la mujer más rica del mundo” porque ha gozado toda su vida de buena salud: asegura que no sabe lo que es un dolor de cabeza. Hace unos años tuvo rotura de cadera, pero le colocaron prótesis y hala, a seguir caminando, con zapatos altos si es preciso. No se descuida físicamente. Pasea por la calle a diario, salvo que el suelo esté helado (el frío le da igual, es abulense). Y no se descuida mentalmente. Le gusta mantenerse activa y estar al día, disfruta de la lectura y de la conversación. Pero sin malos rollos, eso sí: no aguanta que le dé el tostón la gente negativa que siempre se está quejando de todo. Es animosa: sabe afrontar las penas que trae la vida y sabe paladear las alegrías.

Que tu abuela cumpla 100 años y seguir disfrutando de ella es un privilegio. Pero tener una abuela como Elisa, con independencia de su edad, es en sí mismo un privilegio.

 Carlos Javier Galán.

Cada dolor

Sostengo que, así como el dolor individual siempre es el mayor dolor posible -por tanto incomparable y respetable-, un solo segundo puede contener todo el dolor del universo, el dolor más intenso e insoportable.
Por lo mismo opino que el sufrimiento es independiente de su causa ya que el mismo origen no tiene por que manifestar idéntico grado de tormento en personas diferentes.
La pérdida de un hijo, de un amor, de un trabajo, de un objeto valioso, por ejemplo, no se sufre ni se soporta de igual modo por cada ser. Unos lo llevarán con estoicismo y resignación; otros, en cambio, se sumergerán en la amargura más devastadora y optarán por una solución radical y definitiva; estos aplicarán todo el cinismo posible, y aquellos lo tomarán como algo sin importancia.
El hecho será el mismo; la reacción, no.
Desde afuera es muy fácil criticar el comportamiento de los demás, reducirlo a nuestra visión parcial y sesgada desde la que determinamos una ausencia de valor, de inteligencia, de resistencia, etcétera, sin ponernos en su piel, en la tortura que los otros están padeciendo.
Como mucho, a veces y estúpidamente, colamos aquello de "pues, no es para tanto: a mi me pasó algo similar y mírame, salí adelante" cayendo, de nuevo, en el error de base: no es un dolor análogo.
Lo absurdo de toda esta extraña urdimbre vital es que la mayor parte de los dolores serían evitables. Sí. Bastaría con que los humanos nos condujéramos con unos mínimos de ética, de sentido común, de generosidad y altruísmo, de comprensión elemental. Pero, nos puede el egoísmo, nuestra búsqueda permanente de una felicidad capciosa que nunca, por mucho que nos empeñemos, será plena si no es compartida. Compartida porque, lo queramos o no, necesitamos que otro ser la confirme, nos corrobore como seres dichosos y difunda esa utopía.
Sé que es discutible. Que hay quienes piensan que la vida no es más que ensayo y error y que sin esos impulsos que facultan conflictos, la vida perdería esencia y sentido cayendo en la monotonía y el absurdo. Esto, en sí mismo, es una contradicción porque sí la felicidad precisa ausencia absoluta de problemas, ¿por qué todos, incluso quienes la denostan, la buscamos tan fervorosamente?
Hoy dos amigos míos, a causa de un dolor infligido de una forma "irregular" (no sé si consciente o inconscientemente), han roto definitivamente su vínculo. No sé cuál de los dos tiene razón, puede que los dos; acaso ninguno. Sólo sé que el perjudicado, tiene dolor y ése dolor es legítimo en la medida en que sufre y más allá de que su visión del problema sea certera o esté distorsionada: eso no importa.
Ya no hay solución y todo viene por esa costumbre humana de no ponernos en la situación del prójimo o por tratar de analizarla trayéndola previamente a nuestro terreno en donde siempre somos los reyes y siempre, claro, tenemos razón.
Es lamentable (es mi conclusión) el afán de los hombres por lastimarse unos a otros. Nos llamamos, en falso, sociedad y alardeamos de los logros, de lo que conseguimos siendo colectividad. Nada más lejos de la realidad: buscamos a los otros para conseguir nuestras metas, para cumplir nuestros anhelos ruines y mezquinos: nos pisoteamos en cuanto surge la más leve oportunidad. Y alguien lo paga, o muchos álguienes. No nos importa. Nuestro egocentrismo pesa más, nuestra ambición es más poderosa, nuestra ficticia felicidad resulta más importante.
Eso por no hablar de que vivimos sumidos en la cultura del dolor: "el dolor es positivo" que dijo Schopenhauer para luego quedarse tan pancho. O esos médicos, muchos aún, demasiados, que en vez de paliar los humanos padecimientos, como a ellos no les duele, te descerrajan ese "esto no duele" o "te quejas de vicio".
Erradicar el dolor, todos los dolores, debería ser un objetivo común y apremiante. Y estaría bien empezar por no provocar algunos tan arbitraria como insensiblemente.
Hoy me he dado cuenta de que lo peor de tener amigos es que puedes perderlos... Pero, la vida (mediocre, miserable, patética) sigue y el que venga detrás, que arree; y al que le pique...

06/05/2011

A sangre fría

as bocas llenas. De indignación, de palabras hueras, de conceptos horros. Con la sentencia de anoche del Tribunal Constitucional -un Tribunal que nadie sabe qué es ni para qué sirve exactamente- permitiendo a Bildu comparecer a las elecciones, vuelven otra vez los ayes y lamentos a una orilla y las sonrisas, el cinismo oprobioso y la restitución de la confianza en las "instituciones democráticas" a la otra.
De súbito, ha triunfado la democracia y de repente también el Estado de Derecho, debilitado ya de por sí, ha sufrido un revés definitivo del que ya nunca podrá recuperarse.
Es la misma cantinela de siempre. Una melopea monótona y crispante que empacha. Es el desacuerdo más feroz procedente no de la discrepancia sino de alentar una estructura que nadie ha querido modificar. Entonces, ¿a qué tanta lamentación?
Las evidencias son pertinaces. Otra cosa es que o bien no interese verlas o bien quieran taparse. Ahí, sin embargo, están. Como la Puerta de Alcalá.
Negar (o solapar) el vínculo incestuoso que mantienen los tres poderes -ejecutivo, legislativo y judicial- es una tarea imposible por mucho que se disfrace con argumentos falaces o sofismas tendentes a argumentar lo contrario indefendible. La certeza verificable es tan arrolladora que sólo un esforzado ejercicio de aislamiento absoluto podría, en el caso extremo, permitir que alguien la ignorara. Los tres poderes son más que amiguitos, comparten corruptelas y disfrutan de un desorden ético absoluto. Bien distinto es que esa condición abominable, adquirida por costumbres repugnantes y no por esencia, nos la quieran colar como pureza institucional y, entre col y col, embaucarnos.
El mismo hecho (y su resultado) que para unos dimana del respeto y del triunfo del sistema; para otros procede poco menos que del Averno. Algo falla; algo no va bien. Lo saben; pero, lo mantienen porque en su sostenimiento quedan protegidos sus privilegios: es la perpetuación de su especie.
Con aquello del "respeto a las decisiones", se remata la faena. Es difícilmente masticable, cuanto más digerible. La resolución de un hombre, aunque sea juez, no implica que sea coherente ni justa. Más aún: la resolución de un juez no es otra cosa que una opinión elevada a rango de indiscutible e intocable, de axioma. La pregunta es, ¿porque lo dice quién? ¿La sociedad? No. A la sociedad siempre le han venido las cosas (las buenas y las malas) impuestas por sus gestores, por sus censores y por sus cuestores... Lo que no la exonera de responsabilidad, empero.
Que una decisión judicial se imponga no significa que, en su resignado acatamiento, no se pueda discutir. ¡Cuántos errores judiciales se registran a diario en España! Véanse las estadísticas y que el estremecimiento consuele. Mucho más si tales resoluciones derivan de promiscua concomitancia "inter pares", como es el caso de la relación conchabada de políticos y jueces, consagrada a sus propios intereses y bendecida por el mutismo social. Pero, se llama al acatamiento. ¿Por que? ¿Por qué se han de acatar imposiciones injustas, escoradas, manipuladas, interesadas, lo que sea, sobre todo cuando lo son manifiestamente? Probablemente porque si se optara por un acto de rebeldía general, no quedaría títere con cabeza. Y nuestros títeres aprecian mucho sus testas y sus poltronas. Aunque pueden estar tranquilos porque en ese aspecto, la sociedad es extraordinariamente dócil. No corren peligro.
Por esta vecindad pulula, además, algo que me llama poderosamente la atención. Nuestros políticos (un buen número de ellos) cada opinión que experesan la justifican o la rematan con un sospechoso "nosotros los demócratas". Lo esputan con una desvergüenza escalofriante. Sólo quien se atribuye constantemente una condición o una cualidad, carece de ellas. Es el "dime de qué presumes..."; es el alarde heroico del cobarde; la ostentación del pobre; la falsa modestia del rico o la campechanía (casi siempre, como todo lo anterior, excesivo y ridículo) del aristócrata... Por eso recelo cuando alguien se refugia en tan débil parapeto. De inmediato intuyo que se auxilia para evitar que otro alguien le remueva un complejo siguiendo la pauta y costumbre de nuestro país. Aquí ya se sabe que "consenso es que los demás se sometan a mi opinión" y que todo ser discrepante es un "fascista". Estar siempre a la greña, de gresca, forma parte de nuestra naturaleza, de nuestro compendio y mezcolanza de orígenes, al parecer, irreconciliables. Si es difícil la convivencia, cuánto más no lo será la concordia.
Ahora, lo que viene, es un enzarzamiento irracional para captar votos. Como falárica el tú y el y tú más, el remover inútilmente una mierda que, inexorablemente, volverá bajo la alfombra de la que salió. Después, como siempre, de nuevo el silencio social, el conformismo.
No se buscarán soluciones. Al contrario, se buceará en asuntos que permitan la confrontación y mantener a la audiencia entretenida y sentada.
El conflicto se alongará cuanto sea posible cuando, en realidad, tal y como yo lo veo, ahora se puede despejar cualquier duda.
El Tribunal Constitucional ha admitido las candidaturas de Bildu. Bien, el Estado de Derecho, la democracia ha movido ficha. Eso era lo que, en teoría, quería la corporación mafiosa E.T.A: ya lo tiene, los suyos están en las instituciones "peleando" por sus "ideales". Por tanto, ya no hay razón -ni excusa posible- para no deponer las armas y entregarlas definitivamente. El Estado y la democracia han cumplido, cumpla E.T.A.
Salvo, claro, que todo no sea más que otra maniobra artera de un gobierno empecinado en mantenerse en el poder cueste lo que cueste...

05/05/2011

La lección

oy he recibido una valiosa lección. No porque haya sido "impartida" por primera vez, sino porque hoy las circunstancias han favorecido que yo pudiera acceder a la comprensión de dicha lección.
Alguien, desde su lejana proximidad, me ha recordado que el olvido y el desdén, que fomentar la distancia, que la despreocupación, son muros enemigos que nosotros mismos nos imponemos, que son murallas inexpugnables que levantamos sin ser conscientes de que luego no seremos capaces de saltarlas. Me lo ha dicho sin rencor, sin reproches, sin saber que sus palabras calaban, quizá, de una forma muy distinta a su intención inicial. Y la mano extendida se ha convertido en un puente si no sólido al menos dispuesto a soportar un nuevo -aunque leve- peso.
Es cierto, sí: "Eres lo que haces y no quién dices que eres".
Yo no sé quién o qué soy. Sí puedo decir, en cambio, que tras reflexionar brevemente la única y dura conclusión es que no he hecho nada o, mejor dicho: lo poco que he sido capaz de hacer lo hecho mal o haciendo daño.




Quizá ya no tenga tiempo ni capacidad para hacer firme propósito de enmienda; quizá ya sea tarde, demasiado tarde, para cambiar la inercia de toda una vida. Lo único que puedo ofrecer en mi descargo es que, al menos y aunque no sea un consuelo, reconozco que me he equivocado de rumbo... Y de navío.

Descansa...

Te comprendo. Por éso no te juzgo. Como tú, yo también tengo demasiados frentes abiertos, demasiadas brechas sin restañar en esta vida extenuada. Sé cuánto dolor incorregible ha atormentado tu alma hasta devastarla. Sé que nadie aguanta eternamente. No sin báculos, sin defensas, sin respaldos donde apoyar la espalda adunca por el peso insolente del sufrimiento.
Te comprendo y por lo mismo entiendo tu postrera decisión definitiva, concluyente. La que te alivia del dolor y te libera de las cargas.
Hoy -por ayer- ya no has podido más y el cielo que temías ha caído sobre ti. Imagino la duda, la indecisión, las lágrimas licuando los ojos reblandecidos y ciegos. Imagino el pulso trémulo pasando el filo infame, rasgando la primera piel, la carne suave acobardada, hiriendo la cánula vital desesperada.
Lo que dejas atrás por lo que no hay por delante. Y el impulso atroz resuelve para siempre la promesa incumplida, cercena el desorden que ya no dañará más.
Te comprendo muy bien. Ahora, libre, al menos gozarás del tiempo inagotable y quizá, allí, hayas alcanzado la paz que aquí nunca hubieras tenido.

04/05/2011

Creación y "SUSTITUCIÓN" de empleo.

ijo Gracián -y aunque no lo practico lo creo- que "lo bueno si breve, dos veces bueno".  Voy a intentarlo. Hoy también ha tocado la letanía acostumbrada del espejismo de los brotes verdes. España ya crea empleo. No es sólo aquel empleo estacional, que también.
No es mucho lo que hay qué decir sobre el asunto y no por reiterativo, sino porque cae por su propia gravedad. Las estadísticas se pueden interpretar como se quiera; pero, no deja de ser éso: una interpretación por lo común interesada y, por lo mismo, manipulada.
No sé por qué al empelo estacional se le considera, a efectos reales, empleo porque -como tal- no lo es. Empleo, desde mi punto de vista, tiene otras connotaciones y está sujeto a unas características entre las que la más importante es la CONTINUIDAD. Esto es, la permanencia y la prolongación temporal que permite, entre otras cosas, asegurar ingresos y a través de estos el crecimiento real de la economía. Lo temporal, lo inconstante, lo no estable, no es trabajo: es un parche que, en verdad, no resuelve nada.




Eso por un lado. Por otro me parece que se está ocultando a la comprensión clara de la ciudadanía un factor/dato -sin contar el homogéneo- que puede parecer irrelevante para traducir esa supuesta creación de empleo: la sustitución, la ocupación de las vacantes que van quedando en el mercado laboral. Tal y cómo lo plantean, da la impresión de que los nuevos empleados van a ocupar puestos de nueva creación. Eso no es cierto. La mayoría cubre los huecos que van quedando por jubilaciones y defunciones porque, con independencia del estado de cosas, la gente, los curritos, se siguen muriendo y se siguen jubilando. Contrastemos esos datos en un cotejo serio porque es posible que haya una correspondencia verificable, una relación, y veremos que del alarde gubernamental no queda más que otra burda mentira y de la falta de respuesta de la oposición...

Finos y seguros

Dice el presi Zapa, que "si está en manos de una mujer, podemos estar seguros". Sin duda: podemos estar seguros, finos y con alas.
La majadería, evidentemente, no está destinada a resaltar la valía femenina que ésa -en general- está fuera de toda duda. Más bien parece un guiño velado a su sucesión. O como tal, creo, hay que asumirlo.
Sobre todo porque si la referencia se hace para establecer una prevalencia de la capacidad femenina frente a la masculina, vamos mal. Como entre los hombres (aunque en nuestro caso la incompetencia se da con mayor frecuencia: a la vista está), también hay sectores femeniles que dejan mucho que desear. No me voy a retrotraer a los tiempos gloriosos de Rosa Conde, la ministra, o de las jóvenas de la señora profesora de instituto, creo que era. Basta un repaso más actual para ver que, como en todo lo demás, no es oro todo lo que reluce aunque reluzca mucho. Ni siquiera voy a mentar a la excelsa Maleni y sus grandes aeropuertos ni otros ejemplos dignos de infelice recordación ni a la gestión sin par de la señora Salado. Voy a dedicar unas líneas, pocas, a lo que como he dicho me parece referencia solapada: la Chacón.
Esta hembra de la especie humana, aparte de sosa como el agua de fregar -porque "manda güevos" el salero que rezuma la pretendienta-, no es el arquetipo de la eficacia ni del conocimiento por muchas carerras, másteres (antes decíamos "maestrías") y cursillos intensivo-avanzados de Estadística Bélica, Trincheras nivel usuario o Blindados modelo Hello Kitty que tenga.
Me da en el naso que la tontería es fruto de una frustración presidencial. Estoy convencido, porque haciendo repaso parece una obsesión, de que en el fondo del tío Zapa hay un ser incomprendido y acomplejado que  lucha para que aflore la Raquel que bulle en su interior.
Tanta sensibilidad es conmovedora. Yo, en mi inmundicia, reconozco que hoy por hoy las mujeres (en general) valen mucho más que nosotros; pero, tampoco hay que pasarse y menos cuando lo propugnado por activa y por pasiva es la igualdad sin más raseros. Hay muchas mujeres que me parece hubieran sido bonísimas Presidentas y que aún lo pueden ser. En mi listado no figura, de momento, ninguna del P.S.O.E. actual.
Por cierto que, en lo relativo a las sensibilidades femeninas y a que los hombres debemos fomentar y manifestar ese aspecto de nuestra naturaleza jugando con muñecas y un etcétera tan largo como estúpido, lo único que puedo decir es que, al menos yo, no tengo por qué ni me sale de la punta de las pestañas rizadas...

02/05/2011

Música de fondo

ntuyo que todo es más prosaico, que el blanco día llega y nos sorprende aunque estemos preparados, aunque una luz cegadora colgada en el dintel nos avise el silencio próximo y el acceso inevitable.
La única diferencia puede estar en la agonía que a cada uno le depare la vida. Para unos será lenta, implacable , convulsiva y dolorosa; para otros, más afortunados, será dulce, un simple tránsito ameno tal vez copado de reconfortantes imágenes y recuerdos que se desvanecen dejando tras de sí el rastro de una existencia satisfecha. Unos se irán con el rumor de lágrimas de rabia, cansadas, heridas por la resignación y entre íntimos lamentos sinceros; otros, con el beneplácito unánime del alivio, con la prisa irrevocable de sus deudos por llegar cuanto antes al olvido.
Quizá la muerte de cada uno no sea la propia muerte física, real, concreta, sino la que provoca en los otros. Buena muerte y dichosa la de aquel que fallece rodeado sinceramente por los suyos y una vez ido permanece grato en sus memorias. Mala muerte, desdichada, la de quien oye la prisa por dar sus carnes a la fosa o al fuego y lee la indiferencia en los ojos de sus próximos.
Pero, nadie es dueño de su muerte. A mi también me gustaría culminar con una lenta caída de párpados, arropando los ojos ya vacíos con la última promesa y una sonrisa complacida y plena en los labios fríos. A mi también me gustaría dejarme llevar por una brisa tibia, por una corriente suave que envolviera mi cuerpo yerto y lo elevara entre caricias mientras los demás, los aún vivos, sonríen con miradas de tristeza y me besan la frente y sus yemas trémulas recorren mis labios, mis mejillas, mi cabeza. A mi también me gustaría partir estremecido, auxiliado por una grandiosa apoteosis final, como en el cine, acompañado por una hermosa melodía emocionada, una canción que dejara en su vuelo rasante una nota de ternura y melancolía antes de posarse sobre las almas permanentes... Sospecho, sin embargo, que eso no es posible.

Cómo son los liberales...

o sé si era "directo", "diferido", "redifusión"... No lo sé, y me da lo mismo. La última persona a quien se lo he oído y escuchado decir ha sido a la señora Aguirre, la de sus cóleras divinas.
Afirmó que ella era "liberal" y yo, de inmediato, pensé: ¡Joder, cómo declinan -por extraña mutación- los conceptos y las palabras!
Apenas lo rumié, caí en la cuenta no sólo de que todo evoluciona sino de que mi ignorancia mayúscula o mi precaria memoria podían haberme jugado una mala pasada siendo "liberal" otra cosa distinta a la/lo que para mí era.
Yo, de hecho, me creía liberal por la parte ancha del término y con las reservas naturales de todo "individualista". Me tenía por liberal y, por ende, por progresista (no se confundan socialistas y otras especies: ellos ni son progresistas ni sus "ideologías" existen). Esto es, por un individuo que aboga por las libertades. Me tenía por un ser que, aunque mediocre y casi siempre afónico, se oponía a cualquiera forma de tiranía (política, social, cultural, económica, etcétera). Era fervoroso creyente, firme, en la (inexistente) separación de poderes propugnada por la Ilustración manque le pese a Alfonso Guerra (nuestro más egregio montesquieucida), en la igualdad de oportunidades (y no en el nepotismo y otras prebendas), en el Estado de Derecho, en una democracia neta consagrada a los valores y los derechos del pueblo. Me sentía liberal por todo eso y por todas aquellas cosas que a la mayoría de nuestros políticos les suena a chino cantonés o se pasan, muy sutilmente, por el arco del triunfo.
Por eso me ha extrañado que Aguirre se imponga a sí misma esa "medalla". Al parecer, yo, como casi siempre, estaba equivocado pues ser liberal se reduce, única y exclusivamente, a postular el capitalismo salvaje. La señora Aguirre podrá ser muy castiza, muy campechana; podrá ser una mujer muy preparada por mucho que algún imbécil le tienda uno de esos "ingeniosos" juegos de palabras a los que el burdo humor español es tan proclive; podrá ser buena gestora. No lo dudo. No obstante, de ahí a que sea liberal, el trecho es morrocotudo. No puede ser liberal quien es elitista, como no lo puede ser nadie que -procedente de un estrato social con muchos posibles y más recursos (contactos, influencias,...)- de origen ya tiene más ventajas para seguir siendo altoburgués que un clasemediabaja. Ese grupo social al que ella pertenece, no nos engañemos, es un grupo dominante que con una economía (¡ahí está la clave de su liberalismo!) sin intervenciones sería todavía más dominante y no hace falta explicar ni el cómo ni el porqué y, desde luego, eso no es liberalismo; la oligarquía no tiene nada que ver con el liberalismo. Corrijo: no con mi liberalismo. Pero, ¿qué se puede esperar en un país donde, afortunadamente, se puede lucir una escarapela socialista, ser católico, republicano y vitorear al rey, todo a la vez y condensado en una sola persona?
Lo peor, no obstante, es la confusión a que inducimos con la palabrita. Resulta de todo esto que se puede ser liberal conservador/reaccionario o liberal progresista. Aguirre es liberal; Cospedal con sus buenos ingresos es liberal; Pajín con sus sueldos también es paradigma de liberal...
El concepto original se ha contaminado y ahora, con tanto liberal se hace obligatorio introducir matices  o extensiones para establecer la diferencia: económico-liberal, socio-liberal, religioso-liberal, político-liberal... Sin embargo está bien: es enriquecedor.
El único problema que veo es que ahora no sé dónde incluirme o de dónde excluirme.


...
Es de noche. Se platica
al fondo de una botica.
—Yo no sé,
Don José,
cómo son los liberales
tan perros, tan inmorales.
—¡Oh, tranquilícese usté!
Pasados los carnavales,
vendrán los conservadores,
buenos administradores
de su casa.
Todo llega y todo pasa.
Nada eterno:
ni gobierno
que perdure,
ni mal que cien años dure.
—Tras estos tiempos, vendrán
otros tiempos y otros y otros,
y lo mismo que nosotros
otros se jorobarán...

30/04/2011

El buen salvaje

Recuerdo -vagamente- aquello del mito del buen salvaje con que Rousseau, a través de Emilio, propone su contundente aforismo: "El hombre es bueno por naturaleza; es la sociedad quien lo corrompe".
Puede que así sea; que una sociedad perturbada, obscena, viciada y corrupta influya de manera determinante y empuje al vicio y la corrupción. Pero, aunque no fuera así y el ser humano destilara perversión y malicia de natural suyo (que se dice), lo cierto es que las circunstancias, siempre, o bien acompañan o bien espolean hacia un comportamiento ruin, a la vesania atroz.
Es inevitable que el hombre, en este peculiar redil que es el mundo, sostenga conflictos con sus congéneres y que en tales enfrentamientos trate, cada individuo, de imponer sus demandas; es lógico que cada uno defienda lo que cree suyo o se defienda de lo que cree le perjudica.
Lo que quizá no sea tan razonable es el ataque, la ofensiva. Cuando ésta se produce, pocas opciones quedan al "agredido". Puede intentar sustraerse a las circunstancias que elementos externos le imponen. No obstante, antes o después, las circunstancias son más poderosas y arrastran no sólo al perjuicio de los actores, sino al daño por proximidad de otros seres ajenos a la disputa.




Yo no sé si el ser humano es esencialmente bueno o malo (el maniqueísmo no es una doctrina que me quite el sueño); lo que sí sé es que todo tiene un punto de inflexión, de no retorno. Todo tiene un momento concreto en el que la razón se nubla y deja paso al instinto de supervivencia, al rencor, al odio, a la maldad. A una maldad que la ley humana castiga y que está, por otro lado, plenamente justificada. Y todo eso viene provocado por agentes externos que proyectan lo que recibieron concatenando una actitud que se remonta al origen de los tiempos, perpetuando una maldad a la que muy pocos eslabones pueden escapar. Sí, las circunstancias procuradas o favorecidas por otros hombres nos ponen frente a lances extremos y, más tarde o más temprano, nos obligan a reaccionar. Sobre todo cuando ya estamos plagados de heridas y cuando ya no tenemos nada que perder. Entonces embestimos con las fuerzas robadas a la flaqueza y arrasamos todo lo que podemos mientras otros, quienes lo provocaron, se llevan sorprendidos las manos a la cabeza.

29/04/2011

Cómplices... Del viento

Asistimos imperturbables a la gran astracanada. El fútbol es capaz de movilizar, enérgicamente, a más seres que la miseria que estamos padeciendo. Con eso, casi se dice todo.
Mentiría si dijera que cualquier palabra pronunciada por un político (o cualquiera de sus afines) me sorprende. Ni siquiera cuando el Ministro de Trabajo (¡qué ironía tétrica!) acentúa la culpabilidad del desempleo en una ley de hace no sé cuántos años y que, curiosamente y nadie sabe el porqué, se ha mantenido durante estos últimos siete. Si era nefasta, ¿por qué no se derogó a su debido tiempo?
No voy, sin embargo, a eso. Mi intención es acusar. Acusar de complicidad clara a todos los políticos que en la actualidad hollan nuestro "Congreso" y nuestro "Senado", que lo atufan con sus miasmas obscenos, corrosivos, corruptos.
Porque lo cierto es que a este gobierno y sus desafueros lo han mantenido artificiosamente el resto de grupos parlamentarios que, conscientes de la debilidad de dicho gobierno, han visto la oportunidad de negocio... Y lo han hecho. Han preferido matar sus dos pájaros de un tiro: debilitar al Estado y sacar provecho particular. El "gobierno", aferrado a sus poltronas, ha concedido graciosamente -como la puta vieja y desdentada que se ofrece a cambio de una simple caricia- para seguir disfrutando y enriqueciéndose a expensas de los ciudadanos, de empujarles al abismo.
Sólo una diputada y E.R.C. (paradojas de la vida) se han mostrado "combativos de verdad" a lo largo de estos años; pero, ni ella ni los secesionistas tienen poder suficiente para convencer al resto comprado o "ausente".
Todos, excepto Díez y (no sé si reir o llorar) E.R.C., son cómplices por acción u omisión de la delirante situación que ahora soportamos.




No nos llamemos a engaño. El Partido de la "unimente" nos ha arruinado, estafado y mentido; pero, el Partido Popular y los demás no le han ido a la zaga al apoyarle bien por cobardía, bien con el silencio, bien por dinero. A esta gentuza hay que sumarle los sindicatos, a sus dirigentes, a sus aprovechados, a sus Judas descarados que han vendido a esos a los que llaman "compañeros" y "camaradas" por millones de monedas de plata sucia.
La sociedad tampoco queda exenta de responsabilidad. Todos, yo incluido. Hemos desayunado indiferencia y con resignación nos hemos empachado hasta quedar postrados en una siesta permanente.
Adviértase, y ya termino, que no para todos está mal la cosa. Que muchos mercachifles y especuladores (de alimentos, sobre todo) se están haciendo insolidariamente ricos con la miseria y la necesidad; que los banqueros celebran con aumento de primas su "precariedad", que los grandes empresarios se permiten el lujo de anunciar reducciones de plantilla para aumentar aún más sus beneficios, ganancias fruto del fraude impune.
Pero, comprendo a la ciudadanía: si la "Justicia", que es la que debería ser independiente e imparcial y actuar de oficio contra todos estos abusos no hace nada (porque su implicación sobrepasa en mucho el corvejón), ¿para qué moverse? Las revoluciones son cosa de otros mundos: el segundo, el tercero...

Por la parda geografía...

Anoche, un miembro de U.S.O. (sindicato del que abjuré) hacía una afirmación cargada de ignorancia -no pongo "malicia"- que dice mucho de la escasa capacidad de análisis de los representantes sindicales, así, en global.
Aseguró el pavo en cuestión que los españoles no estamos por la movilidad geográfica. No le voy a vomitar datos porque probablemente, de puro simples, no los entendería.
Sí, en cambio, quiero decirle a él, y a todos esos politicuchos que difaman a los desempleados (el término "parado" -aunque lo utilizo- me parece despectivo y ofensivo) alegando que en casita se está muy bien, que la cacareada "movilidad geográfica" no sólo es fluída, más quizá de lo deseable por la mayor parte de quienes tienen que salir de su terruño, sino que tiene aspectos con frecuencia insalvables. No hace falta explicar que las diferentes lenguas son un obstáculo como lo es el requisito "imprescindible residir en". Muchas personas con posibilidad de acceder a un puesto de trabajo chocan con la impertinente condición impuesta por empresas y administraciones de ciertas comunidades. Claúsulas disparatadas porque son una forma, velada o no, de impedir un derecho fundamental.
Sin embargo, ni siquiera esa estúpida frontera es el mal mayor. Éste radica en algo sobre lo que, parece, no se quiere incidir o se ha pasado por alto por una evidente falta de criterio y de inteligencia.




Es el sencillo "¿cómo?". ¿Cuántas personas -teniendo en cuenta que casi todos arrastramos atrasos- pueden permitirse un desplazamiento con los costes que supone (no hablo ya de mover a toda la familia) y esperar/sobrevivir todo un mes hasta que llegue -si lo hace puntualmente- una nómina que suele ser exigua, insuficiente?
Eso en cuanto a la parte fácil. ¿Cuántos desempleados -porque los currículos vuelan prodigiosamente- pueden desplazarse y soportar un gasto añadido para acudir a una entrevista de trabajo a cientos de kilómetros? Eso pasa, se solicita trabajo en cualquier parte porque el interés es trabajar; luego, cuando a un asturiano le llaman de Cádiz para cumplir con la incertidumbre de la entrevista, ¿qué?
No sé en qué país vive esta gente. Lo que sí puedo aseverar rotundamente es que nuestras realidades superan, con creces, su ficción.

16/04/2011

Los que ya no esperan nada

A veces la vida sale mal.
He conocido a muchos hombres que han luchado hasta la extenuación; hombres honestos que bracearon sin rendirse en la tormenta, sin resignarse a morir engullidos por las turbias aguas de la tempestad.
He conocido a muchos hombres que sólo han conocido de la vida su cara amarga.
Fueron -algunos aún lo son- hombres cansados. Fueron -algunos todavía lo son- hombres hundidos que en el fondo de una botella esperan el milagro redentor mientras aprietan sus puños y claman en silencio, mientras maldicen sus suertes, mientras blasfeman contra un Dios que los abandonó en las cunetas heridos de muerte.
He conocido hombres en quienes la injusticia se cebó hasta romperles el pecho y el alma.
No recuerdo sus nombres. Quizá nunca tuvieron uno. Tampoco recuerdo sus caras, sus miradas difamadas por el dolor. Nadie los recuerda. Pasarán por la vida en silencio, regados por la pena y el olvido.
Pero, yo los conozco. Sí, yo los reconocería en cualquier parte como se reconocen los espíritus afines, los iguales arrasados por la miseria y la derrota. Los reconocería porque yo, no lo sé, soy uno de ellos.

14/04/2011

La de Dios es Cristo

Dios, para la doctrina católica, es omnisciente, omnipotente y omnipresente. Me quedo con esta última. Está (yo creo que ausente) en todas partes. Esto significa que cualquier lugar, recintos consagrados aparte, es bueno para que cada cual manifieste su fe. Un pupitre, por ejemplo, es buen sitio para implorar el milagro.
Sin embargo, no creo que la universidad ni sus facultades sean las ubicaciones adecuadas para contener una capilla.
Dicho esto, he de confesar que tengo un grave conflicto interior. No soy creyente; creo, empero, en la libertad de expresión sin cortapisas, sin fraudes ni recortes, cruda y dura. No obstante (y aunque la transgresión y la irreverencia sí son santos de mi devoción) me parece que hay un algo de cobardía en los actos organizados contra la religión cristiana.
Últimamente se han profanado capillas, se ha hecho escarnio de símbolos, se han vejado creencias. Pero, se ha hecho al amparo de una seguridad inicial: frente a eso no habría una respuesta violenta ni legal.
No me parece justo. No cuando veo cómo prolifera la intolerancia religiosa, cómo se fomenta la esclavitud que predica-impone la fe musulmana y ninguno de esos "protestantes" mueve un sólo dedo por miedo a las seguras represalias de los fanáticos islamistas. Eso es así de claro y así de simple.
¿Se atreverán estos grupos (con los que estoy de acuerdo, repito, que las universidades no tienen por que tener capillas) a sacar en procesión una imagen del profeta Mahoma desnudo, sodomizado o travestido?
Evidentemente, no. Pensemos en eso porque la pregunta que se me antoja, después de ver qué está pasando y cómo se suceden los acontecimientos, es "¿a qué se debe, a quién sirve y para qué esta guerra declarada al catolicismo? Desde luego no son actos espontáneos. Son "sabotajes" muy meditados y bien coordinados.
Hay muchas cosas en las que no creo. Una es la religión. Otra es que este tipo de algaradas sean fruto de la improvisación. Quien sea inteligente, que busque y encontrará las respuestas a estas y otras muchas más preguntas. Los métodos de agitación social de algunos partidos son inescrutables...

Titulocracia

Oigo, con estupor y por enésima vez, a cierto periodista abogando por que a la política sólo se pueda acceder con una titulación universitaria como si una licenciatura (o una diplomatura) fuera garantía suficiente para avalar conocimiento e inteligencia. Nada más lejos de la realidad. Más en un país donde hay universidades donde se "compran" los títulos y hay otras a las que el alumnado (los discentes) accede en condiciones precarias.
Recuerdo, de no hace tanto, las respuestas de algunos "universitarios" a algunas preguntas sencillas.
"¿En qué año empezó la Guerra Civil?" "Eso fue en el siglo veinte", responde uno. "En mil novecientos catorce", responde otro. Con "¿Quién escribió Platero y yo?" y la otra pregunta hecha, rebosa ya el vaso de la aridez intelectual.
Eso es el reflejo especular de una realidad dramática e inapelable porque en España lo que se exigen son títulos, no conocimientos ni calidad en estos. También recuerdo cuando C.Q.C. preguntó a la puerta del Congreso a nuestros diputados cuántas provincias había en esta bendita nación de cafres y ninguno "acertó". ¡Los que hacen nuestras leyes! ¡Los que consideramos tienen aptitudes sobradas para gobernarnos! Viendo lo que nos viene, el relevo está a la altura.


No hay ningún conocimiento exclusivo de una carrera ni, por tanto, vedado al aprendizaje de cualquier ciudadano. Todos los días vemos periodistas que hablan de todo, por ejemplo de Economía, sin haber pasado por la facultad de Ciencias Económicas. Según su razonamiento, sólo podría opinar de política el politólogo, de literatura el filólogo o pensar el licenciado en Filosofía. Pero voy más allá, ¿qué periodista puede poner en solfa la capacidad de alguien cuando en los medios de comunicación, cada día, nos atiborran de memeces y, lo que es mucho peor, de coces a nuestro diccionario y a nuestra gramática? ¿Quién no ha oído/escuchado aquello de "los convoys", el "atentado deleznable", y otras lindezas que salpican aún más nuestra ya bastante maculada lengua? ¿Con qué derecho opinan y escriben quienes no manejan la herramienta básica de su oficio? ¿Imagina alguien a un mecánico que no supiera, siquiera de oídas, lo que es un motor, una llanta o la tapa del delco?

Digresión: Se quejaba amargamente la chavalilla. Le preguntan si sale del examen de selectividad. "Sí", responde. Una de las preguntas a desarrollar era sobre Aristóteles y la muchacha, sobrada de inteligencia, afirma con una rotundidad pasmosa que no comprende cómo se puede estudiar a tipos como ése que era "un machista asqueroso de la época". Está todo dicho. "Res ipsa loquitur".
Volviendo al asunto que me mueve. No sólo es el periodismo un reducto de ignorantes (no todos los periodistas, por supuesto); todas las disciplinas y gremios se llevan su cuota, elevada y correspondiente, por delante.
Fijémonos, por ejemplo, en el gobierno actual. Rodríguez Zapatero, licenciado en Derecho, "dirige" el destino de un país sin saber una palabra de Economía (que se aprende en dos tardes -Jordi Sevilla-) y tras haber estado años votando presupuestos que no entendía (es lo que fácilmente se deduce del extraño ofrecimiento de Sevilla), por poner un ejemplo.
Vivimos empecinados en la "titulitis". Por eso -una rara especie de vergüenza o complejo- un elevado porcentaje de políticos (muy capaz alguno) miente en su currículo y lo adorna y engorda con datos falsos.
Los títulos, insisto, no aseguran ni conocimiento real ni inteligencia... Mucho menos capacidad. Buscamos el ornato, la distinción, la presunción vana y no el mérito ni el desarrollo de cualidades útiles; y así nos va. Además, la IGUALDAD es la piedra clave de cualquier democracia. Todo lo que no sea proteger y fomentar esa premisa fundamental, significa generar elites de poder -cerradas- que frenarán el desarrollo de la sociedad y de esa aspiración que es una comunidad de hombres libres. Ya se lo discutí a cierto periodista de "prestigio" y he de decir en su descargo que desde entonces no ha vuelto a desmerecer a nadie por su carencia de titulación. Loable. Y, por cierto: no es verdad que las nuevas generaciones estén mejor preparadas...

Con mi afecto y gratitud a don Jacinto Pérez Moreta.

07/04/2011

Salir de la crisis

oy a pecar de arrogante... Y de prudente. Sí, voy a pasar por encima de la costra sapiencial de los egregios economistas y de los patéticos políticos y voy a afirmar con aplomo (quien dirá que con el atrevimiento de la ignorancia) que salir de la crisis es posible. Lo afirmo con seguridad, con la contundencia que me permite un análisis sin grietas y al amparo de esa cualidad que es el razonamiento.
Salir de la crisis es posible y restaurar el dinamismo del mercado laboral, también.
Sé que se puede hacer, qué se debe hacer y cómo se ha de hacer. Sólo hay un obstáculo frente a la solución: para poder ponerla en práctica hay que suprimir, de entrada, todos los elementos interesados en que siga habiendo crisis -interesados por distintos motivos-: los políticos que actualmente asientan sus innobles e insolventes cachas en las ineficientes "sedes parlamentarias". No me refiero a suspender el sistema democrático (aclaro por si hay por ahí algún torpe susceptible malinterpretador de palabras), sino a que la inmensa mayoría de "nuestros" representantes políticos actuales ha de ser removida de manera inmediata y taxativa. Algo que, lógicamente, serán reacios a aceptar pero que depende no de ellos, su criterio y su voluntad, sino de la potestad soberana de la ciudadanía (¡uy!, perdón, "de los ciudadanos y las ciudadanas").
Tengo las claves y es factible. Sin embargo, no voy a aventarlas. Ahora es cuando el perspicaz arguye: "claro, así también lo resuelvo yo, sin exponer la solución..."
El silencio tiene su sentido y su porqué, aunque no será ahora cuando me concentre en explicarlos.
En estos últimos tiempos he aprendido mucho de las castas política y periodística. He aprendido, sobre todo, que ambos rebaños (o jaurías) están compuestos por entes parásitos que se nutren, muy cómodamente, de "las sangres" de sus huéspedes extrayendo un vil provecho que los engorda mientras aquellos que los soportan -a veces sin darse cuenta- enflaquecen.
En el ruedo ibérico siempre ha sido así; no en vano inventamos la picaresca y el esperpento. Sólo aquí es dable sin condición ni compasión la ralea de Lázaro, Guzmán, Pablos o Latino. Lo que pasa es que ahora, con el correr de los tiempos, han devenido en políticos y periodistas y funcionarios y banqueros y...
La corrupción y la mentira, pues, no son novedades en nuestro país; ni la idiocia de un pueblo acomplejado e instalado en la más solemne y ritual majadería. Tampoco es una novedad el latrocinio en cada uno de los niveles y estamentos sociales y del alma; pero, por lo que a mi respecta, ese grifo se cierra. No seré yo quien dé pábulo a esa piara de goliardos succionadores, hincados de hinojos ante méntulas gloriosas, complacientes, premiadoras, y succionadores impropios, a la vez y por el otro extremo, de lo que en puridad pertenece a otros.
"Y con esta envidia que digo
y lo que paso en silencio,
a mis soledades voy,
de mis soledades vengo".

06/04/2011

Tempus fugit...

lguien me dijo, hace algunos días, que se empezaba a envejecer cuando se empezaba a recordar. Estrictamente eso no es así; pero, comprendí enseguida el sentido de sus palabras.
Yo ya había pensado (si no lo mismo) algo parecido antes; sin embargo, quizá no me entendí por ser un pensamiento propio y posiblemente imperfecto.
También puede ser que ahora sea capaz de procesar aquella idea porque ahora es cuando tengo más días vividos, más experiencias, más elementos de juicio, más recuerdos (y más contradicciones) y, por lo mismo, una perspectiva más amplia -o distinta- de mi entorno y de mi mismo, más claves para traducir ciertos mensajes.
Recuerdo que tomé algunos meses atrás una decisión irrevocable que no cumplí. Me propongo, esta vez, llevarla a la práctica hasta sus últimas consecuencias.
Pero, no son esos recuerdos a los que se refieren estas inconsistentes palabras.
Esta mañana iba solo, por la calle, cuando sin saber cómo ni por qué me ha asaltado una sarta de imágenes antiguas, de nombres asociados a mi infancia y que, por afinidad o proximidad, han ido derivándome a una memoria conmovedora por pasada y por irrecuperable.
De los dibujos animados de Simbad el marino y su cinturón mágico -que se apretaba cuando estaba en peligro y tras despedir unos rayos o chispas le confería un vigor colosal- he pasado a Shazam y a aquel otro en que alguien unía dos mitades de un anillo, roto de forma irregular, que encajaban perfectamente y le dotaban de fuerza o le concedían un deseo. Estos retales me han llevado -todo con una rapidez trepidante- a un balón, a algunos amigos, a algunos hechos que por buenos o malos han permanecido.
Esos son los recuerdos que nos advierten de la llegada inminente a ese punto de quiebra. Son los que nos anuncian que se ha pasado una línea divisoria a partir de la cual la vida, toda una vida, queda resuelta y a la espera del desenlace final en cualquier momento. Sí, porque de repente entra la noción clara de que esto se acaba y de que lo hace sin avisar. Entonces he mirado hacia atrás: el pasado es mucho más extenso que el posible porvenir: esa es la terrible confirmación.
Luego viene la sensación de no haber vivido nada con la intensidad que merecía. De haber derrochado el tiempo en infames momentos de los que sólo quedan unas pocas cenizas honorables.
No hay arrepentimiento, ni angustia, ni amargura. Únicamente una pizca de desencanto y el regusto acibarado de no poder desandar el camino, de tener que aceptarlo con resignación. Empezamos a "vivir de lo muerto", del pasado, recreándonos en evocaciones insustituibles para poder soportar la realidad; una realidad carente de sentido, una realidad inútil a la que no se debe ninguna devoción.
A eso se refería cuando lo dijo; a eso me refería cuando lo pensé. Y quizá tengamos razón.

Hombres contra hombres

El hombre es un lobo para el hombre. Para Hobbes (Gracián le secundó) esto era una evidencia inapelable. El hombre es un depredador de hombre; un depredador por consentimiento, por permisividad, por pasividad del depredado. El poder de un hombre radica en la sumisión voluntaria de otro hombre. El poder de unos hombres reside en el conformismo del resto.
La inmensa mayoría de las personas no quiere ser responsable de su libertad. Se autoengaña ideando razonamientos falsos y excusas insostenibles válidas sólo para conservar un ficticio individualismo, una personalidad fantasma e inexistente desde la que se limita a seguir los cauces impuestos por otros (los jefes). La inmensa mayoría de la gente prefiere que otros sujeten sus riendas y poder quejarse de que no se puede hacer nada, de que nada es variable, cambiable.
No hay más que echar un vistazo, ni siquiera en profundidad, para caer en la cuenta de que el hombre, ser gregario, prefiere mantenerse uncido al yugo y pensar que la lucha y la rebeldía son inútiles.
Es decepcionante.
La masa, el grumo social, se nutre de ignorancia y de inmovilidad. ¿Luchar por quienes no pueden? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Qué sentido tiene luchar por aquellos que se mantienen sentados a la espera de que pasen por delante de su puerta todos los cadáveres, los de sus enemigos y los de sus amigos? ¿Qué sentido tiene luchar o defender por y a quienes se lamentan de que no hay nada qué hacer?
Frente a un hombre sólo hay otro hombre. No hay pócimas mágicas ni marmitas de muérdago básico "heroificante". No hay armas invencibles defendiendo los flancos del poder. Frente a un hombre, sólo hay otro hombre.
Es muy cómodo escudarse en la impotencia, en la debilidad, en el miedo. Es muy cómodo ocultar la cobardía y la pasividad tras el lamento quejumbroso de la esclavitud. Sobre todo porque lo que más se anhela es la supervivencia a toda costa aferrándose a cualquier cosa que disculpe la actitud quieta. Cualquier pretexto es bueno para no inmiscuirse.
Incluso esa mayoría acomodaticia se convertirá en jauría contra aquellos a quienes un momento antes jalearon como liberadores y a los que erigieron estatuas.
El hombre es un lobo para el hombre... Y para sí mismo, añadiría yo.
No. No merece la pena dar la cara por nadie; mucho menos la vida. Egoísmo, hipocresía, ignorancia, cobardía: esos son los atributos verdaderos del hombre. Bueno, y la piedad: debe ser reconfortante saber que una vez muerto todos dirán -hasta el enemigo más encarnizado- "era una gran persona"... Aunque el recuerdo no pase de una imagen en un cartel pegado a la pared de la habitación o en una camiseta en el mejor y más popular de los casos.

01/04/2011

¡Vivan las caenas!

Hoy sube todo otra vez un mucho por ciento. Una subida de precios que hay que sumar a las que venimos soportando y que, como las anteriores, ni nos impresiona ni nos conmueve. Y no nos impresiona ni nos afecta porque si lo hiciera estaríamos mordiendo esquinas de pura rabia. No nos importa; es más, nos descojonamos, nos desternillamos de risa mientras jaleamos nuestra falsa indignación con palmas de resignado estoicismo.
Nos pidieron esfuerzo y paciencia y, como siempre, caímos en la trampa sin preguntarnos "¿qué hay de vuestro esfuerzo y de vuestra solidaridad?" Porque somos así. Mientras los banqueros, encantados, siguen ganando dinero a espuertas y se jactan de ello, la gente rebusca en los cubos de basura un mendrugo; mientras los gobernantes practican impunemente -con la aquiescencia de jueces y fiscales- el nepotismo y el latrocinio descarado, la ciudadanía busca desesperadamente un puesto de trabajo miserable y esclavo; mientras la burguesía acomodada se enriquece, más y más, gracias al río revuelto, las familias pierden sus exiguas haciendas... Y eso pasa aunque no salga en la tele;  nuestra noción de la realidad está desvirtuada por el Gran Hermano o por los pasquines con carlanca de la iglesia mal llamada socialista. Nos quedamos así, inmóviles, mientras quienes nos piden (entre mentiras y patrañas) comprensión y sacrificio se embolsan descaradamente el dinero que nos hace falta para comer.
Que vivo (o malvivo) en un país de hipócritas cobardes ya lo sabía. Que, a partir de ahora cada uno haga su guerra y conmigo que no cuenten para nada, también.
Lo que más lamento es que de este hatajo de sinvergüenzas que nos gobierna (y el resto de políticos que con su silencio cómplice los ampara porque el juego se limita y reduce a ellos mismos y todos), ninguno me venga de frente a tocar los güevos.
Dicen que no hay enemigo pequeño. No lo sé; pero, pienso poner en práctica mi singular declaración de guerra aun sabiendo cuál será el resultado. Desde ahora, lo juro por ese Dios en el que no creo, voy a poner todo mi afán, todo mi empeño, en derribar vuestros poderoso molinos. No contéis conmigo para nada. Ni vosotros, políticos de mierda, ni vosotros paisanos lamentables y sumisos.
Hace tiempo que en este país no debería haber quedado piedra sobre piedra. Hace tiempo que en este país deberíamos haber echado al vertedero a toda esta canalla infame.
Sin embargo (ya os conozco muy bien), no queréis cambiar nada. Cualquier excusa es buena para mantenerlos donde están, para no mover un dedo porque el conformismo y la estupidez son más cómodos. Es más fácil esperar sentados a que sean los otros -siempre ha sido así en este puto país- quienes luchen y consigan cambios de los que luego todos nos beneficiamos. El miedo y la ignorancia os tienen atenazados sin pensar que su poder (el de banqueros, políticos, sindicatos, periodistas...) es un poder fiduciario e irreal. 
Y, luego, cuando os toque sufrir -a todos los que todavía sois capaces de manteneros a flote en la procela- la zozobra y el naufragio, ¿a quién acusaréis? ¿Diréis aquello de "no lo sabíamos"?




En un mundo convulso que reclama cambios, con personas que luchan poniendo en jaque su vida, que la pierden, nosotros nos enrocamos y preferimos no pensar, no actuar. Creemos que negando la evidencia esta deja de existir y de morder. No hay problema, la vida sigue. Si la realidad nos punza, aliviémosla con una buena sesión de la Esteban o de la Quintana. Tal vez, si dejamos de pensar en el dolor, deje de dolernos la herida: esa es nuestra "filosofía". Somos patéticos... Pero, que se puede esperar de un pueblo que grita ¡vivan las caenas!

24/03/2011

Listas abiertas, tontos cerrados

Apenas he abierto los párpados (una greguería: la persiana es el párpado de la ventana) me ha venido a la testa la frase de González Pons rechazando con un argumento del calibre 7'63 estúpido las listas abiertas.
Para este fulano, y por ende para su partido, las listas abiertas no son solución de nada. Para los políticos, evidentemente, no son convenientes. Pero, que a ellos no les convengan no significa que no sean posibles y efectivas.

Lo cierto es que tal y como está montado el tinglado político, a casi ningún partido le interesa modificar el sistema e implantar las listas abiertas para la elección de representantes. Huelga explicar el porqué.

 No obstante, uno de los razonamientos esgrimidos por el señor González es que dicho sistema ya está establecido para el Senado y "la verdad es que la gente no las utiliza" (sic).

Este elemento no quiere tener en cuenta -y mucho menos proclamar- que el Senado español es una rémora, una institución carente de contenido e inservible: nuestro Senado es una simple excusa para que un montón de ñores y ñoras vivan del cuento y lo hagan más que bien. Nuestro Senado es inútil y costoso, carece de prestigio y de sentido.

Una de las explicaciones, la más lógica por simple, sería que la gente no "usa", aquí, las listas abiertas porque al estar viciado el Senado en su propia esencia es absurdo ejercer una facultad cuyos resultados son intranscendentes por:
A) Los senadores votan en función del imperativo impuesto por sus respectivos partidos y no por el interés de los territorios menores que representan.
B) No tiene potestad legislativa real con lo que, como mucho, pueden perder meses mareando una perdiz.
Ante esta perspectiva, ¿para qué utilizar las listas abiertas?


Las listas abiertas, señor González, tienen sentido y validez para la elección de "congresistas" (aquí son diputados) porque -y usted lo sabe- no sólo la ciudadanía mantendría en tensión, en vilo, el futuro y permanencia de cada representante electo, sino que en sí mismas se comportarían como un factor depurativo en los propios partidos.

Eso, claro, a ustedes, en el cotarro elitista que tienen montado, les pone un poco nerviosos. Como ustedes no quieren pregonarlo, lo haré yo.

Resulta que en las listas cerradas los candidatos se colocan ordenada y jerárquicamente de forma y manera que se asegure la elección de aquellos que dominan los partidos y sus estructuras. Así, Rajuá y Zetapetero (o quién sea) no se presentarán como cabezas de lista por Argamasilla arriesgándose a quedarse en el banquillo, sino que lo harán por un lugar que les confirme los votos y el escaño. No sé si me explico. Y así sucesivamente.

Con las listas abiertas esta seguridad se elide porque da igual la circunscripción por la que se presenten; el ciudadano puede prescindir de los primeros de la clase y votar masivamente a quienes ocupan los puestos trigésimo segundo, vigésimo cuarto, decimonono o quincuagésimo octavo y dar al traste con el tenderete: los jefes quedarían fuera del juego y en el Congreso el candidato a presidente del gobierno sería Juan Cordero, agricultor de Galbarros, o Martín Entrevero de Cacabelos y no los próceres de cada "formación política". No sé si me explico.

Para evitar esto tendrían a mano una solución arriesgada no por atrevida, sino por desesperada: reducir al número "justo" los incluidos en cada lista (como para el Senado); pero, esto, también acarrearía graves inconvenientes. Uno de ellos, que se quedaran en el lance (sin extremar mucho la cosa) sin representación. No sé si me explico.

Pero, además, las listas abiertas son un peligro -aunque no lo parezca- para otros estamentos que se tambalearían con los cambios estructurales y conceptuales que se operarían con dicho sistema. 
Por eso, señor González Pons, no las quieren, interesadamente, ni ustedes ni ninguno de los políticos que ahora gozan de una seguridad que de otra forma...

18/03/2011

Tornadizos

Negar, con la cantidad de evidencias que jalonan nuestra vida cotidiana, la corrupción política es un ejercicio de cinismo en el sentido más peyorativo del término. Ninguna defensa es posible, ninguna explicación plausible, cuando el grumo de pruebas es tan demoledor y sólo la arbitrariedad sectaria es capaz de ver honradez donde una contundente demostración indica vileza aplicada a granel, al por mayor.
Los dos raseros, las dos varas de medir, forman parte de la esencia humana, de la simpatía y afinidad o de la antipatía que destilemos por algo; pero, también, forma parte de la estupidez.
El juego político, no obstante, tiene estas peculiaridades magnificadas además por cada recurso artero usado en la partida. Ahí jugamos todos: desde el político "profesional" hasta los políticos de salón y barra fija, los mindundis que polemizamos en el bar o en el descansillo de la escalera. Nuestra inclinación, nada ecuánime, al "y tú más" es proverbial. En nuestra idiotez consumada, creemos que ese "y tú más", ese "y tú, ¿qué?", justifica cualquiera canallada practicada por "los nuestros" cuando en realidad lo que confirma es que tanto en el ánodo como en el cátodo la suciedad campa por sus fueros.
La corrupción en política es un hecho habitual; forma parte de su naturaleza. Todos sabemos que está ahí desde siempre pero la hemos pasado por alto porque, en principio, no nos afectaba lo suficiente y porque somos conformistas y cobardes. La hemos admitido (no sólo soportado) como algo consustancial e inevitable, hemos incluso acuñado frases escandalosas y reveladoras de nuestra estolidez intrínseca; frases que, analizadas siquiera someramente, deberían ponernos los pelos como escarpias por lo que revelan de nosotros mismos: "Para que roben éstos, que roben los míos". ¡Que roben los míos! Asumimos con naturalidad, no con resignación, que no queremos desprendernos del yunque que nos hunde en el abismo. Claro que "sarna con gusto...".
De la pléyade de políticos que conozco personalmente, sólo hay uno por el que me rompería el alma defendiendo su honestidad y lo mejor de todo es que ni siquiera es de "mi" partido. Del resto, presumo de antemano que el status los va a corromper si es que no están ya adulterados por la vanidad, la arrogancia paleta y el dinero fácil.
Pero, lo que son las cosas.
Anoche oí a un político asumir una crítica y reconocer que su calaña es uno de los graves problemas que tenemos en España. Afirmó que, en efecto, nuestro país precisa una urgente "regeneración" (yo creo que es "instauración": no se puede regenerar lo que, previamente, no ha sido generado) de los valores políticos, como si estos fueran diferentes a los valores en general resumidos en uno: la Ética.


Pues decía, digo, este tipo que tenían que hacer poco menos que examen de conciencia y propósito de enmienda y recuperar la confianza de la sociedad. Aquí es donde maliciosamente sonreí. Hasta ese punto nos consideran gilipollas. ¿Ellos, los mismos que están ahora sembrando de miseria y vapuleando en buen nombre de la Soberanía, residente en el Pueblo, tienen que hacer algo para cambiar el estado de las cosas? Ellos son el problema, ¡ellos! Las personas con nombre y apellidos que están actualmente gozando de las prerrogativas que nosotros, bobaliconamente, les cedemos. En ningún momento se le ocurrió (o tal vez sí) que la solución pasaba por que todos los están ahora se apeen del carro y dejen paso a otros. ¡No, eso no! Los mismos que están ahora y que han tenido años y años para desmontar su "legendaria" caradura, ¿son los que van a reponer la confianza, a cambiar? Evidentemente no. No se les ocurre renunciar. Saben que el problema, el impedimento, son ellos pero se niegan a dejar de concursar. Así, la única posibilidad de remoción de esta gentuza es la facultad del ciudadano aplicada con todo rigor y contundencia, el uso de la potestad más sagrada en democracia: el voto.
Mantener a esta grey de truhanes no sólo es un error sino que quien los renueve con su voto será cómplice de sus desmanes. Eso es tan claro como el agua de manantial. Y empezamos a combatirlos ahora, o adiós a la democracia.